Defensores indefensos
23-05-07
PREGUERIAS
Defensores indefensos
VICTORIA PREGO
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Defensores indefensos
VICTORIA PREGO
A Endika Zulueta le llamaron a mediados de noviembre pasado: la abogada de oficio adjudicada a Rabei Osman, 'El Egipcio', había renunciado a su defensa. Y era la segunda que lo hacía. Zulueta ya estaba enterado porque él mismo había sustituido a la primera de esas letradas un día en que, por amistad, quiso evitarle un problema. El caso es que El Egipcio había tomado nota de los modos de hacer de Zulueta y, preguntado al respecto, dijo que quería que le defendiera él en el juicio del 11-M.
(.../...)
Esto era, insisto, a mediados de noviembre, el juicio empezaba dos meses más tarde y al abogado vasco le esperaban 80.000 folios de un relato intrincado hasta decir basta, y la responsabilidad de defender a un individuo al que la acusación considera el principal autor intelectual del asesinato masivo de Madrid. Añadamos que, si el letrado no hubiera aceptado el caso, como ya antes había sucedido dos veces, o si hubiera pedido tiempo para estudiarse el sumario, el plan previsto para la celebración del juicio del 11-M habría podido complicarse notablemente, teniendo en cuenta, además, los plazos de prisión provisional de algunos procesados.
Pero Zulueta aceptó lidiar con el morlaco, se metió a estudiar sin descanso y desde ese día se bate fieramente contra los indicios que puedan señalar a su patrocinado, que no cliente, como directamente implicado en la matanza. ¿Cuánto cobra Zulueta por defender a uno de los principales acusados en este juicio del 11-M? Cero euros. Repito: cero euros. El Ministerio de Justicia ni siquiera le ha incluido en la categoría de «abogado de oficio» porque tuvo la suerte negra de ser elegido por el islamista como defensor. No ha sido designado por la Administración y, por lo visto, eso también se paga con la inanición.
¿De qué come este hombre y el resto de sus compañeros, que no faltan al juicio ni un sólo día porque no pueden permitirse el lujo de que suceda algo en su ausencia que pueda perjudicar a sus defendidos? Pues seguramente de hacer guardias los domingos -de algún sitio hay que cobrar- porque los 22 abogados de la defensa dedican todo su tiempo laboral, y también su tiempo privado, a construir los interrogatorios y a esbozar sus escritos de conclusiones finales para tratar de obtener el mejor trato penitenciario para los procesados.
Y así como los letrados de las acusaciones cuentan al menos con la seguridad que les proporciona la actuación del Ministerio Fiscal y, en ese sentido, tienen las espaldas profesionales más o menos cubiertas si un día necesitan faltar, los defensores no tienen quien se las cubra. Ninguno o casi ninguno de ellos pertenece a uno de esos grandísimos despachos que pueden prescindir durante meses -hasta tres años llevan algunos dedicados al caso- de uno de sus empleados. Al contrario, pertenecen a despachos medianos, pequeños o incluso minúsculos, lo que significa que la mayoría necesita ocuparse de otros asuntos para poder sobrevivir. Sólo que no pueden. Y así es como se mueven: entre la estrechez económica provocada por una desidia ajena que ha llegado a ser ofensiva, y la manifiesta obligación de seguir ejerciendo la defensa de sus patrocinados. Y es justamente esa contradicción radical y de imposible solución por su propio esfuerzo la que les convierte en los más indefensos de toda esta causa. En los únicos indefensos, de hecho.
En su carta de ayer advierten que tomarán medidas. No lo harán. Al menos, no medida alguna que suponga abandonar el interés del «cliente» y el del propio juicio en sí. Tampoco renunciarán al caso, entre otras cosas porque son bien conscientes de que un abandono a estas alturas dejaría en radical indefensión a los procesados y a ellos mismos sumidos en el descrédito. Y porque cualquier dejación podría llevarles a incurrir en responsabilidad personal, lo cual ya sería el colmo. De modo que esperarán pacientemente a recibir la soldada prometida.
