El provocador que revienta un juicio modélico


14-06-07



PREGUERIAS

El provocador que revienta un juicio modélico


VICTORIA PREGO

Continuaron ayer los ajustes de cuentas entre los letrados de las acusaciones acusadas y los letrados de las acusaciones, sin más. Las acusaciones acusadas son las de las asociaciones de víctimas que no se han conformado con la versión oficial y a las que se les reprocha el haberse abonado a hipótesis «delirantes» o a planteamientos «obscenos» sobre otras posibles autorías además de las de los 29 sujetos procesados en este juicio, o sobre el explosivo que en realidad estalló en los trenes.


Las acusaciones, sin más, son las de las asociaciones que se sumaron desde el comienzo a la tesis del Gobierno, formulada ya en junio de 2004 ante la Comisión del Congreso, de que todo estaba muy claro en torno al atentado del 11-M, y que se han centrado exclusivamente, por lo tanto, en probar la implicación de los 29 acusados en el juicio.
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Todo había discurrido hasta ahora en paz y con respeto. Las discrepancias de este tipo no habían asomado la oreja ni una sola vez a lo largo de la vista oral. Pero las cartas han empezado a ponerse crudamente sobre la mesa desde el primer día de la semana

Ha sido el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, quien ha provocado todo esto. Él fue quien levantó la veda de los insultos y las denuncias cuando el lunes se largó una diatriba brutal contra los letrados de las acusaciones acusadas, de quienes dijo que se habían comportado como defensores de los procesados, no como acusadores. Es decir, que habían prostituido fraudulentamente su función, cosa que él disfrazó bajo el nombre de «esquizofrenia procesal».

A partir de ahí empezaron las respuestas de estos abogados. Anteayer se produjo la primera y ayer vino la segunda a cargo de Emilio Murcia, el representante legal de la AVT, que ejerce la acusación popular. «Éste ha sido un juicio único por las descalificaciones que se han producido a esta acusación» empezó diciendo. «Jamás hemos buscado la absolución de los acusados», se defendió después para, inmediatamente, lanzar un torpedo a la línea de flotación de la Fiscalía: «¿Cómo llamamos entonces a hacer interrogatorios blancos, de defensa ,y terminar retirando la acusación a destacados dirigentes de la izquierda abertzale? Este letrado no lo va a calificar», remató Murcia al comienzo mismo de un discurso muy bien construido, en el que protestó una y otra vez por el castigo moral y profesional de que han sido objeto quienes han osado no conformarse con las explicaciones oficiales ni con el modo en que se ha instruido el caso. A continuación, Murcia, como el martes hiciera José María de Pablo, enumeró de manera serena y exhaustiva las causas de su desacuerdo con el desarrollo de este proceso y dijo cosas cargadas de sentido que en modo alguno pueden ser merecedoras de descalificaciones de tan grueso calibre como las recibidas desde el Ministerio Fiscal.

Pero lo que sucedió a continuación fue que Antonio García, que ejerce la acusación particular en nombre de Pilar Manjón y otros, se lanzó a contestar a su colega en una intervención que pareció improvisar allí mismo. En esencia, apoyó la instrucción de Del Olmo, se solidarizó con Olga Sánchez, negó toda credibilidad a uno de los peritos químicos por ser «de profesión cristalero» y se permitió, él también, reprochar a las acusaciones acusadas el haber hecho «escaso número de preguntas destinadas a probar la culpabilidad» de los procesados. Si Zaragoza se hubiera portado como fiscal y no como telonero de mitin político de segunda, quizá nada de esto habría ocurrido. O habría sido menos bajuno. Vaya un legado si fuera así.

victoria.prego@el-mundo.es

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