La cabeza de turco

21-06-07



A SANGRE FRIA

La cabeza de turco


DAVID GISTAU

En la ya lejana primera sesión del juicio, Gómez Bermúdez hizo lo que los árbitros en los partidos de fútbol complicados: enseñar muy pronto una tarjeta amarilla que sirviera de aviso para navegantes y apaciguara los ánimos levantiscos. El abogado que sufrió aquella credencial de autoridad del presidente del tribunal, y que, por cierto, luego recibió disculpas por ello, fue Endika Zulueta, defensor de 'El Egipcio' y del minero Raúl González. Desde entonces, olvidada ya la anécdota, Zulueta ha ido revelándose como un abogado magnífico, que ha provocado vuelcos como el del descrédito de los traductores italianos, y que ejerce para sus clientes una defensa bien trabada, ajena a histrionismos, a reyertas entre las partes y a tentaciones conspiratorias. Es tan minucioso que, sólo por «contextualizar» la defensa de 'El Rulo', fue capaz de viajar a Mina Conchita, de donde regresó con una exploración cartografiada de las trochas que unen los distintos niveles con la que ayer trató de demostrar que 'El Chino' pudo abastecerse de explosivos tardando tal vez seis horas más de lo que habría necesitado un conocedor del terreno, pero sin requerir ayuda de ningún minero.

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En su informe, bien armado y limpio de digresiones, Zulueta tuvo tiempo hasta de afear la abulia de 'Víctor' ante las informaciones de Rafá Zouhier, que sólo por la intervención de la suerte no acabó permitiendo otra masacre a principios de abril de 2004, esta vez en el AVE a su paso por Mocejón. Pero, lo fundamental respecto de El Rulo y su presunta complicidad con Suárez Trashorras en el mercadeo de explosivos, fue que propuso de un modo convincente la teoría de la cabeza de turco, del minero pillado sin más para llenar con él una pieza del puzle y evitarse más incordios. Que Raúl González no trabajase ya en Mina Conchita cuando los explosivos fueron robados, así como que la propia Audiencia Nacional haya reconocido en una sanción por escasa diligencia a la empresa minera que de ahí podía llevarse Goma 2 «cualquiera», son hechos que apuntalan su discurso. Zulueta estuvo tan cómodo en su papel y tan inspirado que, en vez de ponerse farragoso como iba siendo costumbre, se permitió humoradas como parodiar a Gómez Bermúdez cuando solicitaba que un croquis fuera exhibido en la pantalla: «Roberto, VGA». La anécdota sirvió como pretexto para que víctimas de dos asociaciones distintas en las que se prolonga la riña que ha estallado en la fase de conclusiones llegaran a los exabruptos. Unas rieron las gracias de Zulueta, y entonces otras, las de la asociación de Pilar Manjón, se sintieron agraviadas por quienes creían haber venido «a un circo» y hasta musitaron palabras como «gentuza».

Mucho menos centrado estuvo Abascal en su informe sobre Ghalyoun. Quiso aprovecharse de las dudas sembradas por las acusaciones vinculadas a la cuarta trama atribuyendo las imputaciones a intereses de las cloacas del Estado. Y luego intentó victimizar a los acusados igualando el juicio con un linchamiento racista al estilo de los del Ku-Klux-Klan en Alabama. El celo garantista y la pulcritud con que en todo momento ha quedado establecido que aquí no se juzgan conciencias, sino delitos, bastan para que esa soflama suene sencillamente ridícula.

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