EL TRIANGULO DE LAS BERMUDAS DEL 11-M: LA UCO, EL CNI Y CANILLAS
12-02-07
Editorial
EL TRIANGULO DE LAS BERMUDAS DEL 11-M: LA UCO, EL CNI Y CANILLAS
Editorial
EL TRIANGULO DE LAS BERMUDAS DEL 11-M: LA UCO, EL CNI Y CANILLAS
Podría decirse que el CNI, la UCO de la Guardia Civil y las instalaciones policiales de Canillas se asemejan a una especie de triángulo de las Bermudas que tan pronto se traga las pruebas que apuntan en una dirección distinta, como hace emerger pistas que corroboran la versión oficial del 11-M.
Esto es lo que sucedió con la carta testamento de Abdenadi Kounjaa, muerto en Leganés, que apareció misteriosamente en Canillas, como revela hoy EL MUNDO. Esa carta fue hallada en la bolsa de un obrero marroquí llamado El Harrak, que afirma desconocer su origen. La empresa en la que trabajaba El Harrak y la Policía Científica de Leganés revisaron la bolsa y no hallaron esa misiva que apareció en las instalaciones de Canillas. ¿Fue introducida como una pista que corroboraba que Kounjaa tenía ya la idea de suicidarse?
La pregunta no tiene respuesta pero fue en Canillas donde también aparecieron los restos de dinamita y los detonadores que no habían visto los agentes -ni olido los perros- que inspeccionaron la Kangoo en la mañana del 11-M. Esos agentes testificaron que la furgoneta estaba vacía, pero por la tarde se encontraron en Canillas más de 60 objetos en su interior. EL MUNDO reconstruyó fotográficamente ambas versiones y demostró que la confusión era imposible.
Igual de endeble resulta la implicación de Jamal Zougam en los atentados del 11-M, basada en un testimonio que se contradice con el lugar en que estalló la bomba en el vagón en cuestión y en que las tarjetas de los móviles se vendieron en su locutorio. Nuestro periódico recoge hoy las primeras declaraciones de Zougam, que -respondiendo por escrito a un cuestionario- afirma que el CNI intentó captarle como espía y que él se negó.
Es lógico que Zougam -para el que la fiscal pide 30.000 años de cárcel- intente exculparse, pero sus palabras son creíbles porque el CNI reclutó a otros islamistas radicales en el entorno de Allekema Lamari, presunto jefe del comando de Leganés. Mohamed Afalah, chófer de Lamari y miembro del comando, trabajó para el CNI. Y también lo hizo Sabagh Safwan, El Pollero, un sirio al que estuvo muy vinculado Lamari cuando vivía en Valencia. Y en ese contexto se inscriben también las visitas del agente Huarte a Benesmail, lugarteniente de Lamari. El CNI estaba muy interesado en infiltrarse en los círculos islamistas radicales y tiene todo el sentido que intentara reclutar a Zougam en términos similares a los que él revela.
Si las actuaciones del CNI y de la Comisaría Central de la Policía Científica en Canillas plantean serios interrogantes, igual sucede con el proceder de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que, según informe de marzo de 2003, controlaba todos los movimientos de Toro y Trashorras y estaba informada de que vendían armas y dinamita.
No sabemos cuál va a ser el desarrollo ni las conclusiones del juicio del 11-M que comienza esta semana, pero lo que está claro es que existen importantes lagunas, contradicciones y hechos inexplicados sobre la masacre, por mucho que algunos medios se empeñen en dar todo por definitivamente esclarecido. Según una encuesta publicada ayer en La Razón, el 73% de los ciudadanos cree que el juicio no servirá para conocer lo sucedido, lo que contradice los mensajes tranquilizadores y triunfalistas del Gobierno y sus acólitos.
Como hemos dicho en numerosas ocasiones, este periódico se ha limitado a investigar los hechos, aportando datos y poniendo en evidencia la escasa consistencia de la versión oficial, pero sin formular jamás una teoría alternativa.
