Urrusolo Sistiaga asumió el 11-M que ETA había colocado las bombas en los trenes
17-09-04
11-M LA INVESTIGACION / NUEVAS REVELACIONES
Urrusolo Sistiaga asumió el 11-M que ETA había colocado las bombas en los trenes
Mostró en una carta su temor a que sus compañeros hubieran «podido hacer semejante barbaridad»
EL MUNDO
11-M LA INVESTIGACION / NUEVAS REVELACIONES
Urrusolo Sistiaga asumió el 11-M que ETA había colocado las bombas en los trenes
Mostró en una carta su temor a que sus compañeros hubieran «podido hacer semejante barbaridad»
EL MUNDO
MADRID.- El ex dirigente de ETA José Luis Urrusolo Sistiaga vio la mano de la banda terrorista en los atentados del 11-M. Lo hizo el mismo día en el que estallaron las bombas en los trenes de Madrid en una carta dirigida a la también ex dirigente de ETA Carmen Guisasola, en la que le mostraba su temor a que sus compañeros hubieran «podido hacer semejante barbaridad».
(.../...)
Es la primera vez que trasciende que uno de los etarras con más experiencia en la preparación de atentados, que durante 20 años formó parte de los principales comandos de la banda y que en el seno de ETA se especializó en la preparación de los nuevos activistas, asumió el 11-M que la mano de sus compañeros estaba detrás de los atentados.
El contenido de la carta de Urrusolo Sistiaga ha sido desvelado por Casimiro García-Abadillo, director adjunto de EL MUNDO, en el libro 11-M, La venganza, que fue publicado el pasado martes.En él se reproduce literalmente el contenido de la misiva que el destacado miembro de ETA, que firma como Joseba, uno de sus seudónimos en la banda, escribió desde la cárcel de Soto del Real, donde está encarcelado desde agosto de 2001.
«Tengo la cabeza a presión y me siento hecho polvo», comienza Urrusolo Sistiaga. «Ya desde esta mañana, al escuchar lo de las explosiones en trenes, me he temido lo peor. Luego, según llegaban los datos hablando de muertos, ha sido un palo».
Tono desolador
Urrusolo Sistiaga lleva muchos años alejado de las directrices que marca la dirección de ETA, y se ha vuelto especialmente crítico en los últimos tiempos, sobre todo a partir del asesinato de Miguel Angel Blanco, en julio de 1997. De ahí el tono desolador con el que transmite a su compañera de militancia la noticia de los atentados.
«A medida que el desastre iba tomando esas proporciones», continúa el ex dirigente etarra, «he tratado de entender, de intentar comprender, qué es lo que ha podido pasar, de saber quién puede estar detrás». Y a continuación, Urrusolo Sistiaga muestra sus peores temores: «Cuesta creer que, a pesar de que últimamente los derrapes podría [sic] tener consecuencias que nos temíamos, hayan podido hacer semejante barbaridad».
El miembro de ETA muestra sus dudas sobre la autoría de los atentados, pero formula como la hipótesis más plausible que sus compañeros estén detrás del 11-M. Desde luego, la carta demuestra que Urrusolo Sistiaga estaba convencido de que ETA era perfectamente capaz de cometer un atentado de esas características.
Algunas voces han criticado desde el 11-M que el Gobierno del PP defendiera en los días posteriores a los atentados la autoría de ETA basándose en los precedentes criminales de la banda, cuando los etarras nunca habían perpetrado una matanza de esas características.
Sin embargo, a uno de los máximos dirigentes históricos de la banda esta posibilidad no sólo no le extrañó en absoluto, sino que la veía como la más probable. Testimonio que tiene doble valor si se tiene en cuenta que Urrusolo Sistiaga fue durante 20 años uno de los principales terroristas de ETA, formando parte de los principales comandos de la banda. Además, se encargó en los años 90 de la instrucción de los nuevos terroristas, de tal manera que, cuando fue detenido en enero de 1997, la policía consideraba que la mayor parte de los activistas de ese momento habían sido entrenados por él.
