La policía marroquí no tardó ni 48 horas en detener al sospechoso Mohamed Haddad, pero le dejó en libertad sin que los agentes de la UCIE o el juez De
14-09-04
11-M, LA VENGANZA / y 3.- EPILOGO
La policía marroquí no tardó ni 48 horas en detener al sospechoso Mohamed Haddad, pero le dejó en libertad sin que los agentes de la UCIE o el juez Del Olmo hubieran podido tomarle declaración
CASIMIRO GARCIA-ABADILLO
11-M, LA VENGANZA / y 3.- EPILOGO
La policía marroquí no tardó ni 48 horas en detener al sospechoso Mohamed Haddad, pero le dejó en libertad sin que los agentes de la UCIE o el juez Del Olmo hubieran podido tomarle declaración
CASIMIRO GARCIA-ABADILLO
En la tercera entrega de la prepublicación de '11-M, La Venganza', el nuevo libro de Casimiro García-Abadillo, que La Esfera de los Libros pone hoy a la venta en toda España, se resumen los principales escollos en los que ha ido tropezando la investigación del 11-M. Desde las trabas de Marruecos, que se traducen en casos como la apresurada puesta en libertad de Mohamed Haddad, detenido a petición española tras ser identificado por testigos como uno de los que llevaron las mochilas mortales a los trenes, hasta las incomprensibles actitudes y ocultaciones de algunos mandos de la Guardia Civil y sus relaciones con confidentes profundamente implicados en la preparación de los atentados. El director adjunto de EL MUNDO analiza las incógnitas que aún no han sido despejadas sobre el origen de la trama y la organización, y la identificación del auténtico 'cerebro'. La tarea de investigación y búsqueda de responsabilidades, tanto por la vía penal y policial como por la vía política de la Comisión parlamentaria, no puede darse por concluida hasta que se conozca toda la verdad.
(.../...)
En el auto emitido por Juan del Olmo el 19 de julio de 2004 y remitido a la Comisión de Investigación del 11-M, el juez de la Audiencia Nacional advierte: «En todo caso, aunque la célula operativa haya sido desmantelada (total o parcialmente), hay que tener en cuenta que huyó del lugar una persona al menos, y la investigación ha puesto de evidencia (las órdenes de busca y captura cursadas hasta la fecha son exponentes de ello) que seguirían activos otros elementos personales o anteriores células de apoyo, que han podido participar de muy distinto modo en los atentados terroristas del 11 de Marzo de 2004 y su entramado delincuencial; por lo tanto, podría generarse una actitud de sustitución por parte de esas iniciales células de apoyo ante la caída de la célula operativa (cubriendo así el vacío creado temporalmente, pero generando a su vez un mayor nivel de clandestinidad, por lo que es más dificultosa la actuación policial de investigación y la desarticulación de dichos elementos o células)». El juez señalaba asimismo, como elemento añadido de riesgo, el hecho de que los terroristas todavía en libertad tendrían a su disposición al menos el 10% de la dinamita sustraída en las minas de Asturias: alrededor de 20 kilos.
La actitud del juez no responde a un alarmismo injustificado, sino a un conocimiento profundo de la amenaza a la que nos enfrentamos.
En la intervención ante la citada Comisión parlamentaria, que tuvo lugar el 7 de julio, el anterior responsable de la Comisaría General de Información de la Policía, Jesús de la Morena, vaticinó que la posibilidad de nuevos atentados de terroristas islámicos era aún más alta después que antes del 11 de Marzo. Situó el foco de riesgo en Marruecos y demandó ante los diputados: «Hay que seguir investigando hacia abajo y hacia arriba». Esa señal de alarma fue lanzada intencionadamente por uno de los mayores expertos en terrorismo de España, probablemente el hombre que más sabe sobre ETA y que, en sólo unas semanas, se percató de que el nuevo peligro que nos acecha es todavía más aterrador y difícil de combatir que el que ha causado casi 900 muertos en los últimos 30 años.
Lo que ocurrió el 11-M no fue el fruto de la enajenación de unos locos fanatizados. No fue un hecho casual. Y si se planificó con tanta impunidad fue precisamente porque ni el Gobierno, ni la oposición, ni los medios de comunicación eran conscientes de la red de fanatismo criminal que se había ido tejiendo en los últimos años.
Los españoles y, en general, los europeos hemos vivido en medio de una plácida ignorancia que se puso de relieve en las encuestas que se realizaron tras los atentados del 11 de Septiembre en EEUU: según el Eurobarómetro de noviembre de 2001, sólo el 20% de los europeos pensaba que sus países pudieran ser objeto de un atentado similar.
A pesar de las llamadas de atención que lanzaron tanto el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) como la Guardia Civil y la policía sobre el aumento del riesgo de atentados tras el apoyo del Gobierno español a la Guerra de Irak, y después de los atentados de Casablanca de mayo de 2003, nadie atisbaba que pudiera suceder algo parecido a lo que ocurrió el 11 de Marzo.
El empecinamiento de algunos grupos políticos en la Comisión de Investigación del 11-M y de ciertos medios de comunicación en poner el foco (o la explicación del porqué) de los atentados en la participación de España en la coalición liderada por Estados Unidos y en la imprevisión del Gobierno de Aznar al no calcular adecuadamente las amenazas que dicha aventura implicaba no sólo carecen de rigor, sino que, subliminalmente, tratan de justificar el vuelco electoral del 14 de marzo.
PELIGRO REAL
El catedrático de Ciencia Política de la Universidad Rey Juan Carlos, Fernando Reinares (poco sospechoso de afinidad con el PP), señala en el libro El nuevo terrorismo islamista. Del 11-S al 11-M (Temas de Hoy, Madrid, 2004): «Afirmar que los terroristas islámicos cuyas bombas han ensangrentado Madrid e intentan seguir conmocionando a la sociedad española sólo están ejecutando represalias por haber contribuido con nuestras tropas a la campaña de Irak es una gran simplificación». La Guerra de Irak fue para los terroristas del 11-M tan sólo la excusa para llevar a cabo la matanza.
Como lo habría sido también para posteriores atentados la intervención española en Afganistán o la añorada recuperación de Al Andalus (a la que se hace referencia en el fax remitido a ABC y en el vídeo localizado en Leganés).
Aceptar que el 11-M fue la respuesta ante la injusticia que representó la invasión de Irak puede resultar rentable electoralmente, pero significa dar una baza política al terrorismo y, sobre todo, contribuye a alimentar la ficción de que la retirada de las tropas españolas disminuye las probabilidades de que se produzcan nuevos ataques.
Al Qaeda o, en un sentido amplio, el terrorismo islámico, es un peligro real y poderoso para España y para todos los países occidentales.
Cuenta con comandos activos y durmientes en más de 40 países, goza de abundantes vías de financiación, algunas de ellas ligadas al narcotráfico, y se ha constituido en los últimos años, utilizando las ventajas de la globalización a través de los grandes medios (no hay que desdeñar el papel de Al Yazira y Al Arabiya en los países musulmanes), en un referente de gran valor simbólico para todos los movimientos fundamentalistas que operan en el mundo.
