ZAPATERO NO PUEDE PRETENDER EL AVAL DE RAJOY SOLO CON VAGUEDADES
11-06-2007
Editorial
ZAPATERO NO PUEDE PRETENDER EL AVAL DE RAJOY SOLO CON VAGUEDADES
O mucho cambian las cosas en el último momento o las posiciones con las que llegan hoy el presidente del Gobierno y el líder de la oposición a la entrevista de La Moncloa para abordar el consenso en materia de política antiterrorista harán muy difícil cualquier tipo de acuerdo. Mientras Zapatero pretende que Rajoy le dé su apoyo a una política de presunta firmeza frente a ETA, pero sin compromiso alguno y en un pacto que incluya al resto de formaciones políticas, el presidente del PP acude a la cita solicitando concreción y claridad. Si se confirman nuestros temores se habrá roto la última oportunidad de alcanzar un acuerdo y, ante un previsible escenario dramático, con atentados inminentes en el horizonte -los encapuchados volvieron ayer a practicar el terrorismo callejero-, lo lógico sería convocar elecciones cuanto antes para que un nuevo Gobierno pueda enfrentarse a los etarras con la legitimidad revalidada en las urnas. (.../...)
Desearíamos equivocarnos, pero los prolegómenos de la reunión invitan al pesimismo. Sorprende que tras invitar a Rajoy para intentar restablecer el consenso, sea el propio Gobierno el que se haya encargado de embarrar el terreno. Primero fue Zapatero con su aparición el jueves en Cuatro. Entonces mostró su convicción de que el PP utilizará el terrorismo como arma política «hasta el final» y, de facto, dio por imposible cualquier acuerdo. Aunque el sábado, en su discurso ante el Comité Federal del PSOE rebajó el tono, ayer era la vicepresidenta, Fernández de la Vega, la que, en una entrevista a La Vanguardia, volvía a señalar a los populares como únicos causantes de la ruptura de la unidad.
Paradójicamente, Rajoy, con menos que perder en la cita -al no tener la responsabilidad de gobernar ni la necesidad de explicar un cambio de discurso, como es el caso de Zapatero-, se ha mostrado más conciliador en las vísperas. «Me importa más el futuro que el pasado», aseguraba ayer en ABC. Se trata de una actitud inteligente para intentar apartar del camino los reproches acumulados que cada parte podría razonablemente exhibir y que harían imposible avanzar.
Si de verdad pretende restablecer la confianza entre socialistas y populares después de los desencuentros vividos, Zapatero, en tanto que presidente y anfitrión, debería ofrecer a Rajoy un acuerdo sobre puntos concretos. Quizá una nueva resolución parlamentaria que sustituya a la que está en vigor y que apela al «final dialogado» de la violencia; quizá un compromiso para hacer todo lo posible para evitar que los electos de ANV tomen posesión de sus cargos; quizá un gesto, como el apuntado ayer por Rajoy , para dejar gobernar a la lista más votada en el Ayuntamiento de Vitoria (PSOE) o en la Diputación de Alava (PP), podrían ser instrumentos útiles. Pero si todo lo que piensa ofrecer es, como se apunta, un cauce de comunicación permanente, que en teoría ya existía, y un puñado de vaguedades, la reunión será un fiasco. Y todos habremos perdido.
Editorial
ZAPATERO NO PUEDE PRETENDER EL AVAL DE RAJOY SOLO CON VAGUEDADES
O mucho cambian las cosas en el último momento o las posiciones con las que llegan hoy el presidente del Gobierno y el líder de la oposición a la entrevista de La Moncloa para abordar el consenso en materia de política antiterrorista harán muy difícil cualquier tipo de acuerdo. Mientras Zapatero pretende que Rajoy le dé su apoyo a una política de presunta firmeza frente a ETA, pero sin compromiso alguno y en un pacto que incluya al resto de formaciones políticas, el presidente del PP acude a la cita solicitando concreción y claridad. Si se confirman nuestros temores se habrá roto la última oportunidad de alcanzar un acuerdo y, ante un previsible escenario dramático, con atentados inminentes en el horizonte -los encapuchados volvieron ayer a practicar el terrorismo callejero-, lo lógico sería convocar elecciones cuanto antes para que un nuevo Gobierno pueda enfrentarse a los etarras con la legitimidad revalidada en las urnas. (.../...)
Desearíamos equivocarnos, pero los prolegómenos de la reunión invitan al pesimismo. Sorprende que tras invitar a Rajoy para intentar restablecer el consenso, sea el propio Gobierno el que se haya encargado de embarrar el terreno. Primero fue Zapatero con su aparición el jueves en Cuatro. Entonces mostró su convicción de que el PP utilizará el terrorismo como arma política «hasta el final» y, de facto, dio por imposible cualquier acuerdo. Aunque el sábado, en su discurso ante el Comité Federal del PSOE rebajó el tono, ayer era la vicepresidenta, Fernández de la Vega, la que, en una entrevista a La Vanguardia, volvía a señalar a los populares como únicos causantes de la ruptura de la unidad.
Paradójicamente, Rajoy, con menos que perder en la cita -al no tener la responsabilidad de gobernar ni la necesidad de explicar un cambio de discurso, como es el caso de Zapatero-, se ha mostrado más conciliador en las vísperas. «Me importa más el futuro que el pasado», aseguraba ayer en ABC. Se trata de una actitud inteligente para intentar apartar del camino los reproches acumulados que cada parte podría razonablemente exhibir y que harían imposible avanzar.
Si de verdad pretende restablecer la confianza entre socialistas y populares después de los desencuentros vividos, Zapatero, en tanto que presidente y anfitrión, debería ofrecer a Rajoy un acuerdo sobre puntos concretos. Quizá una nueva resolución parlamentaria que sustituya a la que está en vigor y que apela al «final dialogado» de la violencia; quizá un compromiso para hacer todo lo posible para evitar que los electos de ANV tomen posesión de sus cargos; quizá un gesto, como el apuntado ayer por Rajoy , para dejar gobernar a la lista más votada en el Ayuntamiento de Vitoria (PSOE) o en la Diputación de Alava (PP), podrían ser instrumentos útiles. Pero si todo lo que piensa ofrecer es, como se apunta, un cauce de comunicación permanente, que en teoría ya existía, y un puñado de vaguedades, la reunión será un fiasco. Y todos habremos perdido.
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