Se trata, pues, de un hombre que conoce perfectamente el funcionamiento de ETA. De hecho, en la carta establece la teoría de que el 11-M podría ser un golpe de efecto de la banda para resarcirse de sus últimos fracasos. Cuando Urrusolo Sistiaga habla de «derrapes», se está refiriendo con toda seguridad al atentado frustrado contra la estación de Chamartín de Madrid en las Navidades de 2003 y al coche bomba interceptado en la localidad conquense de Cañaveras poco después.
Pese a todo, el ex dirigente etarra manifiesta sus dudas sobre la autoría. Entre otras cosas, porque Urrusolo Sistiaga conocía perfectamente la intención del terrorismo islamista de golpear en España. El 12 de septiembre de 2001, un día después de los atentados de Nueva York y Washington, recibió una carta en Soto del Real de un islamista radical llamado Targu Ismail en la que éste celebraba el 11-S y especulaba con una posible colaboración entre grupos islamistas y ETA.
«¿Has visto lo que ha pasado en Nueva York? [...] Ja, ja, ja.En una palabra, ¡magnífico!», dice este islamista en la carta, en la que recuerda a Urrusolo Sistiaga las conversaciones que tenían «hace cuatro años». Targu Ismail le informa al dirigente etarra de que se va a quedar en Francia «año y medio», se ofrece para «ayudaros» y finaliza la misiva hablando de «una hipotética colaboración grupos islámicos-ETA».
Además, en la carta se interesa por Carmen -«¿quién es ella?», pregunta el islamista-, precisamente la misma persona a la que Urrusolo Sistiaga escribe el 11-M. Se trata de Carmen Guisasola, alias Lourdes, que fue responsable de los comandos legales de ETA a finales de 1990, poco antes de su detención.
Las dos cartas prueban, por tanto, que uno de los máximos dirigentes de ETA estaba en contacto con elementos del terrorismo islamista al menos desde 1997, y que esa misma persona asumió el 11-M que la banda etarra estaba de alguna manera detrás de los atentados en los trenes.
Son dos misivas que forman parte de una serie de documentos que los servicios de información de las Fuerzas de Seguridad facilitaron al Gobierno el viernes 12 de marzo, y que avalaban una tesis que varios expertos antiterroristas habían barajado: la de la colaboración entre ETA y grupos radicales islamistas.
Echar a correr
Entre estos documentos figuraba la reproducción de una conversación mantenida en febrero de 1998 entre el antiguo miembro del comando Madrid de ETA Juan Ignacio de Juana Chaos y una amiga, cuando el primero se encontraba preso en la cárcel de Melilla. En ella, el etarra dice: «Si los integristas quisieran, los españoles echaban a correr de aquí a una semana, igual que echaron a correr del Sáhara».
De Juana Chaos también pedía a su amiga que buscara a alguien para que le tradujera una carta al árabe, «ya que los musulmanes que hay por aquí apenas si saben escribir», y que le remitiera direcciones de periódicos marroquíes y argelinos.
Otro papel que estuvo en manos del Gobierno el 12 de marzo fue la reproducción de otra conversación, en esta ocasión la que tuvo lugar en la cárcel de Villabona a finales de septiembre de 2001 entre el dirigente de Jarrai Juan Luis Camarero López y el colaborador de ETA Joseba Iñaki Bereciartúa. Los dos miembros de la izquierda abertzale hablaron sobre el argelino Abdelkrim Beresmail, detenido en 1997 por pertenencia al Grupo Islámico Armado, y que se había hecho muy amigo de Camarero en Villabona.
A toda esta documentación hay que sumar una nota informativa que el CNI remitió al Ejecutivo el 16 de marzo, cinco días después de los atentados y cuando el PP ya había perdido las elecciones, en la que los servicios secretos informan al Gobierno de que se seguían «investigando varias líneas de trabajo» para determinar la identidad de los autores. Además, en el papel se señala que las Fuerzas de Seguridad estaban siguiendo con detenimiento los contactos que en el interior de las cárceles se habían detectado entre «miembros de ETA y radicales islámicos».
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Es la primera vez que trasciende que uno de los etarras con más experiencia en la preparación de atentados, que durante 20 años formó parte de los principales comandos de la banda y que en el seno de ETA se especializó en la preparación de los nuevos activistas, asumió el 11-M que la mano de sus compañeros estaba detrás de los atentados.
