El misterio del reloj del 11-M
10-04-06
CRONICA DE LA SEMANA
El misterio del reloj del 11-M
CASIMIRO GARCIA-ABADILLO
Eran dos individuos «de aspecto occidental, piel blanca, que hablaban entre sí un extraño idioma -dijeron hablar en búlgaro-». Así definió Rakesh Kumar, encargado de la tienda de distribución sita en la calle Real de Pinto número 42, a los dos hombres que el 4 de marzo de 2004 le compraron siete teléfonos Trium T-110, entre los que se encontraba el que hacía de temporizador en la bolsa que contenía la bomba desactivada en Vallecas.
El 8 de marzo (tres días antes de la matanza de los trenes), uno de esos dos individuos «de aspecto occidental y piel blanca» acudió de nuevo a la tienda regentada por el indio Kumar para comprarle «una cinta de vídeo, tipo DVM, de las mismas características de la cinta que posteriormente reivindicó los atentados. También adquirieron otro teléfono móvil, sin liberar, pero también de la misma marca y modelo, cuyo IMEI (número de identificación) apareció relacionado con una tarjeta del lote investigado y que el día 13 de marzo fue activada en Leganés. También adquirió un reloj digital de la marca Casio». (.../...)
Más de dos años después del atentado y a punto de que el juez Del Olmo haga público su auto de procesamiento, todavía no sabemos nada de esos dos individuos y en ningún informe policial se explica por qué adquirieron, junto a los elementos relacionados con la matanza, un reloj despertador. ¿Acaso es que no tenían con qué despertarse hasta tres días antes de perpetrar el atentado?
Fuentes de la investigación, sin embargo, dan a estos dos individuos y al reloj Casio una importancia que no reflejan los documentos elaborados para el juez que constan en el sumario. No hay ninguna duda de que esos dos individuos «de aspecto occidental y piel blanca», es decir, que nada tenían que ver con los moritos de Lavapiés, fueron los que hicieron el trabajo fino de convertir los teléfonos móviles en temporizadores para hacer saltar por los aires los trenes de cercanías el 11-M.
Las mismas fuentes sostienen que, a día de hoy, no hay dudas de que en el atentado intervinieron, al menos, dos grupos: uno, el de los terroristas que confeccionaron los temporizadores y seguramente planificaron los aspectos técnicos del atentado; otro, el grupo que montó finalmente las bombas (cuyos miembros unieron los cables que salían de los móviles a las rabizas de los detonadores y que también colocaron las bombas en los trenes).
Esa tesis se sostiene sobre evidencias incuestionables. La primera de ellas es que los moritos de Lavapiés (incluyendo en este grupo a los detenidos y a los terroristas muertos en Leganés el 3 de abril de 2004) no tenían conocimientos suficientes como para transformar un teléfono en un temporizador. La segunda es que es inaudito que los mismos individuos que soldaron los cables al zumbador del móvil no hicieran la misma operación para unir dichos cables a las rabizas del detonador (con lo que se hubiera evitado que se soltaran como presuntamente ocurrió con los de la bolsa de Vallecas).
Por otro lado, la Policía no ha encontrado ni entre los restos del piso de Leganés, ni en la casucha de Morata donde se activaron los siete teléfonos móviles que presuntamente iban en otras tantas mochilas el 11-M, ningún soldador, ni restos de estaño. Sin embargo, sí se han encontrado clavos, casquillos de bala, restos de dinamita, envoltorios de cartuchos, etc.
Los que montaron los móviles, señalan las fuentes, les dieron a los moritos el temporizador ya montado, listo para ser utilizado.Los moritos sólo tuvieron que unir los cables, meter el detonador entre la dinamita amasada y programar la hora para que las bombas hicieran explosión.
Hasta ahora, de forma un tanto incomprensible, los informes de la Policía siguen manteniendo que en las 13 mochilas o bolsas que se emplearon para la masacre del 11-M (de las cuales 10 hicieron explosión) el temporizador estaba compuesto por un móvil.
