De la investigación al conformismo

29-10-07



JUICIO POR UNA MASACRE / Guía para seguir la sentencia del miércoles

De la investigación al conformismo


La actitud de los dos grandes medios nacionales de prensa escrita ante la matanza del 11-M a través de sus editoriales

CASIMIRO GARCIA-ABADILLO

El próximo 31 de octubre se conocerá la sentencia del juicio por el mayor atentado terrorista de la Historia de España.

El tribunal presidido por el magistrado Javier Gómez Bermúdez dará su veredicto sobre los 29 imputados cuando habrán transcurrido más de tres años y medio desde aquel terrible 11 de marzo.

La investigación sobre el 11-M en sus distintas vertientes, policial, judicial, parlamentaria y periodística, ha provocado una enorme división en la sociedad, alineada en dos bloques que se corresponden casi milimétricamente con los dos grandes partidos.

El hecho de que el atentado se produjera a sólo tres días de unas elecciones generales y que una de sus consecuencias fuera precisamente un vuelco inesperado en su resultado, ha marcado a fuego la posición de unos y otros. Sin duda, la sentencia que conoceremos en breve será también utilizada como arma electoral en una precampaña que se augura bronca y desabrida.

Al final, la sentencia establecerá unos hechos y unas consecuencias penales. Pero en torno a ellos se va a producir un encarnizado debate en la opinión pública.

Los principales medios de comunicación se han posicionado claramente durante el tiempo que ha durado la instrucción y el juicio oral. Pero han sido dos periódicos, EL MUNDO y El País, los que han polarizado la atención de la clase política y de los ciudadanos.

(.../...)

Uno y otro reflejan dos visiones distintas, cuando no contradictorias, de lo ocurrido en torno al atentado.

Mientras que EL MUNDO ha seguido desde el principio la línea de primar la información, El País se ha caracterizado por su defensa a ultranza de la instrucción judicial y de la investigación policial. Al tiempo que el diario del Grupo Prisa ha sido el abanderado de la versión oficial sobre lo ocurrido, ha hecho todo lo posible por desacreditar a su principal competidor, bautizándole como el defensor de la llamada teoría de la conspiración.

Pero, ¿cuál ha sido en todo este tiempo la posición real de uno y otro en torno al 11-M? Más allá de los comentarios de tertulia, ¿cómo se han posicionado EL MUNDO y El País ante los grandes hitos informativos relacionados con los atentados de Madrid?

El repaso detenido por los editoriales de ambos medios sorprenderá a más de un lector.

TRAS LA MASACRE

Pocos sucesos han provocado tanto impacto y, en los primeros momentos, tanta solidaridad como la matanza de los trenes que tuvo lugar sobre las 7.40 horas del día 11 de marzo de 2004.

Ese día fue largo y angustioso. Informativamente, frenético. La contabilización de las víctimas, los primeros datos sobre la posible autoría, la aparición de una furgoneta en Alcalá de Henares llena de pistas, las ruedas de prensa de Aznar y Acebes, una sospechosa reivindicación por internet, etcétera.

No había nada seguro. Sólo el dolor y el ejemplo que dio Madrid a todo el mundo.

El editorial de El País del 12 de marzo, bajo el título 11-M afirmaba: «A esta hipótesis [la de la autoría de Al Qaeda] debe añadirse como mero automatismo lógico la de que la actuación criminal sea producto de una coalición terrorista islamista y etarra, de forma que los asesinos hubieran terminado fusionando sus dos sangrientas banderas y confirmando de forma siniestra la profecía de Bush y de Aznar, que querían confundir todos los terrorismos y convertirlos en uno solo [...] No cabe, por tanto, descartar del todo la pista etarra, aunque sólo sea por la eventualidad de un terrorismo de dos cabezas».

Releer ahora ese texto, a sabiendas de lo que ha dicho ese mismo diario sobre la posibilidad de una conexión entre el 11-M y ETA resulta aleccionador. Sobre todo, cuando desde sus páginas se ha machacado a los que hemos mantenido que había que investigar esa vía ante los indicios que, posteriormente, fueron apareciendo.

Mientras, EL MUNDO, ese mismo día, descartaba prácticamente la posibilidad sobre la autoría combinada que avalaba El País: «Hay una tercera aunque increíble hipótesis; una alianza entre ETA y los grupos islámicos terroristas que ayer barajaban algunos expertos internacionales en la BBC. No nos parece plausible esta asociación entre una banda marxista-leninista y unos fanáticos islámicos».

