ACATAR LA SENTENCIA NO SIGNIFICA ENTERRAR EL 11-M

4-11-07



Editorial

ACATAR LA SENTENCIA NO SIGNIFICA ENTERRAR EL 11-M


El presidente del Gobierno abrió ayer su mitin en Puertollano (Ciudad Real) animando al PP y a su líder, Mariano Rajoy, a mirar «adelante» en relación al 11-M. Esa misma petición la hizo el miércoles en La Moncloa, después de que se hiciera pública la sentencia, solo que entonces incluía a los suyos dentro del compromiso: «Tenemos que mirar hacia adelante». Basta con repasar las manifestaciones de estos cuatro días, no ya de José Blanco, sino de los propios miembros del Gobierno, para percatarse del ánimo beligerante que destilan.

El argumento con el que los socialistas justifican su chaparrón de críticas al PP tiene que ver con las declaraciones de Rajoy tras conocerse el dictamen, en las que se limitaba a acatarlo con todo respeto y a mostrarse partidario de «seguir apoyando cualquier otra investigación que permita avanzar sin límites en la acción de la Justicia». Son palabras que cualquier persona con espíritu crítico debería suscribir. Sólo desde el conformismo y la resignación se puede dar por cerrado con siete llaves un caso de la extrema complejidad del 11-M, en el que, además, el tribunal no ha podido determinar quiénes, cuándo, cómo y dónde lo planearon y organizaron.

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Para el presidente Zapatero, quienes muestran sus dudas o sus críticas a la sentencia no contribuyen a «fortalecer a España, a sus instituciones y a su democracia». Nosotros, al contrario, creemos que la crítica, cuando está fundamentada, no sólo no debilita el sistema sino que es lo que más ayuda a robustecerlo. Y bien fundamentadas están, por ejemplo, las dudas que ayer expresaba en nuestro periódico Luis del Pino respecto a los suicidas de Leganés. El solo hecho de que los siete terroristas se inmolaran es, sorprendentemente, razón suficiente para que el tribunal afirme que pusieron las bombas de los trenes. En cambio, a Abdelmajid Bouchar, que se salvó del suicidio colectivo porque bajó a tirar la basura, no le condena como autor material. Según ese baremo, ¿hubiera establecido la sentencia que él también cometió los atentados de haber muerto en el piso? Fundamentados están, igualmente, los interrogantes que hoy plantean Casimiro García-Abadillo y Fernando Múgica. Por ejemplo, sobre el explosivo. ¿Cómo es posible que la sentencia explique la presencia de nitroglicerina en uno de los focos alegando que forma parte de la Goma 2 EC, cuando el propio fabricante aclaró que la eliminó de su composición doce años antes de los atentados? O sobre la absolución de Antonio Toro, que ofreció explosivos a los islamistas, les entregó un detonador y se reunió con ellos antes y después del 11-M. La vicepresidenta De la Vega ha dicho que la Justicia «ha cerrado la puerta a las dudas», pero con datos como estos es imposible que dejemos de hacernos preguntas.

No nos convence tampoco el ministro de Defensa cuando -en línea con Blanco, que ayer insistía en que da igual que el responsable fuera «Bin Laden o su primo»- subraya que no tiene sentido plantear quiénes fueron los instigadores. José Antonio Alonso haría bien, ahora que controla los servicios de información, en tratar de averiguar qué ocurrió con el Skoda que descubrió la Policía cuando él era ministro del Interior, porque la sentencia lo descarta como prueba. He ahí un ejemplo más de cómo hay una gran diferencia entre acatar la sentencia y enterrar el 11-M.

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