Autopsia de un crimen

05-09-04

ASESINATO EN LA COSTA DEL SOL / UN DISIDENTE PELIGROSO

Autopsia de un crimen

Uno de los más estrechos colaboradores políticos de Mandari confesó haber colaborado con los servicios secretos marroquíes

ALI LMRABET

El periodista marroquí Ali Lmrabet, premio Columnistas de EL MUNDO de 2003 y que permaneció siete meses y medio en prisión por «ultraje al rey, ofensa a la monarquía y a la integridad territorial de Marruecos», desvela detalles inéditos sobre la muerte de Hicham Mandari. El disidente marroquí fue asesinado el pasado 4 de agosto en Mijas (Málaga). Mandari, siempre vigilado por los servicios secretos de Rabat, aseguraba haber sido consejero especial de Hasan II y se jactaba de conocer abundantes secretos de Estado y alcoba de la monarquía alauí.
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Cuando hace algunos meses se evocaba el nombre de Hicham Mandari en presencia de Driss Basri, el ex ministro del Interior de Hasan II enmudecía de repente e inmediatamente preguntaba con avidez: «¿Qué dijo?, ¿de qué habló?». Desde el asesinato en agosto del que se presentaba como «ex consejero especial de Su Majestad Hasan II», una extraña expresión, mezcla de inquietud y alivio, atraviesa el rostro de Basri. Es evidente que el hombre que se pretendía «hijo» de Hasan II y «hermanastro» de Mohamed VI, cuya azarosa vida acabó trágicamente en un parking de Mijas (Málaga), conocía muchos secretos de Estado y de alcoba de la familia real marroquí.

Los que han conocido de cerca al Mandari exiliado, perseguido y constantemente amenazado nunca le oyeron negar que se había apropiado de cheques, dinero y de otras cosas «comprometedoras» cuando se escapó de Marruecos en 1999. Tampoco se defendía de estar implicado en «actos delictivos». Eso sí, Mandari insistía en poner entre comillas la expresión «actos delictivos», asegurando que en las operaciones en las que estaba envuelto estaban igualmente implicados dos ex príncipes herederos hoy jefes de Estado árabes.

No se consideraba un delincuente. «Si soy un malhechor», decía, «las personalidades implicadas en esos asuntos lo son también».Probablemente es en esta última frase donde hay que buscar la causa de su muerte. En el mundo opaco de las monarquías feudales y de las dictaduras árabes, este tipo de declaraciones suele costar muy caro.

Costa del Sol. Es un ex espía. Fue un pequeño responsable de la DST (Dirección de la Vigilancia del Territorio, la policía política) en el norte de Marruecos. Sabe de mafias, de sicarios y de quién es quién en el mundo cerrado de la corte alauí. Hace algunos años, a punto de ser detenido por oscuras razones, se fugó a España. El Hach, como quiere que lo llamemos por precaución, estima que no hay que menospreciar ninguna pista sobre el asesinato.«Puede ser un asesinato común cometido por una mafia cualquiera, o el resultado de una disputa entre Mandari y sus escoltas».Pero reconoce al final que no es lo más plausible...

Según el experto y sesentón ex agente, si Mandari, a quien conocía, frecuentó a algún capo, ¿qué interés tendría la mafia en matarlo? «¿No hubiera sido mejor secuestrarlo y torturarlo para saber dónde escondía los 200 millones de dólares que pesaba?». En cuanto al asesinato fortuito, El Hach estima que aquí «también falla la lógica». «Los guardaespaldas de Mandari eran conscientes de que su cliente estaba muy vigilado por los servicios secretos franceses en Francia y por los marroquíes en Francia y en España.A menos que tuvieran una cobertura, sabían que iban a ser rápidamente identificados». Y aquí entramos en otra probabilidad: que una mafia cualquiera o algún guardaespaldas hayan eliminado Mandari por encargo. Entonces, ya no sería un crimen común.

