¿Qué importancia tienen las cosas sin importancia?

24-04-07



PREGUERIAS

¿Qué importancia tienen las cosas sin importancia?


VICTORIA PREGO

Eran las estrellas de la jornada, estrellas tan tenebrosas como Landrú lo fue en el juicio contra él por haber asesinado a 11 mujeres, o como Hannibal Lecter lo era en las películas que tanto éxito tuvieron hace años.


Los tres terroristas de ETA que comparecieron ayer eran esperados con verdadera expectación: no se sabía qué podrían hacer o decir estos sujetos, dos de los cuales cumplen condena de 22 años por intentar atentar en Madrid con una furgoneta cargada con 500 kilos de explosivos, y el otro está condenado a 5.000 años de prisión por haber asesinado a 82 personas. Se temía que pudieran montar un espectáculo de agresión como los que estos asesinos suelen ofrecer en la Audiencia, o que se negaran a responder a las preguntas de los letrados, o que anunciaran que no reconocían al tribunal. Había tensión en la sala cuando el presidente mandó llamar al primero de ellos. Muy pocos minutos más tarde, supimos que Gómez Bermúdez no estaba dispuesto a tolerar la más mínima cuchufleta a cargo de estos individuos que, aunque sean unos asesinos, comparecían ayer como testigos y no como acusados. De modo que le paró los pies con contundencia a Gorka Vidal, volvió a hacerlo con Irkus Badillo y advirtió del asunto de antemano a Henri Parot, que ni siquiera intentó sacarlos del plato.

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Nadie esperaba, claro, que los etarras fueran a descolgarse con un «no sigan ustedes buscando, que los del 11-M fuimos nosotros», de modo que por ahí no hubo sorpresa alguna. Sí se pudo constatar, sin embargo, que, si algo tuvieron interés los tres en dejar sentado ante la sala, fue, precisamente, que el crimen masivo de Atocha no tenía nada que ver con ellos. Eso fue lo único que se molestaron en formular con total claridad en una comparecencia que discurrió rápida como el rayo. Poco había que preguntarles y poco iban ellos a declarar. Y, aunque esta vez no hablaron en nombre de la banda sino en el suyo propio, no hubo lugar a dudas de lo que querían que quedara por escrito: «No tenemos nada que ver con los islamistas». De todo lo demás, los terroristas de ETA se limitaron a exhibir silencio y un desdeñoso y artificial olvido de todas sus tropelías. Es evidente que, oído lo oído, el tribunal valorará los hechos por encima de sus testimonios pero también hay que sopesar el significado de su voluntad de hablar de ese aspecto, y sólo de ese aspecto, de la cuestión.

El resto de la jornada de ayer se perdió entre comparecencias absurdas de testigos que no tenían nada que decir y a los que no había nada que preguntar, y un sinfín de informaciones de menudeo. Pero de un menudeo cuajado de contradicciones pequeñas, de incógnitas minúsculas y de detalles desperdigados que pueden, o bien ser ignorados o, al contrario, ser considerados muy relevantes por el tribunal. Por ejemplo: si un policía declara que la furgoneta Kangoo estaba casi vacía, a continuación precisa que tenía «cuatro cositas» y, después de que el presidente mande sacar la lista con el centenar de objetos que se extrajeron de ella en Canillas, declara que sí, que esas son las «cuatro cositas» de que habla, se pueden hacer dos cosas. Una, pensar que este señor no conoce el significado de las palabras y no dar al tema mayor importancia. La otra, concluir que está intentando escurrir el bulto o, directamente, mintiendo.

Si asistimos a una confusa declaración policial que acaba explicándonos que fue el juez -en este caso Grande-Marlaska- quien ordenó destruir ciertas notas policiales que recogían información proporcionada por el confidente 'Cartagena', el asunto se puede considerar relevante o irrelevante, independientemente del valor que pueda tener el contenido de las notas desaparecidas. Notas que, por orden del juez, a partir de mañana se van a intentar rescatar. Y si escuchamos al máximo responsable entonces de la Policía Científica confesar que desde el laboratorio de los Tedax se le enviaban muestras de explosivos sin concretar de dónde procedían ni cuándo ni cómo habían sido obtenidas, podemos echarnos las manos a la cabeza o dictaminar que son los fallos naturales de una situación de crisis como la vivida y pasar a otra cosa, mariposa.

De la valoración de cuestiones como éstas, que pueden resultar importantísimas o, por el contrario, inútiles para la causa, estará tejida en su día la sentencia del tribunal juzgador.

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