Familiares de seis víctimas del 11-M denuncian que sus nombres han sido olvidados en el monumento oficial

28-10-07



JUICIO POR UNA MASACRE / Los afectados

Familiares de seis víctimas del 11-M denuncian que sus nombres han sido olvidados en el monumento oficial


En el monumento de Atocha sólo aparecen 183 de los 191 fallecidos en los trenes / Unicamente las familias de dos de ellos se negaron a figurar en el mural / Casi todos los olvidados son inmigrantes

OLGA R. SANMARTIN

MADRID.- El monumento oficial del 11-M en la estación madrileña de Atocha es estos días, en vísperas de que se conozca la sentencia del juicio, un hervidero de gente. Estudiantes, turistas y familias enteras pasan por debajo de la gran columna de vidrio, leen los mensajes de paz y solidaridad que se elevan hasta el cielo y se detienen pensativos ante el panel en el que se recuerda a las víctimas.


- ¿Qué son estos nombres, papá?

- Son los de todas las personas que murieron en los trenes.

El padre se equivoca. Cualquiera que, armándose de paciencia, se ponga a contar, verá que no se encuentran todos los nombres.

- ¿Cuántos hay, papá?

- 191, hijo. Y también debería estar el de otro señor, que era policía y lo mataron cuando iba a coger a los que pusieron las bombas.

El padre se vuelve a equivocar. En el memorial de los atentados de Madrid, el que Zapatero y Rajoy inauguraron sin mirarse a los ojos el pasado 11 de marzo, tres años después de la masacre, sólo figuran 183 víctimas.
(.../...)

Faltan ocho nombres. Los de Anka Valeria Bodea, Livia Bogdan, María Ivanova Staykova, Alina María Bryk, Teresa González Grande, Danuta Teresa Szpila, José Ramón Moreno Isarch y John Jairo Ramírez Bedoya.

Quién sabe si han pasado a convertirse en fantasmas del 11-M por un despiste fatal del encargado de grabar el mural o por la desidia de la Administración a la hora de pedir autorización a las familias para mostrar en público sus identidades.

«Nosotros siempre hemos pensado que había 189 nombres, porque nos habían dicho que los familiares de dos fallecidos no habían querido dar su consentimiento», explica una de las personas que se encarga de custodiar el monumento. Lo confirma un portavoz del Ministerio del Interior, que explica que, si no están todas las víctimas, es únicamente porque hubo familias que prefirieron no aparecer. Sin embargo, este periódico ha podido comprobar que no es cierto.

«El nombre y los apellidos de mi hermana no están en el monumento. Es víctima oficial del 11-M, figura en todas las listas y salía en el primer panel que se puso en Atocha. Nadie nos ha llamado para consultarnos. Simplemente, no lo han puesto. Nosotros queríamos que estuviera. Y, lo peor de todo, es que ahora nadie quiere añadirlo». Daniel Liviu Bogdan lleva desde el pasado mes de julio luchando a brazo partido para que añadan 11 letras -precisamente 11- al mural: Livia Bogdan.

Fomento y Ayuntamiento

De Renfe, donde puso una reclamación por escrito, le mandaron al Ayuntamiento de Madrid, donde le remitieron con desgana al Ministerio de Fomento. «No me dieron ni un contacto, ni un teléfono. Me dijeron que lo buscara yo por internet», se queja. En Fomento pasó por cuatro departamentos distintos, para que al final le volvieran a decir que lo intentara con la compañía ferroviaria, que asegura que no puede hacer más.

No en vano, la responsabilidad es del Consistorio y de Fomento, que son los que se encargaron de financiar, a partes iguales, la construcción del monumento.

«Se han pasado la pelota unos a otros. Ya no sé dónde ir, dónde tengo que llamar. Es como si Livia no existiera», se lamenta Daniel.

Este joven rumano nacionalizado español se enteró casi por casualidad de que la memoria de su hermana había sido eliminada de golpe. Como muchos otros familiares, fue de los que se negó a visitar el monumento cuando éste se inauguró. ¿El motivo? «Demasiado politiqueo y mucho marketing», resume. No se dio cuenta de la omisión hasta que recibió una llamada a larga de distancia de su llorosa madre, contándole que unos parientes del pueblo habían ido de turismo a Madrid y no habían encontrado a Livia en Atocha.

Como él, los allegados de Anka Valeria Bodea, que se enteraron por este periódico de que el nombre de esta chica rumana tampoco estaba. «¿Qué me estás contando?... Pero si mi móvil lo tenía todo el mundo... No me lo puedo creer. Nadie me ha llamado». Habla Daniel Terbea, portavoz de la familia, muy contrariado.

«Yo no he visitado el monumento, pero como vengan sus padres desde Rumanía y vean que no está allí se van a llevar un disgusto», añade.

Stoyanka Staneva Staykova, la hermana de María Ivanova Staykova, explica en conversación telefónica desde Bulgaria (donde reside toda la familia) que ni siquiera tenían conocimiento de que se había erigido un monumento en Atocha. Nadie se ha puesto en contacto con ellos.