España ha sido, antes del 11-M, una base fundamental de operaciones para Al Qaeda. Varios de los terroristas que participaron en el 11-S estuvieron en las semanas previas a los atentados en nuestro país. A medida que se ha ido avanzando en la investigación policial, se ha ido viendo con más nitidez el destacado papel jugado por el sirio Abu Dahdah en la conformación de esa tupida red que se extiende a Reino Unido, Italia, Francia, Bélgica, Alemania... y que tiene terminales en Chechenia, Irak, Afganistán y Pakistán.
También está cada vez más clara la colaboración de elementos sirios, argelinos y marroquíes (la llamada por los seguidores de Bin Laden familia norteafricana) en la acción terrorista de Madrid.
El Tunecino trabajaba para una inmobiliaria (Arconsa) controlada por dos sirios (los hermanos Eddin Roston). La casa de Morata donde se prepararon los atentados era propiedad de la mujer del sirio Mohamed Neddl (detenido por orden de Garzón junto a Abu Dahdah en el curso de la Operación Dátil) y fue alquilada a El Chino precisamente a través de Arconsa. De Homs (Siria) era Basel Ghalyoun, conectado a su vez con Mohamed El Egipcio, y reconocido por testigos como uno de los autores materiales de los atentados.Originario de Siria era Moutaz Almallah, mano derecha de Abu Dahdah, que dio cobijo a Basel y El Morabit en una vivienda de su propiedad, fue mentor de El Tunecino y mantuvo relación con El Egipcio durante su estancia en España. Almallah se encuentra en Londres y la policía española ha pedido a Scotland Yard que siga de cerca sus pasos. Sirio, aunque nacionalizado español, es también Mustafá Setmarian Nasar, Al Suri, un peso pesado de Al Qaeda, cuyo rango sería similar al de Abu Musab al Zarqawi, quien, para los expertos de la Unidad Central de Información Exterior (UCIE), podría haber sido el auténtico emir de los atentados del 11 de Marzo, utilizando como eslabón entre él y la célula operativa (y probablemente con El Egipcio como agente coordinador) a Almallah.
Por otra parte, Daoud Ouhane (sus huellas aparecieron en la bolsa de los detonadores encontrada en la furgoneta de Alcalá y su tarjeta telefónica y su libreta de ahorros entre los restos del piso de Leganés) es argelino. La policía cree que Mohamed Alfalah (nacido en Ighmiren, Marruecos, quien dio el dinero a Belhadj para alquilar el piso de Leganés y cuyas huellas se encontraron en el Skoda Fabia localizado el 13 de junio de 2004 a 20 metros de donde se halló la furgoneta, junto a la estación de Alcalá de Henares) fue durante una época chófer y escolta del dirigente del GIA Allekema Lamari, actualmente en paradero desconocido, y a quien el CNI atribuye un papel destacado en los atentados.Los servicios de Inteligencia están convencidos de que Lamari es el séptimo suicida de Leganés, lo que le convertiría en el hombre clave del comando, con un nivel muy superior al que tenía El Tunecino.
El perfil genético del séptimo suicida se ha localizado en una muestra de una bufanda de cuadros encontrada en la furgoneta Renault Kangoo. Sus huellas también han aparecido en el Skoda Fabia que, según la investigación policial, fue aparcado en la misma calle que la furgoneta después del 11-M.
La seguridad con la que el CNI argumentó que Lamari fue el cerebro local de los atentados llevó a la Comisaría General de Información a solicitar a la juez Teresa Palacios la emisión de una comisión rogatoria a Argel para obtener ADN de sus familiares con el fin de comprobar si, efectivamente, el único suicida que queda por identificar es el dirigente del GIA que fue detenido en Valencia en 1997 junto a Abdelkrim Beresmail, quien a su vez coincidió en la cárcel de Villabona con el dirigente de Jarrai Juan Luis Camarero.
De confirmarse la participación de Lamari en los atentados, la llamada vía argelina cobraría un gran peso en la investigación.
LA TRAMA
Pero, a pesar de todo, la clave para saber quién está detrás del 11-M sigue estando en Marruecos. Hombres de peso en la preparación y ejecución de la matanza, como Azizi, Said Berraj, Haddad y Jamal Ahmidan, El Chino (que era el jefe de la trama de delincuencia que financió y participó en la acción), así como 28 de los detenidos por la policía, han nacido en Marruecos, la mayoría de ellos en Tetuán o en Tánger.
Una de las tesis que maneja la policía es que el 11-M pudo tratarse de una venganza por las detenciones llevadas a cabo a partir de la Operación Dátil y por la actitud hostil de las autoridades y la Justicia españolas hacia los fundamentalistas que hasta entonces se habían movido en nuestro país con pasmosa facilidad.Esta hipótesis no sería contradictoria con la que atribuye una cierta implicación a una facción de los servicios secretos marroquíes en la dirección operativa de los atentados. La venganza mora tiene, sin duda, base en datos reales. El primero de ellos es la gran cantidad de ciudadanos marroquíes implicados, algunos de los cuales estaban siendo investigados por los servicios secretos de su país cuando tuvo lugar la matanza del 11-M. ¿Pudo pasar desapercibida completamente para dichos servicios una operación que era conocida a diversos niveles por más de dos docenas de personas originarias de Marruecos? Curiosamente, uno de los informes más precisos sobre la posibilidad de que pudieran producirse atentados de carácter fundamentalista en España fue transmitido al CNI por parte de los servicios secretos de Marruecos apenas unas semanas antes del 11 de Marzo.
El CNI ha considerado siempre que el 11-M se coció en España, pero que ha tenido su principal foco organizativo en Marruecos.Nunca ha dado credibilidad a la implicación directa de Al Qaeda -entendiendo por tal la red liderada por Bin Laden- en los atentados de Madrid. La fecha elegida para llevarlos a cabo implica un fin político y un conocimiento de la realidad española muy por encima de los que se supone a los miembros ya identificados de la célula que planeó la masacre de marzo. El propio Dezcallar así lo manifestó en su comparecencia ante la Comisión de Investigación el 19 de julio de 2004. Para el ex director del CNI, la fecha del 11 de Marzo «se eligió con intención». La misma seguridad mostró respecto a la falta de conexión directa del atentado con la cúpula de Al Qaeda: «Bin Laden no lo organizó, no lo dirigió ni estuvo al tanto. El responsable del atentado es un grupo que actuó desde dentro, sin dirección exterior. Sólo tenía orientación ideológica de Al Qaeda».
Entonces, ¿dónde está el auténtico cerebro del 11 de Marzo? Como diría el ex ministro del Interior y brazo derecho de Hasán II durante muchos años, el ahora autoexiliado Dris Basri, al hablar del asesinato del opositor a Mohamed VI, Hicham Mandari, que tuvo lugar cerca de Fuengirola el 4 de agosto de 2004: «Hay que mirar a Marruecos». Algunos datos relevantes arrojan inquietantes sospechas sobre el comportamiento de Marruecos. Tras facilitarle la información sobre el sospechoso, la policía marroquí no tardó ni 48 horas en detener a Haddad tras su huida de España.
Sin embargo, de manera ciertamente inexplicable, y sin que ni los agentes de la UCIE ni el juez Del Olmo hubieran podido tomarle declaración, las autoridades marroquíes decidieron ponerlo en libertad a finales de marzo de 2004. Aunque el Ministerio del Interior marroquí ha asegurado que Haddad está en libertad vigilada, la policía española ha mostrado de manera expresa su malestar por la condescendiente actitud mostrada hacia un individuo que pudo participar en los atentados y que fue reconocido por un testigo el mismo 11 de Marzo manipulando una mochila en las inmediaciones de la Renault Kangoo.
