10-04-07
A SANGRE FRIA
La mala memoria de 'Víctor'
David Gistau
A SANGRE FRIA
La mala memoria de 'Víctor'
David Gistau
La tonsura y el terno oliva del oficial de la UCO apodado 'Víctor' durante sus inmersiones en el submundo. Y, justo detrás, el cuello macizo, que algo recordaba al de Tyson cuando fue resumido en blanco y negro por Man Ray, de Rafá Zouhier, fuera de la jaula, apaciguado para lo que en él es costumbre y concentrado en tomar apuntes. Así se veían desde las sillas de público dos personajes de la coral trágica del 11-M que estuvieron fuertemente ligados desde que el primero captó al segundo como confidente en la cárcel de Villabona.
(.../...)
A Víctor, el presidente del tribunal le impidió consultar sus apuntes para responder a las preguntas de la Fiscalía. Y fue como si a un colegial le pillan la chuleta en pleno examen, porque a partir de entonces, el oficial se tomó demasiado tiempo para armar cada frase y se mostró dubitativo, errático, necesitado de ampararse en constantes «No me acuerdo», como en un burladero. En El factor humano, Graham Greene recomendaba a los espías decir la verdad siempre que fuera posible: la mentira es más difícil de recordar. Y Víctor prefirió eludir respuestas cuando se encontró con que no podría leer de sus apuntes todo aquello que acaso no pudiera recordar porque no era verdad. No me acuerdo, no me acuerdo, no me acuerdo. El abogado de Zouhier, Antonio Alberca, supo fajarse con Víctor hasta encerrarlo en ese rincón donde a los púgiles castigados no les queda sino intentar abrazarse al rival para interrumpir la serie de golpes y respirar un poco. Ocurrió, por ejemplo, en el episodio del «ciudadano uruguayo» del cual pasó información Zouhier cuando se propuso cambiar drogas por explosivos a los asturianos. La estrategia de Víctor, que primero intentó situar fuera de la jurisdicción de la UCO cualquier investigación sobre explosivos o terrorismo, consistía en desprestigiar por inconcretas las informaciones de Zouhier: Alberca demostró que les había facilitado hasta la dirección del uruguayo.
Las lagunas de memoria y la vaguedad de las informaciones constituyeron también el pretexto utilizado por Víctor para salvarse de las sospechas de negligencia respecto al 11-M incluso cuando ya había reconocido que Zouhier le habló de ese Antonio apodado el toro y de su cuñado, que querían colocar 150 kilos de explosivos y que entre su clientela potencial contaban incluso «con unos chavales» de Villabona que militaban en ETA. «No me acuerdo». De los 150 kilos jamás interceptados, perdidos a efectos de investigación necesaria entre un compartimento estanco y otro de la Guardia Civil, Víctor no se acordó cuando declaró ante el juez Del Olmo. Sin embargo, en este caso la estrategia de la amnesia se dejó un cabo suelto: una nota informativa que fue remitida a la comandancia de Asturias y de cuyo peligro si se filtraba a la prensa fue consciente Víctor cuando Hernando declaró en la Comisión. Por eso, a Víctor no le falló la memoria cuando llamó al comandante Jambrina en Asturias para que se asegurara de que esa nota informativa jamás trascendiera las paredes de su despacho. Víctor jamás se movilizó ni alertó a las instancias superiores por una información de Zouhier. Ni siquiera cuando éste, el 16 de marzo de 2004, le dijo que los autores del atentado, que todavía andaban sueltos, se habían propuesto «volar el Bernabéu» como objetivo siguiente. Desde entonces, Víctor ascendió de alférez a teniente.
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A Víctor, el presidente del tribunal le impidió consultar sus apuntes para responder a las preguntas de la Fiscalía. Y fue como si a un colegial le pillan la chuleta en pleno examen, porque a partir de entonces, el oficial se tomó demasiado tiempo para armar cada frase y se mostró dubitativo, errático, necesitado de ampararse en constantes «No me acuerdo», como en un burladero. En El factor humano, Graham Greene recomendaba a los espías decir la verdad siempre que fuera posible: la mentira es más difícil de recordar. Y Víctor prefirió eludir respuestas cuando se encontró con que no podría leer de sus apuntes todo aquello que acaso no pudiera recordar porque no era verdad. No me acuerdo, no me acuerdo, no me acuerdo. El abogado de Zouhier, Antonio Alberca, supo fajarse con Víctor hasta encerrarlo en ese rincón donde a los púgiles castigados no les queda sino intentar abrazarse al rival para interrumpir la serie de golpes y respirar un poco. Ocurrió, por ejemplo, en el episodio del «ciudadano uruguayo» del cual pasó información Zouhier cuando se propuso cambiar drogas por explosivos a los asturianos. La estrategia de Víctor, que primero intentó situar fuera de la jurisdicción de la UCO cualquier investigación sobre explosivos o terrorismo, consistía en desprestigiar por inconcretas las informaciones de Zouhier: Alberca demostró que les había facilitado hasta la dirección del uruguayo.
Las lagunas de memoria y la vaguedad de las informaciones constituyeron también el pretexto utilizado por Víctor para salvarse de las sospechas de negligencia respecto al 11-M incluso cuando ya había reconocido que Zouhier le habló de ese Antonio apodado el toro y de su cuñado, que querían colocar 150 kilos de explosivos y que entre su clientela potencial contaban incluso «con unos chavales» de Villabona que militaban en ETA. «No me acuerdo». De los 150 kilos jamás interceptados, perdidos a efectos de investigación necesaria entre un compartimento estanco y otro de la Guardia Civil, Víctor no se acordó cuando declaró ante el juez Del Olmo. Sin embargo, en este caso la estrategia de la amnesia se dejó un cabo suelto: una nota informativa que fue remitida a la comandancia de Asturias y de cuyo peligro si se filtraba a la prensa fue consciente Víctor cuando Hernando declaró en la Comisión. Por eso, a Víctor no le falló la memoria cuando llamó al comandante Jambrina en Asturias para que se asegurara de que esa nota informativa jamás trascendiera las paredes de su despacho. Víctor jamás se movilizó ni alertó a las instancias superiores por una información de Zouhier. Ni siquiera cuando éste, el 16 de marzo de 2004, le dijo que los autores del atentado, que todavía andaban sueltos, se habían propuesto «volar el Bernabéu» como objetivo siguiente. Desde entonces, Víctor ascendió de alférez a teniente.
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