ENTRE LA DESMEMORIA HISTORICA Y EL 'GUERRACIVILISMO' MAS ESTÉRIL

25-08-06


Editorial

ENTRE LA DESMEMORIA HISTORICA Y EL 'GUERRACIVILISMO' MAS ESTÉRIL

Una vez más, el Gobierno aprovecha el tórrido mes de agosto, cuando decaen la actividad política y la atención mediática, para adoptar una medida que en cualquier otro momento del año generaría una gran polémica. A la escandalosa concesión del tercer grado a Vera se añade ahora la retirada de la estatuta de Franco de la Academia Militar de Zaragoza en un momento en que la mayoría de los cadetes y sus familiares se hallan, como el resto de los españoles, disfrutando de sus vacaciones. En este sentido, la operación es un remedo de la que tuvo como protagonista la estatua ecuestre de Franco de Nuevos Ministerios en Madrid, que fue retirada en medio de la noche y coincidiendo con el 90 cumpleaños de Santiago Carrillo. Ambas se enmarcan dentro del empeño del Gobierno en revisar la Historia de manera selectiva, una iniciativa que no ha servido para «unir a los españoles» -expresión con la que Alonso justificó en su día la decisión materializada ayer-, sino todo lo contrario. A pesar del intento del Gobierno de apaciguar a sus aliados con gestos como la retirada de la estatua, ERC ha anunciado que presentará una enmienda de totalidad a la Ley de memoria histórica.

Sin sentir el menor aprecio por la dictadura -aunque aceptando todas las matizaciones que ya se están encargando de introducir los propios ciudadanos en nuestra macroencuesta sobre el franquismo- cabe señalar que la eliminación de símbolos fruto del pasado no es un acto de memoria histórica. En el mejor de los casos, deja en evidencia una clamorosa desmemoria histórica y, en el peor, constituye un intento de criminalizar a media España y aislar al PP. Prueba de ello es que se suprimen las referencias franquistas pero no las del otro bando. ¿O piensa el Gobierno también retirar la estatua de Largo Caballero de Nuevos Ministerios?

Este periódico siempre ha defendido que no se retirara ninguna estatua, ni las relacionadas con un bando, ni las vinculadas con el otro. Como bien manifestó en un brillante artículo reproducido en nuestras páginas el historiador Felipe Fernández Armesto, «las estatuas son para los pájaros» y respetarlas es una «señal de madurez democrática». Ahora bien, si se retiran unas, habrá que retirarlas todas. Lo cual también suscita interrogantes respecto a qué hacer con las imágenes del actual jefe del Estado, que fue nombrado sucesor a título de Rey por Franco. Si se considera que la legitimidad de Don Juan Carlos procede del refrendo constitucional, ¿deberíamos eliminar todos sus retratos realizados antes del 78? La pregunta es todavía más pertinente si se tiene en cuenta que la estatua de Zaragoza no fue colocada allí en recuerdo de la trayectoria de Franco como jefe del Estado, sino como primer director de la Academia Militar durante otro periodo dictatorial con el que por cierto colaboró una parte del PSOE liderada por el propio Largo Caballero.

Si el PSOE ha dicho con razón que, haga lo que haga, el PP no va a ganar las elecciones del 14-M, tampoco el PSOE debería empeñarse en ganar la Guerra del 36. Porque lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. Y porque, en sí mismo, el empeño constituye un ataque contra el espíritu y los valores de la Transición. Es decir, contra la convivencia y reconciliación entre los españoles, que no fueron «apátridas», como asegura Zapatero, sino protagonistas más o menos activos, más o menos voluntarios, de una historia, por definición, compleja.

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