Ghalyoun y Bouchar niegan haber estado en Leganés pese a los rastros de su ADN
20-02-07
Juicio por una masacre / Día 3
Ghalyoun y Bouchar niegan haber estado en Leganés pese a los rastros de su ADN
MANUEL MARRACO
Juicio por una masacre / Día 3
Ghalyoun y Bouchar niegan haber estado en Leganés pese a los rastros de su ADN
MANUEL MARRACO
MADRID.- El sirio Basel Ghalyoun y el marroquí Abdelmajid Bouchar, acusados de colocar las mochilas bomba en la mañana del 11 de Marzo, negaron ayer haber subido a los trenes, así como haber estado en Leganés, pese a los rastros de ADN que les sitúan en el piso franco en el que se inmoló la célula. En el caso de Ghalyoun, le incrimina un cabello encontrado entre los escombros, en un gorro. En el de Bouchar, que supuestamente huyó a la carrera tras dar la alerta al grupo, un comprometedor hueso de dátil con su saliva.
Ambos condenaron el 11-M y aceptaron responder a las preguntas de las acusaciones, aunque sus defensas fueron dispares. Ghalyoun, el primero en declarar, se presentó ante el micrófono con aire tranquilo, tono correcto y varios folios de anotaciones sobre el sumario con los que fue rebatiendo -cuando podía- las acusaciones.
(.../...)
Bouchar, por el contrario, apareció con gesto enfadado y los brazos cruzados. Comenzó diciendo que prefería declarar otro día. El presidente le dijo que de eso nada, y cuando respondió lo hizo con desgana y sin mirar a la cara a la fiscal Olga Sánchez y al resto de las acusaciones.
Con las declaraciones de ayer de Jamal Zougam, Basel Ghalyoun y Abdelmajid Bouchar ha concluido el interrogatorio a quienes la fiscal considera autores materiales de los atentados del 11-M. A partir de hoy, las acusaciones interrogarán a otros acusados de pertenecer a la célula terrorista
Ambos completan, junto a Jamal Zougam, el trío de procesados a quienes el Ministerio Público considera autores materiales de la masacre. Suponen también la principal diferencia surgida en la investigación entre el instructor y la fiscal. Los dos han sido reconocidos en los trenes por un único testigo, pero Del Olmo consideró endebles los testimonios y decidió no procesarlos por estos hechos, a diferencia de Zougam. Por contra, la Fiscalía optó por mantenerles como autores materiales. La diferencia supone saltar desde la docena de años de prisión -simple miembro del grupo- hasta los 40.000 años.
Durante la jornada de ayer, Ghalyoun reconoció haber conocido a un generoso número de procesados y suicidas. Entre éstos, a Rifaat Anuar y al propio Serhane ben Abdelmajid Fakhet, El Tunecino. Anuar residió en su misma casa y, según Ghalyoun, fue él quien se llevó a Leganés el gorro de rezo que habían compartido. El domicilio que ambos mantuvieron durante un tiempo también daría una explicación a los tejemanejes de teléfonos y tarjetas empleados por Del Olmo para afianzar su procesamiento.
Respecto a El Tunecino, su teléfono fue uno de los cuatro con los que llegó como inmigrante a España. Según su relato, su buena relación inicial se deterioró cuando El Tunecino se escoró hacia el islamismo por influencia de Mustafa Maymouni, detenido por los atentados de Casablanca. Con éste, dijo, casi llegó a las manos. La última vez que lo vio fue en la mezquita de la M-30, apenas unos días antes de la masacre.
Ghalyoun quiso matizar su declaración ante Del Olmo. Cuando dijo que El Tunecino quería atentar en España, se refería a los robos en joyerías, es decir, a atentados contra la propiedad, según la terminología jurídica que le habría sugerido la Policía.