No se desmayen. EL MUNDO fue, quizá, en los primeros momentos, el periódico más escéptico respecto a la participación de ETA en el atentado de Madrid.

Incluso días después de la victoria electoral del PSOE, EL MUNDO fue muy crítico con algunas decisiones adoptadas por el Gobierno de Aznar. Un ejemplo es el siguiente párrafo de un editorial publicado el 19 de marzo: «Hay dos episodios en los que sí es posible criticar a organismos del Gobierno. El primero es el precipitado comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores a los embajadores en la tarde del jueves, dando por hecho que ETA era responsable de las muertes. Todo indica que la ministra estaba mal informada. Y el segundo es el primer informe del CNI, en el que los servicios secretos afirman que se 'considera casi seguro que la organización terrorista ETA es la autora de los atentados'».

El País (al contrario que la Cadena Ser, emisora de radio de su mismo grupo), mantuvo una postura más bien condescendiente con el Gobierno, al menos en esos primeros días. Atentos a lo que dijo el editorial de dicho diario el 14-M, día de las elecciones: «Al margen del 11-M, ETA sigue presente, y si carece hoy de una perspectiva política que dé sentido a sus crímenes es porque el Pacto [antiterrorista] le ha cerrado cualquier esperanza de que un cambio de mayoría pueda abrir paso a una negociación política».

Sí, han leído bien. El País defendía el mismo día de las elecciones la vigencia del pacto antiterrorista, entre otras cosas, para cerrar la puerta a cualquier negociación política con ETA. Cosas veredes.

LA COMISION PARLAMENTARIA

La aparición de las primeras informaciones comprometidas (por ejemplo, que los dos principales implicados en el tráfico de explosivos eran confidentes policiales, noticia adelantada por EL MUNDO) crearon la lógica tensión política.

Mientras que EL MUNDO saludaba (editorial del 6 de mayo de 2004) la decisión de Mariano Rajoy de tomar la «iniciativa política al exigir una comisión de investigación sobre el 11-M», El País remoloneaba a ese respecto: «El PSOE no tiene mucho que ganar como partido y el PP tiene bastante que perder. Es lógico que espontáneamente no manifiesten un enorme interés en la comisión y que prefieran acotarla en cuanto a duración, análisis de documentos y comparecencias [27 de junio de 2004]».

Dos visiones distintas. EL MUNDO quería que la comisión de investigación sirviera para exigir el conocimiento de la verdad. El País circunscribía su actuación al ámbito de los intereses partidarios.

Mientras que EL MUNDO pedía comparecencias de políticos, confidentes y altos mandos policiales, El País se mostraba reticente, en línea con los deseos del PSOE que, hay que recordarlo, en su primera lista de comparecientes no citó a ningún mando de la Guardia Civil, ni a Aznar ni, por supuesto, a Zapatero.

En esas semanas, EL MUNDO siguió aportando información valiosa sobre el atentado (por ejemplo, que El Tunecino había estado vigilado por la Brigada Provincial de Información de Madrid antes del atentado, o que la famosa casa de Morata era propiedad de un detenido por su relación con Al Qaeda).

La posibilidad de que la comisión parlamentaria se convirtiera finalmente en un órgano de pasteleo político fue denunciada por EL MUNDO en un editorial publicado el 23 de junio de 2004: «La coincidencia de que ni el PSOE ni el PP hayan pedido que Aznar ni Zapatero comparezcan, provoca inevitables sospechas de que ha existido un pacto entre ambos, denuncia que ya han expresado los nacionalistas e IU».

Gracias a editoriales como éste, la Comisión alargó sus trabajos y se propusieron nuevas comparecencias, lo que no pareció gustarle a El País. He aquí dos ejemplos: «Los socialistas, que intentan orientar la comisión hacia el compromiso de todos los partidos de formalizar un pacto de Estado contra el terrorismo islámico, no parecen muy partidarios de alargarla con nuevas comparecencias, y menos con la de Aznar, porque prolongaría debates muy alejados de su agenda y porque podría comprometer la imagen de un Gobierno que pasa página y mira al futuro [editorial publicado el 5 de septiembre de 2004]».

