«¡Esto huele a morito!»

29-04-07



JUICIO POR UNA MASACRE / Más enfrentamientos en la cúpula policial / Resumen de la semana

«¡Esto huele a morito!»


La inverosímil controversia entre mandos de la Policía

Por FERNANDO MUGICA

De nuevo existen contradicciones graves entre los más altos cargos policiales durante la etapa de los atentados / El responsable de la UCAO, García Castaño, ha desautorizado a su antiguo director general negando el informe que relacionaba a ETA con el 11-M / Sus datos chocan también con los de otros testigos


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Lo decía Sabina en una de sus canciones emblemáticas. Hay algunos que mienten incluso cuando dicen la verdad. El juicio del 11-M ha llegado esta semana a un puerto cuya dirección ya nos habían anunciado. Esta vez ya no se trata de personajes marginales, delincuentes habituales o confidentes que bordean la legalidad. Ahora, los que se contradicen, los que mienten, con el cuchillo en la boca, son altos cargos de la cúpula policial.

El espectáculo comenzó la semana anterior con las versiones contrapuestas que aportaron Díaz Pintado, el que fue subdirector operativo de la Policía y Santiago Cuadro Jaén, comisario general de Seguridad Ciudadana durante los atentados. La palabra Titadyn propició un abismo insalvable entre ellos. No era un tema menor, porque se trataba de la palabra que más confundió al Gobierno de Aznar durante aquellos días trágicos. ETA, una vez más, influía así en el rumbo de una nación que había hecho de su lucha contra el terrorismo una de sus principales banderas.

Y, de nuevo, esta semana dos mandos policiales se enfrentan ante el tribunal por un informe sobre la organización terrorista. Enrique García Castaño, responsable el 11-M de la UCAO, la Unidad de Apoyo Operativo de la Policía, desmentía de una forma rotunda, y sin misericordia, a Agustín Díaz de Mera, ex Director General de la Policía.

Fue la segunda vez que descubrimos, con muy pocos días de diferencia, las distintas familias, los diferentes grupos irreconciliables de las Fuerzas de Seguridad que aparentaban, entonces, ante la opinión pública formar una piña.

MANIOBRAS DE DISTRACCION

Hay quien considera que toda esta polémica es una simple maniobra de distracción. Lo importante, dicen, lo medular es saber qué tipo de explosivo se utilizó en las explosiones de los trenes. El resto, aseguran, es accesorio. Sostienen que se trata de una burda cortina de humo para que se siga pronunciando la palabra ETA en torno a los atentados con el consiguiente desgaste que eso supone para el Gobierno anterior. Tal vez por eso, el PP huye de la polémica y de todo lo que está relacionado con el juicio considerando que ya pagó un duro precio político y que la trifulca no le va a reportar ningún beneficio.

Probablemente tengan razón los que así opinan pero no podemos pasar de puntillas sobre esta polémica sin destacar que esa realidad puede acercarnos un poco más a la verdad sobre lo que realmente sucedió el 11-M.

Es difícil encontrar a alguien en las comisarías de Policía que hable, a estas alturas del juicio, sobre los atentados. Eso es al menos lo que se deduce de una observación superficial. Sin embargo, en pequeños corros de amigos y siempre en privado, el tema está más caliente que nunca. Se hacen listas, se ponen sobre la mesa recuerdos, se contrastan datos para saber quién está con quién y quién pertenece a cada grupo en esta trama. Todos los consultados dan por hecho que queda mucho todavía por descubrir. En este sentido, se comenta la ingenuidad demostrada por personas como Agustín Díaz de Mera e incluso se discute sobre si ese aparente despiste no esconderá alguna intención más profunda.

La boda de Enrique García Castaño -el amor le ha hecho adelgazar 65 kilos-, celebrada el sábado por la tarde en León fue, en este sentido, un verdadero test. No estaban todos los que debían estar y algunos invitados se borraron en el último momento. Fue en el Parador de León. No asistieron los que habían sido sus aparentes amigos íntimos, como Agustín Díaz de Mera o Jesús de la Morena. En la mesa número dos estaba, sin embargo, el juez Baltasar Garzón mientras que se caía de la lista la jueza Teresa Palacios.

