El confidente protegido por la POLICIA MUNICIPAL


14-11-04

TERRORISMO ISLAMISTA / El juez cita a declarar el martes a Lavandera tras ordenar su custodia a la Policía Municipal de Gijón / Oficiales de Información de la Guardia Civil grabaron una segunda cinta con las denuncias

El confidente que avisó de 'bombas con móviles', aislado y protegido por el juez

Del Olmo cita a declarar el martes a Francisco Javier Villazón Lavandera tras ordenar su custodia a la Policía Municipal de Gijón - El interlocutor del agente Campillo tuvo, al menos, ocho reuniones en 2001 con la Guardia Civil insistiendo en los graves planes de Toro y Trashorras - Oficiales de Información grabaron una segunda cinta en la que repitió en la comandancia sus denuncias sobre la trama de explosivos

FERNANDO MUGICA

GIJON.- Francisco Javier Villazón Lavandera está aterrorizado.No es un hombre que se asuste fácilmente. Después de permanecer cinco años en uno de los cuerpos de elite de las Fuerzas Armadas españolas -Operaciones Especiales-, de ser portero de los garitos más movidos entre los clubes nocturnos asturianos y de cuidar cada día de gigantescas serpientes, es difícil quitarle el resuello.

Pero está asustado porque toda España ha podido escuchar su voz denunciando a una banda asturiana, relacionada con las Fuerzas de Seguridad, que han tenido mucho que ver con el 11-M. A pesar del miedo, está contento: «Sólo cumplí con mi deber», ha dicho a sus amigos y vecinos.

Se siente feliz y está convencido de que es el héroe del momento. Sin embargo, las cosas empezaron a torcerse cuando, antes de que saliera la cinta a la luz, apareció muerta una serpiente junto a la puerta de su casa. Era un aviso macabro de lo que podría venírsele encima.

El juez que instruye el sumario del 11-M, Juan del Olmo, ha debido también considerar que su vida corría peligro, ya que ha ordenado su protección y aislamiento total con el mandato expreso de que no tenga el menor contacto con periodistas o políticos. En el teléfono móvil de Francisco Javier ya sólo contesta el buzón de voz. Los expertos guardaespaldas de protección de testigos fueron ayer tarde a recogerlo a Asturias y se lo llevaron con rumbo desconocido.

Hasta ese momento y por inverosímil que parezca, Francisco Javier había tenido como guardianes a miembros de la Policía Municipal de Gijón. El juez así lo ordenó expresamente, sin duda porque no se fiaba de la Guardia Civil ni de la Policía Nacional asturianas, excesivamente mediatizadas por el escándalo del descubrimiento de la cinta y por su contenido.

Hay que tener en cuenta que el denunciante tuvo que soportar una peregrinación absurda sin que nadie lo tomara en serio. Primero lo intentó en la comisaría de Avilés sin saber que Emilio Suárez Trashorras, precisamente una de las personas a las que denunciaba Lavandera, era un confidente del inspector Manuel García, Manolón.Emilio recriminó a Lavandera el haberse «chivado» indicándole que se lo había contado un jefe de la policía con el que había comido.

En segundo lugar, Lavandera intentó denunciar los hechos en el cuartel de la Guardia Civil de Piedras Blancas, donde Emilio Suárez Trashorras y Antonio Toro tenían un negocio de compraventa de coches. Al fracasar por segunda vez fue a la Comandancia de Gijón con el desastroso resultado que ya conocemos.

Lavandera permanecerá oculto hasta que declare ante el juez, el martes que viene. Pero, antes de quedar engullido por la burbuja de protección ha tenido tiempo de declarar a personas de confianza de su entorno que al menos en ocho ocasiones mantuvo encuentros con agentes de Información de la Comandancia de Gijón. A lo largo del año 2001 insistió en su versión sin que le tomaran nunca en serio.

Al menos una de sus declaraciones tuvo un carácter oficial, ya que se efectuó en la propia comandancia, a donde había acudido voluntariamente. Carlos Montero Rodríguez ejercía en aquella época las funciones de teniente de Policía Judicial e Información, ya que el titular de este último departamento, el teniente Jesús Gómez Suárez, se encontraba destinado temporalmente en Mozambique.

El teniente que tomó declaración a Francisco Javier Villazón Lavandera grabó la conversación, según fuentes de la propia comandancia. Así que necesariamente existe al menos una segunda cinta que corroboraría documentalmente la denuncia sobre la existencia de una banda que vendía explosivos a gran escala e intentaba fabricar bombas activadas con teléfonos móviles ya en el año 2001.

El agente que grabó la cinta que ha salido a la luz es un hombre honesto que sólo cumplió con su deber. Una encuesta en su entorno nos ha aportado muchos datos sobre su personalidad.

No se trata de ningún irresponsable sino de un veterano que lleva 31 años en la Benemérita. Tiene 52 años. Es alto y se conserva en buena forma física. Hace seis años enviudó y tuvo que salir adelante con hijos mayores compaginando su trabajo en Información con las tareas del hogar. Todos los que nos han informado sobre él le aprecian por su buen carácter y por su absoluta honradez.El único defecto que le conocen -y eso en Asturias es más un galardón que un defecto- es que le gusta tomar sidra.