Es decir, El País analiza la comisión siempre en función de una estrategia política, no del conocimiento de la verdad. La justificación de su posición contraria a la comparecencia del ex presidente del Gobierno no tiene desperdicio y queda reflejada en un editorial publicado el 16 de septiembre de 2004: «Nunca fue cierto que Aznar no tuviera nada que aportar, como dijeron algunos socialistas, pero resultaba defendible la idea de que era conveniente evitar el precedente de un ex presidente llamado a declarar ante una comisión de investigación».

Es decir, que, para El País, lo defendible, por encima de cualquier otra consideración, es la no estigmatización que se produciría para un ex presidente si éste fuera llamado a declarar a una comisión parlamentaria. ¿Les suena el argumento referido a otro ex presidente?

Mientras que EL MUNDO siguió aportando información (la aparición del Skoda Fabia en Alcalá, contactos entre presos etarras e islamistas, los papeles de Bensmail, etcétera), El País comenzaba a apuntar sus baterías contra los medios que no se conformaban con la verdad oficial. El bombardeo mediático no tenía tanto por objeto acallar a los incontrolados, como provocar una brecha en el propio PP, haciendo creer al partido de Rajoy que lo mejor para sus intereses era dar carpetazo al asunto.

Un buen ejemplo de ello es el editorial publicado por El País el 4 de abril de 2005: «Incapaz de asumir sus errores y de reconocer sus equivocaciones, y contando con la inestimable colaboración de algún medio, el PP ha ido incorporando las más absurdas interpretaciones, en una orgía conspirativa en la que pretende combinar sucesiva o simultáneamente a ETA, Al Qaeda, el PSOE, grupos facciosos del CNI y de la Guardia Civil, servicios de información de Francia y de Marruecos. Poco les ha importado -al PP y al medio que le ha acompañado o dirigido en este viaje- falsear la realidad, inventar historias o poner en tela de juicio la investigación policial y judicial».

El cierre de la comisión de investigación, visto con alborozo por El País, había sido valorado por EL MUNDO como un acicate para continuar con su labor: «En lo que concierne a EL MUNDO, es un firme compromiso. Este periódico seguirá investigando la masacre a pesar del cierre de la comisión. Se lo debemos a las víctimas, al conjunto de la sociedad española y a nosotros mismos».

El maniqueísmo de El País no aletargó la capacidad de EL MUNDO para seguir criticando algunas actitudes autojustificadoras dentro del PP. Un claro ejemplo de ello fue el editorial de este periódico (publicado el 31 de marzo de 2005) tras la emisión de un vídeo realizado a instancias de la Faes: «El vídeo afirma que 'la izquierda' exigió a Aznar que descartara la autoría de ETA en 24 horas, cuando fue él quien se equivocó al atribuir sin matices y de forma precipitada la masacre de Madrid a la banda terrorista. Especialmente insidiosa es la sugerencia subliminal de que el 11-M fue la culminación de una campaña de 'mentiras' promovida por un PSOE incapaz de llegar al poder por métodos democráticos y ansioso de sacar a las masas a la calle para criminaliza al PP por la intervención en Irak».

LA INSTRUCCION

La instrucción del caso llevada a cabo por el juez Juan del Olmo y la fiscal Olga Sánchez ha sido otro de los caballos de batalla en la confrontación informativa y opinativa entre EL MUNDO y El País.

En un editorial publicado el 12 de abril de 2006, El País deja clara su postura sobre el asunto: «La instru- cción del juez ha sido capaz de identificar no sólo a los autores materiales de la masacre, entre ellos los siete suicidas de Leganés el 3 de abril siguiente, sino a los intelectuales, todos ellos integrantes de una célula yihadista radicada en España y que diseñó su acción criminal siguiendo las directrices de un informe en internet en el que un 'comité de sabios' de Al Qaeda sugería un atentado antes de las elecciones de 2004».

La posición de EL MUNDO nunca fue tan complaciente con los jueces. Siempre en relación a las informaciones publicadas, nuestro periódico puso de manifiesto la responsabilidad de un magistrado que previamente había investigado a algunos de los protagonistas de la masacre: «Pues bien, ahora sabemos que en el Juzgado de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, cuyo titular es Garzón, existía un sumario en el que aparecen mencionados reiteradamente algunos de los protagonistas más significativos del 11-M: El Egipcio, El Tunecino y Jamal Zougam [26 de septiembre de 2004]».