Málaga. No muy lejos del lugar del encuentro con El Hach vive Reda Taoujni, un exiliado político marroquí. Presidente de la Asociación Sáhara Marroquí (ASM), ha tenido que dejar Marruecos después de muchos encontronazos con las autoridades. «Más bien con la DST», precisa el joven político. Cuando su asociación estaba en pleno auge, Taoujni colaboraba con la DST y su jefe, Hamidou Laanigri. «Pensábamos que era para el bien del país, pero al final nos dimos cuenta de que Laanigri quería implicarnos en asuntos sucios. Por eso nos exiliamos».

¿Qué relación hay entre Taoujni y Mandari? A primera vista, ninguna.Los dos hombres no se conocían. En realidad, Taoujni, como explicó asustado a la Guardia Civil después del descubrimiento del cadáver, estuvo implicado sin saberlo en el crimen de Mijas.

Los días 27, 28 y 29 de julio, recibió la visita en su domicilio malagueño de dos individuos. «Dijeron que se llamaban Laâmarti y Moussaoui y se presentaron como militantes demócratas marroquíes en Holanda. Añadieron que venían de parte de Mandari y que me invitaban para una multitudinaria reunión en Málaga que presentaron como un gran evento». Taoujni rechazó la invitación y el 2 de agosto publicó un comunicado en el cual desvinculaba su asociación de la figura de Mandari. El comunicado se preguntaba cómo Laâmarti y Moussaoui pudieron obtener la dirección personal del presidente de la asociación y acusaba al general Laanigri de «fomentar problemas» para implicar a la asociación en «un complot en preparación».En ese momento, nadie sabía que esas palabras serían proféticas.

El 4 de agosto, el mismo día del asesinato de Mandari, Laâmarti y Moussaoui vuelven a la carga. Esta vez están nerviosos. Piden a Taoujni que les siga. Insisten de manera autoritaria, pero éste vuelve a rechazar. El 5 de agosto, cuando Taoujni sale de un supermercado, se encuentra otra vez frente a un coche donde están sentados Laâmarti y Moussaoui. Uno de ellos le propone llevarlo a Torremolinos y le tiende un teléfono. «Hola, Reda», dice una voz. «¿Cómo están Bachir y Naïma?». Taoujni, que cree que está hablando con hombres de Mandari, se niega a seguir conversando y se aleja.

Sólo cuando el 13 de agosto se anuncia el asesinato de Mandari, Taoujni llega a la conclusión de que los dos demócratas eran en realidad agentes secretos marroquíes. «Los demócratas en el exilio no tienen medios para averiguar direcciones de marroquíes en el extranjero, y menos aún los nombres de sus padres», comenta inquieto el exiliado.

París. Quiere que le llamemos Ahmed. Es otro marroquí exiliado.Aunque lo niega de manera no muy convincente, Ahmed era uno de esos pocos miembros del Consejo Nacional de los Marroquíes Libres (CNML), creado por Mandari en 2003.

Fue Ahmed quien alertó al semanario marroquí Le Journal, una semana antes del asesinato, de que «el acto final de esta historia se iba a jugar cuando Mandari pisara tierra en Málaga». Ali Amar, director general de Le Journal, confirma lo que dijo Ahmed, pero explica que en aquel momento sus palabras le parecieron exageradas.«Pensábamos que quería decir que, con el lanzamiento de la cadena de televisión en la Costa del Sol, Mandari iba a decir todo lo que sabía sobre la familia real. No creíamos que estuviese hablando de asesinato. La época de los asesinatos políticos nos parecía lejana, irreal».

Pero parece que no es así. Unas semanas antes del asesinato, «alguien» previno a Ahmed del fatal desenlace en el sur de España.¿Quién? «No lo puedo decir ahora. Es mi seguro de vida», deja caer el marroquí entre dos caladas de cigarrillo. «Pero llamé a Mandari, fijé una cita el 26 de julio en los Campos Elíseos de París y le conté lo que me habían dicho. No me hizo caso».

Ese día, Mandari estaba acompañado por un nuevo guardaespaldas de nacionalidad rusa. Ahmed, que ha estudiado en la antigua Unión Soviética, se acuerda de haber charlado con el eslavo. Mandari explicó a Ahmed que había conocido al ruso en la cárcel de La Santé de París, donde éste le había defendido durante una agresión.Antes de volver a su escondite, el ex cortesano comentó a su compañero del CNML que después de Marbella se iba a trasladar a Suiza y luego a Rusia. En ningún momento se evoco a Laâmarti y a Moussaoui, que Ahmed dice no conocer ni de vista ni de nombre, tampoco se hablo de contactar con Taoujni.

