19-12-05



EDITORIAL

ZAPATERO NO DEBE FRIVOLIZAR CON EL 11-M, SINO BUSCAR LA VERDAD


Por segunda vez en pocos días, el presidente Zapatero, so capa de criticar al PP, lanzó ayer una alusión entre burlona y despectiva a los contados periodistas y medios que seguimos empeñados en averiguar toda la verdad sobre el 11-M. «¿Dónde están los agujeros negros, los desiertos y toda la basura que intentaron sembrar sobre la tragedia del 11-M?», dijo en el mismo mitin en el que llamó a los líderes de la oposición «patriotas de hojalata», como si él hasta ahora hubiera mostrado la consistencia del hierro y la solvencia del acero. (.../...)



Para su desgracia, este nuevo alarde de frivolidad partidista en torno a una masacre que tanto marcó y marcará nuestra Historia contemporánea viene a coincidir con la publicación hoy en EL MUNDO de un importante testimonio que obliga a los tres poderes del Estado a abrir una nueva vía de investigación de los hechos, contemplando siquiera como hipótesis que ETA haya podido tener un papel de inducción, asesoramiento o colaboración en la tragedia.

Por primera vez un testigo directo, el que fuera lugarteniente de El Chino durante la década de los noventa, vincula al portavoz del comando que reivindicó el 11-M con la banda terrorista vasca.Según este tal Omar, el que fuera su jefe, Jamal Ahmidam, estableció contactos con miembros de ETA en la cárcel de Carabanchel y los desarrolló una vez en libertad. En su relato aparecen dos elementos circunstanciales de cierta enjundia: fue un miembro de ETA quien enseñó a El Chino a confeccionar explosivos con gasolina y una bombilla y el País Vasco se convirtió en uno de los principales teatros de su actividad delictiva.

¿Intervino ETA de algún modo?

Aunque Omar asegura también que un primo de El Chino le dijo tras el 11-M que Jamal siempre había mantenido su contacto con miembros de la banda, esta afirmación merece todas las cautelas propias de un testimonio de referencia, máxime cuando el protagonista voló por los aires y su supuesto confidente se halla encarcelado en Marruecos. Pero una cosa es que nada de lo que dice Omar deba darse por probado y otra que su relato no exija que el Estado dedique todos los medios a su alcance para su verificación o desmentido.

Si se descubriera que ETA intervino de alguna manera, directa o indirecta, en la trama del 11-M a través de El Chino muchos de esos agujeros negros de los que tanto se mofa el presidente adquirirían de repente interpretación y sentido. Se entendería el porqué del robo del coche que explotó en Santander en el callejón de Trashorras, se entendería la simultaneidad de las dos caravanas de la muerte, se entendería la calcomanía del modus operandi de las mochilas-bomba colocadas en trenes, se entendería para quien buscaba Trashorras antes del 11-S «alguien que supiera montar bombas con móviles», se entendería con qué fin el «ingeniero electrónico» de ETA Elgorriaga Kunze desarrolló en 2003 un sistema idéntico al empleado en los «trenes de la muerte», se entendería el papel con los nombres de Parot e Iragi en el bolsillo del fiel escudero islamista de Lamari, se entendería la seguridad con que Otegi atribuyó desde el primer momento la masacre a la «resistencia árabe», se entendería el regodeo con que ETA se refiere en su último comunicado a las «acciones armadas del 11-M», se entendería la pretensión de los detenidos por intentar volar la Audiencia de obtener explosivos a través de ETA y se entendería la llamada realizada desde Nanclares de Oca a un familiar de El Chino.

«Queremos saber»

El problema es que si esta hipótesis además de verosímil fuera cierta, tanto la interpretación de lo ocurrido entre el 11 y el 14 de marzo de 2004, como el resultado de esas elecciones, como todo lo que ha venido sucediendo desde entonces, en relación a las expectativas de diálogo con la banda y la ruptura del Pacto Antiterrorista, adquirirían una nueva dimensión política nada cómoda para el actual Gobierno.

De ahí que sea imprescindible y esencial que la pista concreta que hoy se abre no sea amortizada a beneficio de inventario como ha ocurrido con todas estas otras coincidencias. Por emplear la expresión de Zapatero ante la Comisión Parlamentaria, no podemos aceptar que El Chino también se relacionó con ETA «por azar».Los ciudadanos tienen que tener la seguridad de que los poderes del Estado -el Judicial practicando diligencias, el Ejecutivo estimulando la labor policial, el Legislativo reabriendo la Comisión de Investigación- actúan en función del interés general y no del egoísmo de partido.

Cotéjese el historial de El Chino con el de todos los etarras con los que convivió entre rejas, recábese el testimonio de cuantos le trataron desde esa época, reconstrúyanse sus movimientos en el País Vasco, pues ya es sabido que allí no trafica con drogas cualquiera, regístrense los locales y domicilios que pudo ocupar en la zona y agótense todas las demás líneas complementarias que puedan ir surgiendo. Sólo entonces será creíble que el Estado busca la verdad.

Claro que, como cuestión previa, el irónico Zapatero, o al menos su ministro del Interior, deberían explicar si Omar declaró ya a la policía todo lo que hoy relata en EL MUNDO y si es cierto que lo hizo -tal y como él mismo sugiere- por qué ni el juez parece haberse enterado, ni nadie le ha ofrecido a este hombre la condición de testigo protegido. Las víctimas y la sociedad en su conjunto tienen derecho a que su «queremos saber» sea contestado con menos partidismo y más sentido de la responsabilidad del que hasta ahora ha exhibido el presidente.

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