Otra revelación informativa (la entrevista con José Ignacio Fernández Díaz, Nayo) provocó el siguiente editorial en EL MUNDO: «En todo caso, el testimonio de Nayo obliga a reabrir la investigación sobre la trama de los explosivos. Pone en evidencia a la Policía y a la Fiscalía asturiana y, sobre todo, hace ineludible que el propio Nayo sea capturado y devuelto a España para ser interrogado. El juez Del Olmo no puede conformarse con su incomparecencia como testigo».

No fue ésta, ni mucho menos, la única vez que EL MUNDO exigió al juez instructor que se saliera del carril marcado por la investigación policial. Hechos relevantes como la publicación de la cinta de Cancienes, las sospechosas visitas del miembro del CNI y militante del PSOE Fernando Huarte a la cárcel para visitar al islamista Bensmail, la incomprensible situación del marroquí Mohamed Haddad, o la denuncia del inspector jefe Alvarez sobre la mochila aparecida en la comisaría de Vallecas, hicieron que EL MUNDO editorializara pidiendo al juez que actuara en consecuencia para aclarar judicialmente los hechos.

Cuando Del Olmo hizo público el auto de conclusión del sumario, el veredicto de EL MUNDO fue demoledor: «Más importante y grave aún, en todo caso, es el reconocimiento por parte del juez de que 'no ha conseguido' esclarecer aspectos absolutamente esenciales del 11-M: ni la identidad ni el número exacto de personas que intervinieron en el atentado, ni cómo se distribuyeron los explosivos en los trenes, ni el método de transporte que utilizaron los terroristas para llegar a su objetivo, excepción hecha de la furgoneta Kangoo. Sin duda, resulta muy significativo que ni siquiera mencione el Skoda Fabia, que apareció de manera 'milagrosa' tres meses después a escasos metros de la Kangoo [8 de julio de 2006]».

Esto es lo que opinaba El País sobre Del Olmo en su editorial del 27 de septiembre de 2006: «El juez Del Olmo puede sentirse profesionalmente satisfecho y hasta humanamente reconfortado, dado el acoso descalificador a que ha estado sometido durante años, por el espaldarazo que la Sección Cuarta de la Audiencia Nacional acaba de dar a su labor instructora sobre el 11-M».

EL CASO DEL ACIDO BORICO

La publicación por EL MUNDO de la información que daba cuenta de falsificación de un informe realizado por tres peritos de la Policía Científica, en el que se establecía un nexo entre el 11-M, y ETA a partir del hallazgo de ácido bórico en la vivienda del islamista Hasan Haski supuso un verdadero terremoto mediático, judicial y político.

Un día antes, el 20 de septiembre de 2006, todos los grupos de la cámara apoyaron una moción en la que se comprometían a no secundar ninguna iniciativa del PP en relación al 11-M. Es decir, se constituía el cordón sanitario contra el partido de Rajoy.

Tras la insólita actuación del juez Garzón, que entró a saco en un asunto que no era de su competencia, alentado por la Fiscalía, El País se erigió en martillo de herejes: «Entraron en el juzgado [los peritos] como autores de un informe con el que un periódico había propalado la sospecha de que fue manipulado por sus superiores para ocultar la relación entre ETA y los terroristas islamistas. Pero han salido como imputados por presuntamente haber falsificado, ellos mismos, ese informe [...] ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar quienes se empeñan, contra toda evidencia, en probar la inexistente vinculación entre ETA e islamistas en el 11-M? [30 de septiembre de 2006]».

Y ésta era, en el editorial publicado ese mismo día, la visión de EL MUNDO: «Más allá de estos entresijos, lo que se percibe es que entre el Gobierno, la Fiscalía y el juez se ha urdido una estrategia cuyo resultado es amedrentar a cualquiera que se sienta dispuesto a contribuir a averiguar lo ocurrido en torno al 11-M».

Tras pasar el caso a los juzgados de instrucción de Madrid, la juez Gallego imputó a los mandos de la Policía Científica y exculpó a los peritos, lo que dejó en mal lugar a los que les habían acusado de falsarios sin pruebas.

En el editorial publicado el 20 de octubre de 2006, EL MUNDO puntualiza: «Ello demuestra la tesis que siempre hemos sostenido: que lo relevante no es el uso del ácido bórico, ni tampoco si su tenencia servía para establecer una conexión más o menos sustancial entre ETA y los islamistas. Lo relevante es la voluntad del Ministerio del Interior de excluir de la investigación del 11-M cualquier vínculo con la banda por débil e indiciario que fuera. Esto sí ha quedado en evidencia y pone de manifiesto el ánimo de engañar de los autores de la falsedad».

