Derecho a mentir

26-04-07



PREGUERIAS

Derecho a mentir


VICTORIA PREGO

Cómo sería la cosa que la sesión terminó a las cinco de la tarde. Y eso que la declaración, por la mañana, de un marroquí de 27 años llamado Mourad Chabarou prometía. El imponente aspecto de este tipo gordo, de grandes y brillantes mofletes, con una potente dentadura -que para sí la quisiera Rachid Aglif, 'El Conejo', otro de los acusados- y una de esas barbas que se han convertido en características de la imaginería islamista radical, hacía presagiar una declaración de las que mantienen el interés en la sala, con el detalle añadido de que el individuo intervenía por videoconferencia desde Bruselas, donde está preso acusado de pertenecer a Al Qaeda. Pero las apariencias engañaron mucho en esta ocasión. La suya fue una intervención interminable y lentísima en la que este hombre, sospechoso de participar en el reclutamiento y envío de jóvenes radicales a Irak y de haber acogido en su casa a alguno de los autores de la matanza de Madrid, no reconoció nada de nada e incluso nos hizo una aportación chusca.


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Preguntado por su conversación telefónica con uno de los procesados, Rabei Osman, el hombre del callo en la frente, en la que éste le informó de la muerte de los suicidas de Leganés, Chabarou dice que pensó que habían muerto en un accidente de coche. Lo que pasa es que, en lugar de interesarse por cómo había sido el accidente, no hizo nada de eso: pasó a otro asunto después de haberse limitado a decir «que Dios sea clemente» con ellos. Nótese que la conversación entre ambos islamistas, grabada por la Policía, se celebró a finales de abril, cuando la matanza de Atocha y el suicidio de Leganés habían venido ocupando las portadas de todos los periódicos del mundo y abierto los informativos de las radios y las televisiones. Pero nada de esto le impidió ayer sostener su versión del accidente con amable e impasible serenidad. El resto de su declaración tuvo el mismo tenor, así que, después de más de dos horas de comparecencia, quienes no somos profesionales de la administración de justicia teníamos la intensa impresión de estar perdiendo miserablemente el tiempo.

Claro que todavía no habíamos tenido la segunda dosis de ninguneo, a cargo de otro de los testigos, Abdelkrim Bensmail, que se presentó a declarar como si acabara de llegar de las montañas de Afganistán, cuando la realidad era que venía directamente desde la cárcel asturiana de Villabona. Este Bensmail fue el hombre al que, en un registro de su celda ordenado por el juez Garzón, se le encontraron unas notas manuscritas con los nombres de cuatro miembros de ETA, Henri Parot incluido, y con la fórmula que la banda utiliza habitualmente para la fabricación de la cloratita. El tipo intentó comerse los papeles que llevaba encima, pero se los sacaron de la boca a tiempo aunque, eso sí, luego la Policía perdió el original.

Bensmail superó con mucho el esquema de Chabarou porque negó incluso que hubiera tenido nunca en su poder esos papeles. La lástima es que, como está procesado por ese asunto, tiene derecho a no autoinculparse. Así que no había nada que hacer, por lo tanto. Visto lo visto, el juez no podía por menos que suspender la sesión.

victoria.prego@el-mundo.es

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