Un acuerdo entre la discrepancia


19-06-07



PREGUERIAS

Un acuerdo entre la discrepancia


VICTORIA PREGO

Las acusaciones acusadas siguen defendiéndose como gato panza arriba de los insultos y descalificaciones cuya veda levantó la semana pasada el fiscal jefe de la Audiencia Nacional y en la que, detrás de él, ha participado ya un puñado de abogados. Pero no parece que los reproches y las presiones recibidas hayan logrado hacer mella en el ánimo de los letrados que consideran que en este atentado tienen que haber participado «otras mentes y otras manos» además de las de quienes ocupan la jaula de cristal blindado.

Escuchamos ayer dos o tres intervenciones implacables en ese sentido. Una de ellas, la de Juan Carlos Rodríguez, quien insistió en que todo posible indicio que pudiera incriminar a ETA no ha sido investigado. Esa denuncia, más su crítica frontal a la forma en que se ha realizado la instrucción, fue la plataforma sobre la que hilvanó sin contemplaciones un rosario de dudas y sospechas sobre la investigación y sobre los puntos oscuros que acompañan a determinadas pruebas.

(.../...)

Hubo otras modalidades de protesta. La de María Teresa López, muy dura contra la Fiscalía y contra las Fuerzas de Seguridad, y la de Francisco Javier Rodríguez, quien no rozó la polémica sobre la banda española, pero que sí lanzó una serie de preguntas-reproche de mucho efecto. En resumen, señaló el disparate que supone que, tras un atentado de tan enormes dimensiones, se haya dispuesto de tan escasas muestras de las explosiones y denunció que, a estas alturas, no sea posible determinar con total certeza que lo que estalló en los trenes fuera Goma 2 ECO. Así que nuevo varapalo a la instrucción del sumario y, de paso, nueva protesta por el ataque lanzado por el fiscal Zaragoza contra las acusaciones acusadas.

En sentido rigurosamente opuesto se desarrolló la brillante intervención de Gonzalo Boyé, quien dibujó con extraordinaria habilidad un cuadro de responsabilidades y culpabilidades de los acusados, que habría resultado muy convincente si no se le hubieran descubierto tan fácilmente y tan pronto todos sus trucos de prestidigitador. El hecho de que ni siquiera se detuviera a examinar el asunto de los explosivos devaluó ipso facto el reproche moral que, también él , se permitió lanzar a las acusaciones acusadas. Eso, más algún indicio folklórico que al letrado le pareció suficiente como para elevarlo a incriminatorio, dejaron su discurso huérfano de la solidez que inicialmente apuntaba.

Por buscar un elemento que pueda clarificar la situación, digamos que las acusaciones coinciden de manera casi unánime en considerar que hay pruebas de cargo más que suficientes para inculpar a la mayor parte de los procesados en este juicio. Pero que todo lo demás, que es mucho e importante, es pura discrepancia.

victoria.prego@el-mundo.es

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