La Unidad Central Operativa engañó a la Guardia Civil de Avilés sobre los confidentes
19-07-04
11-M LA INVESTIGACION / LAS RELACIONES DE LOS CONFIDENTES
11-M LA INVESTIGACION / LAS RELACIONES DE LOS CONFIDENTES
La Unidad Central Operativa engañó a la Guardia Civil de Avilés sobre los confidentes
Los agentes dijeron a sus compañeros de Asturias que seguían a una red de tráfico de pastillas -Zouhier informó a los guardias civiles de que Suárez Trashorras intercambiaba hachís por coches
ANTONIO RUBIO
MADRID.- La Unidad Central Operativa (UCO) encargó a la Guardia Civil de Avilés, en los primeros meses de 2003, que vigilara al ex minero José Emilio Suárez Trashorras porque estaba involucrado en un tráfico de pastillas de diseño. Pocos meses después, los miembros del Instituto Armado de Asturias comunicaron a sus compañeros de Madrid que Suárez Trashorras era confidente de la policía y que trabajaba para el inspector Manuel García.
(.../...)
La orden policial de seguimiento de Suárez Trashorras se produjo después de que Rafá Zouhier desvelara a Víctor y Rafael -dos jefes de la Unidad Central Operativa- que el ex minero y su cuñado, Antonio Toro Castro, le habían ofrecido explosivos. La UCO viajó hasta Avilés y comprobó, in situ, la veracidad de la información del marroquí, que marcó a Trashorras y Toro y consiguió una muestra de los explosivos y detonadores que vendían los dos asturianos.
El agente Víctor -tal como recoge el juez Del Olmo en uno de sus autos- envió la muestra del explosivo conseguido por Zouhier a los laboratorios de la Guardia Civil para que fuera analizada.Sin embargo, el detonador que proporcionó el ex minero no pudo ser estudiado porque, según el magistrado de la Audiencia Nacional, explotó en las manos del marroquí, que tuvo que ser asistido en un hospital de Madrid.
Tras la verificación de que la muestra de dinamita conseguida por Rafá era Goma 2, la UCO dispuso seguir y controlar los pasos de Suárez Trashorras y de su cuñado, Toro Castro.
La Unidad Central Operativa mintió a sus compañeros de Avilés, indicándoles que estaba tras la pista de un importante grupo que se dedicaba al tráfico de pastillas. Los agentes asturianos indicaron a sus compañeros de Madrid que Suárez Trashorras, fundamentalmente, se dedicaba al tráfico de hachís y que trabajaba como confidente para el inspector Manuel García, antiguo miembro de la Comisaría General de Información y experto en temas terroristas.
Los agentes de la Guardia Civil de Avilés también confirmaron a sus compañeros de la UCO que Castro Toro y Suárez Trashorras pagaban o cambiaban el hachís que venía de Marruecos con coches de segunda mano y que algunos de ellos eran de dudosa procedencia. La Guardia Civil, incluso, llegó a detener a los dos asturianos en junio de 2003 por tráfico de estupefacientes.
Esa información de los agentes de la Guardia Civil volvía a confirmar los datos facilitados por Zouhier en los primeros meses de 2003 a Rafael, Víctor y Paco -sus contactos y jefes en la UCO- cuando les reveló que Suárez Trashorras y Toro Castro pagaban la droga a Jamal Ahmidam (El Chino) y los suyos con coches.
Matrículas falsas
En una de las misivas que Zouhier envió a este periódico detalla cómo era el sistema de intercambio de droga por coches: «Emilio vende hachís en Asturias desde hace tiempo y siempre la compra en Carabanchel (donde vivía El Chino y su grupo). También cambiaban coches Jeep Cheroquee por hachís con los moros estos para bajar a Marruecos con matrículas falsas y para sacar hachís de la playa de las pateras».
El marroquí va aún más lejos en la descripción del sistema de intercambio de la droga por los coches y refleja que el centro de operaciones estaba en Marbella. También indica que, en alguna ocasión, Suárez y su cuñado pagaron la droga mediante «giros bancarios a cuenta en Málaga y Madrid».
