CRONICA DE LA SEMANA Teoría del domador de fieras

06-11-06



CRONICA DE LA SEMANA

Teoría del domador de fieras


CASIMIRO GARCIA-ABADILLO

Más de lo mismo. Es decir, lo mismo sin Mas. Ése es el resultado final de las apresuradas conversaciones que dieron lugar ayer al acuerdo entre el PSC, ERC e ICV para la reedición del tripartito en Cataluña.

CiU no ha sabido aprovechar la oportunidad de oro que le puso en bandeja el presidente del Gobierno al provocar la caída de Maragall y el adelanto de las elecciones, asunto que se trató en la reunión del pasado mes de enero en el Palacio de la Moncloa, que sirvió para desatascar la aprobación en las Cortes del nuevo Estatuto.

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Sus 48 escaños han sido insuficientes para especular siquiera con un gobierno en minoría con apoyos puntuales. Por otro lado, aunque el PSC ha obtenido un resultado lamentable, un desgaste inferior al previsto de ERC y la moderada subida de ICV, le han servido a Montilla para reivindicar frente a los deseos de Zapatero la reedición del tripartito.

La sola idea de repetir una legislatura como la que se inició en diciembre de 2003 provoca el desasosiego no sólo del presidente, sino de la plana mayor del PSOE, ocupada en tareas más ambiciosas, como asegurar que su partido vuelva a gobernar España durante otros cuatro años. Ambas cosas parecen incompatibles.

Por eso, Manuel Chaves, en su calidad de presidente del PSOE, advirtió el pasado viernes que el tripartito no se podía repetir «en las mismas condiciones» en las que se produjo cuando Pasqual Maragall llevaba aún las riendas del PSC.

¿Qué quería decir el presidente de la Junta de Andalucía?

No fue nadie del PSOE, ni del PSC quien supo aclararme esa intrigante duda. No. Fue el líder de Unió, Josep Antoni Duran Lleida quien, en tono apesadumbrado, y tras relatarme la decepcionante reunión que habían mantenido los máximos responsables de CiU y el PSC ese mismo viernes por la tarde, me confesó: «No hay nada que hacer. Montilla está decidido a volver a repetir la fórmula del tripartito y los mensajes que han llegado desde Madrid han sido contraproducentes, puesto que han reforzado el sentimiento en la dirección del PSC de que debían ser ellos y no el PSOE los que diseñaran la política de pactos en Cataluña». Fue entonces cuando le pregunté: «¿Pero Zapatero va a permitir que se repita el desgaste que ha supuesto la alianza con ERC durante los últimos tres años?». «Bueno, si me permites la expresión, en el PSC han decidido intentar domesticar a la fiera. Y van a poner en marcha una serie de normas de conducta, una especie de código de comportamiento, que evite la sensación de descontrol y desgobierno que se ha vivido en la Generalitat desde que se constituyó el tripartito presidido por Maragall».

Domesticar a la fiera. ¿Se imaginan ustedes a Montilla poniéndole deberes a Carod Rovira? Y lo que es todavía más alucinante: ¿Se imaginan a Carod Rovira cumpliendo esas normas de buen chico? ¿Y a Joan Puig? ¿Y a Tardà?...

Porque, lo más dramático para el PSC es que no está en condiciones de poner ninguna condición a ERC, sobre todo cuando este partido ha obtenido un resultado que le permitía matemáticamente pactar con CiU y dejar a Montilla con la miel en los labios.

Es el mundo al revés. Si el PSC no fue capaz de domesticar a Carod con 42 escaños, ¿cómo lo va a hacer con 37? Si Maragall, con toda su aura de líder de Cataluña, no pudo sujetar los impulsos del líder de ERC, que no tardó ni un mes en ocultarle su reunión con ETA, ¿va a ser capaz Montilla de frenar los impulsos de un dirigente que ha hecho su campaña sobre la base de reivindicar la independencia catalana de España?

