Un cierto olor a pantera
23-04-06
CARTA DEL DIRECTOR
Un cierto olor a pantera
PEDRO J. RAMIREZ
CARTA DEL DIRECTOR
Un cierto olor a pantera
PEDRO J. RAMIREZ
Los asistentes a aquel acto bebían ávidamente las palabras del orador «como si fuera leche de tigre»: -Queremos que todos nuestros presos sean puestos en libertad porque no han tenido juicios justos Queremos un plebiscito de modo que podamos controlar nuestro propio destino Muchos son los que creen que somos racistas porque los medios de comunicación consideran útil crear esa impresión para apoyar la estructura de poder, pero les resulta cada vez más difícil conservar ese camuflaje y se ven arrastrados a campañas de persecución y violencia para intentar en vano eliminarnos Todo lo que nosotros queremos es lo mismo que vosotros: vivir en paz. Pero en este momento no tenemos medio de lograrlo Dejadme leeros esto: «Si en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver los lazos que le han mantenido unido a otro ». (---/---)
A esta reivindicación de la amnistía y el derecho de autodeterminación, siguió la denuncia de los aparatos represivos del Estado, la crítica del macroproceso en marcha contra los principales dirigentes de la organización, el repudio de las desorbitadas fianzas puestas por los tribunales, la descripción de los malos tratos a los detenidos y la reivindicación del cobro a los comerciantes de «donativos que ellos están obligados a aportar» como cómplices y beneficiarios de la explotación del pueblo por el opresor.
Quien hablaba así no era, sin embargo, ni Arnaldo Otegi, ni Pernando Barrena, ni Jone Goirizelaia, ni Alec Reid, sino un portavoz del Partido de los Panteras Negras, cuyos grupos de autodefensa llevaban ya a sus espaldas el asesinato de al menos 11 policías.Y quienes le escuchaban, entre aturdidos y embelesados, no eran ni el lehendakari Ibarretxe y sus monaguillos, ni Gema Zabaleta y demás heroínas de los partidos socialistas de Euskadi y de Navarra, ni siquiera la mezcolanza de folicularios, politiquillos y correveidiles que asistió en el Ritz al desayuno con el vicario de Batasuna, sino el medio centenar de glamourosas personalidades del show business y la jetset neoyorquina invitadas por el compositor Leonard Bernstein y su esposa a una reunión «en defensa de los derechos civiles» en su magnífico apartamento de Manhattan.
La confusión hubiera podido derivarse, claro está, del mimetismo con el lenguaje del ponente. (Bastaría poner «vascos» donde él decía «negros» y «txakurras» -guau, guau- cada vez que fustigaba a «los cerdos que tienen las armas y están dispuestos a usarlas contra el pueblo»). Y del mimetismo, también, entre las tragaderas de una y otra audiencia: seguro que los asistentes a aquel legendario party de la izquierda exquisita, a los que se leía con intencionalidad subversiva la propia Declaración de Independencia de los Estados Unidos, tuvieron una sensación tan audazmente transgresora como la que el mismísimo Zapatero acaba de insuflar a los condescendientes compañeros de viaje de Batasuna, al poner como única objeción a esa imagen de la socialista guipuzcoana coqueteando con la abogada del diablo la circunstancia de que «quizá se adelantaba a su tiempo». ¿Quién no desea poder «adelantarse a su tiempo», si la heterodoxia de suscribir un documento junto a la representante de una organización terrorista como ETA-Batasuna no sólo te sale gratis, sino que además es acogida con mullida condescendencia por el jefe?
Hace meses ya aludí, muy de pasada, a la famosa cena del 14 de enero de 1970 en casa de los Bernstein, al glosar la querencia de Zapatero por esos colectivos radicales que tanto están influyendo en su legislación en materia de derechos civiles. Pero fue la fotografía de Zabaleta posando sonriente, casi mejilla contra mejilla, con Goirizelaia -como si juntas estuvieran protagonizando una escapada a lo Thelma y Louise-, la que me hizo recordar los términos en que la inmortalizó Tom Wolfe.