La policía española ya había tenido un encontronazo con las instituciones de seguridad de Rabat cuando, el 29 de abril de 2004, se enteró por casualidad -gracias a la denuncia de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos-, y cuando ya el juez Del Olmo había difundido su fotografía para lograr su detención, que Hicham Ahmidan había sido detenido en secreto en Marruecos.
El primo de El Chino es otro de los implicados que puede aportar datos esclarecedores a la investigación, dado que colaboró de forma esencial en la financiación de los atentados. En el registro de su domicilio (sito en la calle del Cerro de los Angeles, 30), la policía localizó casi 60 kilos de hachís y 125.800 comprimidos de éxtasis, cuyo valor de venta supera los 1,3 millones de euros.
La policía marroquí tampoco ha aportado ninguna información sobre el detenido, al que se encontró una anotación en la que se hacía referencia a la estación de Alcalá de Henares y a la hora en la que debían encontrarse en dicho lugar los terroristas que participaron en la masacre.
Por último, los servicios de seguridad marroquíes no han facilitado ningún dato sobre los usuarios de los dos teléfonos a los que llamaron los terroristas de Leganés inmediatamente antes de suicidarse.La policía española considera fundamental para la investigación conocer con quiénes hablaron los suicidas segundos antes de provocar la explosión que acabó con sus vidas, ya que podría tratarse de los auténticos inspiradores de los atentados.
Resulta evidente, por otro lado, que Marruecos ha sido uno de los mayores beneficiarios del cambio de Gobierno en Madrid, que ha llevado consigo la subsiguiente modificación de la posición tradicional española respecto al Sáhara.
LA TEORIA DE ETA
Aunque con menor peso, tampoco convendría desterrar definitivamente la teoría de la colaboración con ETA. Es cierto que no han aparecido datos concretos que avalen la participación directa o indirecta del terrorismo etarra en el 11-M, pero los contactos previos detectados a través de cartas y comunicaciones en las cárceles y el grado de desintegración de la banda podrían haber llevado a alguno de sus miembros a buscar una venganza («Aznar no se va a ir de rositas», Josu Ternera dixit) a través de un grupo fanatizado dispuesto a dar su vida por la yihad. Según reveló EL MUNDO el 22 de julio de 2004, la Jefatura Superior de Policía de Extremadura aportó otro dato que avalaría esa tesis. Se trata de la comunicación de un confidente que dijo haber visto a Josu Ternera en el aeropuerto de Francfort el 14 de febrero de 2004 y haberle oído comentar: «Se van a enterar los españoles de lo que somos capaces de hacer». Resulta también llamativo que Lamari no sólo formara parte del mismo comando de Beresmail (el encarcelado en la prisión de Villabona), sino que su lugar de residencia fuera Tudela (Navarra), una localidad en la que el movimiento radical abertzale tiene gran implantación. [...]
La actitud de ciertos mandos de la Guardia Civil resulta cuanto menos extraña. Por ejemplo, no se explica muy bien por qué el responsable de Información del Instituto Armado ocultó a la policía el hecho de que Rafá Zouhier era uno de sus confidentes hasta que no tuvo más remedio que admitirlo. También son bastante sospechosas las contradicciones en las que incurrieron tanto Félix Hernando como los dos agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) que declararon ante la Comisión del 11-M.
En su comparecencia ante los diputados, que tuvo lugar el 20 de julio, el coronel Hernando dijo que Zouhier, con el que los agentes de la UCO estuvieron en contacto en varias ocasiones durante los días previos al 11-M, llamó «muy asustado» el 16 de marzo a su controlador Rafa porque acababa de ver ese mismo día en la televisión la fotografía de uno de los terroristas que habían participado en los atentados. Según el jefe de la UCO, es a partir de ese momento cuando el confidente comienza a dar información a sus controladores sobre El Chino. Sin embargo, la fotografía de Jamal Ahmidan no fue difundida por los medios de comunicación hasta el 30 de marzo, 15 días después de que Zouhier diera a los agentes los datos necesarios para localizarle.
El capitán Paco reveló en su comparecencia que Zouhier les había dicho a sus controladores que el cuñado de Trashorras, Antonio Toro, le había ofrecido nada menos que 150 kilos de dinamita (en lugar de los dos o tres kilos que los agentes habían declarado ante el juez), pero que a ese dato no se le dio importancia «porque era exagerado». Es decir, que casi un año antes de los atentados, los suministradores de la dinamita estaban dispuestos a vender una cantidad similar de explosivos a la que luego, efectivamente, vendieron a los asesinos, y la UCO, en lugar de investigar ese extremo, lo desechó por considerarlo «exagerado».
El propio informe de la Guardia Civil sobre la trama de los explosivos arroja más dudas que aclaraciones. Los agentes de la UCO trataron de quitarse el muerto de encima al afirmar que habían transmitido la información sobre la posible red de venta de dinamita a la Fiscalía de Avilés. Sin embargo, según las pesquisas llevadas a cabo por la Fiscalía General del Estado, la Guardia Civil «no solicitó ninguna intervención» de la Fiscalía de Avilés y sólo se limitó a darle una información «genérica, sin concretar ni hechos ni personas».
PIEZAS DE 'PUZZLE'
Es evidente que la UCO no actuó con diligencia y que sus agentes no supieron, por falta de pericia, o tal vez porque pensaron que podían seguir tirando del hilo hasta descubrir a más implicados y de mayor rango, abortar el trasiego de explosivos sin el que no se hubieran producido los atentados.
Resulta también asombroso el hecho de que la Brigada Provincial de Información de Madrid hubiera andado tras la pista de El Tunecino semanas antes de los atentados, hasta el punto de que el juez Andreu hubiera autorizado la intervención de su teléfono apenas siete días antes de la masacre, y que ese hecho no se hubiera puesto en conocimiento de los expertos en terrorismo islámico de la UCIE que dependen de la Comisaría General de Información.
La UCIE, por su parte, ya había investigado a El Egipcio antes de que se marchara de España y conocía las implicaciones con grupos fundamentalistas de muchos de los participantes en los atentados. La misma Unidad sabía que Zougam estaba incurso en varios sumarios relacionados con el terrorismo integrista y por ello solicitó al juez Garzón la intervención de su teléfono.Los expertos en terrorismo islámico también sabían que la casa de Morata no sólo era propiedad de la mujer de un terrorista detenido en la Operación Dátil, sino que, antes de ser alquilada por El Chino, estuvo habitada por Mustapha al Mauymouny, alias Mustafá, otro fundamentalista detenido en Marruecos por su participación en los atentados de Casablanca. Esa misma casa había sido utilizada anteriormente por el propio Abu Dahdah para reunirse con su célula.