Unos días después, Mandari voló hacia Málaga en línea regular desde el aeropuerto Charles de Gaulle de París, acompañado por el ruso y Rabah, su guardaespaldas habitual. Mina, una peluquera y alcahueta que hacia de transportista de dinero, le había precedido dos días antes con dos guardaespaldas magrebíes y 80.000 euros.

Para Ahmed, si hay que buscar algún asesino o cómplice hay que echar un vistazo en el entorno directo de Mandari. En 2003, el mundillo del disidente estaba compuesto por tres guardaespaldas franco-argelinos de la compañía de seguridad de un tal Félix Baudouin, de los que Rabah era el más visible; de Ammar, un argelino que fabricaba documentos falsos; y de un personaje llamado Tony el Libanés, que proveía al marroquí de lujosos coches de alquiler.

Otro miembro del exiguo núcleo de Mandari era Mohamed Ouamoussi, seguramente una de las piezas claves del crimen de Mijas. Ouamoussi es un dilema. Este joven periodista no tenía aún 30 años en el 2000 cuando, siendo un simple redactor del diario árabe de Rabat Al Mounaâtaf, fue reclutado por Driss Basri como agregado de prensa. Ouamoussi nunca fue un disidente político ni un opositor.Tampoco militó en alguna formación política. Extraña, pues, el hecho que en 2001 se haya trasladado a Israel para pedir asilo político. Rechazada su solicitud, se dirigió a Francia, donde reiteró su petición. En septiembre de 2003, estaba formalmente rechazada. Según un amigo del periodista, Ouamoussi nunca pudo probar que había sido realmente perseguido en Marruecos.

La primera vez que Ouamoussi conoce a Mandari es en abril de 2003 cuando el ex cortesano se reponía en un hospital después del segundo intento de asesinato. El periodista pudo llegar hasta la habitación vigilada del marroquí para proponerle sus servicios.Desde entonces, los dos hombres entablaron amistad hasta que en septiembre de 2003 Mandari cayó en la trampa tendida por un banquero próximo a palacio, Othman Benjelloun.

Para Ahmed, no hay la menor duda. Fue Ouamoussi quien entregó a Mandari a los marroquíes durante el affaire Benjelloun. Como prueba, avanza el hecho de que, después de septiembre, Ouamoussi desapareció completamente de la circulación antes de reaparecer con un permiso de residencia de 10 años. Según Ahmed, la valiosa carte de séjour había sido entregada en octubre de 2003, es decir, un mes después del arresto del disidente. ¿Cómo una solicitud de asilo político que era rechazada en septiembre ya no lo era en octubre?

Cuando en agosto pasado Ouamoussi supo que habían matado a Mandari, se fue corriendo a ver a Ahmed y le contó lo que sabía. Confesó que era, efectivamente, un informador de la DST marroquí, que a cambio le había ayudado a obtener su residencia en Francia; que sus contactos en la policía política marroquí eran dos comisarios cuyos seudónimos son Lotfi y Sassi, responsables de la célula Mandari creada por el general Laanigri; y, por fin, que no habría traicionado a Mandari si la DST no hubiera presionado a su padre, un camionero de Tánger. Después volvió a desaparecer.

Epílogo. Más de un mes después del asesinato del «ex consejero especial de Su Majestad Hasan II», hay como una sensación de torpeza que flota sobre este crimen. Como si las preguntas que pudiesen ayudar a su esclarecimiento fueran ocultadas.

¿Quiénes son realmente Laâmarti y Moussaoui?, ¿dónde esta el guardaespaldas ruso?, ¿qué papel ha jugado Ouamoussi en el asesinato?, ¿por qué hasta hoy la Justicia aún no ha identificado e interrogado ni a los tres guardaespaldas magrebíes de Mandari ni a la peluquera Mina? Y, finalmente, ¿cómo alguien que era estrechamente vigilado por los servicios secretos franceses y marroquíes pudo ser abatido fácilmente en un parking?