Sobre todo aquel primer párrafo del segundo bloque incluido en todas las antologías del Nuevo Periodismo:
«Mmmmmmmmmmmmmmm. Deliciosos. Bocaditos de roquefort rebozados con nuez molida. Muy sabroso. Muy ingenioso. El contraste entre la sequedad de la nuez molida y el sabor del queso es lo que produce este efecto tan delicioso, tan sutil. ¿Imagináis lo que comen los Panteras Negras aquí como aperitivo? A los Panteras les gustan los bocaditos de roquefort rebozados con nuez molida y las puntas de espárragos con mayonesa y las albondiguillas au Coq Hardí, todo lo cual les es ofrecido en este preciso instante, en bandejas de plata labrada, por camareras de uniformes negros y delantales blancos planchados a mano ».
No sé si en el acto en el que se presentó el documento «en favor del derecho a decidir», suscrito por parlamentarias y dirigentas de todos los partidos a excepción del PP, se sirvieron luego canapés. Pero la felicidad que rezuman la socialista con su chupa vaquera y la batasuna con su chaqueta príncipe de Gales en su posado cheek to cheek, la suave firmeza con que el padre Reid sostiene a medio metro del alzacuellos la pulida taza de porcelana -al menos bollería fina sí que hubo en el desayuno del Ritz- y la determinación con que Otegi, embutido en una chupa de cuero muy del estilo de los Panteras, parece dirigirse al lehendakari, indican que todo ha tomado ya un rumbo muy claro.
La chupa de Arnaldo, las patillas de Pernando, los hoyuelos de Goiricelaia, la taza de porcelana del padre Reid Batasuna está de moda. Batasuna es fashion. Lo acaba de decir Zapatero: Batasuna es lo in o lo será muy pronto.
Rosa Díez, en cambio, se está quedando out, la pobre: «un poco retrasada en relación a su tiempo viviendo este proceso desde la memoria y las dudas», cuando podría hacerlo, como Zabaleta, «desde el optimismo y la ilusión». Mira que, a estas alturas, ir a retratarse con Pilar Elías, con esos pendientes tan puestecitos, con ese abrigo de señora de toda la vida, con ese rictus de angustia permanentemente instalado en el rostro Pilar Elías es lo out.Que te hayan matado al marido es lo out. Que tengas que cruzarte todos los días con su desafiante asesino es lo out. Que te quemen la ferretería es lo out, pues como dijo ayer Esker Batua -menudo consuelo- «obedece a una lectura del pasado».
Las víctimas del terrorismo son lo out y a su presidente ya ha habido quien le ha puesto en su sitio esta semana, aunque con el adjetivo equivocado. En lugar de «tarado» -toma talante- había que haberle llamado antiguo. Antiguos, que sois unos antiguos.Que no os enteráis de que un alba distinta empieza a despuntar y en ella amanece un nuevo sol.
Batasuna es ya el magnético adolescente rubio que en la escena cumbre de Cabaret se levanta en el merendero, embutido en su camisa parda, para cantar que «el mañana» le «pertenece» y termina consiguiendo que casi todos le sirvan de coro: «Tomorrow belongs to me». Sólo Rosa Díez y cuatro más tuercen el gesto como lo hace un anciano gafoso y enjuto que parece predecir cuánta ignominia y oprobio se ciernen sobre su pueblo. La mayoría silenciosa se encoge de hombros, apartando la mirada como si lo que está en marcha no fuera con ella, retirándose a lo más del escenario, como el aristócrata alemán que ha conducido en su lujoso automóvil a Liza Minnelli y Michael York en su enturbiada excursión campestre.
«¡Peace for our time!», proclamó Chamberlain a su regreso de Múnich entre las aclamaciones de una sociedad dispuesta a hacer concesiones al totalitarismo con tal de que nunca interfiriera en sus vidas. Zapatero también ha hecho de la paz, su tótem, su fetiche, su único dios verdadero. Ya lo pudieron leer en la respuesta a mi última pregunta: él sólo quiere ser recordado como el gobernante «que hizo todo lo posible y lo imposible por hacer de España un país de paz y en paz».
