COMENTARIOS LIBERALES 'Valeyá' y 'Daigual' FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
13-06-07
COMENTARIOS LIBERALES
'Valeyá' y 'Daigual'
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Pues señor, hete aquí que por la gracia de Zapatero y la desgracia de España, el Ministerio Fiscal ha dejado de buscar, como es su obligación y oficio, la verdad del 11-M, sólidamente anclada en pruebas que permitan a unos jueces dignos de ese nombre mandar a la cárcel por miles y miles de años (traducido del zapaterino, 15 o 20) a los que juzgan como presuntos autores de la masacre. Si el juez instructor Juan del Olmo merecería por su incompetencia un destierro de por vida al Aventino boliviano, allá en el inclemente altiplano de los Andes, peor suerte debería corresponderles a la fiscal Olga Sánchez, popularmente conocida como Valeyá y su neojefe el superfiscal de la Audiencia Nacional Javier Zaragoza, íntimo de Conde-Pumpido, a quien después de su ridícula soflama de ayer ya denominan Javier Daigual. Olga Sánchez se ganó la repulsa de la ciudadanía con un mínimo aseo intelectual cuando aseguró: «En los trenes estalló Goma 2 ECO, ¡y vale ya!». Javier Zaragoza pasará a la historia del disparate y al anecdotario del dislate valetudinario por otra frase, rectificadora de la anterior, que es una apología de la arbitrariedad: «Da igual cuál fuera el explosivo». Perla entre miles.
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Pues mire usted, señor Daigual, no da igual, ni es lo mismo, ni puede jamás ser un argumento para la Justicia. Si en un crimen usted no tiene el arma del crimen, ni sabe, por tanto, cómo llegó a las manos del acusado; ni ha sabido explicar cómo tuvo la ocasión, el motivo y los medios para perpetrar el crimen; si no ha sido capaz de explicar quién organizó, cómo financió y cuándo, dónde y cómo dio las órdenes para perpetrar la mayor masacre de la Historia europea, que asesinó, hirió o mutiló a 1.800 personas; si usted, con el concurso de la Policía zapateril, no ha sido capaz de explicar qué estalló en los trenes, quién puso los explosivos, cómo se los suministraron, quién creó la complicada logística de la masacre, quién diseñó su efecto en las elecciones generales de 2004, quién hizo detenciones sin motivo para inventarse una trama islámica, quién sembró de pruebas falsas el sumario, quién destruyó casi todas las pruebas verdaderas -por toneladas, desde los trenes siniestrados a las estaciones afectadas- y quiénes se aplicaron a calumniar y desprestigiar a los pocos medios independientes -no llegan a media docena- empeñados en buscar la verdad; si, en definitiva, usted, señor Daigual, ha sido incapaz de cumplir su tarea con un mínimo de decencia, merece la execración de las víctimas y de los ciudadanos.
Y concluyo, Señoría: cuando Valeyá y Daigual terminan la lidia con este sartenazo es que dan a su señoría por amortizada, domesticada y lista para sentenciar lo que le sea y como sea. A usted le toca confirmar o desmentir este espectáculo de iniquidad, este desprecio a muertos y a los vivos, esta siniestra infamia
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Pues mire usted, señor Daigual, no da igual, ni es lo mismo, ni puede jamás ser un argumento para la Justicia. Si en un crimen usted no tiene el arma del crimen, ni sabe, por tanto, cómo llegó a las manos del acusado; ni ha sabido explicar cómo tuvo la ocasión, el motivo y los medios para perpetrar el crimen; si no ha sido capaz de explicar quién organizó, cómo financió y cuándo, dónde y cómo dio las órdenes para perpetrar la mayor masacre de la Historia europea, que asesinó, hirió o mutiló a 1.800 personas; si usted, con el concurso de la Policía zapateril, no ha sido capaz de explicar qué estalló en los trenes, quién puso los explosivos, cómo se los suministraron, quién creó la complicada logística de la masacre, quién diseñó su efecto en las elecciones generales de 2004, quién hizo detenciones sin motivo para inventarse una trama islámica, quién sembró de pruebas falsas el sumario, quién destruyó casi todas las pruebas verdaderas -por toneladas, desde los trenes siniestrados a las estaciones afectadas- y quiénes se aplicaron a calumniar y desprestigiar a los pocos medios independientes -no llegan a media docena- empeñados en buscar la verdad; si, en definitiva, usted, señor Daigual, ha sido incapaz de cumplir su tarea con un mínimo de decencia, merece la execración de las víctimas y de los ciudadanos.
Y concluyo, Señoría: cuando Valeyá y Daigual terminan la lidia con este sartenazo es que dan a su señoría por amortizada, domesticada y lista para sentenciar lo que le sea y como sea. A usted le toca confirmar o desmentir este espectáculo de iniquidad, este desprecio a muertos y a los vivos, esta siniestra infamia
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