Sin embargo, las evidencias apuntan a que no en todas las bolsas había teléfonos. En primer lugar, sólo existe constancia de que se activaran siete tarjetas el día 10 de marzo. Siete tarjetas, el mismo número de teléfonos liberados que los dos «individuos de aspecto occidental y piel blanca» compraron en la tienda de la calle Real de Pinto
Pero hay más. Según un informe fechado el 12 de marzo de 2004 y firmado por el comisario jefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, de los tres artefactos que no hicieron explosión (el que fue desactivado en el Parque Azorín de Vallecas, otro encontrado en la estación de El Pozo y que los artificieros hicieron estallar y otro más que fue encontrado en la estación de Atocha y que corrió la misma suerte que este último), sólo había teléfonos móviles en los dos que se encontraron en la estación de El Pozo.Es decir, que el de Atocha contenía un temporizador distinto.¿Acaso un reloj?
Por sorprendente que parezca, ese dato tan relevante no aparece en el citado informe. Lo que sí se puede afirmar sin duda es que no todos los artefactos fueron activados con teléfonos móviles.
Ahora volvamos a la tienda de la calle Real de Pinto. Los expertos sostienen que el reloj digital marca Casio no era otra cosa que un temporizador. Y, curiosamente, ese reloj, esa misma marca, ha sido el temporizador más utilizado por ETA en sus atentados con bombas. ¿Por qué ni siquiera se hace mención a ese dato en los informes policiales? Esa información la conocen todos los tedax y, por tanto, lo lógico es que se hubiese apuntado como una posibilidad.
Por lo que se sabe, es mucho más probable que las bombas hubiesen sido accionadas con dos tipos de temporizadores: teléfonos y relojes. Y ello implica también que los terroristas planificadores del atentado no sólo eran expertos en la fabricación de explosivos, sino que quisieron asegurarse de que la «acción armada» (así calificó ETA el atentado del 11-M en un comunicado) tuviera la máxima efectividad.
Otro dato que curiosamente la Policía ha olvidado apuntar en sus numerosos informes al juez Del Olmo es que ETA ha utilizado ya para sus atentados los dos elementos (teléfonos y relojes) al mismo tiempo.
Y lo hizo el 11 de noviembre de 2000, cuando colocó unos lanzagranadas apuntando al cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo (San Sebastián). Se trataba de un dispositivo trampa. Una de las granadas hizo explosión cerca del cuartel. Cuando agentes de la Ertzaintza, miembros de la Policía y artificieros de la Guardia Civil se aprestaban a desmontar los lanzagranadas, un terrorista activó mediante un teléfono móvil una bomba que iba adosada en su parte inferior, provocando heridas graves a un total de 10 agentes.
Era la primera vez que ETA utilizaba teléfonos móviles como activadores de un artefacto. Curiosamente, los lanzagranadas estaban activados por dos temporizadores que consistían en sendos relojes digitales de la marca Casio.
ETA se obsesionó por los móviles y volvió a atentar en enero de 2001 contra la cúpula del PP en el cementerio de Zarautz.
En octubre de ese mismo año la Policía desmanteló el comando Donosti. Entre el material incautado se encontraba un teléfono móvil listo para ser usado como temporizador. A mediados de 2003, el responsable de electrónica de ETA, Tomás Elgorriaga Kunze, desarrolló un sistema similar al utilizado el 11-M. Todos esos datos han sido obviados en los informes al juez.
casimiro.g.abadillo@el-mundo.es
CRONICA DE LA SEMANA
El misterio del reloj del 11-M
CASIMIRO GARCIA-ABADILLO
Eran dos individuos «de aspecto occidental, piel blanca, que hablaban entre sí un extraño idioma -dijeron hablar en búlgaro-». Así definió Rakesh Kumar, encargado de la tienda de distribución sita en la calle Real de Pinto número 42, a los dos hombres que el 4 de marzo de 2004 le compraron siete teléfonos Trium T-110, entre los que se encontraba el que hacía de temporizador en la bolsa que contenía la bomba desactivada en Vallecas.