Es evidente que salió adelante personal y profesionalmente a pesar de los contratiempos de la vida. Y eso, en una comandancia a cuyo frente está el teniente coronel Rodríguez Bolinaga, un hombre con fama de implacable y que ha conseguido el dudoso honor de que su tropa haya batido el récord nacional de absentismo laboral por baja psicológica. Más de 100 al mismo tiempo en una plantilla de alrededor de 700.

El agente Jesús Campillo ha resistido con entereza la nueva situación en la que le han puesto los hombres que revelaron la existencia de la cinta. «Yo me limité», ha declarado a un periódico regional, «a cumplir con mi deber».

La sorpresa y la indignación de todos los agentes de Información de la Comandancia de Gijón ha sido mayúscula cuando se enteraron, a última hora del miércoles pasado, de que desde la Dirección General de la Guardia Civil se lanzaba una nota en la que además de dar el nombre y los apellidos del guardia que destapó la cinta, se intentaba echar la culpa al guardia que la grabó.

Campillo ha preferido guardar silencio y ha comentado a sus compañeros que no tiene el menor inconveniente en decir la verdad ante sus superiores y sobre todo ante cualquier juez que quiera tomarle declaración. Es más. Lo está deseando.

Precisamente son sus compañeros los que han declarado a quien quiera oírles que Campillo era un verdadero «pelma» con el tema de lo que le había contado Lavandera. Insistía a sus jefes para ver cómo llevaban la investigación.

Siguió viendo a su confidente, a título privado, en numerosas ocasiones a lo largo de meses. Y sólo lamentaba no poder darle datos más concretos sobre los resultados de unas pesquisas que nunca llegaron a ninguna parte.

La indignación de los guardias -y de las asociaciones en las que muchos están encuadrados- llegó a su punto máximo el jueves pasado, cuando constataron que quien llevaba la investigación interna era el teniente coronel Bolinaga, precisamente el hombre que, en opinión de muchos de ellos, escuchó la cinta en su momento y no supo darle la importancia adecuada.

El teniente coronel era la máxima autoridad en la Comandancia de Gijón cuando se produjeron los hechos. En la Guardia Civil la jerarquía está muy marcada. Por eso lo que llaman «el conducto reglamentario» es un sistema que utilizan todos para escudar sus responsabilidades comunicando lo que saben a su superior.La cinta que grabó Campillo fue entregada, según fuentes de la misma comandancia, al teniente de Información.

La primera llamada de Lavandera se registró en la centralita del COS de Gijón, el centro operativo de coordinación y servicios.

Tanto la Guardia Civil como la policía reciben numerosas llamadas con los casos más disparatados que puedan imaginarse. Sólo la experiencia de quien recibió la llamada de Francisco Javier hizo que se considerara en serio y que se transmitiera al oficial de día. Este tiene la obligación de despachar diariamente con el teniente coronel al mando de la comandancia.

La segunda prueba de que se lo tomaron en serio es que avisaron a Información y este departamento envió a uno de sus hombres, el agente Campillo, para que verificara lo relatado por teléfono en un encuentro físico con el denunciante. Fue este encuentro el que Campillo grabó en cinta magnetofónica y ha sido su contenido el que ahora se ha desvelado.

Campillo no pudo equivocarse al hacer la transcripción como dice la nota de la Dirección General. No omitió frases relevantes -bombas con teléfonos móviles- en su supuesta transcripción, ya que nunca la hizo.

Cualquiera que sepa el funcionamiento de la Benemérita certificará que los agentes de Información no hacen las transcripciones a no ser que así lo solicite un juez. Lo que sí se hace, y en este caso también se llevó a cabo, es una mínima reseña informal que se acompaña a la entrega de la cinta.

El agente Campillo entregó la reseña y la cinta a un oficial y éste, al ver la importancia de lo que contenía, estaba en la obligación de entregárselo al teniente coronel Bolinaga. Nadie duda en la comandancia de que fue así como sucedió. En cualquier caso todos están deseando que el tema se judicialice para poder declarar la verdad de lo que saben ante un juez.

El teniente Carlos Montero, que como hemos dicho hacía las veces de teniente de Información aunque su puesto estaba en la Judicial, tiró de sus hombres, gente sin experiencia en casos de terrorismo, a la hora de hacer la investigación y eso fue uno de los errores más colosales.

Montero es un hombre muy contestado por muchos de los componentes de la comandancia. Hace poco tiempo intervino en una investigación en la que una juez instruía diligencias por las que imputaba a varias personas, entre las que se encontraban un capitán y un teniente de la Guardia Civil de Llanes, de 11 delitos. Se había hurtado una piedra de hachís incautada en un control policial.La aparición, un mes después, de dos individuos a los que, en opinión de algunos, se les encontró oportunamente una piedra de hachís, exoneró a los oficiales y se cerró el caso, no sin un profundo malestar por parte de miembros de la comandancia que protestaron por considerar que se habían preparado convenientemente las declaraciones.

