LOS AGUJEROS NEGROS DEL 11-M (XVII) La mochila número 13
16-05-05
LOS AGUJEROS NEGROS DEL 11-M (XVII)
La mochila número 13
Ocultaron al juez más de tres meses una radiografía
Por FERNANDO MUGICA
En la comisaría de Vallecas se encontró en la noche del 12-M una bolsa que contenía un artefacto explosivo. El valor de un artificiero hizo que se conservaran intactas pruebas claves para la detención de los 'moritos de Lavapiés'. Siempre se dejó en el aire la causa de por qué no había funcionado esa bomba. El sumario del juez Juan del Olmo revela que el comisario de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, le ocultó durante más de tres meses una radiografía que dejaba claro, desde el primer momento, que la bomba no explotó porque uno de los cables estaba suelto. La tarjeta que se encontró en el móvil fue clave para llegar a Zougam y el locutorio de Lavapiés.Lo que nadie ha dicho es que para activar la alarma de muchos modelos de móviles no es necesario que tengan tarjeta. ¿Por qué entonces dejaron esa tarjeta, esa pista que iba a identificarles?
Nos han tomado el pelo. Al menos eso es lo que pensó el juez instructor del sumario del 11-M, Juan del Olmo, en julio de 2004. (.../...)
Su profundo enfado tenía una clara justificación. Los informes del responsable de los Tedax -los especialistas en desactivación de explosivos-, el comisario Juan Jesús Sánchez Manzano, eran deliberadamente ambiguos y enmascaraban una verdad simple y meridiana.
La policía conocía desde el primer momento que la bolsa bomba encontrada 18 horas después de los atentados en una comisaría de Vallecas no podía explosionar. Como se contó posteriormente, una radiografía hecha en el primer momento, en la misma noche del día 12 de marzo, y ocultada durante más de tres meses al juez, así lo revelaba. Alguien se preocupó de que no llegara el dato a la opinión pública para que la bomba de Vallecas, la mochila número 13, resultara más creíble.
El juez Del Olmo pormenoriza en sus autos los informes periciales que le remite la Unidad Central de Desactivación de explosivos y NBQ. Así, en el del 26 de abril de 2004, con registro de salida número 12.567, se asegura que la alarma del teléfono utilizado en el artefacto de Vallecas estaba programada para las 07.40 horas.
...«Una vez que llegase la hora de alarma o despertador, programada en el teléfono, del mismo modo que se activaría el vibrador, también fluiría la energía de la batería del propio teléfono al detonador con su consiguiente iniciación y explosión de la carga; sin embargo, y aun contando el artefacto con todos los elementos necesarios para su correcto funcionamiento, no se produjo explosión alguna a la hora programada»...
UN ARTEFACTO CON TODOS LOS ELEMENTOS
...«El artefacto contaba, en definitiva, con todos y cada uno de los elementos necesarios para su correcto funcionamiento»...«Respecto a la cuestión de por qué no funcionó el artefacto en su momento, no es posible establecer unas circunstancias determinadas, suficientemente concluyentes, para determinar el fallo; la propia confección artesanal del artefacto, con la consiguiente ausencia de rigor industrial en su fabricación, conlleva a que existan tanto posibilidades de que funcione como de que no lo haga»...
En definitiva, el informe de Manzano emplea miles de palabras para explicar al juez algo que debiera ser tan simple como: «En la radiografía que hicimos en la madrugada del día 12 de marzo de 2004 del artefacto encontrado esa noche en una bolsa en la comisaría de Vallecas se veía con claridad que uno de los cables estaba suelto por lo que -sin volver a unir los cables- no podía explosionar».
El día 10 de junio de 2004, tres meses después de los atentados, a respuesta de una solicitud del juez de fecha 3 de mayo de 2004, Manzano vuelve a enviar al juez otro informe. Viene a decir prácticamente lo mismo que en el anterior. Se extiende sobre los componentes del artefacto de Vallecas. Se olvida de nuevo de la radiografía y añade consideraciones generales como que los artefactos son parecidos a los que utilizan los palestinos en su lucha contra Israel. Una afirmación, por cierto, que produce sonrisas escépticas en la embajada de Israel.