El 8 de marzo (tres días antes de la matanza de los trenes), uno de esos dos individuos «de aspecto occidental y piel blanca» acudió de nuevo a la tienda regentada por el indio Kumar para comprarle «una cinta de vídeo, tipo DVM, de las mismas características de la cinta que posteriormente reivindicó los atentados. También adquirieron otro teléfono móvil, sin liberar, pero también de la misma marca y modelo, cuyo IMEI (número de identificación) apareció relacionado con una tarjeta del lote investigado y que el día 13 de marzo fue activada en Leganés. También adquirió un reloj digital de la marca Casio». (.../...)
Más de dos años después del atentado y a punto de que el juez Del Olmo haga público su auto de procesamiento, todavía no sabemos nada de esos dos individuos y en ningún informe policial se explica por qué adquirieron, junto a los elementos relacionados con la matanza, un reloj despertador. ¿Acaso es que no tenían con qué despertarse hasta tres días antes de perpetrar el atentado?
Fuentes de la investigación, sin embargo, dan a estos dos individuos y al reloj Casio una importancia que no reflejan los documentos elaborados para el juez que constan en el sumario. No hay ninguna duda de que esos dos individuos «de aspecto occidental y piel blanca», es decir, que nada tenían que ver con los moritos de Lavapiés, fueron los que hicieron el trabajo fino de convertir los teléfonos móviles en temporizadores para hacer saltar por los aires los trenes de cercanías el 11-M.
Las mismas fuentes sostienen que, a día de hoy, no hay dudas de que en el atentado intervinieron, al menos, dos grupos: uno, el de los terroristas que confeccionaron los temporizadores y seguramente planificaron los aspectos técnicos del atentado; otro, el grupo que montó finalmente las bombas (cuyos miembros unieron los cables que salían de los móviles a las rabizas de los detonadores y que también colocaron las bombas en los trenes).
Esa tesis se sostiene sobre evidencias incuestionables. La primera de ellas es que los moritos de Lavapiés (incluyendo en este grupo a los detenidos y a los terroristas muertos en Leganés el 3 de abril de 2004) no tenían conocimientos suficientes como para transformar un teléfono en un temporizador. La segunda es que es inaudito que los mismos individuos que soldaron los cables al zumbador del móvil no hicieran la misma operación para unir dichos cables a las rabizas del detonador (con lo que se hubiera evitado que se soltaran como presuntamente ocurrió con los de la bolsa de Vallecas).
Por otro lado, la Policía no ha encontrado ni entre los restos del piso de Leganés, ni en la casucha de Morata donde se activaron los siete teléfonos móviles que presuntamente iban en otras tantas mochilas el 11-M, ningún soldador, ni restos de estaño. Sin embargo, sí se han encontrado clavos, casquillos de bala, restos de dinamita, envoltorios de cartuchos, etc.
Los que montaron los móviles, señalan las fuentes, les dieron a los moritos el temporizador ya montado, listo para ser utilizado.Los moritos sólo tuvieron que unir los cables, meter el detonador entre la dinamita amasada y programar la hora para que las bombas hicieran explosión.
Hasta ahora, de forma un tanto incomprensible, los informes de la Policía siguen manteniendo que en las 13 mochilas o bolsas que se emplearon para la masacre del 11-M (de las cuales 10 hicieron explosión) el temporizador estaba compuesto por un móvil.