El precio de Carod no es más barato del que se pagó en 2003, sino todo lo contrario. Y ahí está la oferta que le hizo CiU para corroborarlo. Si hubiese querido, tenía asegurado el puesto de conseller primer en un gobierno presidido por Artur Mas. Está claro que Carod no se ha conformado con menos y ha conseguido ser vicepresidente del gobierno presidido por Montilla.

¿Qué implica la reedición del tripartito? Lo primero que hará ERC será tratar de modificar el Estatuto recién aprobado, ya que ERC ha reivindicado el que votaron las Cortes catalanas, mucho más ambicioso desde el punto de vista nacionalista y claramente inconstitucional, incluso para el PSOE.

Cualquier análisis mínimamente riguroso llegaría a la conclusión de que la alianza con ERC sólo ha traído complicaciones para los socialistas. Y no solamente para los de Madrid.

Lo que ha ocurrido en las ciudades más pobladas de la provincia de Barcelona debería ser una lección para los defensores del tripartito. En primer lugar, por el nivel de participación ciudadana. Y, en segundo lugar, por la caída del voto socialista.

En toda Cataluña, la participación cayó 5,4 puntos respecto a las elecciones de 2003. Pues bien, en Barcelona ciudad, la abstención aumentó en 6,1 puntos; en Badalona, 7,1 puntos; en Hospitalet, 7,1 puntos; en Mataró, 7,7 puntos; en Sabadell, 6,5 puntos, y en Tarrasa, 7 puntos.

La bajada del PSC en esas ciudades también fue sustancialmente superior a la media, hasta el punto de dejar de ser el partido más votado en feudos históricos como, por ejemplo, Barcelona y Mataró.

¿Qué ocurrirá en la próxima legislatura con un tripartito con mayor talante identitario?

Lo que le ha sucedido al PSC en los últimos comicios es paradigmático, en la medida en que el divorcio entre la sociedad y la clase política ha afectado a todas las formaciones tradicionales (a excepción de ICV).

El aviso que supuso la enorme abstención en el referéndum de ratificación del Estatuto (más del 50%) no sirvió de nada. La campaña ha girado fundamentalmente en torno a lo que les interesaba a los partidos, en lugar de hacerlo en torno a los intereses de los ciudadanos.

La inmigración, preocupación que es citada en primer lugar por los catalanes, ocupó un mínimo espacio en la propaganda partidista. Y, cuando apareció en escena (recordar el carné por puntos para inmigrantes), no fue con propuestas de solución, sino como señuelo con fines identitarios.

Los partidos del establishment han considerado que era suficiente insultar al PP (o firmar ante notario que nunca pactarían con él) para demostrar que sus políticas no eran de derechas. Pero los ciudadanos ya han vivido más de 20 años bajo gobiernos de CiU y saben perfectamente lo que es la derecha gobernando.

Y han vivido otros tres años bajo el tripartito y lo que han percibido es que lo que ha aumentado en Cataluña ha sido el ansia por diferenciarse, por discriminar, eso sí, positivamente, todo lo que no fuera catalán del resto. Las políticas sociales han brillado por su ausencia, al margen de algunas actuaciones puntuales que han supuesto poco más que puras campañas propagandísticas.

Pero es que, en los últimos tiempos, todo se ha hecho en clave de poder. Incluido, por supuesto, el adelanto de las elecciones. Una operación que, hasta ahora, sólo ha tenido consecuencias negativas para su promotor: el presidente Zapatero.

Tras la reedición del tripartito Zapatero ya no podrá contar con los escaños de CiU no sólo para esta legislatura, sino para después de las próximas elecciones.

Para ese viaje no hacían falta las alforjas de las elecciones. O bien Zapatero es el peor político sobre la faz de la Tierra, o bien tiene todavía una carta guardada que le permitirá recuperar a Mas.

casimiro.g.abadillo@el-mundo.es

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