En otra mesa se reunieron miembros de distintas legaciones diplomáticas. No es un secreto que García Castaño se ha llevado siempre muy bien con miembros de los servicios de inteligencia extranjeros. Sus coqueteos con sirios, estadounidenses o israelíes le permitieron siempre ofrecer información sensible a periodistas -ocupaban parte de las mesas 16 y 21 de la boda-, a los que a lo largo de los últimos años ha pasado información relevante, que no siempre resultó exacta. No faltaron invitados con nombres vascos como Zubi, Gaizka o Jon -Eneko no pudo ir-.

Pero lo más curioso de la comparecencia de García Castaño en el juicio del 11-M no han sido, en mi opinión, las contradicciones con Díaz de Mera sino los datos que ha aportado sobre capítulos tan importantes de la investigación como la tarjeta de la mochila de Vallecas, la localización del piso de Leganés o la intervención del hermano de Kounjaa, uno de los presuntos terroristas que se inmolaron el 3 de abril de 2004 durante la intervención de los Geos.

¿FUE POR LA MAÑANA O POR LA TARDE?

Vayamos por partes. Nos han dicho ya en dos ocasiones que los datos aportados en las primeras consultas a Amena sobre la tarjeta de la famosa mochila itinerante fueron de viva voz. Los intervinientes «daban por supuesto» que existían los mandamientos judiciales que respaldaran esas consultas. No hay papeles escritos que nos muestren cuál fue la respuesta de Amena aquella mañana del 12-M. Y, sin embargo, esos datos tuvieron la máxima trascendencia a la hora de canalizar la investigación. Fue esa tarjeta la que llevó a Zougam y a las primeras detenciones al día siguiente. Y fueron éstas las que dieron un vuelco definitivo a la percepción de los ciudadanos sobre lo ocurrido. El Gobierno mentía -en su opinión- al empeñarse en la participación de ETA. La vía islamista aparecía diáfana y sólo alguien con mala intención podía asegurar lo contrario.

García Castaño, en su línea habitual, permaneció sereno y seguro de lo que decía. Hasta que comenzó a hablar de las detenciones de los indios que habían vendido la tarjeta al locutorio de Tribulete de Jamal Zougam. Cometió un error al adornarse explicando que esos indios no habían querido colaborar en la tarde del 12-M con las Fuerzas de Seguridad. No habían querido colaborar con quién, ¿con los dos clientes que se presentaron con preguntas absurdas y que no se identificaron como policías?

García Castaño insistió en que siempre se hace así en una primera aproximación al objetivo. Se estudia el terreno y el tipo de personas relacionadas con un caso. Eran dos inspectores de la UCAO, dos hombres de Enrique, los que actuaron de esta forma en la tarde del 12-M en el establecimiento de los indios. Pero éstos no tenían por qué saberlo.

Contestaron a las preguntas de aquellos clientes con toda la paciencia que puede tener un tendero con dos individuos que ve que no van a comprar nada y que sólo le están haciendo perder tiempo. Las preguntas eran de primero de básica. ¿Se necesita un carné de identidad para comprar una tarjeta prepago? Pues naturalmente que no. Los indios podían haberles mandado a paseo sin contemplaciones y no por eso tendrían que ser acusados de falta de colaboración. García Castaño no supo explicar al tribunal a qué se refería con la falta de colaboración y su salida de que «nuestros hombres están siempre en la calle y saben cuándo alguien miente» es tan absurda que no merece comentario.

Lo del piso de Leganés, tiene aún más enjundia. García Castaño se empeñó en su declaración en afirmar que había sido entre las 12.00 y las 12.30 horas, cuando sus hombres se habían enterado de la localización del piso. Habló de que en una llamada de una de las tarjetas apareció una inmobiliaria y que acudieron allí para ver si entre los pisos alquilados había alguno que lo ocuparan islamistas.

