UN AUTO CAOTICO QUE NO DESPEJA LAS INCOGNITAS CLAVE DEL 11-M
12-04-06
EDITORIAL
UN AUTO CAOTICO QUE NO DESPEJA LAS INCOGNITAS CLAVE DEL 11-M
EDITORIAL
UN AUTO CAOTICO QUE NO DESPEJA LAS INCOGNITAS CLAVE DEL 11-M
En febrero de 2005, el juez Juan del Olmo, durante un acto con familiares de las víctimas del 11-M, le aseguró, con lágrimas en los ojos, a una joven: «Laura, la Justicia va a dar respuesta a muchas cosas. De eso no te quepa duda». Pues bien, un año después, es evidente que la Justicia ha defraudado tanto a las víctimas como a quienes seguimos queriendo saber toda la verdad sobre el mayor golpe terrorista de la Historia de nuestro país.(.../...)
Veinticinco meses después de iniciar la instrucción, Del Olmo hacía público ayer un auto de procesamiento caótico en las formas y pasmosamente deficiente en el fondo, que deja todos los interrogantes clave del 11-M sin resolver. El que los 116 imputados se hayan convertido en tan sólo 29 procesados es en sí mismo significativo; da una idea de la imprecisión que ha caracterizado a la investigación.Más importante aún, en todo caso, es que, de esos 29 procesados, tan sólo dos son considerados autores materiales de los hechos y que sobre la responsabilidad de ambos todavía caben serias dudas. A Abdelmajid Bouchar -el corredor que huyó de Leganés- sólo se le puede vincular con la colocación de las bombas en los trenes por deducción. Y Jamal Zougam fue visto por cuatro testigos en dos trenes distintos, lo cual apunta a la posibilidad de que dichos testimonios pudieran verse influidos por la difusión masiva de su fotografía tras la masacre. Además, queda pendiente de explicar por qué, si suministró las tarjetas usadas en los teléfonos de los trenes y participó activamente en el atentado, Zougam no huyó tras la matanza sino que se quedó tranquilamente en su casa esperando a ser detenido. No es el comportamiento normal de una persona que teóricamente acababa de sembrar el terror en Madrid.
ENORMES LAGUNAS
Lo cierto es que el auto, al igual que la instrucción, es un refrito de informes policiales colocados uno detrás de otro, fuera de todo orden cronólogico, temático o de cualquier tipo.De hecho, ni siquiera merece ser calificado como un auto de procesamiento, ya que no hay manera de que los imputados sepan qué hechos concretos se les atribuyen. El juez deja a la deducción del sabueso entre una jungla de contradicciones y mala sintaxis el encontrar qué hizo cada quien. Una tarea, además de ardua, fundamentalmente inútil.
La lectura del auto deja más preguntas que respuestas, y refleja las inmensas lagunas que según todos los indicios sigue teniendo el juez tanto sobre la planificación del 11-M como sobre su organización y ejecución. Para empezar, ni siquiera atisba a sugerir quiénes decidieron y diseñaron el atentado. Hace referencias vagas e inconexas a las consignas genéricas lanzadas Al Qaeda en respuesta a la Guerra de Irak y a la existencia del Grupo Islámico Combatiene Marroquí «entendido como máximo referente del Movimiento Salafista Yihadista en nuestro país». Y afirma que los líderes del comando madrileño eran El Chino y El Tunecino, pero no alcanza a explicitar si fueron ellos quienes idearon y diseñaron el atentado, probablemente porque no hay ningún dato que lo avale.
Por otra parte, el auto tampoco aclara quién compró los móviles que según consta fueron utilizados para hacer estallar buena parte de las bombas de los trenes -nada dice acerca de los misteriosos «búlgaros»- ni quién los convirtió en temporizadores. La existencia de una broca en casa de El Chino no prueba en sí misma nada.Y menos aún si no había también un soldador. En cuanto a la mención a la existencia de miles de páginas de Internet que explican cómo montar bombas con móviles -aunque, eso sí, ninguna concretamente como las del 11-M- roza la tomadura de pelo tratándose de un caso de esta gravedad.
LAS DEMAS TRAMAS
Pero esto no es lo único que deja sin aclarar Del Olmo. Tampoco explica la misteriosa aparición del Skoda Fabia en junio de 2004 en una zona que había sido peinada tras la masacre. Ni ofrece una respuesta para el hecho asombroso de que los dos perros encargados de buscar rastros de explosivos en el interior de la furgoneta de Alcalá no hallaran nada.
En cuanto a la famosa mochila de Vallecas que llevó a la detención de Zougam, el juez da por hecho que si apareció en esa comisaría tenía que venir de la estación de El Pozo cuando el propio auto constata que no existe un solo testigo que así lo pueda corroborar. La manera en que el juez ha instruido el caso -siempre dentro del estrecho margen impuesto por la versión oficial que aceptó desde el principio- es lo que explica los enormes agujeros que presenta el auto: la ausencia de referencias detalladas a la trama asturiana de los explosivos, con la paradoja de que Emilio Suárez Trashorras sea uno de los principales procesados y el dato significativo de que, una vez más, Antonio Toro reciba un trato condescendiente por parte del Estado.
Al final del auto, en los fundamentos jurídicos, Del Olmo se remite a la sentencia del macrojuicio por el 11-S que tuvo lugar en la Casa de Campo. Pues bien, como no sea capaz de subsanar las profundas lagunas que ha dejado su instrucción, es muy posible que siga el mismo camino que la Sección Tercera de la Sala Penal de la Audiencia Nacional, que ha visto recientemente cómo la Fiscalía del Supremo pedía que se retirara la condena de 15 años a Abu Dahdah por «conspiración» en el 11-S y cómo el propio Alto Tribunal ha comenzado a enmendarle la plana.
