Jamal Zougam, culpable oficial o presunto inocente

22-01-06


11-M LA INVESTIGACION / LAS SOMBRAS DEL PROCESO

Jamal Zougam, culpable oficial o presunto inocente

No hay pruebas concluyentes de que el principal acusado en prisión participara en la masacre del 11-M

LUIS DEL PINO. Especial para EL MUNDO


MADRID.- El 13 de marzo de 2004, dos días después de los atentados y un día antes de las elecciones generales, la Policía detuvo a cinco personas como presuntos responsables de la matanza. Aquellas detenciones, que la opinión pública consideró sorprendentemente rápidas, pero suficientes para demostrar la implicación de Al Qaeda en la masacre de Madrid, hicieron que terminara calando entre la ciudadanía la sensación de que el Gobierno del PP estaba mintiendo.
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Y, sin embargo, casi dos años después, y con los datos del sumario judicial en la mano, estamos en condiciones de afirmar que el 13 de marzo se detuvo, en plena jornada de reflexión, a cinco personas inocentes, que nada tenían que ver con los atentados.

Las detenciones del 13 de marzo

El día 13 de marzo, la Policía detuvo a dos indios por vender los teléfonos móviles utilizados en las bombas y a tres marroquíes por vender las tarjetas telefónicas usadas en esos mismos artefactos. Vistas las cosas a fecha de hoy, esas detenciones resultan sorprendentes: si los terroristas hubieran adquirido los teléfonos y las tarjetas en un gran hipermercado, ¿habríamos detenido al dependiente, a la encargada del local o a los dueños de ese hipermercado? Dicho de otro modo: el 13 de marzo se detuvo a cinco personas por realizar una actividad (vender tarjetas y teléfonos) que no constituye un delito. Es precisamente ése el motivo por el que el juez puso en libertad a cuatro de esas cinco personas a las pocas semanas de su detención.Pero el mal ya estaba hecho.

Lo curioso es, además, que cada vez resulta menos sostenible que aquellas cinco personas vendieran efectivamente los teléfonos y tarjetas usados en los atentados. Es más: después de dos años de investigaciones, cada vez está menos claro que se usaran teléfonos y tarjetas telefónicas en las bombas que acabaron con las vidas de 191 españoles.

¿Qué fue lo que estalló en los trenes?

Todavía no sabemos, a estas alturas, cuál es el tipo de explosivo que se usó en la matanza. Ni siquiera estamos ya seguros de que en los trenes se usara Goma 2, porque las declaraciones del jefe provincial de los Tedax ante el juez apuntan a que pudo haberse usado explosivo militar C3 o C4. Tampoco estamos seguros de que ese explosivo estuviera introducido en mochilas o bolsas de viaje, como se nos había dicho al principio.

El análisis del vídeo de la explosión de Atocha y el examen de los destrozos causados en los trenes apunta a que los artefactos estaban confeccionados de modo que las explosiones se dirigieran lateralmente, hacia los andenes. Ese efecto direccional es imposible de conseguir si nos limitamos a meter explosivo a bulto en una mochila.

Independientemente de dónde estuviera alojado el explosivo, tampoco sabemos qué mecanismo se empleó para hacerlo estallar. ¿Teléfonos móviles en modo alarma, como se nos dijo en un principio? ¿Teléfonos móviles en modo llamada, como parece desprenderse de recientes informes policiales? ¿Temporizadores? ¿Radiotransmisores? No lo sabemos. Con lo cual, el 13 de marzo se detuvo a cinco personas por vender unas tarjetas y unos teléfonos, y dos años después ni siquiera sabemos si las bombas del 11-M usaban tarjetas y teléfonos.

La puesta en libertad

Aun suponiendo que en las bombas del 11-M se usaran las tarjetas y teléfonos que en un principio se nos dijo, resulta cada vez más dudoso que esas personas detenidas el 13 de marzo vendieran esas tarjetas y teléfonos. El sumario del 11-M contiene los datos contables de las empresas que intervinieron en la comercialización de las tarjetas y teléfonos móviles supuestamente utilizados en las bombas. Y el análisis de esos datos contables demuestra que es prácticamente imposible que las tarjetas telefónicas fueran vendidas por los tres marroquíes detenidos el 13-M. En cuanto a los dos indios que vendieron los teléfonos móviles, es posible que esos aparatos salieran de su tienda, pero desde luego no en las fechas inmediatamente anteriores a los atentados, como en un principio se nos dijo.