La misma sorpresa se ha llevado Rafael Baltasar, a quien el marido de Alina María Bryk, de nacionalidad polaca, le dio poderes para que le representara en todo lo relativo al 11-M. Baltasar no alberga la menor duda de que la voluntad de la familia era que el nombre de Alina figurara también en Atocha. «Apareció en los periódicos un montón de veces, cómo no iban a querer que saliera en la placa». Igual que en los anteriores casos, ningún representante de la Administración se ha puesto en contacto con ellos para, al menos, preguntarles qué es lo que deseaban.

EL MUNDO contactó también con Amelia Lozano, para quien trabajaba la fallecida Teresa González Grande. Nada más producirse los atentados, el marido de esta otra víctima olvidada del 11-M autorizó a Amelia para que diera todo tipo de información a los medios de comunicación. «En ningún momento me expresó que prefería que su nombre se omitiera», explica, extrañada, Amelia.

Y lo mismo expresa Andrej Szpila, el hermano de Danuta Teresa Szpila, que desde Polonia manifiesta que no sabían nada y recuerda que en la estación de Alcalá de Henares (Madrid), donde vivía Danuta, sí hay una placa en la que se la homenajea.

«Os agradezco la llamada. Vamos a poner una denuncia», adelanta.

De los ocho nombres que faltan en el monumento, sólo dos familias han dado orden para que no aparecieran: las de José Ramón Moreno Isarch y las de John Jairo Ramírez Bedoya.

«Me llamaron del Ministerio de Interior para ver si quería que el nombre de mi hermano saliera», explica María Eugenia Moreno Isarch. «Les dije que no, porque es un tema que no nos es agradable. Y lo puse por escrito en un papel». «Yo no quise. El Gobierno no me ha dado nada, pero para quedar bien con el nombre de mi hijo en un homenaje sí me necesita. Pues no», aclara Evelia Rosa Bedoya, madre de John Jairo Ramírez Bedoya.

¿Por qué a las otras seis familias nadie les consultó? Este periódico se puso en contacto con el Ayuntamiento de Madrid, que le remitió sin dar explicaciones ni razones a Fomento. Este Ministerio no dio ninguna respuesta, a pesar de ser informado del problema.

Agrava más el error el hecho de que la mayoría de los nombres ausentes pertenezca a inmigrantes, a mujeres que vinieron a España en busca de una vida mejor y que tuvieron que trabajar duro cuidando niños o limpiando oficinas. Y ahora el Gobierno (PSOE) y el Ayuntamiento de Madrid (PP) no las reconocen.

Los allegados de los ausentes no van a parar hasta que se cambie el mural de Atocha. Fuentes de la embajada de Polonia expresaron su sorpresa y malestar por lo ocurrido e indicaron que van a iniciar los trámites correspondientes para que figuren todos sus compatriotas.

«Yo estoy pensando seriamente la posibilidad de iniciar una huelga de hambre», amenaza Daniel Liviu Bogdan. Le secunda Daniel Terbea: «Lo tienen que rectificar. Lo mínimo que se merecen Anka Valeria y el resto de los fallecidos es estar ahí».

LAS SEIS OLVIDADAS

ANKA VALERIA BODEA.

También era rumana, también murió sin haber cumplido los 30 años y también trabajaba como niñera. Hablaba cuatro idiomas, pero nadie le daba una oportunidad como secretaria, profesión a la que se dedicaba en su país.

MARIA IVANOVA STAYKOVA.

Por la mañana cuidaba niños y por la tarde trabajaba en un locutorio. Sus padres, su hermana y su cuñado dependían de estos ingresos. Cuando María murió, todos regresaron a Bulgaria. Su cuerpo fue el último identificado por los forenses.

DANUTA TERESA SZPILA.

Vivía en un piso compartido con otras chicas polacas en Alcalá de Henares (Madrid). Como las otras fallecidas, limpiaba casas o cuidaba niños para sobrevivir. También quería casarse. Su familia se ha ido de España.

LIVIA BOGDAN.

Precisamente hoy habría cumplido 31 años. Livia, de nacionalidad rumana, cuidaba niños mientras planeaba su boda con Juan Muñoz Lara. Los dos murieron en la calle de Téllez. El nombre de su novio aparece en el memorial; el de ella, no.

TERESA GONZALEZ GRANDE.

La única española de las víctimas olvidadas. Limpiaba las facultades de la Universidad Complutense de Madrid. Se acababa de comprar una casa y ella y su marido, también empleado de la limpieza, trabajaban sin parar. Murió a los 39 años.

ALINA MARIA BRYK.

Esta otra polaca tenía 32 años, trabajaba como empleada doméstica y quería regresar a su país para ver crecer a sus dos hijos adolescentes, que había dejado allí a cargo de unos familiares. Llevaba 10 años en España, pero quería volver.

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