El Ministerio de Justicia dice que cobrarán a su debido tiempo. ¿Faltan fondos públicos en esta España próspera y gastadora para poder pagar bien y todos los meses a 22 abogados de oficio que participan en el juicio más importante de la historia de la democracia? Seguro que no. Seguro que, buscando, buscando, Justicia encontrará el camino para hacer justicia con estos 22 indefensos defensores.
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Esto era, insisto, a mediados de noviembre, el juicio empezaba dos meses más tarde y al abogado vasco le esperaban 80.000 folios de un relato intrincado hasta decir basta, y la responsabilidad de defender a un individuo al que la acusación considera el principal autor intelectual del asesinato masivo de Madrid. Añadamos que, si el letrado no hubiera aceptado el caso, como ya antes había sucedido dos veces, o si hubiera pedido tiempo para estudiarse el sumario, el plan previsto para la celebración del juicio del 11-M habría podido complicarse notablemente, teniendo en cuenta, además, los plazos de prisión provisional de algunos procesados.
Pero Zulueta aceptó lidiar con el morlaco, se metió a estudiar sin descanso y desde ese día se bate fieramente contra los indicios que puedan señalar a su patrocinado, que no cliente, como directamente implicado en la matanza. ¿Cuánto cobra Zulueta por defender a uno de los principales acusados en este juicio del 11-M? Cero euros. Repito: cero euros. El Ministerio de Justicia ni siquiera le ha incluido en la categoría de «abogado de oficio» porque tuvo la suerte negra de ser elegido por el islamista como defensor. No ha sido designado por la Administración y, por lo visto, eso también se paga con la inanición.
¿De qué come este hombre y el resto de sus compañeros, que no faltan al juicio ni un sólo día porque no pueden permitirse el lujo de que suceda algo en su ausencia que pueda perjudicar a sus defendidos? Pues seguramente de hacer guardias los domingos -de algún sitio hay que cobrar- porque los 22 abogados de la defensa dedican todo su tiempo laboral, y también su tiempo privado, a construir los interrogatorios y a esbozar sus escritos de conclusiones finales para tratar de obtener el mejor trato penitenciario para los procesados.
Y así como los letrados de las acusaciones cuentan al menos con la seguridad que les proporciona la actuación del Ministerio Fiscal y, en ese sentido, tienen las espaldas profesionales más o menos cubiertas si un día necesitan faltar, los defensores no tienen quien se las cubra. Ninguno o casi ninguno de ellos pertenece a uno de esos grandísimos despachos que pueden prescindir durante meses -hasta tres años llevan algunos dedicados al caso- de uno de sus empleados. Al contrario, pertenecen a despachos medianos, pequeños o incluso minúsculos, lo que significa que la mayoría necesita ocuparse de otros asuntos para poder sobrevivir. Sólo que no pueden. Y así es como se mueven: entre la estrechez económica provocada por una desidia ajena que ha llegado a ser ofensiva, y la manifiesta obligación de seguir ejerciendo la defensa de sus patrocinados. Y es justamente esa contradicción radical y de imposible solución por su propio esfuerzo la que les convierte en los más indefensos de toda esta causa. En los únicos indefensos, de hecho.
En su carta de ayer advierten que tomarán medidas. No lo harán. Al menos, no medida alguna que suponga abandonar el interés del «cliente» y el del propio juicio en sí. Tampoco renunciarán al caso, entre otras cosas porque son bien conscientes de que un abandono a estas alturas dejaría en radical indefensión a los procesados y a ellos mismos sumidos en el descrédito. Y porque cualquier dejación podría llevarles a incurrir en responsabilidad personal, lo cual ya sería el colmo. De modo que esperarán pacientemente a recibir la soldada prometida.
El Ministerio de Justicia dice que cobrarán a su debido tiempo. ¿Faltan fondos públicos en esta España próspera y gastadora para poder pagar bien y todos los meses a 22 abogados de oficio que participan en el juicio más importante de la historia de la democracia? Seguro que no. Seguro que, buscando, buscando, Justicia encontrará el camino para hacer justicia con estos 22 indefensos defensores.
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