LO PEOR NO FUE NEGOCIAR CON ETA, SINO ENGAÑAR A LOS CIUDADANOS

04-02-08



Editorial

LO PEOR NO FUE NEGOCIAR CON ETA, SINO ENGAÑAR A LOS CIUDADANOS


EL MUNDO revela hoy que el Gobierno accedió a mantener contactos con ETA tras el atentado de la T-4 de Barajas a petición de la propia banda, que utilizó al Sinn Fein de intermediario. Ello matiza las propias declaraciones de Zapatero a este periódico del pasado 13 de enero, cuando afirmó que «los contactos continuaron con una situación ya muy deteriorada. Y fue debido al deseo de instancias internacionales».

Queda claro, por tanto, que las conversaciones se reanudaron, que la iniciativa la tomó ETA y que el Gobierno accedió a seguir hablando tras designar una delegación compuesta por tres interlocutores: un hombre de confianza de Zapatero, otro de Rubalcaba y otro representante del máximo nivel del PSE.


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La vicepresidenta del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, aseguró el pasado viernes que, tras el atentado de diciembre de 2006, los mediadores internacionales decidieron por su cuenta «seguir sondeando» a ETA y que «transmitieron» al Gobierno a posteriori el resultado de los contactos. Eso no es cierto: Zapatero aceptó previamente el diálogo y envió a tres representantes a reunirse hasta cuatro veces con ETA.

Igualmente inverosímil y falsa es la versión del ministro Fernández Bermejo, que señaló en este periódico que Zapatero autorizó a los mediadores internacionales a tomar la temperatura a ETA «para saber a qué atenernos».

De la Vega y Fernández Bermejo han intentado ocultar lo que sucedió recurriendo a la ambigüedad y a las medias verdades, pero López Garrido ni siquiera se ha tomado la molestia: optó por negar cínicamente los hechos en su debate con Zaplana, asegurando que no hubo ningún contacto. En abril del año pasado, afirmó lo mismo para desmentir a este periódico.

El PSOE ha intentado esta semana pasada arrojar una cortina de humo sobre las palabras de Zapatero. La cuestión es entonces por qué el presidente lo admitió en la entrevista con el director de EL MUNDO.

Hay que descartar que se le escapara. Ayer manifestaba a La Razón que había querido ser «sincero» pero también sugería que tal vez debería haberse «callado» para no dar argumentos al adversario. Da la impresión de que Zapatero se debate todavía entre su afán de reivindicar y defender su papel y la conveniencia de guardar silencio.

La actitud que ha mantenido pone en evidencia lo elástica y tortuosa que es la palabra de un presidente que dijo que su partido no se reuniría con una formación ilegalizada como Batasuna, que afirmó que primero era «la paz y luego la política», que dio por «verificada» la tregua de ETA y que defendió el derecho de ANV a presentarse a las elecciones.

No estamos diciendo que Zapatero sea un mentiroso compulsivo ni un malvado, pero sí que tiene la mala costumbre de relativizar u ocultar la verdad si le conviene. Salvando las distancias, que son enormes porque no estamos hablando de delitos sino de errores políticos, la actitud de Zapatero ha sido tan esquizofrénica en este asunto como cuando González negaba que el Gobierno estuviera detrás de los GAL y luego justificaba la guerra sucia. Zapatero ha dicho primero una cosa y luego la contraria. Este asunto no es baladí porque estamos hablando de un gobernante que tiene la obligación moral de no engañar a los ciudadanos.

Lo verdaderamente grave en este asunto no es que el Gobierno volviera a negociar con ETA tras el atentado, sino que Zapatero y sus colaboradores dijeron que no iban a hacerlo, lo hicieron y luego lo negaron. En política, el fin por noble que sea -y la búsqueda de la paz lo es- no justifica los medios y cuando un gobernante engaña a los electores destruye su credibilidad. ¡Cómo le van a creer ahora cuando afirma que no volverá a autorizar nuevos contactos con ETA!

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