Y como Batasuna es el mensajero de la paz, Usabiaga nuestro Gerry Adams, Otegi el Martin McGuinnes vasco y Goirizelaia algo así como la versión morena de Bernadette Devlin, pues hay que «cuidar» a Batasuna. Por eso Cándido Conde-Pumpido es «el mejor fiscal general de la historia de la democracia» sin necesidad de que el presidente haya hablado con él más que dos veces. Por eso Gema Zabaleta recibe la comprensión debida a los precursores y el reconocimiento propio de todo heraldo de un tiempo nuevo.Por eso Eguiguren tendrá su recompensa. Por eso Rubalcaba ya ha tenido la suya. Por eso, sensu contrario, Pepe Bono se ha visto en la acuciante necesidad de dedicar más tiempo a su familia.
Hay que «cuidar» a Batasuna. Apaciguarla con algunos bocaditos de roquefort cubiertos de nuez molida. Engatusarla con la promesa de infinitos bocaditos de roquefort cubiertos de nuez molida.«Primero la paz », ha dicho desde su nuevo esencialismo Zapatero.Pero sin pausa de ninguna clase, ha añadido: «luego la política».Y Batasuna sabe que el presidente se está refiriendo a ella.Que la hora de la política será su hora. Que por una vez se invertirán los papeles y a la izquierda abertzale le corresponderá recoger los frutos del árbol que movió el PNV con el plan Ibarretxe.La tentación es muy fuerte porque lo que Zapatero les augura es una cosecha de nueces suficiente como para aderezar todos los canapés del poder municipal imaginables y quién sabe si también los del gobierno autonómico. La hoja de ruta de ETA que nos desvelaba hace unos meses Angeles Escrivá. El sueño de Antza hecho realidad: 400.000 votos en las elecciones del 2012. Y con el reconocimiento de la «nación» vasca por delante. Y con Navarra a un tiro de Organo de Relación Permanente. Y con un plan escalonado para los presos. Y encima sin tener que entregar las armas
Desde la perspectiva de Zapatero la operación es muy sencilla: transformar a Batasuna en Esquerra Republicana de Cataluña. Es decir en una fuerza todo lo independentista que se quiera, pero integrada en el sistema y supeditada por lo tanto a sus reglas.Si Puigcercós se pirra por ser ministro, ¿quién dice que un día no pueda terminar siéndolo Usabiaga, tal y como ocurrió con Irujo durante la República? Señores Panteras Negras, olvidemos nuestro enfado y volvamos al amor de aquellos tiempos en los que todas las fuerzas de izquierdas se unían y colaboraban para cerrarle el paso a la derecha. Ese era el mensaje de Leonard Bernstein y toda su beautiful people de la izquierda exquisita, erguidos con su copa en la mano junto a los ventanales de aquel penthouse de la Avenida del Parque: tened en cuenta que ahí fuera está el reaccionario partido republicano que nos asfixia por igual a todos.
Sólo una jovencísima Barbara Walters se salió del guión, del mismo modo fastidioso en que parece empeñada en hacerlo ahora Rosa Díez:
-Estoy hablando como mujer blanca que tiene un marido blanco, que es capitalista, o agente del capitalismo, y yo lo soy también, y deseo saber si el que vosotros vayáis a tener vuestra libertad significa que nosotros tendremos que irnos.
Para que los cálculos de Zapatero cuadren habrá que repoblar de ampurdaneses el Gohierri. Eso en el caso de que no sea el clima prerrevolucionario que moviliza a un creciente sector de la población vasca el que contagie a la pragmática Cataluña y no a la viceversa.
No sé, a estas alturas, si ya le servirá de mucho, pero pienso que, al menos como curiosidad, al presidente le interesará saber cómo resolvieron los norteamericanos el problema de los Panteras Negras y su apoyo político a la lucha armada, una vez que Tom Wolfe puso el punto final a su célebre relato y Leonard Bernstein comenzó a ser abucheado en las salas de conciertos.
En primer lugar el director del FBI Edgar Hoover les definió como «la mayor amenaza a la seguridad interior de los Estados Unidos» y comenzó a actuar en consecuencia. Tras una implacable labor de infiltración y acoso policial, los principales dirigentes fueron cayendo uno por uno. Uno de los pocos que lograron huir al extranjero fue su denominado «ministro de Cultura», el ideólogo de la organización Eldridge Cleaver, autor de un libro en el que incitaba a violar a mujeres blancas como «acto insurreccional» y de quien, de hecho se habló bastante en la cena del East Side cuando una periodista comentó que había entrevistado a su mujer y ella le había declarado que su mayor anhelo era que el hijo de la pareja «prendiera la primera cerilla» de un incendio que «pusiera a toda la nación en llamas».