A ese varapalo se uniría el justo reproche de las víctimas que, como Laura, depositaron en él su confianza en el esclarecimiento de toda la verdad. Ayer tanto la presidenta de la Asociación Afectados del 11-M, Pilar Manjón, como la presidenta de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, Angeles Domínguez, coincidieron en que el auto de procesamiento no permite dar por cerrado el caso y reclamaron que se siga investigando.
Veinticinco meses después de iniciar la instrucción, Del Olmo hacía público ayer un auto de procesamiento caótico en las formas y pasmosamente deficiente en el fondo, que deja todos los interrogantes clave del 11-M sin resolver. El que los 116 imputados se hayan convertido en tan sólo 29 procesados es en sí mismo significativo; da una idea de la imprecisión que ha caracterizado a la investigación.Más importante aún, en todo caso, es que, de esos 29 procesados, tan sólo dos son considerados autores materiales de los hechos y que sobre la responsabilidad de ambos todavía caben serias dudas. A Abdelmajid Bouchar -el corredor que huyó de Leganés- sólo se le puede vincular con la colocación de las bombas en los trenes por deducción. Y Jamal Zougam fue visto por cuatro testigos en dos trenes distintos, lo cual apunta a la posibilidad de que dichos testimonios pudieran verse influidos por la difusión masiva de su fotografía tras la masacre. Además, queda pendiente de explicar por qué, si suministró las tarjetas usadas en los teléfonos de los trenes y participó activamente en el atentado, Zougam no huyó tras la matanza sino que se quedó tranquilamente en su casa esperando a ser detenido. No es el comportamiento normal de una persona que teóricamente acababa de sembrar el terror en Madrid.
ENORMES LAGUNAS
Lo cierto es que el auto, al igual que la instrucción, es un refrito de informes policiales colocados uno detrás de otro, fuera de todo orden cronólogico, temático o de cualquier tipo.De hecho, ni siquiera merece ser calificado como un auto de procesamiento, ya que no hay manera de que los imputados sepan qué hechos concretos se les atribuyen. El juez deja a la deducción del sabueso entre una jungla de contradicciones y mala sintaxis el encontrar qué hizo cada quien. Una tarea, además de ardua, fundamentalmente inútil.
La lectura del auto deja más preguntas que respuestas, y refleja las inmensas lagunas que según todos los indicios sigue teniendo el juez tanto sobre la planificación del 11-M como sobre su organización y ejecución. Para empezar, ni siquiera atisba a sugerir quiénes decidieron y diseñaron el atentado. Hace referencias vagas e inconexas a las consignas genéricas lanzadas Al Qaeda en respuesta a la Guerra de Irak y a la existencia del Grupo Islámico Combatiene Marroquí «entendido como máximo referente del Movimiento Salafista Yihadista en nuestro país». Y afirma que los líderes del comando madrileño eran El Chino y El Tunecino, pero no alcanza a explicitar si fueron ellos quienes idearon y diseñaron el atentado, probablemente porque no hay ningún dato que lo avale.
Por otra parte, el auto tampoco aclara quién compró los móviles que según consta fueron utilizados para hacer estallar buena parte de las bombas de los trenes -nada dice acerca de los misteriosos «búlgaros»- ni quién los convirtió en temporizadores. La existencia de una broca en casa de El Chino no prueba en sí misma nada.Y menos aún si no había también un soldador. En cuanto a la mención a la existencia de miles de páginas de Internet que explican cómo montar bombas con móviles -aunque, eso sí, ninguna concretamente como las del 11-M- roza la tomadura de pelo tratándose de un caso de esta gravedad.
LAS DEMAS TRAMAS
Pero esto no es lo único que deja sin aclarar Del Olmo. Tampoco explica la misteriosa aparición del Skoda Fabia en junio de 2004 en una zona que había sido peinada tras la masacre. Ni ofrece una respuesta para el hecho asombroso de que los dos perros encargados de buscar rastros de explosivos en el interior de la furgoneta de Alcalá no hallaran nada.
En cuanto a la famosa mochila de Vallecas que llevó a la detención de Zougam, el juez da por hecho que si apareció en esa comisaría tenía que venir de la estación de El Pozo cuando el propio auto constata que no existe un solo testigo que así lo pueda corroborar. La manera en que el juez ha instruido el caso -siempre dentro del estrecho margen impuesto por la versión oficial que aceptó desde el principio- es lo que explica los enormes agujeros que presenta el auto: la ausencia de referencias detalladas a la trama asturiana de los explosivos, con la paradoja de que Emilio Suárez Trashorras sea uno de los principales procesados y el dato significativo de que, una vez más, Antonio Toro reciba un trato condescendiente por parte del Estado.
Al final del auto, en los fundamentos jurídicos, Del Olmo se remite a la sentencia del macrojuicio por el 11-S que tuvo lugar en la Casa de Campo. Pues bien, como no sea capaz de subsanar las profundas lagunas que ha dejado su instrucción, es muy posible que siga el mismo camino que la Sección Tercera de la Sala Penal de la Audiencia Nacional, que ha visto recientemente cómo la Fiscalía del Supremo pedía que se retirara la condena de 15 años a Abu Dahdah por «conspiración» en el 11-S y cómo el propio Alto Tribunal ha comenzado a enmendarle la plana.
A ese varapalo se uniría el justo reproche de las víctimas que, como Laura, depositaron en él su confianza en el esclarecimiento de toda la verdad. Ayer tanto la presidenta de la Asociación Afectados del 11-M, Pilar Manjón, como la presidenta de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, Angeles Domínguez, coincidieron en que el auto de procesamiento no permite dar por cerrado el caso y reclamaron que se siga investigando.
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