Desde el comienzo del caso Mandari, la prensa marroquí intenta por todos los medios desvincular al palacio real del asesinato, como si la implicación de los servicios secretos marroquíes fuera una algo imposible. Si no hay que menospreciar ninguna pista, hay claras evidencias que obligan, por lo menos, a «mirar hacia Marruecos», como dijo Driss Basri. Por múltiples y solidas razones.

La Historia del reino alauí esta plagada de cadáveres escondidos, llena de acérrimos opositores eliminados físicamente por orden del régimen. El caso más emblemático es el del líder socialista Mehdi ben Barka, secuestrado y asesinado en 1965 en París. Pero hay otros. El general golpista Mohamed Ufkir, suicidado en el palacio real de Sjirat en 1972, y el general Ahmed Dlimi, asesinado en Marraquech en 1983 por Mohamed Mediouri, el jefe de seguridad real de Hasan II y hoy tranquilo exiliado parisino que comparte su vida con Latifa, la madre de Mohamed VI.

Las enormes campañas de difamación emprendidas por la prensa marroquí contra Mandari, vivo y luego muerto, son una prueba suficiente de lo nocivo que para el régimen era el disidente.Y la rapidez con la cual la prensa acusó a la mafia explica muchas cosas. Es como si se intentara eliminar la probabilidad que Mandari conociera a Mohamed VI. Pero este hecho ya no es una probabilidad sino casi un hecho. En el libro de Jean-Pierre Tuquoi El último rey, crepúsculo de una dinastía, el periodista de Le Monde describe la particular relación que mantenía Mandari con Mohamed VI: «Durante la primavera de 1999, en una declaración telefónica a un oficial de la Policía Judicial Francesa, [Mandari] implicó especialmente al que entonces era el príncipe heredero [Mohamed VI]. Según su versión, había sido Sidi Mohamed el que le había ofrecido los 'cheques nominativos en nombre del rey', con el encargo de que Mandari los cobrara y entregara al príncipe heredero casi un millón de dólares (según el proceso oral de la policía con fecha 28 de mayo de 1999). Dan crédito a su defensa la energía loca que desplegaron las autoridades marroquíes, con la ayuda de los Servicios de Información franceses, para echarle el guante a Mandari cuando estaba fugado en Europa, y la desmedida presión de palacio para que Washington lo arrestara y le impidiera hablar».

La implicación de Estados Unidos es corroborada por el semanario Le Journal, que reveló en su último número de verano que cuando Bill Clinton, entonces presidente, se presentó en el palacio real de Rabat, en julio de 1999, para dar su pésame por la muerte de Hasan II, Mohamed VI le hizo una petición inusual. El nuevo rey de Marruecos pidió al hombre mas poderoso del mundo que le ayudase a arrestar Hicham Mandari cuando éste residía en Miami.

Por último, otro elemento acredita que Mandari conocía bien a Mohamed VI. En mayo de 1999, Fuad Ali el Himma, actual ministro adjunto del Interior y entonces director de Gabinete del príncipe heredero Sidi Mohamed, contactó por encargo de éste último con tres periodistas marroquíes para pedirles que se trasladasen a París, a la casa del consejero real André Azulay, para estudiar unos «documentos acusatorios» contra Mandari. La cita tuvo lugar el viernes 18 de junio a las 13.00 horas. Uno de esos periodistas recuerda que Azulay les mostró unos documentos diciendo: «Su Majestad quiere que los veáis, pero no podréis tomar notas ni hacer fotocopias». El resultado fue que los periodistas no salieron convencidos de la autenticidad de los documentos, pero sí intrigados por el hecho de que un rey, su príncipe heredero, el director de Gabinete de éste y un influyente consejero real se hubieran involucrado personalmente en el tema para tratar el asunto de un «simple delincuente», como describe a Mandari la prensa marroquí.

Está claro que algo debía de molestar tanto al difunto rey Hasan II como para implicar a su consejero más influyente. Está claro también que algo debía de molestar al actual soberano para que pidiera a un presidente de Estados Unidos que le ayudara a capturar a un «delincuente». Queda saber si ese «algo» puede llevar un Estado a ordenar la muerte de uno de sus ciudadanos.


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