Reclusos islamistas imponen sus reglas en la cárcel de Topas

09-09-04

Reclusos islamistas imponen sus reglas en la cárcel de Topas

Presos españoles y funcionarios denuncian que el muecín les despierta a las 6 de la mañana, que han convertido en mezquita una sala de lectura de la prisión salmantina y que intentan impedir la entrada de mujeres ATS

ANA DEL BARRIO

MADRID.- Un grupo de 110 presos musulmanes impone sus reglas en la prisión de Topas (Salamanca), donde han convertido la antigua escuela y ahora sala de lectura en una mezquita en la que no puede entrar ningún otro interno que no profese su religión.Es más; cinco veces al día, el muecín llama a voces a la oración, lo que provoca las continuas quejas del resto de reclusos españoles, porque les despiertan antes de medianoche y sobre las 6 de la mañana, según han denunciado a EL MUNDO los funcionarios de la prisión.
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Los enfrentamientos entre este núcleo de presos integristas y el resto de internos se han ido agravando, hasta tal punto que las autoridades se han visto obligadas a separarlos en distintos módulos. Este grupo ejerce fuertes coacciones sobre otros reclusos marroquíes, que acaban rezando aunque no sean practicantes.

Como bromean los funcionarios, la cárcel ha quedado dividida entre moros y cristianos: los españoles conflictivos se agrupan en el módulo 3, los musulmanes en el 9 y en el resto de los 13 módulos deben compartir dependencias.

Según el relato de los trabajadores de Topas, el módulo 9 se ha convertido en territorio comanche. Los islamistas se han adueñado de una sala que se utilizaba como escuela y ahora estaba destinada a la lectura y al entretenimiento, donde han colocado mantas en el suelo e inscripciones en árabe para practicar el culto islámico. Ningún otro interno osa entrar en la mezquita por posibles represalias. No en vano, en la cárcel de Topas se encuentra el marroquí Khalid Oulad Akcha, hermano de dos de los terroristas del 11-M que se inmolaron en Leganés.

Además, este grupo está planteando problemas para la entrada de mujeres médicos o ATS en las dependencias de la cárcel. «Al entrar en el módulo, parece que cruzas a otro país. Decimos que vamos a tener que traer pasaporte del Magreb. El módulo es suyo.A las autoridades no les ha quedado más remedio que aceptarlo porque hemos tenido plantes muy gordos de los árabes. Esta prisión es un polvorín», censuró uno de los trabajadores.

Los funcionarios de prisiones enviaron el año pasado un escrito de queja denunciando la situación ante la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, que estaba dirigida entonces por Angel Yuste.

Sin embargo, sus peticiones han sido vanas, ya que no se ha tomado ninguna medida para paliar la situación. Los trabajadores critican el hacinamiento de la cárcel -que cuenta con 1.512 internos, de los que 806 son extranjeros, lo que supone el 53% del total- y reclaman que se dispersen estos reclusos por otros centros, con el objetivo de evitar que se organicen.

«La influencia que generan estos internos sobre los demás es alta. Son grupos de presión que intentan controlar el tráfico de drogas y fomentan las peleas y los motines. Además, con estos niveles de hacinamiento, aumenta la tensión», declaró José Ramón López, presidente del sindicato ACAIP, que agrupa a los Cuerpos de la Administración de Instituciones Penitenciarias.

Una de las grandes dificultades de convivencia que ha generado la práctica del Corán ha sido provocada por el sueño. A pesar de que en la prisión impera la ley del silencio y está muy mal visto chivarse, los internos españoles no han podido aguantar la situación y se han quejado en repetidas ocasiones de que los llamamientos a la oración del muecín les despiertan.

Sin embargo, las recriminaciones de los funcionarios a los musulmanes para que intenten ser más silenciosos no han servido de nada.«Les llamamos la atención, pero no hacen caso. En la cárcel, el tema del sueño es sagrado y ellos despiertan al resto de los presos. El reglamento dice que todos tienen derecho a ocho horas de descanso nocturno, pero los musulmanes están imponiendo sus costumbres y no respetan el derecho de los otros internos», aseguró indignado uno de los funcionarios, que no quiso desvelar su identidad.

Los seguidores de Alá están amparados por la ley que contempla el derecho de los internos a practicar su religión, pero incumplen una de sus condiciones: «Siempre que ésta se preste con respeto a los derechos de las restantes personas».

La integración de este grupo de reclusos es nula y la vida en prisión se torna cada día más difícil. «Un día tuve que cachear a todos los internos y uno de ellos llevaba un macuto con el Corán dentro. No me permitió tocarlo porque decía que se lo contaminaba», relató un trabajador.

A todas estas preocupaciones hay que sumar el problema del lenguaje.«Como no te puedes comunicar con ellos no sabes lo que está pasando.Nosotros no llevamos armas y nos basamos en las relaciones humanas», indicó el presidente de ACAIP.

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