Eldridge Cleaver vivió primero en Argelia y después en Cuba.Cuando a finales de los 70 a los Panteras Negras no les quedó sino sacar bandera blanca, él volvió a Estados Unidos, arregló sus cuentas con la Justicia y dejó boquiabierto al personal reapareciendo en escena como activista pro Ronald Reagan. «He estudiado el comunismo de cerca y he descubierto que nuestra forma de gobierno es mejor que nada de lo que existe por ahí», explicó a sus seguidores.Hasta el día de su muerte repudió todo proyecto de nacionalismo negro y arremetió contra quienes propugnaban consolidar una variante del inglés como lenguaje propio de los afroamericanos, tildando todo ello de «patético intento de institucionalizar la disfunción».No podía decirlo mejor.
Extravagante historia, esperpéntico personaje, alegará cualquier nacionalista vasco que finja olvidar la conversión de Sabino Arana a la causa españolista en el último tramo de su vida. ¿Qué modelo de reinserción queremos, el del arrepentido Soares Gamboa o el del contumaz De Juana Chaos, por hablar de dos compañeros de comando?
Zapatero quiere ver una quimera convertida en realidad, pero el suyo no es el único camino. Comprendo que soñar con que Otegi ingrese en un PP que siempre será mucho menos de derechas de lo que lo fue Reagan, podría suscitar serias dudas sobre mi cordura, ¿pero por qué no imaginarlo con el sayal de penitente y las sienes cubiertas de ceniza, llamando dentro de unos años a la puerta de un Partido Socialista de Euskadi tan claro sobre la cuestión nacional como aquel en el que ingresó y militó, hasta convertirse en presidente, el etarra condenado a muerte en el proceso de Burgos Mario Onaindía Natxiondo?
La lección es bien clara: para que la democracia triunfe a sus enemigos no hay que darles ni agua. Y menos a cambio de nada.Y el que les sirva champaña y bocaditos de roquefort debe recibir una monumental pitada sobre el césped del estadio. La receta frente a esas dos imágenes «publicadas-en-un-periódico-como-el-suyo-que-suele-tener-la-habilidad-de-poner-fotos-en- contraposición» era, pues, bastante sencilla: abrazar a Rosa, suspender de militancia a Gema. Pero qué le vamos a hacer, si a Zapatero lo que le gusta es la leche de tigre y el aroma de pantera.
A esta reivindicación de la amnistía y el derecho de autodeterminación, siguió la denuncia de los aparatos represivos del Estado, la crítica del macroproceso en marcha contra los principales dirigentes de la organización, el repudio de las desorbitadas fianzas puestas por los tribunales, la descripción de los malos tratos a los detenidos y la reivindicación del cobro a los comerciantes de «donativos que ellos están obligados a aportar» como cómplices y beneficiarios de la explotación del pueblo por el opresor.
Quien hablaba así no era, sin embargo, ni Arnaldo Otegi, ni Pernando Barrena, ni Jone Goirizelaia, ni Alec Reid, sino un portavoz del Partido de los Panteras Negras, cuyos grupos de autodefensa llevaban ya a sus espaldas el asesinato de al menos 11 policías.Y quienes le escuchaban, entre aturdidos y embelesados, no eran ni el lehendakari Ibarretxe y sus monaguillos, ni Gema Zabaleta y demás heroínas de los partidos socialistas de Euskadi y de Navarra, ni siquiera la mezcolanza de folicularios, politiquillos y correveidiles que asistió en el Ritz al desayuno con el vicario de Batasuna, sino el medio centenar de glamourosas personalidades del show business y la jetset neoyorquina invitadas por el compositor Leonard Bernstein y su esposa a una reunión «en defensa de los derechos civiles» en su magnífico apartamento de Manhattan.