Se da la circunstancia de que el vehículo que utilizaba El Chino para su uso particular y sus negocios -incluidos viajes a Málaga y Marruecos- era un BMW de segunda mano que le había costado 30.000 euros y que incluso tenía televisión.
Zouhier también ha confirmado a EL MUNDO que fue Antonio Toro «el que me ha dado la muestra de los explosivos y el que me ha ofrecido explosivos para vender en Madrid cuando viajaba a comprar hachís con su cuñado en Carabanchel». Por este motivo, el marroquí no comprende que Toro Castro esté en la calle y realiza la siguiente reflexión: «Aquí hay algo raro porque dice Emilio (se refiere a Suárez Trashorras) que los marroquíes le han dicho que era para una mina en Marruecos (en clara referencia a los explosivos)».
El marroquí -que tiene una escasa preparación intelectual pero un amplio conocimiento de la calle- plantea en una de las cartas enviadas a este diario la siguiente cuestión: «Cuando la Guardia Civil fue a Asturias a ver de dónde salían los explosivos, se encontró con que de los que yo avisé (en referencia a Súarez y Toro) son casi policías o trabajaban con la policía». Y Zouhier termina el razonamiento de las relaciones entre la policía y la Guardia Civil de la siguiente manera: «La misma policía ha dicho a la Guardia Civil que son amigos (en referencia nuevamente a Suárez y Toro) de la policía y la UCO ha dejado de hacer su trabajo, confiando en que la policía esté controlando todo, pero han dejado a Emilio (Suárez Trashorras) y su compañero (Toro Castro) vender explosivos a los moros». Curiosamente, los agentes de la UCO que visitaron a Zouhier en la cárcel de Valdemoro (según ha reconocido ya Instituciones Penitenciarias) le pidieron al marroquí que escribiera una carta para Antonio Toro Castro. Los miembros de la Unidad Central Operativa que dirige el coronel Félix Hernando hicieron de correo de Zouhier y le entregaron la misiva a Toro Castro.
Armas y joyas
Rafá Zouhier -según han reconocido recientemente agentes de la UCO en la revista Interviú- participó como confidente en varias operaciones policiales antes de llevar a cabo la de los explosivos de Asturias. El marroquí comenzó a trabajar con la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil en febrero de 2002 y proporcionó una valiosísima información sobre un grupo que se dedicaba al tráfico de armas desde Portugal. La operación fue bautizada con el nombre en clave de Hierro y el resultado final fue de ocho personas detenidas y cinco pistolas incautadas.
Tras esa primera y fructífera operación, la UCO le encomendó a Zouhier que se infiltrara en una banda que se dedicaba al alunizaje de joyerías. Los ladrones -en su mayoría marroquíes- utilizaban motocicletas y mazos de hierro para romper los escaparates. El balance final de la operación Merlín fue de 11 personas detenidas, el esclarecimiento de 15 robos y la recuperación de joyas por un valor de 90.000 euros.
La Guardia Civil de Avilés, según ha podido saber EL MUNDO, está muy molesta con los miembros de la UCO porque se ha sentido utilizada y manipulada. Esas mismas fuentes también recordaron a este periódico que, entre 1998 y 1999, un juzgado de aquella ciudad abrió una investigación judicial sobre un grupo de policías que venía actuando en la comarca en connivencia con unos delincuentes que se dedicaban al tráfico de hachís, la prostitución, el robo de vehículos y, al parecer, al mercado negro de explosivos.
En principio, la investigación fue encargada a la Guardia Civil y, más tarde, participó en la misma el Grupo de Asuntos Internos de la Dirección General de la Policía. Los inspectores policiales que se trasladaron desde Madrid a Avilés llegaron a la determinación de que existía «corrupción policial» y que algunos funcionarios tenían relaciones comerciales con algunos delincuentes de la zona en la venta y compra de vehículos procedentes de Holanda y Alemania. Toro Castro y Suárez Trashorras tuvieron un negocio de venta de vehículos de segunda mano.
El magistrado que abrió la investigación tuvo que cerrarla, finalmente, por falta de pruebas, pero poco tiempo después la Dirección General de la policía invitó a uno de los comisarios de la zona a que pidiera cambio de destino. El comisario optó por un cargo en una jefatura insular.
