Juegos de palabras

31-05-07



A SANGRE FRIA

Juegos de palabras


David Gistau

Como parte esencial de su estrategia defensiva, Rabei Osman 'El Egipcio' viene pretendiéndose un humilde inmigrante de los que ponen el gotelé con apenas un euro en el bolsillo y abrumado por problemas personales de origen sentimental. Su abogado defensor, Endika Zulueta, intentó neutralizar las grabaciones incriminatorias de Vía Cadore, en Milán, atribuyéndolas a las «fantasías» de quien quería ganarse respeto en un ambiente en el que la capacidad de matar se valora como la de ligar en el bar de la esquina.
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Así, con los atentados del 11-M, El Egipcio habría hecho lo mismo que Cabré después de acostarse con Ava Gardner: correr a contarlo. A un discípulo, Yahía, que nos sirve de retratorobot de todos aquellos jóvenes, delincuentes en potencia y descarriados del camino recto, cuya voluntad doblegaba el influjo de El Egipcio para luego despacharlos a la yihad en el ya famoso «taxi al paraíso». Fabulador o no, urdía planes propios de un malevo de la Marvel, como vaporizar veneno con un secador de pelo.

Como quiera que a los agentes italianos de la Digos que comparecieron en el juicio las «fantasías» del palabrón se le antojaron muy creíbles, Zulueta atacó ayer desde un frente nuevo esas grabaciones que son la única prueba que relaciona a Rabei Osman con la autoría intelectual del 11-M. Los intérpretes habituales del juicio denunciaron errores de interpretación e incluso intenciones aviesas de «amueblar» el contenido deseado.

Por momentos se pusieron casi a hacer juegos de palabras, como cuando desvincularon el término qaidin de Al-Qaeda para asociarlo a un versículo en el que significaría algo así como «permanecer sentado». Sobre todo, negaron la mayor: la frase en que El Egipcio se ufana de que los atentados de Madrid fueron obra suya. Tampoco es que enajenaran por completo al Rabei del 11-M, puesto que sí ratificaron otras observaciones en las que reconocía que los suicidas de Leganés y los detenidos eran todos «hermanos muy queridos» -tanto que con 'El Tunecino' convivió un año durante el tiempo de preparación del atentado- a los que había dejado de frecuentar en febrero, justo a tiempo de que la ejecución del plan no le pillara en España. Pero el golpe fue duro e imprevisto para las acusaciones. Y la visible irritación de Olga Sánchez durante su interrogatorio revelaba que otra vez se le tambaleaba un cargo y que la jornada podía salirle tan nefasta como aquélla otra en que los testigos de los trenes prácticamente permitieron que Basel Ghalyoun se le escurriese para la autoría material, gorro de lana aparte.

El inicio de la fase documental permitió escuchar a Rafá Zouhier poniendo sobre la pista de 'El Chino' a 'Víctor', su controlador de la UCO, en las vísperas de su propia detención. Fue un documento casi emocionante, un auténtico bocado de realidad, porque agrega una perspectiva vívida de lo que ya es un terrible pedazo de la Historia española. Donde no lo apreciaron mucho fue en el habitáculo. Mientras Zouhier y Emilio Suárez Trashorras habían sido puestos a salvo en los bancos de los procesados en libertad, a Hamid Ahmidan se le tensaba la mandíbula y parecía murmurar promesas de vendetta. Ya no habrá sosiego en la jaula.

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