Mientras tanto, la Brigada Provincial de Policía Científica envía al juez un juego de fotografías -junto a un informe de un inspector de policía, cuyo número de identificación es 28.296- que corresponden a una radiografía tomada por los Tedax el día 12 de marzo de 2004 al artefacto de Vallecas, en el Parque Azorín de Madrid, antes de proceder a su desactivación. El juez, enfadado y con razón, reenvía el informe y las fotografías el día 15 de julio de 2004 a los Tedax y les pide que a la mayor brevedad le amplíen por escrito todos los detalles referentes a la radiografía y a su interpretación.
CUATRO MESES PARA RECONOCERLO
Sánchez Manzano contesta 12 días más tarde al juez, el 27 de julio de 2004, y le manda un estudio de dos peritos -los tedax números 19.568 y 27.390- en el que se especifica que «a la vista de la nueva documentación remitida por el juez» -que no es otra que la constatación de que la radiografía existe-, «se ve con claridad desde la parte superior del artefacto cómo uno de los cables que salen del teléfono se encuentra sin conexión alguna».
Advierten también que el extremo del cable denota que ha sido torsionado. La inspección ocular ya había demostrado que el cable no tenía ningún trozo de cinta aislante, lo que parece una precaución elemental para cualquiera que quiera empalmar dos cables. No digamos si los cables son parte de una bomba para unos atentados de tanta trascendencia como los del 11-M.
Pero ni siquiera sabiendo que el juez ha visto el juego de fotos correspondientes a la radiografía, los Tedax reconocen la explicación de la desconexión del cable como la causa definitiva de por qué no explosionó la bomba a la hora prefijada. Insisten en que la desconexión del cable pudo ser «uno de los motivos» por los que «podría haber fallado».
Aun hoy, más de un año después, cierto sector de la policía -según se ha publicado el 24 de abril de 2005- difunde la idea de que «pudo no explosionar» porque el Imei -la matrícula de identificación- del teléfono utilizado como iniciador podría haber coincidido en la zona con otro idéntico. Es decir que había dos móviles en el mismo sitio con dos Imei clonados que se anulaban entre sí.
La explicación es tan poco rigurosa y tan inverosímil que los propios que la difunden insisten en que es algo muy poco probable y prácticamente lo han descartado.
El juez escribe un auto extenso el 19 de julio. Faltan ocho días para que los Tedax contesten definitivamente a su requerimiento del estudio de la radiografía, por lo que no incluye el dato del cable suelto en su escrito.
ENMASCARAMIENTO ESTRATEGICO
No puede ponerse en duda que si la información de la radiografía y el cable suelto se hubiese sacado a la luz cuando se conoció, es decir, al día siguiente de los atentados, y se hubieran remarcado las profundas diferencias de la bomba de Vallecas con la bomba que encontró el policía municipal Jacobo Barrero en la estación de El Pozo -la única que un testigo ha tenido oportunidad de examinar en el lugar de los hechos-, el efecto en la opinión pública habría sido muy diferente.
No hay que quitar ni un ápice de mérito al tedax -al que en los medios de comunicación hemos llamado Pedro- que fue capaz, en solitario y bajo la lluvia, de neutralizar definitivamente la bomba de Vallecas. Pero también es indudable que cuando comenzó su trabajo ya conocía, por la radiografía, que uno de los cables estaba suelto. Quede claro que la bomba podía haber tenido alguna trampa -como ha sucedido en muchas ocasiones con las de ETA- y por ello el mérito del que la desactivó es el mismo, con cable suelto o sin él. Pero lo que habría que preguntarse es por qué no proporcionan los Tedax la información al juez en sus primeros informes.
Los propios policías de la comisaría de Vallecas han contado a este periódico varios datos que sólo sirven para aumentar la aureola de misterio que rodea a la bomba de Vallecas.
La poderosa cadena de televisión norteamericana ABC News transmitió en la semana posterior a los atentados del 11-M una serie de imágenes sobre los componentes de la bomba de Vallecas. Era una exclusiva mundial que también difundió a través de su página web.