Zouhier está intranquilo por las presiones que está recibiendo su entorno y su familia, pero se siente fuerte y seguro porque sabe que la única forma de desenmascarar a la «banda de la Guardia Civil» es contando la verdad.
Los agentes dijeron a sus compañeros de Asturias que seguían a una red de tráfico de pastillas -Zouhier informó a los guardias civiles de que Suárez Trashorras intercambiaba hachís por coches
ANTONIO RUBIO
MADRID.- La Unidad Central Operativa (UCO) encargó a la Guardia Civil de Avilés, en los primeros meses de 2003, que vigilara al ex minero José Emilio Suárez Trashorras porque estaba involucrado en un tráfico de pastillas de diseño. Pocos meses después, los miembros del Instituto Armado de Asturias comunicaron a sus compañeros de Madrid que Suárez Trashorras era confidente de la policía y que trabajaba para el inspector Manuel García.
(.../...)
La orden policial de seguimiento de Suárez Trashorras se produjo después de que Rafá Zouhier desvelara a Víctor y Rafael -dos jefes de la Unidad Central Operativa- que el ex minero y su cuñado, Antonio Toro Castro, le habían ofrecido explosivos. La UCO viajó hasta Avilés y comprobó, in situ, la veracidad de la información del marroquí, que marcó a Trashorras y Toro y consiguió una muestra de los explosivos y detonadores que vendían los dos asturianos.
El agente Víctor -tal como recoge el juez Del Olmo en uno de sus autos- envió la muestra del explosivo conseguido por Zouhier a los laboratorios de la Guardia Civil para que fuera analizada.Sin embargo, el detonador que proporcionó el ex minero no pudo ser estudiado porque, según el magistrado de la Audiencia Nacional, explotó en las manos del marroquí, que tuvo que ser asistido en un hospital de Madrid.
Tras la verificación de que la muestra de dinamita conseguida por Rafá era Goma 2, la UCO dispuso seguir y controlar los pasos de Suárez Trashorras y de su cuñado, Toro Castro.
La Unidad Central Operativa mintió a sus compañeros de Avilés, indicándoles que estaba tras la pista de un importante grupo que se dedicaba al tráfico de pastillas. Los agentes asturianos indicaron a sus compañeros de Madrid que Suárez Trashorras, fundamentalmente, se dedicaba al tráfico de hachís y que trabajaba como confidente para el inspector Manuel García, antiguo miembro de la Comisaría General de Información y experto en temas terroristas.
Los agentes de la Guardia Civil de Avilés también confirmaron a sus compañeros de la UCO que Castro Toro y Suárez Trashorras pagaban o cambiaban el hachís que venía de Marruecos con coches de segunda mano y que algunos de ellos eran de dudosa procedencia. La Guardia Civil, incluso, llegó a detener a los dos asturianos en junio de 2003 por tráfico de estupefacientes.
Esa información de los agentes de la Guardia Civil volvía a confirmar los datos facilitados por Zouhier en los primeros meses de 2003 a Rafael, Víctor y Paco -sus contactos y jefes en la UCO- cuando les reveló que Suárez Trashorras y Toro Castro pagaban la droga a Jamal Ahmidam (El Chino) y los suyos con coches.
Matrículas falsas
En una de las misivas que Zouhier envió a este periódico detalla cómo era el sistema de intercambio de droga por coches: «Emilio vende hachís en Asturias desde hace tiempo y siempre la compra en Carabanchel (donde vivía El Chino y su grupo). También cambiaban coches Jeep Cheroquee por hachís con los moros estos para bajar a Marruecos con matrículas falsas y para sacar hachís de la playa de las pateras».
El marroquí va aún más lejos en la descripción del sistema de intercambio de la droga por los coches y refleja que el centro de operaciones estaba en Marbella. También indica que, en alguna ocasión, Suárez y su cuñado pagaron la droga mediante «giros bancarios a cuenta en Málaga y Madrid».
Se da la circunstancia de que el vehículo que utilizaba El Chino para su uso particular y sus negocios -incluidos viajes a Málaga y Marruecos- era un BMW de segunda mano que le había costado 30.000 euros y que incluso tenía televisión.