También reconoció que estuvo en los encuentros junto a un río en la localidad madrileña de Navalcarnero. La Fiscalía los describe como encuentros de adoctrinamiento y exaltación yihadista. Según Ghalyoun, fueron inocentes encuentros para nadar y charlar.
Respecto a la testigo que aseguró reconocerlo en los trenes, insistió en que no había podido identificarle en la rueda de reconocimiento, sólo en la fotografía, y que el propio Del Olmo lo consideró insuficiente. Según El Tunecino, no iba contra el islam robar en un país que había apoyado la Guerra de Irak.
Gran parte de las prolijas anotaciones que portaba buscaban demostrar las supuestas contradicciones en las que incurrían algunos testigos. A diferencia de lo sucedido con Zougam, la fiscal y el resto de acusaciones repreguntaron muchas veces a Ghalyoun y dejaron varios puntos sin aclarar. El sirio alegó varios errores al transcribir su declaración ante Del Olmo. Por ejemplo, que la última vez que vio a El Egipcio en Madrid fue a primeros de 2003, no a primeros de 2004.
Bouchar, por su parte, hizo una defensa sin entrar en el detalle. Frente a la huida in extremis de Leganés, ayer mantuvo que nunca estuvo en el piso, y que tanto el 11 de marzo como el 3 de abril los pasó en su casa de Fuenlabrada. En Leganés apareció, entre otros documentos, su pasaporte. La explicación fue que le habían robado la chaqueta unos días antes. Respecto a la huella dactilar aparecida en la casa de Morata, donde se montaron las bombas, dijo no tener una explicación.
Bouchar fue arrestado en Serbia tras un periplo por siete países. Huyó de España al día siguiente de la explosión de Leganés. Pese a la sospechosa coincidencia, ayer insistió en que el motivo fue una disputa familiar: sus padres querían que trabajase y él prefería ganarse la vida con el atletismo. Además, el ambiente creado por el 11-M era contrario a los musulmanes y tenía miedo de ser torturado.
La acusaciones que pesan sobre él no hicieron mella sobre su modestia: «Mi sueño es ganar una medalla de oro en las Olimpiadas, y estuve cerca de lograrlo».
Sobre Bouchar también pesa gravemente su relación con el presunto inductor de la masacre Yusef Belhadj. De acuerdo con la fiscal, Bouchar y el huido Afalah fueron su nexo con el grupo de suicidas.
Tras negar que conociera a Hasan Haski -otro presunto inductor, junto a El Egipcio-, la fiscal Olga Sánchez formuló una pregunta con la que describía la cúspide del 11-M: «¿La idea de atentar era de Serhane [El Tunecino] y El Egipcio con autorización del líder del GICM [Grupo Islámico de Combatientes Marroquíes], Hasan Haski, siendo conocedor de ello Yusef Belhadj desde septiembre de 2003?». Obviamente, quedó sin respuesta.
ORDEN EN LA SALA
LAS VICTIMAS
En la tercera sesión del juicio, tres de las víctimas que estaban en la sala tuvieron que ser conminadas a ocupar sus asientos tras levantarse durante la sesión de la mañana y acercarse a escasos centímetros del cristal blindado que rodea el banquillo de los 18 acusados que se encuentran en prisión, a los que señalaron con el dedo. Durante el receso concedido a mediodía por el presidente del tribunal, otra de las víctimas increpó a una mujer musulmana que acude desde el primer día a las sesiones, casada con uno de los acusados y víctima a su vez, ya que perdió a una hija en los trenes. Varios de los presentes recordaron esta circunstancia a la mujer que se enfrentó a ella y la Policía tuvo que aproximarse, aunque el incidente no revistió mayores dimensiones.