NO ERA UNA AGENCIA INMOBILIARIA

Pero el caso es que ese número no les llevó a una inmobiliaria sino a una gestoría. Y además esa gestoría no alquilaba pisos. Sólo por hacer un favor a un amigo que estaba en Galicia -según uno de los testigos relacionados con esa empresa y que ya ha declarado en el juicio- pusieron en alquiler un único piso. Para corroborarlo, el testigo también afirmó que no se anunciaban en ninguna parte como una inmobiliaria ya que no tenían otros pisos en alquiler.

Pero es que además, la hora en que los policías de la UCAO encuentran ese piso, -según García Castaño-, las 12.30 horas del día 3 de abril de 2004 no coincide con el testimonio del comisario general de Información, Jesús de la Morena, ni con la declaración del policía de la UCIE, la Unidad Central de Información Exterior, que persiguió a uno de los terroristas después de que bajara una bolsa de basura.

De la Morena dijo ante el tribunal que era imposible que nadie supiera de la existencia de ese piso antes de las 15.00 horas de ese día. La razón que esgrimió parecía definitiva: «Si se hubiera sabido antes de esa hora yo hubiera tenido que conocerlo necesariamente».

Para colmo, García Castaño afirmó durante toda su comparecencia que él informaba siempre y puntualmente de todos los datos relevantes que encontraba a quien tenía que informar, a su jefe, Jesús de la Morena. La contradicción es manifiesta.

El policía de la UCIE, el que recordaba todo lo de Leganés con mucho detalle, el que aseguró que de la bolsa de basura -en la que no encontraron huellas- sobresalían ramas de dátiles, aseguró que cuando fueron a las cercanías del piso, a eso de las 15.00 horas, se manejaban a ciegas ya que no tenían ninguna referencia de la planta ni de la letra del piso de los islamistas. Pero ¿no dice García Castaño que a las 12.30 horas de esa mañana ya sabían por la inmobiliaria el piso concreto alquilado por los terroristas?

Esa hora coincide, más o menos, con la hora en la que el entonces responsable de los Tedax, el comisario Manzano, señaló como la que le habían llamado para que estuviera preparado con un equipo para una intervención en un piso de Leganés. O sea que la Policía conocía a esa hora que podía haber islamistas relacionados con explosivos en un piso concreto y no avisaron ni a De la Morena ni a los Geos, a los que se llamó ¡a las 17.00 horas! Totalmente absurdo.

LA CASUALIDAD DE PARLA

La visión profesional de García Castaño no pudo ser más eficaz en aquellos días posteriores al 11-M. No sólo encontró la procedencia de la tarjeta de la mochila de Vallecas y la ubicación exacta del piso de Leganés sino que además supo dónde colocarse con sus hombres en la tarde de los suicidios. Era el encargado del apoyo operativo así que se alejó todo lo que pudo de Leganés y del piso de los islamistas para situarse, por casualidad, en la localidad de Parla.

El milagro se produce de nuevo. Es en Parla donde aparece esa tarde el hermano de Abedenabí Kounjaa para decir que ha hablado con éste por teléfono y que está dispuesto a inmolarse en un piso de Leganés en cuya puerta han acumulado explosivos. No está mal. Tres bingos seguidos en menos de 20 días.

Queda ahora la incógnita de si el juez Javier Gómez Bermúdez aceptará el careo entre Agustín Díaz de Mera y Enrique García Castaño. Sería una pérdida de tiempo. Gente próxima a ambos nos ha comentado que la confianza del primero sobre el segundo fue alimentándose en los últimos años a base de confidencias aparentemente útiles para el ex director general.

Hay que destacar que las revelaciones que hizo éste, hace meses en una emisora de radio, sobre la existencia de un documento que involucraba a ETA con el 11-M, no fueron fruto de una improvisación. La mejor prueba es que primero llamó a los informativos de fin de semana de esa emisora para tratar de salir en antena. No le hicieron mucho caso y volvió a llamar para salir en directo, esta vez en un programa de gran audiencia por la mañana. Díaz de Mera midió cada una de las palabras que pronunciaba. Por mucha fe ciega que tuviera en García Castaño, nadie se cree que fuera tan ingenuo como para no saber que su fuente en ese tema no destacaba como un ejemplo de transparencia.

