Trashorras «es un enfermo mental grave», según dos psiquiatras
29-05-07
JUICIO POR UNA MASACRE / La prueba pericial
Trashorras «es un enfermo mental grave», según dos psiquiatras
Los forenses de la Audiencia, en cambio, consideran que «sabía lo que hacía»
JOAQUIN MANSO
JUICIO POR UNA MASACRE / La prueba pericial
Trashorras «es un enfermo mental grave», según dos psiquiatras
Los forenses de la Audiencia, en cambio, consideran que «sabía lo que hacía»
JOAQUIN MANSO
MADRID.- José Emilio Suárez Trashorras padece un trastorno mental. Sólo en eso pudieron ponerse de acuerdo los peritos que ayer ofrecieron sus conclusiones sobre este extremo al tribunal: de un lado, un psiquiatra y un catedrático de esta rama, propuestos por la defensa del ex minero, que sostienen que éste «es un enfermo mental grave» que podría no entender las consecuencias de suministrar los explosivos, y que era incapaz de controlar sus actos; de otro, dos forenses de la Audiencia Nacional (que no son psiquiatras, como subrayó el abogado de Trashorras, Gerardo Turiel), que mantienen que el ex minero «sabía lo que hacía, y quería hacerlo».
La diferencia es sustancial: si el tribunal considerase probado que Trashorras no tenía capacidad para comprender su conducta, o para actuar conforme a esa comprensión, podría atenuar su condena. Sin embargo, la Audiencia Provincial de Asturias no tuvo en cuenta esa circunstancia cuando lo juzgó por la operación Pípol.
(.../...)
Unos y otros fueron contundentes en la defensa de sus tesis. Para los peritos de parte, Trashorras «no tenía capacidad de planear ni las cosas que a él le interesan directamente», y menos aún una trama delictiva, por lo que consideraron que «él pudo verse envuelto en esta situación».
«No cabe duda de que se trata de un enfermo mental grave», afirmaron, y se apoyaron en que en ese diagnóstico coinciden con los informes del doctor de la prisión de Alcalá-Meco. Recordaron que el ex minero presenta un largo historial de bajas médicas por dolencias psiquiátricas, y que la Seguridad Social, en 2003, le concedió una pensión por incapacidad permanente del 65%, el grado máximo para un psicótico.
Uno de ellos, que lo trató entre 1997 y 2003, dijo que Trashorras presentaba entonces dos trastornos mentales y, «en el último año, episodios psicóticos inducidos por el consumo de múltiples sustancias y drogas». Fundamentalmente, cocaína, cannabis y éxtasis.
Todo ello les llevó a concluir que la voluntad del ex minero estaba, en el momento de los hechos, «muy limitada», y su capacidad para comprender, «afectada», aunque, eso sí, «no tanto como para no discernir entre el bien y el mal». No obstante, añadieron que ambas se encontrarían «anuladas» si en aquellas fechas estuviese viviendo uno de esos brotes psicóticos.
Los peritos oficiales, en cambio, argumentaron que el acusado «sabía lo que hacía, y quería hacerlo» cuando proporcionó la dinamita que supuestamente estalló en los trenes. «Puede que sea un psicópata, que si consume cocaína puede tener la voluntad afectada, pero no su conocimiento» de las consecuencias de sus actos. Para fundamentar su posición, explicaron que cuando visitaron en prisión a Trashorras, éste era consciente de su situación, podía entender que no le convenía bajar al patio y juntarse con otros reclusos, y se mostraba «reivindicativo».
«Hay conductas que requieren una mayor elaboración del pensamiento y otras más impulsivas, como el consumo de drogas. Ésta [proporcionar dinamita] no es una de esas reacciones explosivas, por lo que, en mi opinión, su voluntad no estaba afectada», explicó uno de ellos.
Sí admitieron que, bajo los efectos de un brote psicótico, Trashorras «percibiría de manera alterada», pero rechazaron que hubiesen observado alguno de esos episodios. Después reconocieron que, cuando examinaron al acusado, éste se encontraba bajo tratamiento y recibiendo importantes dosis de antipsicóticos.
La diferencia es sustancial: si el tribunal considerase probado que Trashorras no tenía capacidad para comprender su conducta, o para actuar conforme a esa comprensión, podría atenuar su condena. Sin embargo, la Audiencia Provincial de Asturias no tuvo en cuenta esa circunstancia cuando lo juzgó por la operación Pípol.
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Unos y otros fueron contundentes en la defensa de sus tesis. Para los peritos de parte, Trashorras «no tenía capacidad de planear ni las cosas que a él le interesan directamente», y menos aún una trama delictiva, por lo que consideraron que «él pudo verse envuelto en esta situación».
«No cabe duda de que se trata de un enfermo mental grave», afirmaron, y se apoyaron en que en ese diagnóstico coinciden con los informes del doctor de la prisión de Alcalá-Meco. Recordaron que el ex minero presenta un largo historial de bajas médicas por dolencias psiquiátricas, y que la Seguridad Social, en 2003, le concedió una pensión por incapacidad permanente del 65%, el grado máximo para un psicótico.
Uno de ellos, que lo trató entre 1997 y 2003, dijo que Trashorras presentaba entonces dos trastornos mentales y, «en el último año, episodios psicóticos inducidos por el consumo de múltiples sustancias y drogas». Fundamentalmente, cocaína, cannabis y éxtasis.
Todo ello les llevó a concluir que la voluntad del ex minero estaba, en el momento de los hechos, «muy limitada», y su capacidad para comprender, «afectada», aunque, eso sí, «no tanto como para no discernir entre el bien y el mal». No obstante, añadieron que ambas se encontrarían «anuladas» si en aquellas fechas estuviese viviendo uno de esos brotes psicóticos.
Los peritos oficiales, en cambio, argumentaron que el acusado «sabía lo que hacía, y quería hacerlo» cuando proporcionó la dinamita que supuestamente estalló en los trenes. «Puede que sea un psicópata, que si consume cocaína puede tener la voluntad afectada, pero no su conocimiento» de las consecuencias de sus actos. Para fundamentar su posición, explicaron que cuando visitaron en prisión a Trashorras, éste era consciente de su situación, podía entender que no le convenía bajar al patio y juntarse con otros reclusos, y se mostraba «reivindicativo».
«Hay conductas que requieren una mayor elaboración del pensamiento y otras más impulsivas, como el consumo de drogas. Ésta [proporcionar dinamita] no es una de esas reacciones explosivas, por lo que, en mi opinión, su voluntad no estaba afectada», explicó uno de ellos.
Sí admitieron que, bajo los efectos de un brote psicótico, Trashorras «percibiría de manera alterada», pero rechazaron que hubiesen observado alguno de esos episodios. Después reconocieron que, cuando examinaron al acusado, éste se encontraba bajo tratamiento y recibiendo importantes dosis de antipsicóticos.
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