Los marroquíes que estaban con 'El Chino' en las reuniones de la dinamita eran confidentes

08-01-08



11-M / El papel de las Fuerzas de Seguridad

Los marroquíes que estaban con 'El Chino' en las reuniones de la dinamita eran confidentes


Rafá Zouhier, Rachid Aglif y Rachid Taichi fueron captados policialmente en una operación de tráfico de armas y en otras redadas desarrolladas en Madrid

ANTONIO RUBIO

MADRID.- Febrero del año 2002. La Guardia Civil lleva a cabo un excelente trabajo donde detiene a un grupo de marroquíes, a un ciudadano colombiano y a otro búlgaro. Todos ellos forman parte de una banda que se dedica a vender armas cortas entre los porteros de discotecas. Mario Gascón, colaborador de la UCO, ha sido la pieza fundamental para detener a toda la banda y es tajante cuando sentencia: «Todos ellos, posteriormente, se convirtieron en confidentes policiales y salieron absueltos del proceso».

Entre los marroquíes detenidos se encontraban Rafá Zouhier y Carlos Ben Hur, más conocido en los ambientes nocturnos por Carlitos, y fueron investigados Rachid Aglif, El Conejo, y Rachid Taichi, cuyo alias era El Chico. Todos ellos, según se pudo demostrar posteriormente, formaban parte del círculo de Jamal Ahmidan, El Chino, y tenían relaciones comerciales con el líder de la célula terrorista que atentó contra los trenes de la muerte el 11-M.
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EL MUNDO ha conseguido el informe que elaboró el sargento Caballero, que firma como jefe de equipo, sobre la operación policial que recibió el nombre en clave de Segurata (en referencia a los implicados que hacían de hombres de seguridad en las discotecas) y en el que se recogen las pesquisas realizadas por la Guardia Civil de Valdemoro (Madrid).

Los incidentes comenzaron, según el informe, «en la explanada de la discoteca Groove de la localidad de Pinto», donde intentaron asesinar a un «súbdito rumano que venía desempeñando labores de seguridad en dicho establecimiento». Se da la circunstancia de que por aquella época el director de esa discoteca era Mario Gascón.

Y Gascón recuerda aquellos incidentes y su papel dentro de la operación Segurata con bastante nitidez: «Yo tenía trabajando en la discoteca a un grupo de rumanos y búlgaros. También tenía a moritos recogiendo vasos y tal. Hubo un ajuste de cuentas con unos de ellos y el sargento Caballero me pidió ayuda y que le marcara de dónde salían las armas».

El ex colaborador de la UCO no tardó mucho en saber que «las armas venían de Portugal, eran de baja calidad y se vendían entre porteros y encargados de discotecas». También, siempre según Gascón, «esas armas llegaron a los moritos que se dedicaban al tráfico de hachís, a los alunizajes de joyerías y otros atracos».

El barrio de Chueca y la calle Montera de Madrid eran los lugares por donde se distribuían las armas. La Guardia Civil, con la ayuda de Gascón, hizo la correspondiente redada y detenciones, pero más tarde la mayoría de los implicados resultaron absueltos porque los pinchazos telefónicos, según recoge la sentencia, se hicieron irregularmente.

Gascón precisa que «finalmente se produjo una amnesia general, salieron absueltos y todos los detenidos e investigados se convirtieron en confidentes policiales». El ex fraile mercedario también aclara en qué consistió el pacto: «Nos olvidamos del tema, pero a partir de ahora cuando necesitemos información nos debéis un favor».

Por ese motivo, Mario Gascón mantiene que las reuniones que se produjeron en el restaurante McDonald's de Madrid en los meses de octubre y diciembre de 2003, donde se trató la venta de los explosivos del 11-M, «estaban compuestas casi en su totalidad por confidentes policiales».

Hay que recordar que en aquellas reuniones estuvieron presentes, entre otros, Rafá Zouhier (colaborador de la UCO), Rachid Taichi, El Chico (confidente de la Policía según Gascón), Rachid Aglif, El Conejo (colaborador habitual de la Policía según el ex fraile mercedario) y Jamal Ahmidan. Todos esos en representación del grupo marroquí. Por parte del sector español estuvieron Suárez Trashorras (confidente del inspector jefe de Avilés Manuel García Rodríguez), su mujer Carmen Toro y el hermano de ésta, Antonio Toro.

Gascón sostiene que Antonio Toro, según le comentaron sus fuentes, trabajaba para algún servicio de las Fuerzas de Seguridad del Estado y que por eso puede afirmar que «los explosivos del 11-M siempre estuvieron en manos de los confidentes policiales».

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