Todas las fotografías menos una correspondían a las imágenes oficiales hechas por la propia policía. Eran perfectamente identificables porque llevaban en la parte inferior una regleta marcada en centímetros que servía -como en todas las fotos de este tipo- para que el que las vea se haga una idea aproximada del tamaño de los objetos fotografiados.
Según se apreciaba en las imágenes, se trataba de un teléfono móvil marca Trium T110, el cargador correspondiente a ese teléfono, una tarjeta y la batería, así como una masa compacta -que resultó ser dinamita Goma dos Eco- y los clavos empleados como metralla.
FOTOGRAFIAS DE LA INTERPOL
Las fotografías habían sido enviadas a las distintas oficinas mundiales de Interpol. Fue precisamente desde una oficina policial extranjera desde donde fueron filtradas a ABC News para su publicación.Nadie ha sabido explicar nunca por qué se publicaron esas imágenes antes en Estados Unidos que en España. Y qué interés se pretendía con ello. De cualquier manera, era una forma de ratificar a nivel mundial la importancia de las pruebas encontradas.
La imagen en la que se ve la bolsa azul es diferente y no pertenece al mismo juego de fotos. En efecto, ésta sí fue grabada por un equipo de televisión. Sólo se le puede poner una pega: que no se trata de la bolsa auténtica.
En la comisaría de Vallecas querían ayudar a los periodistas de ABC News, pero cuando llegó el equipo de grabación no tenían a mano la bolsa que había albergado la bomba, así que a uno de los policías se le ocurrió que podían emplear otra parecida que pertenecía a un compañero.
Ignoro si la televisión conocía esta circunstancia o si simplemente dio por buena la bolsa que le presentaron.
Nadie ha podido corroborar, hasta ahora, que fuera el comisario general de Seguridad Ciudadana, Santiago Cuadro, es decir, el jefe directo de Manzano, quien diera la orden de que no se destruyera la bomba de Vallecas. Sin embargo, Cuadro presumió de ello delante de gente que ahora lo cuenta. Empleó -según las mismas fuentes- términos tan expresivos como: «Esa bomba se desactiva por mis...».La realidad es que, lo dijera o no, la decisión última de desactivar un artefacto explosivo corresponde siempre al tedax que lo va a hacer. Parece lógico, ya que es él quien se juega la vida.
El comisario responsable de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, tenía una preparación muy ligera en materia de explosivos. Los que trabajaron con él en Madrid lo recuerdan como un policía atildado, «siempre olía a colonia cara y llevaba unos trajes impecables».
Estuvo vinculado mucho más a temas de formación de personal y de seguridad privada -ver su libro Seguridad Privada editado por Dílex- que al de los explosivos. Trabajó en Pamplona durante algo más de un año, donde desempeñó el cargo de comisario de Seguridad Ciudadana. No se distinguió por su iniciativa. Más bien pasó desapercibido y el entonces delegado del Gobierno, Javier Ansuátegui, se lo quitó de en medio, por lo que volvió a Madrid.
Compañeros suyos comentan que es curioso que sabiendo tan poco de explosivos le concedieran la medalla roja al mérito policial por la desactivación en Burgos de la maleta bomba con la que ETA pretendía atentar en la Nochebuena de 2003 en un tren que llegaba a la estación de Chamartín.
Pero lo que más sorprende es que, sin ser un experto en la materia, apostara desde el primer momento, y cuando aún no había habido tiempo material para ninguna investigación, por la tesis de que el origen de los explosivos era Mina Conchita.
Es más, el propio Manzano acudió a Asturias y participó sobre el terreno en la investigación del entorno del que presuntamente proporcionó los explosivos a los terroristas, Emilio Suárez Trashorras.Y todo ello cuando el juez Del Olmo ya había encargado oficialmente la investigación de los explosivos a la Guardia Civil. Fueron miembros de la Benemérita los que resaltaron que en casa de la mujer de Emilio, Carmen Toro, se había encontrado una agenda en la que estaba apuntado junto al nombre de Manzano un número de teléfono. El comisario salió al paso diciendo que el número correspondía a un inspector al que llamaban por ese nombre. Los guardias civiles que llegaron desde Madrid a Asturias para investigar la trama de explosivos jamás se creyeron esa versión.