Cuando el juez puso en libertad a cuatro de los cinco detenidos del 13-M, no lo hizo por las dudas sobre si se usaron bombas con móviles (porque esas dudas surgieron después). Tampoco lo hizo porque dudara de que esos cinco individuos habían vendido los teléfonos y tarjetas (porque las dudas a este respecto también surgieron más adelante). Si el juez Del Olmo puso en libertad a esas cuatro personas es, pura y simplemente, porque la venta de tarjetas y teléfonos no constituye delito ni sirve de prueba de su implicación en la matanza, de modo que no había nada que justificara su permanencia en prisión.

¿Y qué pasa con el quinto detenido, Jamal Zougam?

Pues que en su caso, aunque había sido detenido tan absurdamente como sus cuatro compañeros, el juez Del Olmo no pudo ponerle en libertad, porque aparecieron otras pruebas que parecían incriminarle en la ejecución de los atentados. En concreto, tres testigos de los trenes de la muerte afirmaron haber visto a Zougam acarreando mochilas o bolsas de viaje en tres trenes distintos.

¿Qué tenemos contra Zougam?

Lo primero que extraña en el caso de Zougam es su comportamiento. Después de los atentados, Jamal Zougam siguió yendo a trabajar como siempre a su locutorio telefónico, y así continuó hasta el 13 de marzo, fecha en que la Policía se presenta a detenerle. Sus empleados declaran que su comportamiento antes y después de los atentados era normal. Si hubiera participado en la masacre y hubiera colocado tres bombas, como afirman los testigos, ¿tiene sentido que continuara haciendo su vida normal, en lugar de huir o de esconderse? Luego analizaremos esas declaraciones de los testigos de los trenes, pero primero hagamos otra pregunta: ¿existe algún otro dato, además de esos tres testigos, que permita deducir que Zougam participó en los atentados?

La respuesta es negativa. En los informes policiales entregados al juez Del Olmo nos encontramos con el hecho de que las huellas de Zougam no aparecen en ninguno de los escenarios relacionados con el 11-M: no aparecen en la mochila de Vallecas, ni en la furgoneta de Alcalá, ni en el artefacto de las vías del AVE, ni en la casa de Morata, ni en el piso de Leganés, ni en ninguno de los vehículos o domicilios utilizados por los restantes miembros de la trama.

Tampoco aparecen rastros del ADN de Zougam en ninguno de esos escenarios. Como tampoco se ha detectado ninguna llamada telefónica cruzada con ninguno de los otros implicados en el 11-M.Si Zougam hubiera participado en los atentados, ¿no habría debido dejar algún rastro, aunque fuera mínimo? Y, sin embargo, no hay nada. En consecuencia, si Zougam está en la cárcel es, pura y simplemente, por unos testimonios que le sitúan en tres trenes distintos aquella mañana del 11 de Marzo.

Los testigos de los trenes

Sin embargo, el análisis de esos testimonios, publicado en Libertad Digital, resulta contundente.En primer lugar, la declaración de uno de los testigos (vamos a llamarle testigo A) es incompatible con la de los otros dos.Si los tres testigos dijeran la verdad, Jamal Zougam habría tenido que estar en dos trenes distintos al mismo tiempo, cosa evidentemente imposible. Además, ese testigo A sólo pudo reconocer a Jamal Zougam con dudas, por lo que tanto el juez como la Policía descartaron su testimonio.

¿Y qué sucede con los testigos de los otros dos trenes, los testigos B y C? Pues que sus declaraciones no son incompatibles entre sí desde el punto de vista temporal. Sería perfectamente posible, según sus declaraciones, que Zougam hubiera colocado una bomba en un tren, se hubiera bajado y hubiera tomado el siguiente tren para colocar una segunda bomba. Sin embargo, aunque no existan contradicciones temporales, sí que existen otras contradicciones enormemente graves.

En primer lugar, uno de los testigos dice que Zougam tenía el pelo rizado, mientras que el otro le describe como de pelo ondulado, liso y largo hasta los hombros. En segundo lugar, uno de los testigos vio a Zougam con una chaqueta marrón, mientras que el otro le vio con un tres cuartos de color negro. Pero lo más extraño es que uno de los testigos vio a Zougam con la nariz escayolada, mientras que el otro no. Evidentemente, esos dos testigos vieron a dos personas distintas.

