COMENTARIOS LIBERALES Claridad oficial FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
14-06-07
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Claridad oficial
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
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FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Si Bermejo no existiera, habría que reinventarlo. Es, en su zafiedad intelectual y su brutalidad expresiva, el más fiable de los portavoces, léase portacoces, del Gobierno. Y en un Ejecutivo tan desnortado como el de Zapatero, tener un referente, del tipo que sea, para orientarse no es asunto menor.
Por de pronto, el legítimo sucesor de García Oliver en el Ministerio de Justicia, en su célebre faceta de Bermejussolini, ya ha recetado ricino, o sea, laxante, para la oposición. Luego, en su faz genuinamente chequista, como Bermejinski, prescribió «algún fármaco» al PP para que «digiera» la legalización de ANV, tal y como los soviéticos de la era brezneviana atiborraban de calmantes en los psiquiátricos del KGB a los opositores al Gulag, es decir, a la URSS, a ver si tragaban mediante la química lo que se negaban a aceptar por la ética.
(.../...)
Debo decir que para un tío como Bermejo, defensor acérrimo de que no se ilegalizara a Batasuna, es decir, a una parte del tinglado etarra, según la sentencia del Supremo, no deja de ser un ejercicio de coherencia reeditar, aunque a su zarrapastroso modo, el trágala perro. A lo mejor él dice txakurra, no sé. Lo que sí sé es que, sin pretenderlo, ha hecho un gran servicio a la verdad al proclamar que la sentencia del tribunal del 11-M va a proclamar la «claridad oficial» de lo que pasó. Entiendo que quiere decir la verdad, pero si la verdad tiene que ser oficial para ser verdad, es que es mentira o, al menos, muy poca verdad. En el modelo Bermejussolini, escasa; en el Bermejinski, nula, falsa de toda falsedad.
Ha dicho uno de los abogados de las víctimas insultados por la fiscalada oficial (o sea, lo que al modo de la Prensa, la canallesca en el franquismo, podríamos llamar la candidesca) que éste de la Casa de Campo debería ser sólo el primer juicio sobre el 11-M, porque irán apareciendo pruebas que permitan enjuiciar a los verdaderos culpables de la masacre, que, no sé si con alguna excepción, pudieron ser cualesquiera menos los que la candidesca ha sentado en el banquillo de la pecera. Pero tengo la impresión de que como Bermejo ve que el juicio da las boqueadas y Gómez Bermúdez no ha encontrado el «momento procesal oportuno» para deducir testimonio a los que de manera evidente cometieron perjurio ante el tribunal -alguno llegó a decir por la tarde lo contrario de lo que dijo por la mañana-, ya da por hecho que el Gobierno podrá contar con una sentencia a juego para que la verdad oficial tenga una coartada judicial que permita salvar la cara a los beneficiarios del 11-M y seguir mintiendo al por mayor, para burla y escarnio de la verdad y de las víctimas.
Si Bermejo no yerra, la contaminación del juicio del 11-M habría alcanzado sus últimos objetivos electorales y la verdad oficial habría concluido su vil fazaña. Pero la lucha por la verdad, de verdad, no ha terminado.
Por de pronto, el legítimo sucesor de García Oliver en el Ministerio de Justicia, en su célebre faceta de Bermejussolini, ya ha recetado ricino, o sea, laxante, para la oposición. Luego, en su faz genuinamente chequista, como Bermejinski, prescribió «algún fármaco» al PP para que «digiera» la legalización de ANV, tal y como los soviéticos de la era brezneviana atiborraban de calmantes en los psiquiátricos del KGB a los opositores al Gulag, es decir, a la URSS, a ver si tragaban mediante la química lo que se negaban a aceptar por la ética.
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Debo decir que para un tío como Bermejo, defensor acérrimo de que no se ilegalizara a Batasuna, es decir, a una parte del tinglado etarra, según la sentencia del Supremo, no deja de ser un ejercicio de coherencia reeditar, aunque a su zarrapastroso modo, el trágala perro. A lo mejor él dice txakurra, no sé. Lo que sí sé es que, sin pretenderlo, ha hecho un gran servicio a la verdad al proclamar que la sentencia del tribunal del 11-M va a proclamar la «claridad oficial» de lo que pasó. Entiendo que quiere decir la verdad, pero si la verdad tiene que ser oficial para ser verdad, es que es mentira o, al menos, muy poca verdad. En el modelo Bermejussolini, escasa; en el Bermejinski, nula, falsa de toda falsedad.
Ha dicho uno de los abogados de las víctimas insultados por la fiscalada oficial (o sea, lo que al modo de la Prensa, la canallesca en el franquismo, podríamos llamar la candidesca) que éste de la Casa de Campo debería ser sólo el primer juicio sobre el 11-M, porque irán apareciendo pruebas que permitan enjuiciar a los verdaderos culpables de la masacre, que, no sé si con alguna excepción, pudieron ser cualesquiera menos los que la candidesca ha sentado en el banquillo de la pecera. Pero tengo la impresión de que como Bermejo ve que el juicio da las boqueadas y Gómez Bermúdez no ha encontrado el «momento procesal oportuno» para deducir testimonio a los que de manera evidente cometieron perjurio ante el tribunal -alguno llegó a decir por la tarde lo contrario de lo que dijo por la mañana-, ya da por hecho que el Gobierno podrá contar con una sentencia a juego para que la verdad oficial tenga una coartada judicial que permita salvar la cara a los beneficiarios del 11-M y seguir mintiendo al por mayor, para burla y escarnio de la verdad y de las víctimas.
Si Bermejo no yerra, la contaminación del juicio del 11-M habría alcanzado sus últimos objetivos electorales y la verdad oficial habría concluido su vil fazaña. Pero la lucha por la verdad, de verdad, no ha terminado.
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