RAFA ZOUHIER
El tribunal ordenó ayer al ex confidente de la Guardia Civil Rafá Zouhier -acusado de actuar de intermediario entre la célula islamista que perpetró la masacre y el ex minero José Emilio Suárez Trashorras- que se siente en el primer banco de la sala blindada donde se encuentran los 18 procesados restantes, al tiempo que situó a diversos agentes de la Policía entre el público para evitar que se produzcan enfrentamientos entre los acusados y las víctimas. Precisamente, el viernes pasado, Zouhier protagonizó uno de los incidentes del día al mostrar durante un receso del juicio por los atentados del 11-M un cartel en el que se podía leer: «Nunca provocaré a las víctimas por las que arriesgué mi vida avisando a la Guardia Civil». Un gesto que provocó que Pilar Manjón se levantara para leer la nota.
Ambos condenaron el 11-M y aceptaron responder a las preguntas de las acusaciones, aunque sus defensas fueron dispares. Ghalyoun, el primero en declarar, se presentó ante el micrófono con aire tranquilo, tono correcto y varios folios de anotaciones sobre el sumario con los que fue rebatiendo -cuando podía- las acusaciones.
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Bouchar, por el contrario, apareció con gesto enfadado y los brazos cruzados. Comenzó diciendo que prefería declarar otro día. El presidente le dijo que de eso nada, y cuando respondió lo hizo con desgana y sin mirar a la cara a la fiscal Olga Sánchez y al resto de las acusaciones.
Con las declaraciones de ayer de Jamal Zougam, Basel Ghalyoun y Abdelmajid Bouchar ha concluido el interrogatorio a quienes la fiscal considera autores materiales de los atentados del 11-M. A partir de hoy, las acusaciones interrogarán a otros acusados de pertenecer a la célula terrorista
Ambos completan, junto a Jamal Zougam, el trío de procesados a quienes el Ministerio Público considera autores materiales de la masacre. Suponen también la principal diferencia surgida en la investigación entre el instructor y la fiscal. Los dos han sido reconocidos en los trenes por un único testigo, pero Del Olmo consideró endebles los testimonios y decidió no procesarlos por estos hechos, a diferencia de Zougam. Por contra, la Fiscalía optó por mantenerles como autores materiales. La diferencia supone saltar desde la docena de años de prisión -simple miembro del grupo- hasta los 40.000 años.
Durante la jornada de ayer, Ghalyoun reconoció haber conocido a un generoso número de procesados y suicidas. Entre éstos, a Rifaat Anuar y al propio Serhane ben Abdelmajid Fakhet, El Tunecino. Anuar residió en su misma casa y, según Ghalyoun, fue él quien se llevó a Leganés el gorro de rezo que habían compartido. El domicilio que ambos mantuvieron durante un tiempo también daría una explicación a los tejemanejes de teléfonos y tarjetas empleados por Del Olmo para afianzar su procesamiento.
Respecto a El Tunecino, su teléfono fue uno de los cuatro con los que llegó como inmigrante a España. Según su relato, su buena relación inicial se deterioró cuando El Tunecino se escoró hacia el islamismo por influencia de Mustafa Maymouni, detenido por los atentados de Casablanca. Con éste, dijo, casi llegó a las manos. La última vez que lo vio fue en la mezquita de la M-30, apenas unos días antes de la masacre.
Ghalyoun quiso matizar su declaración ante Del Olmo. Cuando dijo que El Tunecino quería atentar en España, se refería a los robos en joyerías, es decir, a atentados contra la propiedad, según la terminología jurídica que le habría sugerido la Policía.
También reconoció que estuvo en los encuentros junto a un río en la localidad madrileña de Navalcarnero. La Fiscalía los describe como encuentros de adoctrinamiento y exaltación yihadista. Según Ghalyoun, fueron inocentes encuentros para nadar y charlar.
Respecto a la testigo que aseguró reconocerlo en los trenes, insistió en que no había podido identificarle en la rueda de reconocimiento, sólo en la fotografía, y que el propio Del Olmo lo consideró insuficiente. Según El Tunecino, no iba contra el islam robar en un país que había apoyado la Guerra de Irak.