La confusión hubiera podido derivarse, claro está, del mimetismo con el lenguaje del ponente. (Bastaría poner «vascos» donde él decía «negros» y «txakurras» -guau, guau- cada vez que fustigaba a «los cerdos que tienen las armas y están dispuestos a usarlas contra el pueblo»). Y del mimetismo, también, entre las tragaderas de una y otra audiencia: seguro que los asistentes a aquel legendario party de la izquierda exquisita, a los que se leía con intencionalidad subversiva la propia Declaración de Independencia de los Estados Unidos, tuvieron una sensación tan audazmente transgresora como la que el mismísimo Zapatero acaba de insuflar a los condescendientes compañeros de viaje de Batasuna, al poner como única objeción a esa imagen de la socialista guipuzcoana coqueteando con la abogada del diablo la circunstancia de que «quizá se adelantaba a su tiempo». ¿Quién no desea poder «adelantarse a su tiempo», si la heterodoxia de suscribir un documento junto a la representante de una organización terrorista como ETA-Batasuna no sólo te sale gratis, sino que además es acogida con mullida condescendencia por el jefe?
Hace meses ya aludí, muy de pasada, a la famosa cena del 14 de enero de 1970 en casa de los Bernstein, al glosar la querencia de Zapatero por esos colectivos radicales que tanto están influyendo en su legislación en materia de derechos civiles. Pero fue la fotografía de Zabaleta posando sonriente, casi mejilla contra mejilla, con Goirizelaia -como si juntas estuvieran protagonizando una escapada a lo Thelma y Louise-, la que me hizo recordar los términos en que la inmortalizó Tom Wolfe.
Sobre todo aquel primer párrafo del segundo bloque incluido en todas las antologías del Nuevo Periodismo:
«Mmmmmmmmmmmmmmm. Deliciosos. Bocaditos de roquefort rebozados con nuez molida. Muy sabroso. Muy ingenioso. El contraste entre la sequedad de la nuez molida y el sabor del queso es lo que produce este efecto tan delicioso, tan sutil. ¿Imagináis lo que comen los Panteras Negras aquí como aperitivo? A los Panteras les gustan los bocaditos de roquefort rebozados con nuez molida y las puntas de espárragos con mayonesa y las albondiguillas au Coq Hardí, todo lo cual les es ofrecido en este preciso instante, en bandejas de plata labrada, por camareras de uniformes negros y delantales blancos planchados a mano ».
No sé si en el acto en el que se presentó el documento «en favor del derecho a decidir», suscrito por parlamentarias y dirigentas de todos los partidos a excepción del PP, se sirvieron luego canapés. Pero la felicidad que rezuman la socialista con su chupa vaquera y la batasuna con su chaqueta príncipe de Gales en su posado cheek to cheek, la suave firmeza con que el padre Reid sostiene a medio metro del alzacuellos la pulida taza de porcelana -al menos bollería fina sí que hubo en el desayuno del Ritz- y la determinación con que Otegi, embutido en una chupa de cuero muy del estilo de los Panteras, parece dirigirse al lehendakari, indican que todo ha tomado ya un rumbo muy claro.
La chupa de Arnaldo, las patillas de Pernando, los hoyuelos de Goiricelaia, la taza de porcelana del padre Reid Batasuna está de moda. Batasuna es fashion. Lo acaba de decir Zapatero: Batasuna es lo in o lo será muy pronto.
Rosa Díez, en cambio, se está quedando out, la pobre: «un poco retrasada en relación a su tiempo viviendo este proceso desde la memoria y las dudas», cuando podría hacerlo, como Zabaleta, «desde el optimismo y la ilusión». Mira que, a estas alturas, ir a retratarse con Pilar Elías, con esos pendientes tan puestecitos, con ese abrigo de señora de toda la vida, con ese rictus de angustia permanentemente instalado en el rostro Pilar Elías es lo out.Que te hayan matado al marido es lo out. Que tengas que cruzarte todos los días con su desafiante asesino es lo out. Que te quemen la ferretería es lo out, pues como dijo ayer Esker Batua -menudo consuelo- «obedece a una lectura del pasado».
Las víctimas del terrorismo son lo out y a su presidente ya ha habido quien le ha puesto en su sitio esta semana, aunque con el adjetivo equivocado. En lugar de «tarado» -toma talante- había que haberle llamado antiguo. Antiguos, que sois unos antiguos.Que no os enteráis de que un alba distinta empieza a despuntar y en ella amanece un nuevo sol.
