Abogados, cerebros y certezas (o no)
23-02-07
ASI LO CUENTAN
Abogados, cerebros y certezas (o no)
VICTOR DE LA SERNA
ASI LO CUENTAN
Abogados, cerebros y certezas (o no)
VICTOR DE LA SERNA
La última jornada de esta segunda semana del juicio del 11-M alimentó el escepticismo ante las explicaciones ya ofrecidas: esa misteriosa visita de «extraños» a la casa de Morata de Tajuña y la extrañísima carta testamento de Abdenabi Kounjaa, descubierta en las renombradas instalaciones policiales de Canillas.
(.../...)
Pero todo eso, claro está, es incidir en la teoría de la conspiración. Y por ahí sí que no pasan otros. En la Ser y en El País ven claro cómo, de las medios conspiracionófilos, el mal ha pasado ominosamente a las filas de los abogados defensores (y de sus supuestas aliadas, las asociaciones víctimas), a los que el diario dedicaba ayer un feroz editorial:
«A los intentos esperpénticos de involucrar a ETA (...) han añadido en la vista comportamientos profesionales de dudosa práctica forense. (...) El juicio pasará a la historia, entre otras cosas, por la simbiosis y sincronización con que actúan algunas acusaciones y defensas».
Su comentarista Ernesto Ekaizer remacha, sobre Morata: «¿Quiénes eran esos desconocidos? (...) ¿Aparte del explosivo de Asturias, alguien les proporcionó dinamita Titadyn? No, no fue por la presencia de Irak en la sala. Se trata de bombardear el juicio no sólo desde fuera, es decir, desde los terminales mediáticos de la otra conspiración, sino también desde dentro».
Quien no suele tener dudas, ¡afortunada ella!, es Edurne Uriarte, en Abc, y ayer lo ratificaba: «He aquí que sólo en 2006 España está explícitamente señalada como objetivo en al menos cuatro comunicados del número dos de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri. En marzo, en julio, en septiembre y en diciembre. Ésa es la autoría intelectual, que no inteligente, del 11-M».
La certeza, en cambio, no invade a J. L. Castaneda, en La Razón, que sigue buscando a un Zacarias Moussaoui, como Diógenes buscaba a un hombre con su linterna: «Si la primera semana del juicio nos dejó el insólito titular de que los supuestos ideólogos de Al Qaeda condenaban los atentados del 11-M, las sesiones de esta semana nos dejan otro lead no menos sorprendente: los presuntos mártires de Al Qaeda escaparon por dos veces de su propio suicidio. Zougam, Ghalyoun y Bouchar, los únicos tres acusados por poner las bombas del 11-M, no se inmolaron en los trenes, como los fanáticos kamikazes de Nueva York, Bali, Casablanca o Londres, pero tampoco en el piso de Leganés. Serían, según la acusación, supervivientes de sí mismos por partida doble. (...) Aunque para algunos todo empieza a encajar después de estos primeros días del juicio, la sensación puede ser más bien la de que todo está más desencajado que nunca. Las preguntas del fiscal y de las acusaciones particulares han podido desentrañar parte de la madeja de amistades peligrosas de los que se sientan en el banquillo. La gran asignatura es hallar la piedra filosofal que convierta esas amistades peligrosas en una bárbara masacre con 192 muertos y 1.800 heridos».
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Pero todo eso, claro está, es incidir en la teoría de la conspiración. Y por ahí sí que no pasan otros. En la Ser y en El País ven claro cómo, de las medios conspiracionófilos, el mal ha pasado ominosamente a las filas de los abogados defensores (y de sus supuestas aliadas, las asociaciones víctimas), a los que el diario dedicaba ayer un feroz editorial:
«A los intentos esperpénticos de involucrar a ETA (...) han añadido en la vista comportamientos profesionales de dudosa práctica forense. (...) El juicio pasará a la historia, entre otras cosas, por la simbiosis y sincronización con que actúan algunas acusaciones y defensas».
Su comentarista Ernesto Ekaizer remacha, sobre Morata: «¿Quiénes eran esos desconocidos? (...) ¿Aparte del explosivo de Asturias, alguien les proporcionó dinamita Titadyn? No, no fue por la presencia de Irak en la sala. Se trata de bombardear el juicio no sólo desde fuera, es decir, desde los terminales mediáticos de la otra conspiración, sino también desde dentro».
Quien no suele tener dudas, ¡afortunada ella!, es Edurne Uriarte, en Abc, y ayer lo ratificaba: «He aquí que sólo en 2006 España está explícitamente señalada como objetivo en al menos cuatro comunicados del número dos de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri. En marzo, en julio, en septiembre y en diciembre. Ésa es la autoría intelectual, que no inteligente, del 11-M».
La certeza, en cambio, no invade a J. L. Castaneda, en La Razón, que sigue buscando a un Zacarias Moussaoui, como Diógenes buscaba a un hombre con su linterna: «Si la primera semana del juicio nos dejó el insólito titular de que los supuestos ideólogos de Al Qaeda condenaban los atentados del 11-M, las sesiones de esta semana nos dejan otro lead no menos sorprendente: los presuntos mártires de Al Qaeda escaparon por dos veces de su propio suicidio. Zougam, Ghalyoun y Bouchar, los únicos tres acusados por poner las bombas del 11-M, no se inmolaron en los trenes, como los fanáticos kamikazes de Nueva York, Bali, Casablanca o Londres, pero tampoco en el piso de Leganés. Serían, según la acusación, supervivientes de sí mismos por partida doble. (...) Aunque para algunos todo empieza a encajar después de estos primeros días del juicio, la sensación puede ser más bien la de que todo está más desencajado que nunca. Las preguntas del fiscal y de las acusaciones particulares han podido desentrañar parte de la madeja de amistades peligrosas de los que se sientan en el banquillo. La gran asignatura es hallar la piedra filosofal que convierta esas amistades peligrosas en una bárbara masacre con 192 muertos y 1.800 heridos».
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