Zouhier también ha confirmado a EL MUNDO que fue Antonio Toro «el que me ha dado la muestra de los explosivos y el que me ha ofrecido explosivos para vender en Madrid cuando viajaba a comprar hachís con su cuñado en Carabanchel». Por este motivo, el marroquí no comprende que Toro Castro esté en la calle y realiza la siguiente reflexión: «Aquí hay algo raro porque dice Emilio (se refiere a Suárez Trashorras) que los marroquíes le han dicho que era para una mina en Marruecos (en clara referencia a los explosivos)».
El marroquí -que tiene una escasa preparación intelectual pero un amplio conocimiento de la calle- plantea en una de las cartas enviadas a este diario la siguiente cuestión: «Cuando la Guardia Civil fue a Asturias a ver de dónde salían los explosivos, se encontró con que de los que yo avisé (en referencia a Súarez y Toro) son casi policías o trabajaban con la policía». Y Zouhier termina el razonamiento de las relaciones entre la policía y la Guardia Civil de la siguiente manera: «La misma policía ha dicho a la Guardia Civil que son amigos (en referencia nuevamente a Suárez y Toro) de la policía y la UCO ha dejado de hacer su trabajo, confiando en que la policía esté controlando todo, pero han dejado a Emilio (Suárez Trashorras) y su compañero (Toro Castro) vender explosivos a los moros». Curiosamente, los agentes de la UCO que visitaron a Zouhier en la cárcel de Valdemoro (según ha reconocido ya Instituciones Penitenciarias) le pidieron al marroquí que escribiera una carta para Antonio Toro Castro. Los miembros de la Unidad Central Operativa que dirige el coronel Félix Hernando hicieron de correo de Zouhier y le entregaron la misiva a Toro Castro.
Armas y joyas
Rafá Zouhier -según han reconocido recientemente agentes de la UCO en la revista Interviú- participó como confidente en varias operaciones policiales antes de llevar a cabo la de los explosivos de Asturias. El marroquí comenzó a trabajar con la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil en febrero de 2002 y proporcionó una valiosísima información sobre un grupo que se dedicaba al tráfico de armas desde Portugal. La operación fue bautizada con el nombre en clave de Hierro y el resultado final fue de ocho personas detenidas y cinco pistolas incautadas.
Tras esa primera y fructífera operación, la UCO le encomendó a Zouhier que se infiltrara en una banda que se dedicaba al alunizaje de joyerías. Los ladrones -en su mayoría marroquíes- utilizaban motocicletas y mazos de hierro para romper los escaparates. El balance final de la operación Merlín fue de 11 personas detenidas, el esclarecimiento de 15 robos y la recuperación de joyas por un valor de 90.000 euros.
La Guardia Civil de Avilés, según ha podido saber EL MUNDO, está muy molesta con los miembros de la UCO porque se ha sentido utilizada y manipulada. Esas mismas fuentes también recordaron a este periódico que, entre 1998 y 1999, un juzgado de aquella ciudad abrió una investigación judicial sobre un grupo de policías que venía actuando en la comarca en connivencia con unos delincuentes que se dedicaban al tráfico de hachís, la prostitución, el robo de vehículos y, al parecer, al mercado negro de explosivos.
En principio, la investigación fue encargada a la Guardia Civil y, más tarde, participó en la misma el Grupo de Asuntos Internos de la Dirección General de la Policía. Los inspectores policiales que se trasladaron desde Madrid a Avilés llegaron a la determinación de que existía «corrupción policial» y que algunos funcionarios tenían relaciones comerciales con algunos delincuentes de la zona en la venta y compra de vehículos procedentes de Holanda y Alemania. Toro Castro y Suárez Trashorras tuvieron un negocio de venta de vehículos de segunda mano.
El magistrado que abrió la investigación tuvo que cerrarla, finalmente, por falta de pruebas, pero poco tiempo después la Dirección General de la policía invitó a uno de los comisarios de la zona a que pidiera cambio de destino. El comisario optó por un cargo en una jefatura insular.
Zouhier está intranquilo por las presiones que está recibiendo su entorno y su familia, pero se siente fuerte y seguro porque sabe que la única forma de desenmascarar a la «banda de la Guardia Civil» es contando la verdad.
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