«SANTIAGO CUADRO DIJO TITADYNE»
No sabemos lo que pudieron influir Manzano o Cuadro a la hora de que la mochila de Vallecas se salvara. Pero hay que asumir que fue el tedax Pedro, como ya hemos dicho, el que tomó la decisión última y salvó así elementos claves para la investigación como la tarjeta, el propio aparato telefónico y la dinamita Goma dos Eco.
El nombre de Santiago Cuadro se vio envuelto en una durísima polémica. Hay que recordar que fue él, en la mañana del 11-M, quien informó al subdirector operativo de la Policía, Pedro Díaz Pintado -desde el mismo escenario de los hechos-, de que el explosivo empleado por los terroristas era Titadyne.
El propio Díaz Pintado así lo aseguró ante la Comisión de Investigación en el Congreso. Santiago Cuadro negó en la misma tribuna los hechos. En cualquier caso, es la palabra de uno contra la del otro.
Nadie niega que ese error inicial a la hora de identificar el tipo de dinamita y que se transmitió a través de la cadena de mando de las distintas brigadas provinciales de Información, como ha reconocido el comisario general de Información, Jesús de la Morena, fue determinante a la hora de engañar al Gobierno en sus primeras apreciaciones.
La decisión de no destruir la bolsa bomba de Vallecas resultó, en cualquier caso, providencial para los investigadores, porque en esa bolsa se encontraba el teléfono con la tarjeta de móvil que llevó hasta el locutorio de Lavapiés regentado por Zougam.Es evidente que sin la mochila de Vallecas habría sido prácticamente imposible llegar a los moritos de Lavapiés.
El entonces jefe de la comisaría de Vallecas, Rodolfo Ruiz, ha sido promocionado a comisario provincial de Información de Madrid.Estuvo involucrado -él se ocupó de realizar la investigación- en la detención de dos militantes del PP que asistían a una manifestación anti ETA junto al ministro José Bono.
Nadie se explica por qué los presuntos autores del atentado dejaron rastros tan claros de su culpabilidad. ¿Por qué usaron un teléfono móvil en el que es necesario poner la tarjeta para que funcione la alarma?
NO HACE FALTA TARJETA
En efecto. Hay que destacar que en muchos modelos de teléfono la tarjeta no es imprescindible para programar y activar la alarma de un móvil. Si tienen ustedes, por ejemplo, un teléfono móvil marca Siemens, les propongo un pequeño juego que les llevará tan sólo un par de minutos. Es sencillo: apague usted su móvil.Abra la carcasa posterior y saque la batería. A continuación retire la tarjeta SIM y déjela lejos del teléfono. Vuelva a colocar la batería y la carcasa en su sitio y encienda el aparato.
En pantalla le aparecerá una frase en la que le pide el número de su tarjeta SIM. No haga usted ni caso. Vaya al menú, seleccione reloj/alarma. Presione modificar y marque la hora de una nueva alarma para el minuto siguiente. Es importante que el reloj despertador que sale en pantalla no tenga una barra cruzada, es decir que esté activado. Si ya ve el reloj sin la raya, apague el aparato.Comprobará que, a pesar de que no tiene la tarjeta introducida, el teléfono se encenderá a la hora programada, y sonará la alarma con precisión y naturalidad.
La pregunta es clara: si Zougam regentaba un negocio de teléfonos móviles y sus colaboradores hacían en la trastienda todo tipo de manipulaciones con los aparatos y las tarjetas, ¿por qué eligió como iniciador un móvil como el Trium T110 con el que no se puede accionar la alarma sin la tarjeta puesta?
En definitiva, hay modelos que no necesitan la tarjeta para programar y accionar la alarma y hay modelos que sí. ¿Cómo es posible que los terroristas no colocaran como iniciador un teléfono Siemens, por ejemplo, sin tarjeta, y así no habrían dejado la mayor de las piedras de Pulgarcito?
