Las víctimas del 11-M
15-02-07
Las víctimas del 11-M
CAYETANO GONZALEZ
Las víctimas del 11-M
CAYETANO GONZALEZ
Es lógico pensar que hoy no va a ser un día fácil para los familiares de las 192 personas que hace casi tres años fueron asesinadas en el brutal atentado del 11-M. El comienzo del juicio por aquella masacre terrorista y la lógica atención informativa que se le va a prestar durante su desarrollo volverá a reavivar en todos, pero especialmente en los familiares de las víctimas y en los heridos, aquellos momentos tan duros y dolorosos.
Las víctimas del 11-M son, antes de cualquier otra consideración, personas, con nombre y apellidos, con una historia vital, con un proyecto de futuro que fue truncado de manera injusta y vil por la barbarie terrorista. La sociedad española sabe de sobra lo que es sufrir ese zarpazo. Desde hace 40 años lo ha padecido a manos de ETA, que a modo de goteo inhumano y cruel ha ido dejando un reguero de 819 personas asesinadas, las dos últimas, los dos ciudadanos ecuatorianos del atentado de Barajas. Desde el punto de vista humano no hay diferencia entre las víctimas de ETA y las del 11-M. Pero sin embargo se dan dos circunstancias que hacen que, dentro de la enorme tragedia que supone la pérdida de un ser querido, las víctimas del 11-M no hayan tenido que soportar los errores que, durante años, la sociedad española en general y las instituciones en particular cometieron con las víctimas de ETA.
(.../...)
En primer lugar, la solidaridad, el afecto, el apoyo y el cariño que todas las víctimas del 11-M recibieron desde el mismo momento del atentado de dentro y de fuera de nuestro país no tienen parangón con la soledad que durante mucho tiempo -los tristemente famosos años de plomo- tuvieron que soportar las víctimas de ETA. La segunda diferencia radica en el plano asistencial, de las ayudas económicas y de otro tipo, que, en el caso de las víctimas del 11-M, los mecanismos para aplicarlas funcionaron rápida y eficazmente, mientras que en el otro caso, hasta que en el año 1998 se aprobó la Ley de Solidaridad, no existía ninguna regulación al respecto.
A las víctimas de ETA y a las del 11-M les unen sus justas reivindicaciones de respeto a la memoria y a la dignidad de los muertos y la petición de justicia para los asesinos. El juicio que empieza hoy es de esperar y desear que aclare todos los puntos oscuros que el sumario instruido por el juez Del Olmo no ha sido capaz de lograr. Todos tenemos derecho a saber la verdad de lo que pasó y quién estaba detrás del mayor atentado terrorista cometido en nuestro país que, además, cambió el rumbo de nuestra historia reciente. Y a la cabeza de ese deseo de conocer toda la verdad y de que se haga justicia están las víctimas, entre las que a pesar de que algunas que han tenido un excesivo protagonismo mediático y han adoptado un claro posicionamiento político manifiesten que ya se conforman con llegar a este juicio, ése no es el pensamiento mayoritario que predomina en el colectivo.
Cuenta una de ellas -María Angeles Pedraza, que perdió a su hija Miriam de 25 años en el tren de la calle de Téllez- que se encontró con el entonces candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno en el Hospital Gregorio Marañón horas antes de conocerse el resultado electoral del 14-M. En aquella breve conversación, Zapatero le prometió a esta víctima que en el caso de llegar al Gobierno, emplearía todo su tiempo y su energía para que se supiera todo lo que pasó. Es evidente que ésa no ha sido la actitud de quien a las pocas horas de prometer eso se instaló en La Moncloa. A las víctimas y al resto de los ciudadanos sólo nos queda confiar en la Justicia y esperar que ésta consiga esclarecer la verdad de lo que pasó.
Las víctimas del 11-M son, antes de cualquier otra consideración, personas, con nombre y apellidos, con una historia vital, con un proyecto de futuro que fue truncado de manera injusta y vil por la barbarie terrorista. La sociedad española sabe de sobra lo que es sufrir ese zarpazo. Desde hace 40 años lo ha padecido a manos de ETA, que a modo de goteo inhumano y cruel ha ido dejando un reguero de 819 personas asesinadas, las dos últimas, los dos ciudadanos ecuatorianos del atentado de Barajas. Desde el punto de vista humano no hay diferencia entre las víctimas de ETA y las del 11-M. Pero sin embargo se dan dos circunstancias que hacen que, dentro de la enorme tragedia que supone la pérdida de un ser querido, las víctimas del 11-M no hayan tenido que soportar los errores que, durante años, la sociedad española en general y las instituciones en particular cometieron con las víctimas de ETA.
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En primer lugar, la solidaridad, el afecto, el apoyo y el cariño que todas las víctimas del 11-M recibieron desde el mismo momento del atentado de dentro y de fuera de nuestro país no tienen parangón con la soledad que durante mucho tiempo -los tristemente famosos años de plomo- tuvieron que soportar las víctimas de ETA. La segunda diferencia radica en el plano asistencial, de las ayudas económicas y de otro tipo, que, en el caso de las víctimas del 11-M, los mecanismos para aplicarlas funcionaron rápida y eficazmente, mientras que en el otro caso, hasta que en el año 1998 se aprobó la Ley de Solidaridad, no existía ninguna regulación al respecto.
A las víctimas de ETA y a las del 11-M les unen sus justas reivindicaciones de respeto a la memoria y a la dignidad de los muertos y la petición de justicia para los asesinos. El juicio que empieza hoy es de esperar y desear que aclare todos los puntos oscuros que el sumario instruido por el juez Del Olmo no ha sido capaz de lograr. Todos tenemos derecho a saber la verdad de lo que pasó y quién estaba detrás del mayor atentado terrorista cometido en nuestro país que, además, cambió el rumbo de nuestra historia reciente. Y a la cabeza de ese deseo de conocer toda la verdad y de que se haga justicia están las víctimas, entre las que a pesar de que algunas que han tenido un excesivo protagonismo mediático y han adoptado un claro posicionamiento político manifiesten que ya se conforman con llegar a este juicio, ése no es el pensamiento mayoritario que predomina en el colectivo.
Cuenta una de ellas -María Angeles Pedraza, que perdió a su hija Miriam de 25 años en el tren de la calle de Téllez- que se encontró con el entonces candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno en el Hospital Gregorio Marañón horas antes de conocerse el resultado electoral del 14-M. En aquella breve conversación, Zapatero le prometió a esta víctima que en el caso de llegar al Gobierno, emplearía todo su tiempo y su energía para que se supiera todo lo que pasó. Es evidente que ésa no ha sido la actitud de quien a las pocas horas de prometer eso se instaló en La Moncloa. A las víctimas y al resto de los ciudadanos sólo nos queda confiar en la Justicia y esperar que ésta consiga esclarecer la verdad de lo que pasó.
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