Tras haber defendido a capa y espada la actuación de Garzón, El País arrojó dudas sobre las verdaderas intenciones de la juez competente en el caso: «Sería, en todo caso, gravísimo que todo esto se debiera a los alineamientos ideológicos sobre la autoría del 11-M que parecen haber prendido en la Judicatura».

LOS EXPLOSIVOS

En julio de 2007, EL MUNDO había publicado que el jefe de los Tedax, Sánchez Manzano, en su declaración ante la Comisión de Investigación, había dicho que en los restos de los explosivos de los trenes se había detectado nitroglicerina, componente que no forma parte de la Goma 2 ECO, que era, según el sumario, el explosivo que habían utilizado los terroristas.

La excusa del comisario jefe de los Tedax es que se trató de un error, ya que no se pudieron determinar en el laboratorio los componentes del explosivo. En el editorial publicado el 24 de julio de 2006, EL MUNDO señala: «Es imposible que se haya podido nombrar el todo sin encontrar alguna de sus partes. Por lo tanto, 'el laboratorio tiene que especificar' lo que ha encontrado para ponerle apellido a la dinamita. La diferencia radica en que si había Titadyn y no Goma 2 ECO, habrá que reabrir la investigación orientándola de nuevo hacia ETA».

El escándalo fue mayúsculo y llevó a que el tribunal ordenara la realización de una pericia sobre ese asunto para incorporar sus resultados a la vista oral.

Desde el primer momento, los resultados de los análisis periciales fueron objeto de controversia y manipulación. El País se empeñaba, como la fiscal Sánchez, en que el explosivo utilizado sólo podía ser Goma 2 ECO. En un editorial publicado tras un primer informe pericial, el 16 de febrero de 2007, El País afirma: «Los datos sobre esa composición no cuestionan lo establecido en la instrucción sumarial de que fue Goma 2 ECO, procedente de la mina asturiana Conchita, lo que estalló en los trenes y en los otros escenarios de actuación terrorista, pero la polémica amenaza, una vez más, con dejar fuera del principal foco del proceso a las 191 víctimas mortales y a las 1.824 que resultaron heridas de diversa gravedad en aquel terrible atentado».

¿Qué había ocurrido? Pues que la verdad absoluta sobre los explosivos comenzaba a desmoronarse. He aquí lo que dijo EL MUNDO sobre esos primeros análisis en su editorial del 14 de febrero de 2007: «Las pruebas han detectado dinitrotolueno (DNT), un componente que no forma parte de la composición de la Goma 2 ECO. La elocuencia de lo ocurrido es abrumadora: en los primeros análisis con rigor científico realizados tres años después de la masacre gracias al empecinamiento de EL MUNDO, ha aparecido una sustancia que no está entre los componentes del explosivo del que presuntamente disponían los islamistas a los que la versión oficial imputa la masacre».

De nuevo, la ofensiva de los medios que respaldaban a ciegas la versión oficial, encabezados por El País, se centró en demostrar que EL MUNDO defendía teorías conspirativas dando por hecho que ETA estaba detrás del atentado del 11-M. En editorial publicado el 20 de mayo de 2007, el diario de Prisa afirma: «Las elucubraciones sensacionalistas acerca de la autoría de los atentados no disponen ya de otro refugio que el análisis de los explosivos y harán todo cuanto esté a su alcance para seguir confundiendo».

Sin embargo, EL MUNDO había dejado bien claro cuál era su posición sobre la autoría del atentado y ETA en editorial publicado el 19 de febrero de 2007: «Antepongamos al asunto crucial que hoy nos ocupa cuatro declaraciones solemnes: 1ª) Aunque haya detectado y subrayado las lagunas y contradicciones que hacen muy difícilmente verosímil la versión de los hechos incluida en el sumario, EL MUNDO no sostiene al día de hoy ninguna teoría de la conspiración, ni doctrina alternativa de lo ocurrido el 11-M. 2ª) EL MUNDO no tiene suficientes elementos de juicio al día de hoy para sostener que los acusados sean inocentes o culpables y les seguirá tratando, por lo tanto, de acuerdo con la presunción establecida en nuestras leyes. 3ª) EL MUNDO acatará y respetará cualquier sentencia que emita el tribunal tanto si, cuando llegue el momento, coincide con su criterio como si no. 4ª) EL MUNDO continuará buscando la verdad de forma legal y por sus propios medios hasta que todos los aspectos esenciales de lo ocurrido queden satisfactoriamente aclarados».