La tarjeta era una de las 30 que, como desarrollaremos más adelante, llevaron a la detención de la célula de Lavapiés. Los terroristas, teóricamente, no sólo dejaron en la mochila de Vallecas sus señas de identidad, sino que continuaron utilizando las tarjetas de esa serie después de los atentados. Es como si dijeran: «¡Oigan, que estamos aquí!».
Nadie entiende por qué dejaron en el camino esas evidencias.A no ser, claro está, que no fueran ellos los que hubieran preparado la mochila número 13 y que los que les proporcionaron las tarjetas pretendieran poner en marcha un señuelo encaminado a llamar la atención sobre culpables prefabricados.
¿ERAN TONTOS O INTELIGENTES?
Lo contrario es presuponer una extrema estupidez en unos hombres que demostraron por otro lado una eficacia milimétricamente perfecta a la hora de cometer los atentados.
Antes de que nos adentremos en quiénes son los responsables de que los teléfonos móviles y las tarjetas presuntamente empleadas en los atentados llegaran a manos de los terroristas, es preciso remarcar las diferencias entre la bomba encontrada por el policía municipal Jacobo Barrero en la estación de El Pozo -destruida por los Tedax poco después- y la encontrada en la comisaría de Vallecas.
La realidad de los hechos demuestra que la configuración física de ambas tenía poco que ver. Jacobo la halló debajo de un asiento en uno de los vagones del tren siniestrado en El Pozo, a primera hora de la mañana del mismo 11-M. Llevaba menos de un año ejerciendo en la calle su profesión. A sus 27 años se encontró por casualidad con la bomba y reaccionó con un valor encomiable al retirarla hasta el andén, lo más lejos posible de la gente.
El policía describió, en el calor del momento, lo que había visto en su interior con mucha precisión.
En el sumario figura el testimonio de dos policías motorizados de la Brigada Provincial de Seguridad Ciudadana que relatan cómo en la mañana del 11-M encuentran en el andén de El Pozo dos mochilas, una negra y una azul, ésta apoyada en un muro. La mochila negra está entreabierta -la había abierto e inspeccionado el policía municipal Jacobo Barrero- y en su interior pudieron ver un teléfono móvil con dos cables que iban a parar a una bolsa de plástico azul.
Jacobo Barrero contradijo con su testimonio espontáneo -y sin ningún filtro- a los periodistas estas afirmaciones. La encontró en el tren y no en el andén. La bomba estaba en el interior de una mochila vertical de color negro, pero los cables que salían de un móvil, uno negro y uno rojo, llegaban hasta una tartera de color naranja. Sin ánimo de polémica, debo advertir que ésa es la coloración de la Titadyne.
En las diligencias del sumario se recoge el testimonio de Jacobo Barrero. Especifica cómo encuentra la mochila negra debajo de un asiento. Al abrirla comprueba que contiene en la parte inferior una fiambrera de plástico -en las diligencias no se dice el color- del tamaño de un plato, de la que salen unos cables rojo y negro.Ni rastro de la bolsa azul. Por cierto, la combinación de colores de los cables -negro y rojo- no corresponde a ninguno de los que llevan enganchados los detonadores que se fabrican en España.La saca del vagón y la coloca junto al muro, al lado de una papelera.
Nada que ver con los detalles de la bomba encontrada en la comisaría de Vallecas. Los cables en esta ocasión eran rojo y azul. La dinamita estaba introducida en una bolsa de basura de color azul similar a las encontradas en el interior de la furgoneta que estaba, en la mañana de los atentados, estacionada en las cercanías de la estación de Alcalá de Henares.
¿Mienten los policías que hablan de bolsa azul o miente Barrero?
«UNAS VECES SE VAN Y OTRAS NO»
Barrero no menciona la otra mochila sospechosa que estaba en el andén a 10 metros de la negra. ¿Por qué no la explosionaron? ¿Desecharon que fuera una bomba? ¿O quieren hacernos creer que es la que apareció 18 horas después en la comisaría de Vallecas, sin que durante todo ese tiempo se hubiera hecho sobre ella el menor control?