Como puso de manifiesto en su auto del 19 de julio el juez Del Olmo, la Udyco (Unidad de Drogas y Crimen Organizado) de Madrid tenía pinchado, además de a Rafá Zouhier, a Otman el Gnaoui (otro de los implicados en la matanza) desde el mes de febrero de 2004.Los agentes de la Udyco escucharon a El Gnaoui hablar en varias ocasiones con El Chino. Y, en concreto, el día 29 de febrero de 2004 supieron que Jamal Ahmidan le pedía a aquél que acudiera a la carretera de Burgos a recoger dos vehículos (un Volkswagen Golf y un Toyota Corolla) que venían desde Asturias. Es decir, justamente los coches que iban cargados con los 200 kilos de dinamita.
Los agentes de la Udyco sabían, al menos desde el 17 de febrero de 2004 (según el auto del juez Del Olmo), que El Chino tenía documentación falsa y que proponía a El Gnaoui que denunciara la desaparición de su pasaporte para lograr así otro documento amañado.
Como ha sabido después la policía (y queda reflejado en el primer auto de Del Olmo, emitido el 18 de junio), entre finales de enero y primeros de marzo, El Chino habló en 45 ocasiones con Suárez Trashorras y su esposa Carmen Toro. ¿Sabía la Udyco que El Chino era el jefe de la banda de traficantes cuando se produjeron las intervenciones telefónicas? ¿Grabó algunas de sus numerosas conversaciones con los suministradores de la dinamita? Sobre la pista de muchos de los participantes en los atentados del 11 de Marzo estaban la UCIE, la UCO, la Brigada Provincial de Información de Madrid y la Udyco (por no mencionar a la Brigada de Estupefacientes de Avilés). Es como si cada una de las unidades de los diferentes cuerpos de seguridad hubiera tenido una de las partes del puzzle de la masacre que, por sí solas, tan sólo tendrían un significado relativo, pero que, al unirlas, podían haber dado las claves de la trama para cometer el mayor atentado de la Historia de España.
Además de los terroristas seguidos, investigados e intervenidos telefónicamente, dos confidentes de la Policía y la Guardia Civil jugaron un papel crucial para la consecución de los explosivos.
¿Es normal que, tras haber denunciado Zouhier a sus controladores la disposición de Suárez Trashorras a vender explosivos, y tras la denuncia del abogado de El Nayo sobre el mismo individuo y en las mismas fechas (principios de 2003), el ex minero pudiera actuar con una impunidad que le permitió organizar el transporte de la dinamita a Madrid utilizando autobuses de línea regular e incluso a un menor de edad como porteador? Desde luego, cualquiera que analice de forma objetiva lo que ha sucedido puede percatarse de que es urgente una profunda revisión de la forma de trabajar de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y una mejora sustancial de los servicios de Inteligencia para combatir la enorme amenaza que se cierne sobre la seguridad de los españoles. Y también, por supuesto, de que es necesaria una depuración de responsabilidades.[...]
Aunque parezca mentira, seguramente, si todas las unidades implicadas hubieran puesto en común su información y los datos sobre los individuos a los que estaban investigando en las fechas previas a la matanza, ésta podría haberse evitado. [...]
En España hay más de 600.000 musulmanes. El número de mezquitas ha crecido exponencialmente en los últimos años: 233 están dadas de alta en el Registro de Entidades Religiosas del Ministerio de Justicia, pero se estima que hay, al menos, otras 200 en situación ilegal (garajes, naves o pisos son utilizados como centros de adoctrinamiento religioso).
La mayoría de los creyentes que siguen las enseñanzas del Corán son ciudadanos pacíficos que han venido a España procedentes sobre todo de Marruecos a buscar una vida mejor. Sin embargo, el enorme desconocimiento que hay sobre las actividades de dicha comunidad (muy concentrada en suburbios y pueblos de Madrid, Cataluña, Levante, Andalucía y La Rioja) y la descoordinación y falta de medios (el 11-M ha puesto de manifiesto la endeblez del aparato policial especializado en terrorismo islámico) para adentrarse en sus interioridades hace más que probable que otro 11-M pueda volver a producirse.
RAMIFICACIONES
Tratar de cerrar el caso en El Tunecino, como pretende el ministro del Interior, José Antonio Alonso, quien el 29 de julio de 2004 consideró en su intervención ante la Comisión del 11-M a Serhane Fakhet como «autor intelectual» de los atentados, sería un gravísimo error. Tanto la investigación policial como la instrucción judicial sobre los atentados del 11 de Marzo deben profundizar en las ramificaciones de una trama compleja de la que aún quedan demasiados cabos sueltos.
Políticamente, la Comisión de Investigación debería intentar que sus conclusiones sirvieran para saber cómo y por qué se produjo el 11-M, en lugar de buscar, como podría suceder, un apaño para que ningún partido salga mal parado.
Los ciudadanos, y en especial las víctimas, tienen derecho a saber la verdad pese a quien pese. En cierta medida, el proceso del 11 de Marzo tiene ciertas similitudes con el proceso del 23-F, que significó una prueba de fuego para la joven democracia española.
Sentar a militares de alta graduación en el banquillo y condenarlos suponía el riesgo de alentar un nuevo golpe de Estado. Pero, al final, ese reto se saldó con un resultado, si no plenamente satisfactorio, sí lo suficientemente severo como para que las Fuerzas Armadas entendieran cuál era su papel en un Estado de Derecho y los españoles sintieran que en un sistema representativo la Justicia mide a todo el mundo por el mismo rasero.
Cerrar en falso la matanza del 11-M tanto en la vía penal como en la policial o en su vertiente política significaría un fracaso rotundo de nuestra democracia, que tendría consecuencias nefastas no sólo para su propia credibilidad, sino también para la seguridad de los ciudadanos.
Ojalá los responsables de que eso no suceda asuman su papel con la suficiente valentía. Este país se merece saber toda la verdad.
Haddad estuvo en la reunión de Estambul
El sábado 13 de marzo de 2004, a primera hora de la tarde, los agentes de la UCIE habían interrogado al testigo que vio salir corriendo a un hombre de rasgos magrebíes que llevaba una maleta y que subió precipitadamente a un Mercedes el día 12 por la noche.Le enseñaron unas fotografías y le identificó sin dudar un instante.
Se trataba de Mohamed Haddad. A los policías no les costó mucho trabajo descubrir que el inmueble de donde le había visto salir el testigo (situado en la Avenida de las Ciudades, número 4, de Getafe) era precisamente el bloque de viviendas donde residía Haddad en un modesto piso alquilado.
Al día siguiente, domingo 14 (jornada de elecciones), los agentes interrogaron a los dueños de la casa. Les mostraron un álbum con decenas de rostros de sospechosos y tampoco titubearon. Se trataba efectivamente de Haddad. Los datos casaban con los que había proporcionado uno de los testigos que viajaban en uno de los trenes de la muerte el día 11 de Marzo, y que también había identificado a Haddad con absoluta seguridad. La información era muy relevante porque Haddad (nacido en Tánger el 4 de marzo de 1967) era un viejo conocido de la UCIE y, desde luego, un individuo de cierto nivel en el entramado integrista marroquí.