Batasuna es ya el magnético adolescente rubio que en la escena cumbre de Cabaret se levanta en el merendero, embutido en su camisa parda, para cantar que «el mañana» le «pertenece» y termina consiguiendo que casi todos le sirvan de coro: «Tomorrow belongs to me». Sólo Rosa Díez y cuatro más tuercen el gesto como lo hace un anciano gafoso y enjuto que parece predecir cuánta ignominia y oprobio se ciernen sobre su pueblo. La mayoría silenciosa se encoge de hombros, apartando la mirada como si lo que está en marcha no fuera con ella, retirándose a lo más del escenario, como el aristócrata alemán que ha conducido en su lujoso automóvil a Liza Minnelli y Michael York en su enturbiada excursión campestre.
«¡Peace for our time!», proclamó Chamberlain a su regreso de Múnich entre las aclamaciones de una sociedad dispuesta a hacer concesiones al totalitarismo con tal de que nunca interfiriera en sus vidas. Zapatero también ha hecho de la paz, su tótem, su fetiche, su único dios verdadero. Ya lo pudieron leer en la respuesta a mi última pregunta: él sólo quiere ser recordado como el gobernante «que hizo todo lo posible y lo imposible por hacer de España un país de paz y en paz».
Y como Batasuna es el mensajero de la paz, Usabiaga nuestro Gerry Adams, Otegi el Martin McGuinnes vasco y Goirizelaia algo así como la versión morena de Bernadette Devlin, pues hay que «cuidar» a Batasuna. Por eso Cándido Conde-Pumpido es «el mejor fiscal general de la historia de la democracia» sin necesidad de que el presidente haya hablado con él más que dos veces. Por eso Gema Zabaleta recibe la comprensión debida a los precursores y el reconocimiento propio de todo heraldo de un tiempo nuevo.Por eso Eguiguren tendrá su recompensa. Por eso Rubalcaba ya ha tenido la suya. Por eso, sensu contrario, Pepe Bono se ha visto en la acuciante necesidad de dedicar más tiempo a su familia.
Hay que «cuidar» a Batasuna. Apaciguarla con algunos bocaditos de roquefort cubiertos de nuez molida. Engatusarla con la promesa de infinitos bocaditos de roquefort cubiertos de nuez molida.«Primero la paz », ha dicho desde su nuevo esencialismo Zapatero.Pero sin pausa de ninguna clase, ha añadido: «luego la política».Y Batasuna sabe que el presidente se está refiriendo a ella.Que la hora de la política será su hora. Que por una vez se invertirán los papeles y a la izquierda abertzale le corresponderá recoger los frutos del árbol que movió el PNV con el plan Ibarretxe.La tentación es muy fuerte porque lo que Zapatero les augura es una cosecha de nueces suficiente como para aderezar todos los canapés del poder municipal imaginables y quién sabe si también los del gobierno autonómico. La hoja de ruta de ETA que nos desvelaba hace unos meses Angeles Escrivá. El sueño de Antza hecho realidad: 400.000 votos en las elecciones del 2012. Y con el reconocimiento de la «nación» vasca por delante. Y con Navarra a un tiro de Organo de Relación Permanente. Y con un plan escalonado para los presos. Y encima sin tener que entregar las armas
Desde la perspectiva de Zapatero la operación es muy sencilla: transformar a Batasuna en Esquerra Republicana de Cataluña. Es decir en una fuerza todo lo independentista que se quiera, pero integrada en el sistema y supeditada por lo tanto a sus reglas.Si Puigcercós se pirra por ser ministro, ¿quién dice que un día no pueda terminar siéndolo Usabiaga, tal y como ocurrió con Irujo durante la República? Señores Panteras Negras, olvidemos nuestro enfado y volvamos al amor de aquellos tiempos en los que todas las fuerzas de izquierdas se unían y colaboraban para cerrarle el paso a la derecha. Ese era el mensaje de Leonard Bernstein y toda su beautiful people de la izquierda exquisita, erguidos con su copa en la mano junto a los ventanales de aquel penthouse de la Avenida del Parque: tened en cuenta que ahí fuera está el reaccionario partido republicano que nos asfixia por igual a todos.