En las mismas diligencias, el funcionario del Cuerpo Nacional de Policía con carné número 78.884 declara que, al llegar a la estación de El Pozo, los Tedax le informan de que hay una mochila -no dos- con un artefacto explosivo en el andén, por lo que ordenan un acordonamiento de la zona. A las 09.45 horas, se hace explosionar el artefacto -sólo uno, el de la mochila negra con la tartera naranja- de una forma controlada.
Desgraciadamente, sólo ha quedado el testimonio disonante de Jacobo Barrero para saber lo que contenía la mochila bomba negra de la estación de El Pozo. Ya que se perdió cualquier posible rastro tras su explosión.
Manzano explicó ante la comisión que explosionaron; «no es que las explosionemos nosotros», «las tratamos de neutralizar y en esa operación se van», «unas veces sale bien y otras se nos van».Todo ello como si se tratara casi del azar.
La realidad descrita con minuciosidad por el juez Del Olmo es bien distinta. Los Tedax esa mañana explosionaron tres bolsas.La primera que eliminan es precisamente la que encontró Barrero en El Pozo. A las 09.59 horas, «explosionan», según consta en el auto, la bolsa bomba encontrada en el primer vagón del tren de Atocha. Catorce minutos antes habían hecho explosionar en El Pozo la mochila negra. A las 10.57 horas, los Tedax, bajo las órdenes de Manzano y Cuadro, «ceban» y «hacen explosionar» otra bolsa. La mejor demostración de que no intentan desactivarla es que en realidad no se trata de ninguna bomba. Lo que destruyen es una bolsa cualquiera con un contenido irrelevante.
El juez da por hecho en su auto que la mochila encontrada en la comisaría de Vallecas fue hallada en el andén de la estación de El Pozo. Nadie se hace responsable de haberla llevado a la comisaría. Ningún perro ha detectado el explosivo a pesar de que se revisaron los bultos encontrados en las estaciones.
En Vallecas las mentiras comienzan con las primeras informaciones que se difunden sobre el artefacto encontrado. Se dijo, y así se publicó en todos los medios, que a medianoche había sonado la alarma de un móvil en el interior de una bolsa y que eso llevó a los agentes a abrirla y de esa forma fortuita se encontró el artefacto.
La información fue modificada sobre la marcha para dar más verosimilitud a que la bomba podía haber explotado en cualquier momento. Incluso Pedro, el desactivador, aún sostiene que si no la hubiera desarmado habría explosionado a las 07.40 horas de la mañana del día 12.La realidad es que, con un cable suelto -a no ser que se volviera a empalmar-, no habría funcionado ni aunque la hubieran golpeado con un martillo pilón.
Por supuesto que cabe la posibilidad de que el cable se soltara de forma accidental. El tedax remarcó que existía una divergencia muy acusada entre la perfección técnica de una de las partes del artefacto -la del teléfono, la soldadura de los cables en los polos negativo y positivo de la alarma- y la chapuza de la parte referente a la conexión de los cables del detonador y la bolsa barata de basura con la masa de dinamita a la que habían añadido de una forma artesanal los clavos. Era como si ambas partes las hubieran confeccionado personas con muy diferente preparación.
NINGUN RASTRO DE ADN EN VALLECAS
Es curioso observar también cómo la bomba de Vallecas presentaba una diferencia esencial con la bomba que colocaron junto a las vías del AVE, en la provincia de Toledo, días más tarde del 11-M y que no llegó a explosionar. En ésta se encontraron restos de ADN que llevaron a la identificación de la persona que había manipulado la dinamita, uno de los terroristas teóricamente suicidas de Leganés.
En la mochila de Vallecas la persona que manipuló la dinamita y el artefacto no dejó ningún tipo de huellas.
Respecto a la mochila número 13, la de Vallecas, se difundió otra mentira flagrante. Llegó a los medios de comunicación que se habían encontrado en su interior dos cartuchos de dinamita Goma dos Eco de 125 gramos. Rubalcaba llegó a decir que en los «culotes» (?) estaba escrita la procedencia de los cartuchos.Todo llevaba a Asturias, a Mina Conchita y a Emilio Suárez Trashorras.
