Peones Negros, sociedad civil
Peones Negros, sociedad civil
Federico Quevedo
Sábado, 18 de noviembre de 2006
El día 11 de cada mes se reúnen en cerca ya de cuarenta ciudades españolas en memoria de las víctimas del terrorismo. Son miles de personas que claman, en silencio, por la verdad. Les prometí unas palabras y este es hoy mi sincero homenaje a quienes no se han dejado achantar por la verdad oficial y por los insultos y las mentiras de sus guardianes, y se concentran en silencio con una sola obsesión, la de saber qué fue lo que pasó aquel 11 de marzo de 2004, pero llevados también por un compromiso con todas las víctimas del terrorismo para salvaguardar su memoria y su dignidad y que nunca deje de haber justicia para ellas. Pero, fíjense, para mí esas concentraciones, cada vez más numerosas, son algo más. Peones Negros, la plataforma surgida a la sombra del blog de Luis del Pino, se ha convertido en un fenómeno de resistencia de la sociedad civil, e incluso ha traspasado nuestras fronteras buscando el hermanamiento de aquellas sociedades que también buscan respuestas a su falta de libertad. Así, en Venezuela ha nacido 11 Vive, una convergencia de la búsqueda de la verdad del 11-M y la indignación por los muertos del 11 de abril de 2002 a manos de la represión chavista.
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Les explico, para que lo sepan quienes no conozcan este movimiento que ha surgido en la red, que Peones Negros toma su nombre de una reflexión publicada en Internet titulada Peones negros, alfiles blancos, en la que se comparaban los sucesos del 11-M con una partida de ajedrez en la que los primeros en mover ficha han sido los terroristas y todo el entramado que subyace detrás de su acción y del que hoy sabemos, todavía, muy poco, y que corresponderían, en el tablero, a las fichas blancas. El siguiente movimiento lo hacen los peones negros, vanguardia en la defensa de su rey. Bien, es solo una metáfora que ojalá no se siga representando porque, en ese caso, cada movimiento de las blancas correspondería a un nuevo atentado. Lo que tiene de simbólico el peón negro se encierra en su propia insignificancia –es la ficha más pequeña y de menos valor en el tablero-. Sin embargo, juntos, los peones negros pueden ser una multitud de gentes tenaces y dispuestas a llegar hasta el final de la verdad del 11-M. Ese es, precisamente, el gran mérito de la sociedad, la razón por la que es necesaria para que una democracia sea sana y crezca en sus propios valores.
El éxito que ha tenido Peones Negros ha superado las intenciones de sus precursores. Hoy, la plataforma trasciende su frontera natural en Internet y el blog del que nació forma parte de un todo que va mucho más allá y que tiene ambición de llegar lo más lejos posible, pero respetando siempre ese principio de ser voz de la sociedad civil, alejado de la lucha partidaria, equidistante de los intereses políticos, y por eso abierto a todo aquel que simplemente dude de la verdad oficial, de lo que nos han contado que pasó el 11-M y que hoy sabemos que, en buena parte, sino en todo, es mentira. El día 11 de cada mes los peones negros se concentran, como dicen en el manifiesto que se lee ante las velas que consumen el llanto por los ausentes, “para recordar a ese millar largo de españoles asesinados y a las decenas de miles de heridos en la lucha que la Constitución y la Democracia sostienen, desde hace ya treinta años, contra aquellos que odian la Libertad, la Democracia y la Constitución”. Los terroristas y quienes les ampararon hicieron de aquellos trenes máquinas de la muerte en las que los seres humanos fueron “rebajados a su mínimo común denominador de la propia vida orgánica, sumidos en el más oscuro y hondo abismo de la igualdad primaria, como ganado, como materia, como cosas que no tuvieran cuerpo ni alma, siquiera una fisonomía en que la muerte pudiera estampar su sello”.