Haddad había participado en la reunión que tuvo lugar en Estambul el 10 de octubre de 2000, a la que asistieron Lahcen Ikassrien, Azizi, Said Berraj y Salahedine Benyaich. La policía turca les detuvo en un piso que había alquilado Azizi. Encontró algunos documentos de contenido fundamentalista, pero no les pudo imputar ningún delito, así que, cuatro días después, deportó a Benyaich a Londres, a Ikassrien a la embajada marroquí en Ankara y a Azizi y Haddad a Irán. Ikassrien sería detenido por los soldados de Estados Unidos en Afganistán a principios de 2002 y ahora se encuentra confinado en el campo de prisioneros de Guantánamo.Salahedine Benyaich está detenido en Marruecos (acusado de participar en los atentados de Casablanca) y los expertos en terrorismo islámico le relacionan también con el asalto de los terroristas chechenos al teatro Dubrovka de Moscú, que tuvo lugar el 23 de octubre de 2002 y que causó la muerte de 169 personas (entre ellas, 41 asaltantes). Azizi volvió desde Irán a España, pero desde noviembre de 2001 se encuentra en paradero desconocido y figura como imputado por Garzón en el sumario contra la red de Al Qaeda en España.
Extracto del capítulo 4 / El Vuelco, La casa de Morata.
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En el auto emitido por Juan del Olmo el 19 de julio de 2004 y remitido a la Comisión de Investigación del 11-M, el juez de la Audiencia Nacional advierte: «En todo caso, aunque la célula operativa haya sido desmantelada (total o parcialmente), hay que tener en cuenta que huyó del lugar una persona al menos, y la investigación ha puesto de evidencia (las órdenes de busca y captura cursadas hasta la fecha son exponentes de ello) que seguirían activos otros elementos personales o anteriores células de apoyo, que han podido participar de muy distinto modo en los atentados terroristas del 11 de Marzo de 2004 y su entramado delincuencial; por lo tanto, podría generarse una actitud de sustitución por parte de esas iniciales células de apoyo ante la caída de la célula operativa (cubriendo así el vacío creado temporalmente, pero generando a su vez un mayor nivel de clandestinidad, por lo que es más dificultosa la actuación policial de investigación y la desarticulación de dichos elementos o células)». El juez señalaba asimismo, como elemento añadido de riesgo, el hecho de que los terroristas todavía en libertad tendrían a su disposición al menos el 10% de la dinamita sustraída en las minas de Asturias: alrededor de 20 kilos.
La actitud del juez no responde a un alarmismo injustificado, sino a un conocimiento profundo de la amenaza a la que nos enfrentamos.
En la intervención ante la citada Comisión parlamentaria, que tuvo lugar el 7 de julio, el anterior responsable de la Comisaría General de Información de la Policía, Jesús de la Morena, vaticinó que la posibilidad de nuevos atentados de terroristas islámicos era aún más alta después que antes del 11 de Marzo. Situó el foco de riesgo en Marruecos y demandó ante los diputados: «Hay que seguir investigando hacia abajo y hacia arriba». Esa señal de alarma fue lanzada intencionadamente por uno de los mayores expertos en terrorismo de España, probablemente el hombre que más sabe sobre ETA y que, en sólo unas semanas, se percató de que el nuevo peligro que nos acecha es todavía más aterrador y difícil de combatir que el que ha causado casi 900 muertos en los últimos 30 años.
Lo que ocurrió el 11-M no fue el fruto de la enajenación de unos locos fanatizados. No fue un hecho casual. Y si se planificó con tanta impunidad fue precisamente porque ni el Gobierno, ni la oposición, ni los medios de comunicación eran conscientes de la red de fanatismo criminal que se había ido tejiendo en los últimos años.
Los españoles y, en general, los europeos hemos vivido en medio de una plácida ignorancia que se puso de relieve en las encuestas que se realizaron tras los atentados del 11 de Septiembre en EEUU: según el Eurobarómetro de noviembre de 2001, sólo el 20% de los europeos pensaba que sus países pudieran ser objeto de un atentado similar.
A pesar de las llamadas de atención que lanzaron tanto el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) como la Guardia Civil y la policía sobre el aumento del riesgo de atentados tras el apoyo del Gobierno español a la Guerra de Irak, y después de los atentados de Casablanca de mayo de 2003, nadie atisbaba que pudiera suceder algo parecido a lo que ocurrió el 11 de Marzo.
El empecinamiento de algunos grupos políticos en la Comisión de Investigación del 11-M y de ciertos medios de comunicación en poner el foco (o la explicación del porqué) de los atentados en la participación de España en la coalición liderada por Estados Unidos y en la imprevisión del Gobierno de Aznar al no calcular adecuadamente las amenazas que dicha aventura implicaba no sólo carecen de rigor, sino que, subliminalmente, tratan de justificar el vuelco electoral del 14 de marzo.
PELIGRO REAL
El catedrático de Ciencia Política de la Universidad Rey Juan Carlos, Fernando Reinares (poco sospechoso de afinidad con el PP), señala en el libro El nuevo terrorismo islamista. Del 11-S al 11-M (Temas de Hoy, Madrid, 2004): «Afirmar que los terroristas islámicos cuyas bombas han ensangrentado Madrid e intentan seguir conmocionando a la sociedad española sólo están ejecutando represalias por haber contribuido con nuestras tropas a la campaña de Irak es una gran simplificación». La Guerra de Irak fue para los terroristas del 11-M tan sólo la excusa para llevar a cabo la matanza.
Como lo habría sido también para posteriores atentados la intervención española en Afganistán o la añorada recuperación de Al Andalus (a la que se hace referencia en el fax remitido a ABC y en el vídeo localizado en Leganés).
Aceptar que el 11-M fue la respuesta ante la injusticia que representó la invasión de Irak puede resultar rentable electoralmente, pero significa dar una baza política al terrorismo y, sobre todo, contribuye a alimentar la ficción de que la retirada de las tropas españolas disminuye las probabilidades de que se produzcan nuevos ataques.
Al Qaeda o, en un sentido amplio, el terrorismo islámico, es un peligro real y poderoso para España y para todos los países occidentales.
Cuenta con comandos activos y durmientes en más de 40 países, goza de abundantes vías de financiación, algunas de ellas ligadas al narcotráfico, y se ha constituido en los últimos años, utilizando las ventajas de la globalización a través de los grandes medios (no hay que desdeñar el papel de Al Yazira y Al Arabiya en los países musulmanes), en un referente de gran valor simbólico para todos los movimientos fundamentalistas que operan en el mundo.
España ha sido, antes del 11-M, una base fundamental de operaciones para Al Qaeda. Varios de los terroristas que participaron en el 11-S estuvieron en las semanas previas a los atentados en nuestro país. A medida que se ha ido avanzando en la investigación policial, se ha ido viendo con más nitidez el destacado papel jugado por el sirio Abu Dahdah en la conformación de esa tupida red que se extiende a Reino Unido, Italia, Francia, Bélgica, Alemania... y que tiene terminales en Chechenia, Irak, Afganistán y Pakistán.
También está cada vez más clara la colaboración de elementos sirios, argelinos y marroquíes (la llamada por los seguidores de Bin Laden familia norteafricana) en la acción terrorista de Madrid.