LA NOCHE DE IFEMA

Agustín Díaz de Mera tiene que contar todavía muchas cosas importantes sobre el 11-M. Por ejemplo qué fue lo que supo y lo que hizo en la noche siguiente a los atentados en el recinto de Ifema. Precisamente a las mismas horas en que, escoltado por los cuchicheos al oído de su director de gabinete, Gabriel Fuentes, repetía sin cesar a todo el que quería escucharle: «¡Esto huele a morito!».

Por lo demás, el juicio ha entrado en la recta de la negación sistemática y de la pérdida de memoria. Los diferentes testigos repiten como loros que no se acuerdan de nada. Los etarras -¿para qué querían los abogados que declararan?- incluso se habían olvidado de la famosa caravana de la muerte, la de Cañaveras. Les daba risa todo aquello hasta que el juez les advirtió que podían estar cometiendo un delito de denegación de auxilio a la Justicia. Fue un espectáculo detestable e innecesario.

Abdelkrim Bensmail, disfrazado de islamista radical, también sonreía cuando negaba la evidencia de que le habían encontrado en su poder, en la cárcel de Villabona, un papel con datos de varios etarras importantes.

Ya no queda esperanza de que en este juicio nadie reconozca nada. Los posibles autores no aceptan su responsabilidad ni siquiera como propaganda de su causa. Los testigos se contradicen con naturalidad y los cargos policiales ofrecen un espectáculo bochornoso al insistir en que esto o aquello no era de su responsabilidad, que no estaban allí o que la posible culpa la tienen siempre los demás.

Y, como cada semana, quedan cosas en el tintero muy importantes que no reciben titulares. El abogado de Nayo ratificó que éste contó a la Guardia Civil las relaciones de la trama asturiana de explosivos con ETA. «No registraron el monte que les indicó porque era muy grande».

También resultó revelador el testimonio del policía que estaba en el mostrador de denuncias de la comisaría de Gijón el día que se presentó un ciudadano, Francisco Javier Lavandera, para denunciar posibles delitos. «Sí nos dijo» -en 2001- «que traficaban con explosivos y con dinero falso, que querían fabricar bombas con móviles y que estaban relacionados con ETA». Añadió que «ante la gravedad de esos hechos» lo comunicó a sus superiores inmediatamente. Al final era todo verdad, a pesar de todas las dudas que muchos han querido enfatizar desde que nuestro periódico lo descubrió, en otoño de 2004.

El guardia civil que multó a El Chino en Burgos, ahora resulta que sí habló con la central. «Esas conversaciones tienen que estar grabadas. Lo que pasa es que me dijeron que ese día la grabadora se había estropeado».

DETENCIONES ILEGALES

Al final, a los pobres muchachos de la UCIE les ha pillado el tren por la cosa más tonta. El juez Bermúdez deduce testimonio por posible detención ilegal contra el muchacho que llamó a Telemadrid para una consulta a la misma hora que el que llamó para informar de la existencia de una cinta con una reivindicación en una papelera cercana a la mezquita de la M-30.

«No me dejaron llamar a un abogado. Me presionaron entre 10 policías. Me aplicaron la ley antiterrorista y me dijeron que estaban interrogando también a mi novia».

Al juez Bermúdez no parecía importarle mucho las explicaciones de Corrales, el responsable de la Policía Científica durante el 11-M. Es evidente que espera a las pruebas periciales y que se fiará de éstas para configurar la sentencia.

No puedo dejar pasar la ocasión de hablar del testimonio del presidente de la comunidad en la que trabajaba el portero que se fijó en aquellos individuos sospechosos que estaban en Alcalá junto a la furgoneta Renault Kangoo.

El testigo ha asegurado que vio aquella mañana a los dos coches de policía que llegaron primero al lugar de los hechos. Es hora ya de que alguien les pregunte a los cuatro policías que ocupaban esos vehículos, tres hombres y una mujer, qué es lo que vieron en la furgoneta en un primer momento y a quién llamaron para comunicar qué. Nuestros lectores ya lo saben porque ya les hemos pormenorizado lo que nos dijeron. Ahora no estaría de más que también se lo contaran al juez.

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