El PSOE Debe Despejar Las Sospechas De Doble Juego Con ETA

02-07-06


Editorial

El PSOE Debe Despejar Las Sospechas De Doble Juego Con ETA


La información que hoy publica este periódico requiere una aclaración urgente de la dirección del PSOE. Porque una cosa son los contactos secretos que según hemos sabido han tenido lugar entre miembros del PSE y Batasuna y otra muy distinta la posibilidad de que el PSOE llegara a un acuerdo con ETA para abrir un diálogo o negociación en vísperas de las últimas elecciones generales. Eso es lo que se desprende del acta del encuentro incautada al etarra Esparza Luri, que participó en la reunión del Comité Ejecutivo de ETA de febrero de 2004 en la que Ternera, Antxa y sus colegas accedieron a la supuesta propuesta del PSOE. La banda se fija como prioridades aclarar si la iniciativa procede «del PSOE, del Estado o a nivel personal» (posibilidad, ésta última, que se rechaza), establecer «el objetivo concreto» de las reuniones y unos criterios mínimos de «seguridad». Incluso llega a proponer como intermediario al centro Henri Dunant de Ginebra que, en efecto y como ya publicó EL MUNDO, organizó un encuentro entre Ternera y Eguiguren en 2005. Este último dato otorga la máxima credibilidad a la documentación. Como también lo hace la inclusión de un resumen exhaustivo de las cuentas de la organización, con mención expresa al dinero recaudado mediante la extorsión: más de 1.7 millones de euros en uno de los últimos ejercicios.
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Nos encontramos, pues, ante un asunto sumamente inquietante que, de corroborarse, haría a los socialistas merecedores de un calificativo muchísimo más severo que el despectivo pero casi cómico «gorrinos» con el que ETA se refiere a ellos en sus notas. En febrero de 2004 no sólo estaba en vigor el Pacto Antiterrorista impulsado por el propio Zapatero, sino que ETA había declarado una tregua parcial en Cataluña fruto del encuentro en Perpiñán y, lo más signficativo, el PSOE seguía en la oposición. La cercanía de la propuesta valorada por ETA y las elecciones generales resulta muy llamativa. Cabe preguntarse en qué medida la disposición de la banda a dialogar con los socialistas se sustentaba en la convicción de que Zapatero llegaría al poder. Cuando todo el mundo daba por hecho que el PP repetería mayoría, no tenía sentido escoger como interlocutor al partido que teóricamente permanecería otros cuatro años en la oposición. Del mismo modo, no está claro qué podía hacerle pensar a ETA que el PSOE estaba legitimado para hablar en nombre del Estado.

La dirección del PSOE tiene la obligación de aclarar si alguien se dirigió en su nombre a ETA. Debe despejar la sospecha de que los socialistas han mantenido un doble juego durante años: por un lado, impulsando pactos y apoyando iniciativas encaminadas a derrotar por la vía policial y legal a ETA; por el otro, negociando a oscuras con la banda. Si esto fuera cierto, estaríamos ante un largo itinerario de deslealtad no sólo al PP, las víctimas y el conjunto de los españoles, sino al sistema democrático. Es cierto que los ciudadanos van a juzgar lo ocurrido hasta ahora en función de cómo se vaya a desarrollar la negociación, pero el fin nunca justifica los medios. Así como Patxi López vulnera las líneas rojas del Estado de Derecho al anunciar que el martes se va a reunir con Batasuna, tampoco podríamos aceptar que en nombre de lo que Zapatero llama «una oportunidad histórica» los socialistas hubieran recurrido a la doblez y el engaño.

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