LA FIJACION CONTRA EL MUNDO

No hay precedentes en la Prensa española de ataques tan furibundos como los lanzados por El País hacia EL MUNDO. Haciendo uso de filtraciones interesadas desde el Ministerio del Interior, como las conversaciones grabadas en los locutorios a los presos, el diario de Prisa lanzó una campaña de calumnias contra el único periódico que no se limitaba a seguir la estela de la verdad oficial.

Tras la publicación por EL MUNDO de una entrevista exclusiva con Suárez Trashorras, El País publicó un editorial el 13 de septiembre de 2006 en el que afirmaba: «Pagar a alguien, a un delincuente, por ejemplo, para que declare a un periódico lo que se le indica que diga, o lo que él sabe que quien le paga desea que diga, es amarillismo».

A sensu contrario habría que decir que dar por hecho que un periódico ha pagado a alguien sin aportar ninguna prueba de ello es sensacionalismo del más puro estilo.

No era la primera vez que el Grupo Prisa difundía exclusivas filtradas por Interior para denigrar a EL MUNDO. El 25 de octubre de 2004, la Cadena Ser emitió conversaciones de etarras grabadas en las cárceles en las que éstos hacían bromas sobre las conexiones con los islamistas, tras lo publicado por EL MUNDO sobre la aparición de datos de Henri Parot e Harriet Iragi en la celda de Bensmail.

También El País publicó las conversaciones grabadas por la Policía a uno de nuestros redactores con una de sus fuentes. Siempre en línea con el buen hacer periodístico que supone machacar al contrario recurriendo a lo que sea, incumpliendo las mínimas normas deontológicas del buen periodismo.

La visión manipuladora de El País, sin embargo, no ha servido para que nuestro periódico siga teniendo las más alta consideración. «La prensa libre siempre será una ayuda y no un estorbo a la Justicia», declaró el presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez, en una entrevista publicada por EL MUNDO el 23 de octubre de 2006. Bermúdez recordaba que, sin EL MUNDO, «el asunto de los GAL nunca se hubiera descubierto».

elmundo.es

Especial:

Lea una selección de editoriales sobre el 11-M de EL MUNDO y 'El País'.


La inesperada 'pinza' progubernamental

MADRID.- Una de las sorpresas que acarreó la investigación sobre el 11-M fue la inaudita alineación editorial del periódico conservador ABC con la del progubernamental El País.

Llama la atención como este gran diario situó el atentado como un argumento contra EL MUNDO y el periodista Federico Jiménez Losantos (de la Cadena Cope). Para ABC (editorial del 14-9-2006) el debate sobre el 11-M perjudicaba claramente al PP: «Lo peor son las tensiones a las que somete a la derecha de este país, forzándola a confundir la legítima oposición al Gobierno socialista y su justa demanda de saber toda la verdad sobre el 11-M con una actitud que niega la legitimidad del sistema democrático, que repudia a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y, por tanto, acabe sumiendo al PP en contradicciones insoportables».

Para este diario, la búsqueda de la verdad es algo que queda fuera del ámbito periodístico (editorial del 3 de octubre de 2006): «La búsqueda de la verdad en el asunto del 11-M corresponde a la Administración de Justicia [las sentencias en democracia son actas de la verdad formal], secundada por el Ministerio Fiscal y la Policía Judicial».

La pinza mediática alcanzó grados desconocidos de paroxismo cuando las certezas en torno al explosivo utilizado comenzaron a derretirse a la luz de los análisis realizados por los peritos. La tesis alentada desde Interior (la llamada teoría de la contaminación) para explicar la aparición de componentes distintos a los propios de la Goma 2 ECO prendían con facilidad en los editoriales de ABC (28 de febrero de 2007): «Este dato sólo tiene una explicación: la presencia de dinitrotolueno en la Goma 2 ECO fue producto de la contaminación».

Su conclusión sobre el atentado no puede ser coincidente con la verdad oficial (3 de julio de 2007): «El atentado del 11-M fue obra de un grupo proislamista, creado a partir de células autónomas, que se unieron para traer la yihad a España».

¿Entendieron sus lectores esta posición editorial? A la luz de los datos, parece que no.

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