Pero, ¿no estaba todo tan claro?
24-01-07
A FONDO
Pero, ¿no estaba todo tan claro?
CASIMIRO GARCIA-ABADILLO
A FONDO
Pero, ¿no estaba todo tan claro?
CASIMIRO GARCIA-ABADILLO
El auto de apertura del juicio oral por el atentado del 11-M supone una enmienda a la totalidad a la instrucción llevada a cabo por el juez Juan del Olmo y la fiscal Olga Sánchez.
La Sala que ha de juzgar los hechos más graves ocurridos en España desde la muerte de Franco ha hecho un esfuerzo por enderezar, sin complejos, las deficiencias de una causa que ha estado viciada de origen por la orientación unívoca y politizada de la investigación.
Admitir la repetición de las pruebas periciales sobre los explosivos implica una decisión insólita que pone de relieve una de las fallas más profundas del sumario: casi tres años después del atentado aún no se sabe con exactitud qué explotó en los trenes.
(.../...)
Hace tan sólo 24 horas, hacer esa afirmación era motivo de escándalo. La versión oficial de los hechos (construida en base a los escritos del juez, la fiscal y, hay que recordarlo, las conclusiones de la Comisión de Investigación) no admitía fisuras. Cuestionar esa verdad acarreaba graves acusaciones.
Pero ahora, es la Sala que va a juzgar los hechos la que determina la necesidad de realizar de nuevo esas pruebas con un equipo de peritos independiente. También es inusual, aunque no por ello menos acertado, el modo y la celeridad con los que el Tribunal requiere a la Policía para que le informe sobre la existencia de los restos y se lleven a cabo los análisis.
Ese esfuerzo por intentar saber la verdad es lo que, desde EL MUNDO, se ha reclamado a la Justicia y a la Policía, con escaso éxito hasta el momento.
Seguramente, a una parte de la opinión pública le habrá llamado la atención que el Tribunal admita pruebas testificales sobre tres etarras: Henri Parot, Gorka Vidal e Izkur Badillo.
No sabemos si ETA colaboró o no en el atentado del 11-M. Lo que sí sabemos con certeza, por los testimonios de los peritos de la Policía Científica, es que había instrucciones de la «superioridad» para que ETA no apareciera en ningún caso relacionada con la masacre.
No hacía falta ser un lince para darse cuenta de ello. Bastaba con ver la ligereza con la que la dirección de la Policía, con la anuencia del juez y la fiscal, despachaban algunos asuntos. Como, por ejemplo, el hecho de que en la celda de Abdelkrim Bensmail, mano derecha de uno de los presuntos autores materiales del atentado (Allekema Lamari), se hubiesen hallado en un registro el teléfono de Parot y la fórmula de la cloratita. Es que ambos «eran argelinos». Ésa fue la explicación. Y todos tan contentos. El juez no se molestó en ir más allá de la endeble teoría del paisanaje para aclarar la relación entre los dos terroristas.
Otro tanto sucede con los etarras Vidal y Badillo, que conducían la caravana con 500 kilos de explosivo que fue interceptada por la Guardia Civil cerca de Cañaveras y que se dirigía a Madrid casi al mismo tiempo que El Chino y sus secuaces trasladaban 200 kilos de Goma 2 Eco desde Asturias. Suárez Trashorras declaró que Jamal Ahmidan le había dicho que conocía a esos etarras. Pero ni el juez, ni la fiscal les llamaron nunca a declarar.
Del mismo modo, la Sala ha admitido otra prueba testifical sobre Mohamed Haddad, el marroquí que huyó poco después del atentado, que fue identificado por un testigo, que, según un informe de la Policía, formaba parte del grupo que cometió el atentado, y que vive cómodamente en su país tras haber simulado una misteriosa desaparición.
¿Significa esto, como dirían algunos medios, que la Sala ha asumido la teoría conspiratoria sobre el atentado: una colaboración de ETA y los servicios secretos de Marruecos? No. Sencillamente, que el Tribunal está dispuesto a hacer su trabajo sin que queden cabos sueltos.
Para este periódico, el auto de ayer supone un aval de credibilidad para una labor de investigación periodística no exenta de dificultades. ¿Qué dirán ahora los que han afirmado que la instrucción lo ha dejado todo claro? ¿Qué argumentarán los que han defendido a capa y espada que las dudas expuestas por EL MUNDO ponían en cuestión la labor de la Policía y a la Justicia?