El Tunecino trabajaba para una inmobiliaria (Arconsa) controlada por dos sirios (los hermanos Eddin Roston). La casa de Morata donde se prepararon los atentados era propiedad de la mujer del sirio Mohamed Neddl (detenido por orden de Garzón junto a Abu Dahdah en el curso de la Operación Dátil) y fue alquilada a El Chino precisamente a través de Arconsa. De Homs (Siria) era Basel Ghalyoun, conectado a su vez con Mohamed El Egipcio, y reconocido por testigos como uno de los autores materiales de los atentados.Originario de Siria era Moutaz Almallah, mano derecha de Abu Dahdah, que dio cobijo a Basel y El Morabit en una vivienda de su propiedad, fue mentor de El Tunecino y mantuvo relación con El Egipcio durante su estancia en España. Almallah se encuentra en Londres y la policía española ha pedido a Scotland Yard que siga de cerca sus pasos. Sirio, aunque nacionalizado español, es también Mustafá Setmarian Nasar, Al Suri, un peso pesado de Al Qaeda, cuyo rango sería similar al de Abu Musab al Zarqawi, quien, para los expertos de la Unidad Central de Información Exterior (UCIE), podría haber sido el auténtico emir de los atentados del 11 de Marzo, utilizando como eslabón entre él y la célula operativa (y probablemente con El Egipcio como agente coordinador) a Almallah.
Por otra parte, Daoud Ouhane (sus huellas aparecieron en la bolsa de los detonadores encontrada en la furgoneta de Alcalá y su tarjeta telefónica y su libreta de ahorros entre los restos del piso de Leganés) es argelino. La policía cree que Mohamed Alfalah (nacido en Ighmiren, Marruecos, quien dio el dinero a Belhadj para alquilar el piso de Leganés y cuyas huellas se encontraron en el Skoda Fabia localizado el 13 de junio de 2004 a 20 metros de donde se halló la furgoneta, junto a la estación de Alcalá de Henares) fue durante una época chófer y escolta del dirigente del GIA Allekema Lamari, actualmente en paradero desconocido, y a quien el CNI atribuye un papel destacado en los atentados.Los servicios de Inteligencia están convencidos de que Lamari es el séptimo suicida de Leganés, lo que le convertiría en el hombre clave del comando, con un nivel muy superior al que tenía El Tunecino.
El perfil genético del séptimo suicida se ha localizado en una muestra de una bufanda de cuadros encontrada en la furgoneta Renault Kangoo. Sus huellas también han aparecido en el Skoda Fabia que, según la investigación policial, fue aparcado en la misma calle que la furgoneta después del 11-M.
La seguridad con la que el CNI argumentó que Lamari fue el cerebro local de los atentados llevó a la Comisaría General de Información a solicitar a la juez Teresa Palacios la emisión de una comisión rogatoria a Argel para obtener ADN de sus familiares con el fin de comprobar si, efectivamente, el único suicida que queda por identificar es el dirigente del GIA que fue detenido en Valencia en 1997 junto a Abdelkrim Beresmail, quien a su vez coincidió en la cárcel de Villabona con el dirigente de Jarrai Juan Luis Camarero.
De confirmarse la participación de Lamari en los atentados, la llamada vía argelina cobraría un gran peso en la investigación.
LA TRAMA
Pero, a pesar de todo, la clave para saber quién está detrás del 11-M sigue estando en Marruecos. Hombres de peso en la preparación y ejecución de la matanza, como Azizi, Said Berraj, Haddad y Jamal Ahmidan, El Chino (que era el jefe de la trama de delincuencia que financió y participó en la acción), así como 28 de los detenidos por la policía, han nacido en Marruecos, la mayoría de ellos en Tetuán o en Tánger.
Una de las tesis que maneja la policía es que el 11-M pudo tratarse de una venganza por las detenciones llevadas a cabo a partir de la Operación Dátil y por la actitud hostil de las autoridades y la Justicia españolas hacia los fundamentalistas que hasta entonces se habían movido en nuestro país con pasmosa facilidad.Esta hipótesis no sería contradictoria con la que atribuye una cierta implicación a una facción de los servicios secretos marroquíes en la dirección operativa de los atentados. La venganza mora tiene, sin duda, base en datos reales. El primero de ellos es la gran cantidad de ciudadanos marroquíes implicados, algunos de los cuales estaban siendo investigados por los servicios secretos de su país cuando tuvo lugar la matanza del 11-M. ¿Pudo pasar desapercibida completamente para dichos servicios una operación que era conocida a diversos niveles por más de dos docenas de personas originarias de Marruecos? Curiosamente, uno de los informes más precisos sobre la posibilidad de que pudieran producirse atentados de carácter fundamentalista en España fue transmitido al CNI por parte de los servicios secretos de Marruecos apenas unas semanas antes del 11 de Marzo.
El CNI ha considerado siempre que el 11-M se coció en España, pero que ha tenido su principal foco organizativo en Marruecos.Nunca ha dado credibilidad a la implicación directa de Al Qaeda -entendiendo por tal la red liderada por Bin Laden- en los atentados de Madrid. La fecha elegida para llevarlos a cabo implica un fin político y un conocimiento de la realidad española muy por encima de los que se supone a los miembros ya identificados de la célula que planeó la masacre de marzo. El propio Dezcallar así lo manifestó en su comparecencia ante la Comisión de Investigación el 19 de julio de 2004. Para el ex director del CNI, la fecha del 11 de Marzo «se eligió con intención». La misma seguridad mostró respecto a la falta de conexión directa del atentado con la cúpula de Al Qaeda: «Bin Laden no lo organizó, no lo dirigió ni estuvo al tanto. El responsable del atentado es un grupo que actuó desde dentro, sin dirección exterior. Sólo tenía orientación ideológica de Al Qaeda».
Entonces, ¿dónde está el auténtico cerebro del 11 de Marzo? Como diría el ex ministro del Interior y brazo derecho de Hasán II durante muchos años, el ahora autoexiliado Dris Basri, al hablar del asesinato del opositor a Mohamed VI, Hicham Mandari, que tuvo lugar cerca de Fuengirola el 4 de agosto de 2004: «Hay que mirar a Marruecos». Algunos datos relevantes arrojan inquietantes sospechas sobre el comportamiento de Marruecos. Tras facilitarle la información sobre el sospechoso, la policía marroquí no tardó ni 48 horas en detener a Haddad tras su huida de España.
Sin embargo, de manera ciertamente inexplicable, y sin que ni los agentes de la UCIE ni el juez Del Olmo hubieran podido tomarle declaración, las autoridades marroquíes decidieron ponerlo en libertad a finales de marzo de 2004. Aunque el Ministerio del Interior marroquí ha asegurado que Haddad está en libertad vigilada, la policía española ha mostrado de manera expresa su malestar por la condescendiente actitud mostrada hacia un individuo que pudo participar en los atentados y que fue reconocido por un testigo el mismo 11 de Marzo manipulando una mochila en las inmediaciones de la Renault Kangoo.
La policía española ya había tenido un encontronazo con las instituciones de seguridad de Rabat cuando, el 29 de abril de 2004, se enteró por casualidad -gracias a la denuncia de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos-, y cuando ya el juez Del Olmo había difundido su fotografía para lograr su detención, que Hicham Ahmidan había sido detenido en secreto en Marruecos.
El primo de El Chino es otro de los implicados que puede aportar datos esclarecedores a la investigación, dado que colaboró de forma esencial en la financiación de los atentados. En el registro de su domicilio (sito en la calle del Cerro de los Angeles, 30), la policía localizó casi 60 kilos de hachís y 125.800 comprimidos de éxtasis, cuyo valor de venta supera los 1,3 millones de euros.