Sólo una jovencísima Barbara Walters se salió del guión, del mismo modo fastidioso en que parece empeñada en hacerlo ahora Rosa Díez:
-Estoy hablando como mujer blanca que tiene un marido blanco, que es capitalista, o agente del capitalismo, y yo lo soy también, y deseo saber si el que vosotros vayáis a tener vuestra libertad significa que nosotros tendremos que irnos.
Para que los cálculos de Zapatero cuadren habrá que repoblar de ampurdaneses el Gohierri. Eso en el caso de que no sea el clima prerrevolucionario que moviliza a un creciente sector de la población vasca el que contagie a la pragmática Cataluña y no a la viceversa.
No sé, a estas alturas, si ya le servirá de mucho, pero pienso que, al menos como curiosidad, al presidente le interesará saber cómo resolvieron los norteamericanos el problema de los Panteras Negras y su apoyo político a la lucha armada, una vez que Tom Wolfe puso el punto final a su célebre relato y Leonard Bernstein comenzó a ser abucheado en las salas de conciertos.
En primer lugar el director del FBI Edgar Hoover les definió como «la mayor amenaza a la seguridad interior de los Estados Unidos» y comenzó a actuar en consecuencia. Tras una implacable labor de infiltración y acoso policial, los principales dirigentes fueron cayendo uno por uno. Uno de los pocos que lograron huir al extranjero fue su denominado «ministro de Cultura», el ideólogo de la organización Eldridge Cleaver, autor de un libro en el que incitaba a violar a mujeres blancas como «acto insurreccional» y de quien, de hecho se habló bastante en la cena del East Side cuando una periodista comentó que había entrevistado a su mujer y ella le había declarado que su mayor anhelo era que el hijo de la pareja «prendiera la primera cerilla» de un incendio que «pusiera a toda la nación en llamas».
Eldridge Cleaver vivió primero en Argelia y después en Cuba.Cuando a finales de los 70 a los Panteras Negras no les quedó sino sacar bandera blanca, él volvió a Estados Unidos, arregló sus cuentas con la Justicia y dejó boquiabierto al personal reapareciendo en escena como activista pro Ronald Reagan. «He estudiado el comunismo de cerca y he descubierto que nuestra forma de gobierno es mejor que nada de lo que existe por ahí», explicó a sus seguidores.Hasta el día de su muerte repudió todo proyecto de nacionalismo negro y arremetió contra quienes propugnaban consolidar una variante del inglés como lenguaje propio de los afroamericanos, tildando todo ello de «patético intento de institucionalizar la disfunción».No podía decirlo mejor.
Extravagante historia, esperpéntico personaje, alegará cualquier nacionalista vasco que finja olvidar la conversión de Sabino Arana a la causa españolista en el último tramo de su vida. ¿Qué modelo de reinserción queremos, el del arrepentido Soares Gamboa o el del contumaz De Juana Chaos, por hablar de dos compañeros de comando?
Zapatero quiere ver una quimera convertida en realidad, pero el suyo no es el único camino. Comprendo que soñar con que Otegi ingrese en un PP que siempre será mucho menos de derechas de lo que lo fue Reagan, podría suscitar serias dudas sobre mi cordura, ¿pero por qué no imaginarlo con el sayal de penitente y las sienes cubiertas de ceniza, llamando dentro de unos años a la puerta de un Partido Socialista de Euskadi tan claro sobre la cuestión nacional como aquel en el que ingresó y militó, hasta convertirse en presidente, el etarra condenado a muerte en el proceso de Burgos Mario Onaindía Natxiondo?
La lección es bien clara: para que la democracia triunfe a sus enemigos no hay que darles ni agua. Y menos a cambio de nada.Y el que les sirva champaña y bocaditos de roquefort debe recibir una monumental pitada sobre el césped del estadio. La receta frente a esas dos imágenes «publicadas-en-un-periódico-como-el-suyo-que-suele-tener-la-habilidad-de-poner-fotos-en- contraposición» era, pues, bastante sencilla: abrazar a Rosa, suspender de militancia a Gema. Pero qué le vamos a hacer, si a Zapatero lo que le gusta es la leche de tigre y el aroma de pantera.
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