Como en otros casos relevantes, unos hemos buscado la verdad. Otros, el encubrimiento.
casimiro.g.abadillo@el-mundo.es
La Sala que ha de juzgar los hechos más graves ocurridos en España desde la muerte de Franco ha hecho un esfuerzo por enderezar, sin complejos, las deficiencias de una causa que ha estado viciada de origen por la orientación unívoca y politizada de la investigación.
Admitir la repetición de las pruebas periciales sobre los explosivos implica una decisión insólita que pone de relieve una de las fallas más profundas del sumario: casi tres años después del atentado aún no se sabe con exactitud qué explotó en los trenes.
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Hace tan sólo 24 horas, hacer esa afirmación era motivo de escándalo. La versión oficial de los hechos (construida en base a los escritos del juez, la fiscal y, hay que recordarlo, las conclusiones de la Comisión de Investigación) no admitía fisuras. Cuestionar esa verdad acarreaba graves acusaciones.
Pero ahora, es la Sala que va a juzgar los hechos la que determina la necesidad de realizar de nuevo esas pruebas con un equipo de peritos independiente. También es inusual, aunque no por ello menos acertado, el modo y la celeridad con los que el Tribunal requiere a la Policía para que le informe sobre la existencia de los restos y se lleven a cabo los análisis.
Ese esfuerzo por intentar saber la verdad es lo que, desde EL MUNDO, se ha reclamado a la Justicia y a la Policía, con escaso éxito hasta el momento.
Seguramente, a una parte de la opinión pública le habrá llamado la atención que el Tribunal admita pruebas testificales sobre tres etarras: Henri Parot, Gorka Vidal e Izkur Badillo.
No sabemos si ETA colaboró o no en el atentado del 11-M. Lo que sí sabemos con certeza, por los testimonios de los peritos de la Policía Científica, es que había instrucciones de la «superioridad» para que ETA no apareciera en ningún caso relacionada con la masacre.
No hacía falta ser un lince para darse cuenta de ello. Bastaba con ver la ligereza con la que la dirección de la Policía, con la anuencia del juez y la fiscal, despachaban algunos asuntos. Como, por ejemplo, el hecho de que en la celda de Abdelkrim Bensmail, mano derecha de uno de los presuntos autores materiales del atentado (Allekema Lamari), se hubiesen hallado en un registro el teléfono de Parot y la fórmula de la cloratita. Es que ambos «eran argelinos». Ésa fue la explicación. Y todos tan contentos. El juez no se molestó en ir más allá de la endeble teoría del paisanaje para aclarar la relación entre los dos terroristas.
Otro tanto sucede con los etarras Vidal y Badillo, que conducían la caravana con 500 kilos de explosivo que fue interceptada por la Guardia Civil cerca de Cañaveras y que se dirigía a Madrid casi al mismo tiempo que El Chino y sus secuaces trasladaban 200 kilos de Goma 2 Eco desde Asturias. Suárez Trashorras declaró que Jamal Ahmidan le había dicho que conocía a esos etarras. Pero ni el juez, ni la fiscal les llamaron nunca a declarar.
Del mismo modo, la Sala ha admitido otra prueba testifical sobre Mohamed Haddad, el marroquí que huyó poco después del atentado, que fue identificado por un testigo, que, según un informe de la Policía, formaba parte del grupo que cometió el atentado, y que vive cómodamente en su país tras haber simulado una misteriosa desaparición.
¿Significa esto, como dirían algunos medios, que la Sala ha asumido la teoría conspiratoria sobre el atentado: una colaboración de ETA y los servicios secretos de Marruecos? No. Sencillamente, que el Tribunal está dispuesto a hacer su trabajo sin que queden cabos sueltos.
Para este periódico, el auto de ayer supone un aval de credibilidad para una labor de investigación periodística no exenta de dificultades. ¿Qué dirán ahora los que han afirmado que la instrucción lo ha dejado todo claro? ¿Qué argumentarán los que han defendido a capa y espada que las dudas expuestas por EL MUNDO ponían en cuestión la labor de la Policía y a la Justicia?
Como en otros casos relevantes, unos hemos buscado la verdad. Otros, el encubrimiento.
casimiro.g.abadillo@el-mundo.es
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