Hannah Arendt se refiere, con esas palabras, al Genocidio judío, pero son perfectamente exportables a la voluntad asesina de quienes llevaron a cabo los atentados de Atocha, porque en la naturaleza de los mismos subyacía el mismo desprecio por la vida humana, el mismo deseo de aniquilación que alimentaba la barbarie de los campos de exterminio. “Más allá de las capacidades de comprensión humana está la perversidad deforme de quienes establecieron semejante igualdad. Pero igualmente deformada y allende el alcance de la justicia humana está la inocencia de quienes murieron en esta igualdad”, y cuya memoria no puede ser borrada, ni su recuerdo sumido en el olvido. Su memoria y su recuerdo nos obligan a seguir buscando la verdad, porque a día de hoy seguimos sin saber quiénes pusieron las bombas, quiénes las fabricaron, qué explosivo utilizaron, por qué se han falsificado pruebas que han servido para sostener el sumario. Pero nos obligan, sobre todo, a seguir luchando por la libertad que ese mismo día quedó herida de muerte, en la medida que los terroristas consiguieron condicionar el resultado de las urnas y la política posterior que ha llevado a cabo el Gobierno de Rodríguez Zapatero.
Peones Negros simboliza, como pocas veces ha ocurrido hasta ahora, el hastío de una sociedad que se resiste al engaño y a la mentira, que se resiste a la manipulación y a la vergüenza, que se niega a ceder al chantaje de los terroristas, sean los que sean, que en modo alguno está dispuesta a permitir que se negocie con su libertad. Por eso cada concentración, cada día 11 en los que empieza a ser ya multitud la gente que se une en una sola voz exigiendo la verdad y el respeto a la memoria de las víctimas, se empieza a trascender la razón de los encuentros y se extiende la protesta a todo el ámbito de actuación del Gobierno de Rodríguez Zapatero, sin desvirtuar la razón última de cada una de esta concentraciones. Y es que, obviamente, lo uno es consecuencia de lo otro. Despreciar estas citas sería una estupidez por parte de todos.
Lo que allí se reúne no es militancia partidaria, sino hombres y mujeres que sólo buscan la verdad para ser más libres. Por eso, también, se equivocarían de lleno los responsables de Peones Negros si convierten la plataforma en un altavoz de crítica a uno u otro partido, porque estarían desvirtuando la razón última de la llama contestataria que da vida a esta manifestación de la sociedad civil que recuerda al movimiento ciudadano de los últimos años del franquismo y primeros de la Transición. Pero también se equivocarán los partidos políticos si manifiestan un desprecio vulgar hacia esta forma de canalización del descontento, porque no estarán viendo lo grave de la enfermedad que les afecta, y que no es otra que su propia incapacidad para interiorizar los sentimientos y las preocupaciones de la sociedad civil. Por supuesto, habrá quienes los llame fachas, pero eso forma ya parte del modo indecente y sectario con el que la izquierda se dirige a quienes luchan por la libertad.
fquevedo@elconfidencial.com
http://www.elconfidencial.com/opinion/indice.asp?id=2071
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Les explico, para que lo sepan quienes no conozcan este movimiento que ha surgido en la red, que Peones Negros toma su nombre de una reflexión publicada en Internet titulada Peones negros, alfiles blancos, en la que se comparaban los sucesos del 11-M con una partida de ajedrez en la que los primeros en mover ficha han sido los terroristas y todo el entramado que subyace detrás de su acción y del que hoy sabemos, todavía, muy poco, y que corresponderían, en el tablero, a las fichas blancas. El siguiente movimiento lo hacen los peones negros, vanguardia en la defensa de su rey. Bien, es solo una metáfora que ojalá no se siga representando porque, en ese caso, cada movimiento de las blancas correspondería a un nuevo atentado. Lo que tiene de simbólico el peón negro se encierra en su propia insignificancia –es la ficha más pequeña y de menos valor en el tablero-. Sin embargo, juntos, los peones negros pueden ser una multitud de gentes tenaces y dispuestas a llegar hasta el final de la verdad del 11-M. Ese es, precisamente, el gran mérito de la sociedad, la razón por la que es necesaria para que una democracia sea sana y crezca en sus propios valores.