La realidad es que la dinamita encontrada en la mochila estaba apelmazada y no existía ningún tipo de envoltorio ni de restos de cartuchos. Por cierto, Unión Española de Explosivos, teóricamente el fabricante de la dinamita utilizada, jamás ha manufacturado cartuchos de 125 gramos. En todo caso, podrían haber sido de 152 gramos.
¿Cómo llegaron las tarjetas y los teléfonos a manos de los terroristas? Se ha contado ya con detalle ese recorrido, pero el tiempo transcurrido y ciertos detalles confusos hacen que buena parte de la opinión pública aún no lo tenga claro. Un test rápido entre diversos periodistas de mi entorno lo pone en evidencia. Por ejemplo, todos los encuestados piensan que un bazar regentado por indios proporcionó las tarjetas y los teléfonos a la célula de Zougam.
DOS BAZARES A 15 KILOMETROS
En realidad, fueron ciudadanos indios los que proporcionaron ambas cosas, pero regentaban establecimientos que no tenían nada que ver uno con otro. Es más, estaban ubicados en el barrio madrileño de Villaverde y en la localidad de Alcorcón, a más de 15 kilómetros de distancia. A unos, Suresh Kumar y Vinay Kohli, los detuvieron durante 43 días en los que las Fuerzas de Seguridad sólo pudieron sonsacarles que en su tienda de bazar Top habían vendido a unos individuos que decían ser búlgaros y que hablaban español sin acento, seis teléfonos marca Trium, modelo T110, el día 4 de marzo de 2004.
Los clientes querían los teléfonos liberados. Por eso, el mismo día 4 enviaron esos seis y seis más al establecimiento Test Ayman, como habían hecho en otras ocasiones, para que los liberaran.El día 8 de marzo enviaron un nuevo teléfono, el número siete, para que lo liberaran también.
Ni rastro de moros, ni de Zougam, ni del locutorio de la calle Tribulete. El juez Del Olmo puso a los dos indios en libertad el día 23 de abril de 2004. No pudo relacionar a los comerciantes con los terroristas implicados.
¿De dónde procedía el lote de los teléfonos Trium que se vendieron en el bazar Top? De un mayorista denominado Telefonía San Diego.El 21 de octubre de 2003 vendió un lote de 80 teléfonos Trium al bazar Top. El dueño de Telefonía San Diego es José Ramón Pascual Molinillo, presidente de la compañía Imasqu, propiedad al 100% de Imasatec. Esta compañía es una gran constructora que edifica en Cuba, Rusia, Italia, República Dominicana, Angola Honduras y en varias localidades españolas.
Sin duda, por una de esas casualidades mágicas relacionadas con el 11-M -una vez más el azar, que diría nuestro presidente-, Test Ayman, la tienda que liberó los teléfonos a petición del bazar Top, es propiedad de Maussili Kalaji, un policía español de origen sirio.
LA RUTA DE LAS TARJETAS
La ruta de las tarjetas es muy diferente. Parten de la empresa Uritel 2000 SA. El día 4 de febrero de 2004 vende al establecimiento Sindhu Enterprise SL, de Alcorcón, regentado por el indio Shringi Kasntesh, 30 teléfonos móviles Morola C-450 provistos de sus correspondientes tarjetas Amena.
En Sindhu Enterprise se venden por separado los teléfonos y las tarjetas. Estas llegan al locutorio de Tribulete de Zougam dentro de un lote de 100 unidades.
La policía detiene a Shringi Kasntesh y, tras un duro interrogatorio, le hace confesar que ha vendido las tarjetas al locutorio Siglo Nuevo, que regenta Zougam en la calle Tribulete, después de lo cual queda en libertad y le declara testigo protegido. Zougam y su grupo, como ya hemos dicho anteriormente, venden esas tarjetas y utilizan parte del lote en sus teléfonos móviles con absoluta naturalidad, antes y después de los atentados.
Cómo llegaron a juntarse el teléfono Trium vendido en el bazar Top y la tarjeta vendida por Sindhu Enterprise, a 15 kilómetros de distancia, para que aparecieran juntos en la mochila número 13, la de Vallecas, no ha podido ser acreditado.
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