La policía marroquí tampoco ha aportado ninguna información sobre el detenido, al que se encontró una anotación en la que se hacía referencia a la estación de Alcalá de Henares y a la hora en la que debían encontrarse en dicho lugar los terroristas que participaron en la masacre.
Por último, los servicios de seguridad marroquíes no han facilitado ningún dato sobre los usuarios de los dos teléfonos a los que llamaron los terroristas de Leganés inmediatamente antes de suicidarse.La policía española considera fundamental para la investigación conocer con quiénes hablaron los suicidas segundos antes de provocar la explosión que acabó con sus vidas, ya que podría tratarse de los auténticos inspiradores de los atentados.
Resulta evidente, por otro lado, que Marruecos ha sido uno de los mayores beneficiarios del cambio de Gobierno en Madrid, que ha llevado consigo la subsiguiente modificación de la posición tradicional española respecto al Sáhara.
LA TEORIA DE ETA
Aunque con menor peso, tampoco convendría desterrar definitivamente la teoría de la colaboración con ETA. Es cierto que no han aparecido datos concretos que avalen la participación directa o indirecta del terrorismo etarra en el 11-M, pero los contactos previos detectados a través de cartas y comunicaciones en las cárceles y el grado de desintegración de la banda podrían haber llevado a alguno de sus miembros a buscar una venganza («Aznar no se va a ir de rositas», Josu Ternera dixit) a través de un grupo fanatizado dispuesto a dar su vida por la yihad. Según reveló EL MUNDO el 22 de julio de 2004, la Jefatura Superior de Policía de Extremadura aportó otro dato que avalaría esa tesis. Se trata de la comunicación de un confidente que dijo haber visto a Josu Ternera en el aeropuerto de Francfort el 14 de febrero de 2004 y haberle oído comentar: «Se van a enterar los españoles de lo que somos capaces de hacer». Resulta también llamativo que Lamari no sólo formara parte del mismo comando de Beresmail (el encarcelado en la prisión de Villabona), sino que su lugar de residencia fuera Tudela (Navarra), una localidad en la que el movimiento radical abertzale tiene gran implantación. [...]
La actitud de ciertos mandos de la Guardia Civil resulta cuanto menos extraña. Por ejemplo, no se explica muy bien por qué el responsable de Información del Instituto Armado ocultó a la policía el hecho de que Rafá Zouhier era uno de sus confidentes hasta que no tuvo más remedio que admitirlo. También son bastante sospechosas las contradicciones en las que incurrieron tanto Félix Hernando como los dos agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) que declararon ante la Comisión del 11-M.
En su comparecencia ante los diputados, que tuvo lugar el 20 de julio, el coronel Hernando dijo que Zouhier, con el que los agentes de la UCO estuvieron en contacto en varias ocasiones durante los días previos al 11-M, llamó «muy asustado» el 16 de marzo a su controlador Rafa porque acababa de ver ese mismo día en la televisión la fotografía de uno de los terroristas que habían participado en los atentados. Según el jefe de la UCO, es a partir de ese momento cuando el confidente comienza a dar información a sus controladores sobre El Chino. Sin embargo, la fotografía de Jamal Ahmidan no fue difundida por los medios de comunicación hasta el 30 de marzo, 15 días después de que Zouhier diera a los agentes los datos necesarios para localizarle.
El capitán Paco reveló en su comparecencia que Zouhier les había dicho a sus controladores que el cuñado de Trashorras, Antonio Toro, le había ofrecido nada menos que 150 kilos de dinamita (en lugar de los dos o tres kilos que los agentes habían declarado ante el juez), pero que a ese dato no se le dio importancia «porque era exagerado». Es decir, que casi un año antes de los atentados, los suministradores de la dinamita estaban dispuestos a vender una cantidad similar de explosivos a la que luego, efectivamente, vendieron a los asesinos, y la UCO, en lugar de investigar ese extremo, lo desechó por considerarlo «exagerado».
El propio informe de la Guardia Civil sobre la trama de los explosivos arroja más dudas que aclaraciones. Los agentes de la UCO trataron de quitarse el muerto de encima al afirmar que habían transmitido la información sobre la posible red de venta de dinamita a la Fiscalía de Avilés. Sin embargo, según las pesquisas llevadas a cabo por la Fiscalía General del Estado, la Guardia Civil «no solicitó ninguna intervención» de la Fiscalía de Avilés y sólo se limitó a darle una información «genérica, sin concretar ni hechos ni personas».
PIEZAS DE 'PUZZLE'
Es evidente que la UCO no actuó con diligencia y que sus agentes no supieron, por falta de pericia, o tal vez porque pensaron que podían seguir tirando del hilo hasta descubrir a más implicados y de mayor rango, abortar el trasiego de explosivos sin el que no se hubieran producido los atentados.
Resulta también asombroso el hecho de que la Brigada Provincial de Información de Madrid hubiera andado tras la pista de El Tunecino semanas antes de los atentados, hasta el punto de que el juez Andreu hubiera autorizado la intervención de su teléfono apenas siete días antes de la masacre, y que ese hecho no se hubiera puesto en conocimiento de los expertos en terrorismo islámico de la UCIE que dependen de la Comisaría General de Información.
La UCIE, por su parte, ya había investigado a El Egipcio antes de que se marchara de España y conocía las implicaciones con grupos fundamentalistas de muchos de los participantes en los atentados. La misma Unidad sabía que Zougam estaba incurso en varios sumarios relacionados con el terrorismo integrista y por ello solicitó al juez Garzón la intervención de su teléfono.Los expertos en terrorismo islámico también sabían que la casa de Morata no sólo era propiedad de la mujer de un terrorista detenido en la Operación Dátil, sino que, antes de ser alquilada por El Chino, estuvo habitada por Mustapha al Mauymouny, alias Mustafá, otro fundamentalista detenido en Marruecos por su participación en los atentados de Casablanca. Esa misma casa había sido utilizada anteriormente por el propio Abu Dahdah para reunirse con su célula.
Como puso de manifiesto en su auto del 19 de julio el juez Del Olmo, la Udyco (Unidad de Drogas y Crimen Organizado) de Madrid tenía pinchado, además de a Rafá Zouhier, a Otman el Gnaoui (otro de los implicados en la matanza) desde el mes de febrero de 2004.Los agentes de la Udyco escucharon a El Gnaoui hablar en varias ocasiones con El Chino. Y, en concreto, el día 29 de febrero de 2004 supieron que Jamal Ahmidan le pedía a aquél que acudiera a la carretera de Burgos a recoger dos vehículos (un Volkswagen Golf y un Toyota Corolla) que venían desde Asturias. Es decir, justamente los coches que iban cargados con los 200 kilos de dinamita.
Los agentes de la Udyco sabían, al menos desde el 17 de febrero de 2004 (según el auto del juez Del Olmo), que El Chino tenía documentación falsa y que proponía a El Gnaoui que denunciara la desaparición de su pasaporte para lograr así otro documento amañado.