Lo que hemos podido ir averiguando revela manipulación de pruebas para incriminar a algunos acusados o para tapar las negligencias de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Si el juicio sirviera para corroborar la versión del juez Del Olmo y de la fiscal Sánchez, habría que investigar por lo menos esas graves negligencias cometidas por los Cuerpos de Seguridad del Estado.
Esto es lo que sucedió con la carta testamento de Abdenadi Kounjaa, muerto en Leganés, que apareció misteriosamente en Canillas, como revela hoy EL MUNDO. Esa carta fue hallada en la bolsa de un obrero marroquí llamado El Harrak, que afirma desconocer su origen. La empresa en la que trabajaba El Harrak y la Policía Científica de Leganés revisaron la bolsa y no hallaron esa misiva que apareció en las instalaciones de Canillas. ¿Fue introducida como una pista que corroboraba que Kounjaa tenía ya la idea de suicidarse?
La pregunta no tiene respuesta pero fue en Canillas donde también aparecieron los restos de dinamita y los detonadores que no habían visto los agentes -ni olido los perros- que inspeccionaron la Kangoo en la mañana del 11-M. Esos agentes testificaron que la furgoneta estaba vacía, pero por la tarde se encontraron en Canillas más de 60 objetos en su interior. EL MUNDO reconstruyó fotográficamente ambas versiones y demostró que la confusión era imposible.
Igual de endeble resulta la implicación de Jamal Zougam en los atentados del 11-M, basada en un testimonio que se contradice con el lugar en que estalló la bomba en el vagón en cuestión y en que las tarjetas de los móviles se vendieron en su locutorio. Nuestro periódico recoge hoy las primeras declaraciones de Zougam, que -respondiendo por escrito a un cuestionario- afirma que el CNI intentó captarle como espía y que él se negó.
Es lógico que Zougam -para el que la fiscal pide 30.000 años de cárcel- intente exculparse, pero sus palabras son creíbles porque el CNI reclutó a otros islamistas radicales en el entorno de Allekema Lamari, presunto jefe del comando de Leganés. Mohamed Afalah, chófer de Lamari y miembro del comando, trabajó para el CNI. Y también lo hizo Sabagh Safwan, El Pollero, un sirio al que estuvo muy vinculado Lamari cuando vivía en Valencia. Y en ese contexto se inscriben también las visitas del agente Huarte a Benesmail, lugarteniente de Lamari. El CNI estaba muy interesado en infiltrarse en los círculos islamistas radicales y tiene todo el sentido que intentara reclutar a Zougam en términos similares a los que él revela.
Si las actuaciones del CNI y de la Comisaría Central de la Policía Científica en Canillas plantean serios interrogantes, igual sucede con el proceder de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que, según informe de marzo de 2003, controlaba todos los movimientos de Toro y Trashorras y estaba informada de que vendían armas y dinamita.
No sabemos cuál va a ser el desarrollo ni las conclusiones del juicio del 11-M que comienza esta semana, pero lo que está claro es que existen importantes lagunas, contradicciones y hechos inexplicados sobre la masacre, por mucho que algunos medios se empeñen en dar todo por definitivamente esclarecido. Según una encuesta publicada ayer en La Razón, el 73% de los ciudadanos cree que el juicio no servirá para conocer lo sucedido, lo que contradice los mensajes tranquilizadores y triunfalistas del Gobierno y sus acólitos.
Como hemos dicho en numerosas ocasiones, este periódico se ha limitado a investigar los hechos, aportando datos y poniendo en evidencia la escasa consistencia de la versión oficial, pero sin formular jamás una teoría alternativa.
Lo que hemos podido ir averiguando revela manipulación de pruebas para incriminar a algunos acusados o para tapar las negligencias de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Si el juicio sirviera para corroborar la versión del juez Del Olmo y de la fiscal Sánchez, habría que investigar por lo menos esas graves negligencias cometidas por los Cuerpos de Seguridad del Estado.
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