Sin embargo, las evidencias apuntan a que no en todas las bolsas había teléfonos. En primer lugar, sólo existe constancia de que se activaran siete tarjetas el día 10 de marzo. Siete tarjetas, el mismo número de teléfonos liberados que los dos «individuos de aspecto occidental y piel blanca» compraron en la tienda de la calle Real de Pinto
Pero hay más. Según un informe fechado el 12 de marzo de 2004 y firmado por el comisario jefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, de los tres artefactos que no hicieron explosión (el que fue desactivado en el Parque Azorín de Vallecas, otro encontrado en la estación de El Pozo y que los artificieros hicieron estallar y otro más que fue encontrado en la estación de Atocha y que corrió la misma suerte que este último), sólo había teléfonos móviles en los dos que se encontraron en la estación de El Pozo.Es decir, que el de Atocha contenía un temporizador distinto.¿Acaso un reloj?
Por sorprendente que parezca, ese dato tan relevante no aparece en el citado informe. Lo que sí se puede afirmar sin duda es que no todos los artefactos fueron activados con teléfonos móviles.
Ahora volvamos a la tienda de la calle Real de Pinto. Los expertos sostienen que el reloj digital marca Casio no era otra cosa que un temporizador. Y, curiosamente, ese reloj, esa misma marca, ha sido el temporizador más utilizado por ETA en sus atentados con bombas. ¿Por qué ni siquiera se hace mención a ese dato en los informes policiales? Esa información la conocen todos los tedax y, por tanto, lo lógico es que se hubiese apuntado como una posibilidad.
Por lo que se sabe, es mucho más probable que las bombas hubiesen sido accionadas con dos tipos de temporizadores: teléfonos y relojes. Y ello implica también que los terroristas planificadores del atentado no sólo eran expertos en la fabricación de explosivos, sino que quisieron asegurarse de que la «acción armada» (así calificó ETA el atentado del 11-M en un comunicado) tuviera la máxima efectividad.
Otro dato que curiosamente la Policía ha olvidado apuntar en sus numerosos informes al juez Del Olmo es que ETA ha utilizado ya para sus atentados los dos elementos (teléfonos y relojes) al mismo tiempo.
Y lo hizo el 11 de noviembre de 2000, cuando colocó unos lanzagranadas apuntando al cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo (San Sebastián). Se trataba de un dispositivo trampa. Una de las granadas hizo explosión cerca del cuartel. Cuando agentes de la Ertzaintza, miembros de la Policía y artificieros de la Guardia Civil se aprestaban a desmontar los lanzagranadas, un terrorista activó mediante un teléfono móvil una bomba que iba adosada en su parte inferior, provocando heridas graves a un total de 10 agentes.
Era la primera vez que ETA utilizaba teléfonos móviles como activadores de un artefacto. Curiosamente, los lanzagranadas estaban activados por dos temporizadores que consistían en sendos relojes digitales de la marca Casio.
ETA se obsesionó por los móviles y volvió a atentar en enero de 2001 contra la cúpula del PP en el cementerio de Zarautz.
En octubre de ese mismo año la Policía desmanteló el comando Donosti. Entre el material incautado se encontraba un teléfono móvil listo para ser usado como temporizador. A mediados de 2003, el responsable de electrónica de ETA, Tomás Elgorriaga Kunze, desarrolló un sistema similar al utilizado el 11-M. Todos esos datos han sido obviados en los informes al juez.
casimiro.g.abadillo@el-mundo.es
Comentarios
¿como dice ahora que poner las bombas en fechas electoreles se lo inspiro...¡una pagina web iraqui¡?
Estos de EL PAIS son unos mentirosos.
Se ha hablado mucho del teléfono movil de la mochila de Vallecas y no se han preguntado algo tan obvio y sencillo como si recibio llamada el 11 M a la hora que debio de estallar y si la tuvo desde que número se hizó,
Si hubo llamada entonces estaba en los trenes si no, pues, se habren una serie de especulaciones mayores y no faltas de lógica.
Lo que sucede con los moviles es que dejan rastro de todo lo que pasa en ellos y tras la llamada nadie creo que borrara la lista de llamadas, o las operadoras al menos.
No será fácil en todo caso que aparezca una llamada en un movil en una hora a la que no se hizo.
Saludos.
Se que escribes en libertad digital, yo no. Espero que lo preguntes.
Saludos