Como ha sabido después la policía (y queda reflejado en el primer auto de Del Olmo, emitido el 18 de junio), entre finales de enero y primeros de marzo, El Chino habló en 45 ocasiones con Suárez Trashorras y su esposa Carmen Toro. ¿Sabía la Udyco que El Chino era el jefe de la banda de traficantes cuando se produjeron las intervenciones telefónicas? ¿Grabó algunas de sus numerosas conversaciones con los suministradores de la dinamita? Sobre la pista de muchos de los participantes en los atentados del 11 de Marzo estaban la UCIE, la UCO, la Brigada Provincial de Información de Madrid y la Udyco (por no mencionar a la Brigada de Estupefacientes de Avilés). Es como si cada una de las unidades de los diferentes cuerpos de seguridad hubiera tenido una de las partes del puzzle de la masacre que, por sí solas, tan sólo tendrían un significado relativo, pero que, al unirlas, podían haber dado las claves de la trama para cometer el mayor atentado de la Historia de España.
Además de los terroristas seguidos, investigados e intervenidos telefónicamente, dos confidentes de la Policía y la Guardia Civil jugaron un papel crucial para la consecución de los explosivos.
¿Es normal que, tras haber denunciado Zouhier a sus controladores la disposición de Suárez Trashorras a vender explosivos, y tras la denuncia del abogado de El Nayo sobre el mismo individuo y en las mismas fechas (principios de 2003), el ex minero pudiera actuar con una impunidad que le permitió organizar el transporte de la dinamita a Madrid utilizando autobuses de línea regular e incluso a un menor de edad como porteador? Desde luego, cualquiera que analice de forma objetiva lo que ha sucedido puede percatarse de que es urgente una profunda revisión de la forma de trabajar de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y una mejora sustancial de los servicios de Inteligencia para combatir la enorme amenaza que se cierne sobre la seguridad de los españoles. Y también, por supuesto, de que es necesaria una depuración de responsabilidades.[...]
Aunque parezca mentira, seguramente, si todas las unidades implicadas hubieran puesto en común su información y los datos sobre los individuos a los que estaban investigando en las fechas previas a la matanza, ésta podría haberse evitado. [...]
En España hay más de 600.000 musulmanes. El número de mezquitas ha crecido exponencialmente en los últimos años: 233 están dadas de alta en el Registro de Entidades Religiosas del Ministerio de Justicia, pero se estima que hay, al menos, otras 200 en situación ilegal (garajes, naves o pisos son utilizados como centros de adoctrinamiento religioso).
La mayoría de los creyentes que siguen las enseñanzas del Corán son ciudadanos pacíficos que han venido a España procedentes sobre todo de Marruecos a buscar una vida mejor. Sin embargo, el enorme desconocimiento que hay sobre las actividades de dicha comunidad (muy concentrada en suburbios y pueblos de Madrid, Cataluña, Levante, Andalucía y La Rioja) y la descoordinación y falta de medios (el 11-M ha puesto de manifiesto la endeblez del aparato policial especializado en terrorismo islámico) para adentrarse en sus interioridades hace más que probable que otro 11-M pueda volver a producirse.
RAMIFICACIONES
Tratar de cerrar el caso en El Tunecino, como pretende el ministro del Interior, José Antonio Alonso, quien el 29 de julio de 2004 consideró en su intervención ante la Comisión del 11-M a Serhane Fakhet como «autor intelectual» de los atentados, sería un gravísimo error. Tanto la investigación policial como la instrucción judicial sobre los atentados del 11 de Marzo deben profundizar en las ramificaciones de una trama compleja de la que aún quedan demasiados cabos sueltos.
Políticamente, la Comisión de Investigación debería intentar que sus conclusiones sirvieran para saber cómo y por qué se produjo el 11-M, en lugar de buscar, como podría suceder, un apaño para que ningún partido salga mal parado.
Los ciudadanos, y en especial las víctimas, tienen derecho a saber la verdad pese a quien pese. En cierta medida, el proceso del 11 de Marzo tiene ciertas similitudes con el proceso del 23-F, que significó una prueba de fuego para la joven democracia española.
Sentar a militares de alta graduación en el banquillo y condenarlos suponía el riesgo de alentar un nuevo golpe de Estado. Pero, al final, ese reto se saldó con un resultado, si no plenamente satisfactorio, sí lo suficientemente severo como para que las Fuerzas Armadas entendieran cuál era su papel en un Estado de Derecho y los españoles sintieran que en un sistema representativo la Justicia mide a todo el mundo por el mismo rasero.
Cerrar en falso la matanza del 11-M tanto en la vía penal como en la policial o en su vertiente política significaría un fracaso rotundo de nuestra democracia, que tendría consecuencias nefastas no sólo para su propia credibilidad, sino también para la seguridad de los ciudadanos.
Ojalá los responsables de que eso no suceda asuman su papel con la suficiente valentía. Este país se merece saber toda la verdad.
Haddad estuvo en la reunión de Estambul
El sábado 13 de marzo de 2004, a primera hora de la tarde, los agentes de la UCIE habían interrogado al testigo que vio salir corriendo a un hombre de rasgos magrebíes que llevaba una maleta y que subió precipitadamente a un Mercedes el día 12 por la noche.Le enseñaron unas fotografías y le identificó sin dudar un instante.
Se trataba de Mohamed Haddad. A los policías no les costó mucho trabajo descubrir que el inmueble de donde le había visto salir el testigo (situado en la Avenida de las Ciudades, número 4, de Getafe) era precisamente el bloque de viviendas donde residía Haddad en un modesto piso alquilado.
Al día siguiente, domingo 14 (jornada de elecciones), los agentes interrogaron a los dueños de la casa. Les mostraron un álbum con decenas de rostros de sospechosos y tampoco titubearon. Se trataba efectivamente de Haddad. Los datos casaban con los que había proporcionado uno de los testigos que viajaban en uno de los trenes de la muerte el día 11 de Marzo, y que también había identificado a Haddad con absoluta seguridad. La información era muy relevante porque Haddad (nacido en Tánger el 4 de marzo de 1967) era un viejo conocido de la UCIE y, desde luego, un individuo de cierto nivel en el entramado integrista marroquí.
Haddad había participado en la reunión que tuvo lugar en Estambul el 10 de octubre de 2000, a la que asistieron Lahcen Ikassrien, Azizi, Said Berraj y Salahedine Benyaich. La policía turca les detuvo en un piso que había alquilado Azizi. Encontró algunos documentos de contenido fundamentalista, pero no les pudo imputar ningún delito, así que, cuatro días después, deportó a Benyaich a Londres, a Ikassrien a la embajada marroquí en Ankara y a Azizi y Haddad a Irán. Ikassrien sería detenido por los soldados de Estados Unidos en Afganistán a principios de 2002 y ahora se encuentra confinado en el campo de prisioneros de Guantánamo.Salahedine Benyaich está detenido en Marruecos (acusado de participar en los atentados de Casablanca) y los expertos en terrorismo islámico le relacionan también con el asalto de los terroristas chechenos al teatro Dubrovka de Moscú, que tuvo lugar el 23 de octubre de 2002 y que causó la muerte de 169 personas (entre ellas, 41 asaltantes). Azizi volvió desde Irán a España, pero desde noviembre de 2001 se encuentra en paradero desconocido y figura como imputado por Garzón en el sumario contra la red de Al Qaeda en España.
Extracto del capítulo 4 / El Vuelco, La casa de Morata.
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