Gran parte de las prolijas anotaciones que portaba buscaban demostrar las supuestas contradicciones en las que incurrían algunos testigos. A diferencia de lo sucedido con Zougam, la fiscal y el resto de acusaciones repreguntaron muchas veces a Ghalyoun y dejaron varios puntos sin aclarar. El sirio alegó varios errores al transcribir su declaración ante Del Olmo. Por ejemplo, que la última vez que vio a El Egipcio en Madrid fue a primeros de 2003, no a primeros de 2004.
Bouchar, por su parte, hizo una defensa sin entrar en el detalle. Frente a la huida in extremis de Leganés, ayer mantuvo que nunca estuvo en el piso, y que tanto el 11 de marzo como el 3 de abril los pasó en su casa de Fuenlabrada. En Leganés apareció, entre otros documentos, su pasaporte. La explicación fue que le habían robado la chaqueta unos días antes. Respecto a la huella dactilar aparecida en la casa de Morata, donde se montaron las bombas, dijo no tener una explicación.
Bouchar fue arrestado en Serbia tras un periplo por siete países. Huyó de España al día siguiente de la explosión de Leganés. Pese a la sospechosa coincidencia, ayer insistió en que el motivo fue una disputa familiar: sus padres querían que trabajase y él prefería ganarse la vida con el atletismo. Además, el ambiente creado por el 11-M era contrario a los musulmanes y tenía miedo de ser torturado.
La acusaciones que pesan sobre él no hicieron mella sobre su modestia: «Mi sueño es ganar una medalla de oro en las Olimpiadas, y estuve cerca de lograrlo».
Sobre Bouchar también pesa gravemente su relación con el presunto inductor de la masacre Yusef Belhadj. De acuerdo con la fiscal, Bouchar y el huido Afalah fueron su nexo con el grupo de suicidas.
Tras negar que conociera a Hasan Haski -otro presunto inductor, junto a El Egipcio-, la fiscal Olga Sánchez formuló una pregunta con la que describía la cúspide del 11-M: «¿La idea de atentar era de Serhane [El Tunecino] y El Egipcio con autorización del líder del GICM [Grupo Islámico de Combatientes Marroquíes], Hasan Haski, siendo conocedor de ello Yusef Belhadj desde septiembre de 2003?». Obviamente, quedó sin respuesta.
ORDEN EN LA SALA
LAS VICTIMAS
En la tercera sesión del juicio, tres de las víctimas que estaban en la sala tuvieron que ser conminadas a ocupar sus asientos tras levantarse durante la sesión de la mañana y acercarse a escasos centímetros del cristal blindado que rodea el banquillo de los 18 acusados que se encuentran en prisión, a los que señalaron con el dedo. Durante el receso concedido a mediodía por el presidente del tribunal, otra de las víctimas increpó a una mujer musulmana que acude desde el primer día a las sesiones, casada con uno de los acusados y víctima a su vez, ya que perdió a una hija en los trenes. Varios de los presentes recordaron esta circunstancia a la mujer que se enfrentó a ella y la Policía tuvo que aproximarse, aunque el incidente no revistió mayores dimensiones.
RAFA ZOUHIER
El tribunal ordenó ayer al ex confidente de la Guardia Civil Rafá Zouhier -acusado de actuar de intermediario entre la célula islamista que perpetró la masacre y el ex minero José Emilio Suárez Trashorras- que se siente en el primer banco de la sala blindada donde se encuentran los 18 procesados restantes, al tiempo que situó a diversos agentes de la Policía entre el público para evitar que se produzcan enfrentamientos entre los acusados y las víctimas. Precisamente, el viernes pasado, Zouhier protagonizó uno de los incidentes del día al mostrar durante un receso del juicio por los atentados del 11-M un cartel en el que se podía leer: «Nunca provocaré a las víctimas por las que arriesgué mi vida avisando a la Guardia Civil». Un gesto que provocó que Pilar Manjón se levantara para leer la nota.
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