Precisamente ahora, a raíz de la aparición de la cinta con la denuncia de Lavandera, se ha vuelto a rumorear que muchos han pasado los últimos dos días en la Comandancia intentando unificar meticulosamente sus declaraciones. Algunos oficiales se han negado a hacer ningún tipo de declaración acogiendose al derecho de hacerlo ante un juez y con un abogado delante.

Tanto la Unión Profesional como la Asociación Unificada de la Guardia Civil han denunciado estos días el acoso al que han sido sometidos los guardias del acuartelamiento de Cancienes, donde se desveló la existencia de la cinta.

Las presiones para averiguar la filtración han molestado a los familiares. Precisamente uno de ellos, de un guardia civil de la Comandancia de Gijón, ha declarado a este periódico: «¿Por qué no dicen el régimen inhumano de trabajo al que están sometidos los guardias? Los servicios de seis horas han conseguido que nadie pueda librar dos días seguidos. Parece que lo hacen sólo para tenernos amargados».

«Los turnos de vigilancia de puerta de 24 horas están pobremente remunerados y no cuentan como tiempo de servicio. Recibimos amenazas sutiles. En algunos casos recientes se han utilizado métodos tan reprobables como mencionar a nuestros niños pequeños para añadir a continuación: '¡Qué lástima!, van a tener que crecer en un pueblucho miserable de Extremadura donde no tendrán ningún porvenir'».

«Es la amenaza permanente de un traslado forzoso para el que no hay más alternativa que pedir la baja psicológica o el finiquito».

Es falso que haya llegado una comisión de Asuntos Internos para investigar todo lo relacionado con la cinta. Durante este último viernes, un coronel de la Guardia Civil expresamente llegado desde Madrid ha tomado declaración, entre otros, al que fuera jefe interino de la zona de Asturias, el teniente coronel Aldea, quien sustituyó temporalmente al general Laguna, el anterior jefe.

Fernando Aldea se encontraba en un primer momento, tras la revelación de la cinta, muy animado. Asegura que en la Comisión de Investigación del 11-M en el Congreso la base de su declaración eran los papeles que le dio Laguna, su superior. En ellos en ningún momento se hacía referencia a la cinta. Nunca tuvo conocimiento de su existencia, ya que él mandaba la Comandancia de Oviedo y todo el asunto de la cinta se fraguó en la Comandancia de Gijón, en la que estaba al frente el teniente coronel Rodríguez Bolinaga.

El PP se equivocaría gravemente si pide solamente el regreso a la Comisión de Laguna y Aldea, los mismos que declararon la primera vez. Es clave que citen a Bolinaga, un hombre que necesariamente tenía conocimiento de la cinta y de su posible trascendencia.

Al teniente coronel Aldea le han prohibido explícitamente que haga ningún comentario a los medios de comunicación. Eso le produce una sensación de indefensión a la hora de «lavar su honor».

En círculos cercanos al PSOE se comenta que el posible cese del teniente coronel Bolinaga sería una medida adecuada para sus intereses ya que se le considera un hombre cercano al PP y se cita como referencia que acudió a la cena homenaje de despedida que se hizo en Asturias al ex ministro Francisco Alvarez-Cascos, cuando dejó la política.

Los fallos encadenados que rodean a las actuaciones en torno a la cinta son patentes. Nunca ha existido, por ejemplo, un documento oficial firmado que dejara constancia siquiera la existencia de la cinta. Nadie ha puesto en duda, sin embargo, su veracidad, pero a la hora de asumir responsabilidades la falta de documentos hará que las cosas no sean sencillas.

En la Guardia Civil asturiana hay en este momento un profundo desaliento. Los que se atreven a hablar con los periodistas -afortunadamente hay muchos que aún consideran un deber ineludible el hacerlo- han comentado esta semana su descorazonamiento.

«Aquí vale más denunciar a tres chicos por fumar porros en la vía pública o por tenencia de hachís que una investigación larga y seria de la que a lo que mejor no se deduce ninguna detención».

«El caso más flagrante es el sucedido este verano con los atentados de ETA. Dos de ellos tuvieron lugar en el Oriente asturiano, Llanes y Ribadesella. El teniente coronel Bolinaga no ordenó ni siquiera el cierre del territorio de la comandancia bajo su cargo. Tal vez no hubiera sido posible impedir que los etarras escaparan. Pero la realidad es que ni siquiera se transmitieron las noticias de que había habido un atentado a las patrullas por los radioteléfonos. Siguieron haciendo patrullas con registros rutinarios de vehículos para encontrar droga como si no hubiera pasado nada. Nunca se tuvo una sola pista sobre los atentados».



¿Por quélo custodia la Policia Municipal de Gijón?. Desconfia obviamente el Juez de Olmo de la Policia Nacional y de la Guardia Civil. ¿Será el inicio de un rosario de comparecencias de todos aquellos que cuanto menos por su negligencia pudieron haber evitado la masacre del 11-M y no lo hicieron?. Esperemos acontecimientos pero creo que la punta del hilo de la madeja empieza a salir.

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