Pero, además, es que las declaraciones de esos testigos contienen otros muchos datos contradictorios. Uno de ellos (que viajaba en el tren que estalló en El Pozo) reconoce directamente que no pudo ver la cara a esa persona a la que identifica como Zougam, porque sólo la vio de perfil. El otro testigo (que viajaba en el tren que estalló en Santa Eugenia) tampoco vio bien la cara del individuo sospechoso, y además dice que esa persona que él identifica como Zougam depositó una mochila en el suelo, junto a una puerta. Sin embargo, en el tren de Santa Eugenia sólo estalló una bomba, y esa bomba estaba situada en un altillo portaequipajes, no junto a una puerta.

Como vemos, esos testimonios son insostenibles, de modo que la situación en que nos encontramos es que sólo tenemos un presunto autor material de los atentados, Jamal Zougam, y los datos que hay contra él son tan absurdos que será absuelto, sin ningún género de dudas, el día que se celebre el juicio.

¿Por qué le reconocieron los testigos?

Para entender por qué le reconocieron los testigos de los trenes hay que tener en cuenta cuándo fueron hechos esos reconocimientos. En los tres casos, el reconocimiento fotográfico se realizó después de la detención de Zougam, cuando la fotografía de éste ya había sido aireada en todos los medios de comunicación y cuando ya se le había acusado ante la opinión pública de ser el autor de los atentados.

Además, esos reconocimientos no fueron precisamente modélicos y serán probablemente anulados cuando se celebre el juicio. Los reconocimientos fotográficos ante la Policía fueron hechos enseñando a los testigos fotografías de tan sólo nueve individuos, cinco de los cuales eran los cinco detenidos del 13-M. En cuanto a las ruedas de reconocimiento que se hicieron, el juez había pedido expresamente que se llevaran a cabo juntando a Zougam con otros seis individuos parecidos, porque ésa es la única manera de que el testigo realice la identificación en condiciones objetivas.Sin embargo, esas ruedas de reconocimiento se hicieron en circunstancias bien distintas.

Como relata amargamente el propio Jamal Zougam en una carta enviada a su anterior abogada, aquella rueda de reconocimiento se compuso con personas que en nada se parecían a él: uno de ellos rubio, otros varios con el pelo liso, otro de ojos verdes, ninguno de ellos moro. Tenemos los nombres y apellidos de las siete personas con las que se compuso aquella rueda de reconocimiento: André, Martín, Mini, Rubén, José Luis, José y... Jamal. Teniendo en cuenta la composición de esa rueda, era prácticamente imposible que los testigos no «reconocieran» a Zougam, el único moro del grupo. Y aun así, uno de los dos testigos (el que viajaba en el tren de Santa Eugenia) manifestó que la persona que él vio tenía el pelo más liso que Zougam.

Entonces, ¿qué nos queda?

Pues la verdad es que nada. No existe ningún dato que avale que Jamal Zougam estuviera en los trenes.No existe ningún dato que sitúe a Zougam en ninguno de los escenarios de la trama del 11-M. No existe ningún hecho que le vincule con ninguno de los restantes acusados.

¿Es culpable Jamal Zougam? Después de leer los 52.000 folios del sumario desclasificados hasta julio de 2005, no aparece ni un solo dato, ni un solo hecho, ni una sola prueba, que apunten a la culpabilidad de ese hombre. Y sí se encuentran, por el contrario, numerosos datos, numerosos indicios y numerosos hechos que apuntan a todo lo contrario, a que Jamal Zougam podría haber sido utilizado como simple cabeza de turco. Con los datos que tenemos, ese hombre no tuvo la más mínima participación en los atentados.

¿Y si existieran pruebas que desconocemos y que demuestren la culpabilidad de Zougam?, se preguntará algún lector. ¿Acaso no es posible que existan pruebas contra Zougam en la parte del sumario no desclasificada, que recoge las investigaciones realizadas desde julio de 2005 hasta la fecha? Posible es, en efecto, pero ¿qué validez tendrían unas pruebas que aparecen 16 meses después de los atentados, tras derrumbarse todas las pruebas anteriores? Dicho de otro modo: si la razón incuestionable para mantener a Zougam en la cárcel aparece 16 meses después de ingresar éste en prisión, ¿por qué hemos mantenido a Zougam en la cárcel esos 16 meses basándonos en razones cuestionables?

En otra de esas cartas que escribe desde la cárcel, Zougam describe con sincera candidez su situación actual: «Estamos en un país democrático donde hay justicia... Y yo todavía no sé por qué estoy en la cárcel».



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