El éxito que ha tenido Peones Negros ha superado las intenciones de sus precursores. Hoy, la plataforma trasciende su frontera natural en Internet y el blog del que nació forma parte de un todo que va mucho más allá y que tiene ambición de llegar lo más lejos posible, pero respetando siempre ese principio de ser voz de la sociedad civil, alejado de la lucha partidaria, equidistante de los intereses políticos, y por eso abierto a todo aquel que simplemente dude de la verdad oficial, de lo que nos han contado que pasó el 11-M y que hoy sabemos que, en buena parte, sino en todo, es mentira. El día 11 de cada mes los peones negros se concentran, como dicen en el manifiesto que se lee ante las velas que consumen el llanto por los ausentes, “para recordar a ese millar largo de españoles asesinados y a las decenas de miles de heridos en la lucha que la Constitución y la Democracia sostienen, desde hace ya treinta años, contra aquellos que odian la Libertad, la Democracia y la Constitución”. Los terroristas y quienes les ampararon hicieron de aquellos trenes máquinas de la muerte en las que los seres humanos fueron “rebajados a su mínimo común denominador de la propia vida orgánica, sumidos en el más oscuro y hondo abismo de la igualdad primaria, como ganado, como materia, como cosas que no tuvieran cuerpo ni alma, siquiera una fisonomía en que la muerte pudiera estampar su sello”.
Hannah Arendt se refiere, con esas palabras, al Genocidio judío, pero son perfectamente exportables a la voluntad asesina de quienes llevaron a cabo los atentados de Atocha, porque en la naturaleza de los mismos subyacía el mismo desprecio por la vida humana, el mismo deseo de aniquilación que alimentaba la barbarie de los campos de exterminio. “Más allá de las capacidades de comprensión humana está la perversidad deforme de quienes establecieron semejante igualdad. Pero igualmente deformada y allende el alcance de la justicia humana está la inocencia de quienes murieron en esta igualdad”, y cuya memoria no puede ser borrada, ni su recuerdo sumido en el olvido. Su memoria y su recuerdo nos obligan a seguir buscando la verdad, porque a día de hoy seguimos sin saber quiénes pusieron las bombas, quiénes las fabricaron, qué explosivo utilizaron, por qué se han falsificado pruebas que han servido para sostener el sumario. Pero nos obligan, sobre todo, a seguir luchando por la libertad que ese mismo día quedó herida de muerte, en la medida que los terroristas consiguieron condicionar el resultado de las urnas y la política posterior que ha llevado a cabo el Gobierno de Rodríguez Zapatero.
Peones Negros simboliza, como pocas veces ha ocurrido hasta ahora, el hastío de una sociedad que se resiste al engaño y a la mentira, que se resiste a la manipulación y a la vergüenza, que se niega a ceder al chantaje de los terroristas, sean los que sean, que en modo alguno está dispuesta a permitir que se negocie con su libertad. Por eso cada concentración, cada día 11 en los que empieza a ser ya multitud la gente que se une en una sola voz exigiendo la verdad y el respeto a la memoria de las víctimas, se empieza a trascender la razón de los encuentros y se extiende la protesta a todo el ámbito de actuación del Gobierno de Rodríguez Zapatero, sin desvirtuar la razón última de cada una de esta concentraciones. Y es que, obviamente, lo uno es consecuencia de lo otro. Despreciar estas citas sería una estupidez por parte de todos.
Lo que allí se reúne no es militancia partidaria, sino hombres y mujeres que sólo buscan la verdad para ser más libres. Por eso, también, se equivocarían de lleno los responsables de Peones Negros si convierten la plataforma en un altavoz de crítica a uno u otro partido, porque estarían desvirtuando la razón última de la llama contestataria que da vida a esta manifestación de la sociedad civil que recuerda al movimiento ciudadano de los últimos años del franquismo y primeros de la Transición. Pero también se equivocarán los partidos políticos si manifiestan un desprecio vulgar hacia esta forma de canalización del descontento, porque no estarán viendo lo grave de la enfermedad que les afecta, y que no es otra que su propia incapacidad para interiorizar los sentimientos y las preocupaciones de la sociedad civil. Por supuesto, habrá quienes los llame fachas, pero eso forma ya parte del modo indecente y sectario con el que la izquierda se dirige a quienes luchan por la libertad.
fquevedo@elconfidencial.com
http://www.elconfidencial.com/opinion/indice.asp?id=2071
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