El contenido de la carta de Urrusolo Sistiaga ha sido desvelado por Casimiro García-Abadillo, director adjunto de EL MUNDO, en el libro 11-M, La venganza, que fue publicado el pasado martes.En él se reproduce literalmente el contenido de la misiva que el destacado miembro de ETA, que firma como Joseba, uno de sus seudónimos en la banda, escribió desde la cárcel de Soto del Real, donde está encarcelado desde agosto de 2001.
«Tengo la cabeza a presión y me siento hecho polvo», comienza Urrusolo Sistiaga. «Ya desde esta mañana, al escuchar lo de las explosiones en trenes, me he temido lo peor. Luego, según llegaban los datos hablando de muertos, ha sido un palo».
Tono desolador
Urrusolo Sistiaga lleva muchos años alejado de las directrices que marca la dirección de ETA, y se ha vuelto especialmente crítico en los últimos tiempos, sobre todo a partir del asesinato de Miguel Angel Blanco, en julio de 1997. De ahí el tono desolador con el que transmite a su compañera de militancia la noticia de los atentados.
«A medida que el desastre iba tomando esas proporciones», continúa el ex dirigente etarra, «he tratado de entender, de intentar comprender, qué es lo que ha podido pasar, de saber quién puede estar detrás». Y a continuación, Urrusolo Sistiaga muestra sus peores temores: «Cuesta creer que, a pesar de que últimamente los derrapes podría [sic] tener consecuencias que nos temíamos, hayan podido hacer semejante barbaridad».
El miembro de ETA muestra sus dudas sobre la autoría de los atentados, pero formula como la hipótesis más plausible que sus compañeros estén detrás del 11-M. Desde luego, la carta demuestra que Urrusolo Sistiaga estaba convencido de que ETA era perfectamente capaz de cometer un atentado de esas características.
Algunas voces han criticado desde el 11-M que el Gobierno del PP defendiera en los días posteriores a los atentados la autoría de ETA basándose en los precedentes criminales de la banda, cuando los etarras nunca habían perpetrado una matanza de esas características.
Sin embargo, a uno de los máximos dirigentes históricos de la banda esta posibilidad no sólo no le extrañó en absoluto, sino que la veía como la más probable. Testimonio que tiene doble valor si se tiene en cuenta que Urrusolo Sistiaga fue durante 20 años uno de los principales terroristas de ETA, formando parte de los principales comandos de la banda. Además, se encargó en los años 90 de la instrucción de los nuevos terroristas, de tal manera que, cuando fue detenido en enero de 1997, la policía consideraba que la mayor parte de los activistas de ese momento habían sido entrenados por él.
Se trata, pues, de un hombre que conoce perfectamente el funcionamiento de ETA. De hecho, en la carta establece la teoría de que el 11-M podría ser un golpe de efecto de la banda para resarcirse de sus últimos fracasos. Cuando Urrusolo Sistiaga habla de «derrapes», se está refiriendo con toda seguridad al atentado frustrado contra la estación de Chamartín de Madrid en las Navidades de 2003 y al coche bomba interceptado en la localidad conquense de Cañaveras poco después.
Pese a todo, el ex dirigente etarra manifiesta sus dudas sobre la autoría. Entre otras cosas, porque Urrusolo Sistiaga conocía perfectamente la intención del terrorismo islamista de golpear en España. El 12 de septiembre de 2001, un día después de los atentados de Nueva York y Washington, recibió una carta en Soto del Real de un islamista radical llamado Targu Ismail en la que éste celebraba el 11-S y especulaba con una posible colaboración entre grupos islamistas y ETA.
«¿Has visto lo que ha pasado en Nueva York? [...] Ja, ja, ja.En una palabra, ¡magnífico!», dice este islamista en la carta, en la que recuerda a Urrusolo Sistiaga las conversaciones que tenían «hace cuatro años». Targu Ismail le informa al dirigente etarra de que se va a quedar en Francia «año y medio», se ofrece para «ayudaros» y finaliza la misiva hablando de «una hipotética colaboración grupos islámicos-ETA».
Además, en la carta se interesa por Carmen -«¿quién es ella?», pregunta el islamista-, precisamente la misma persona a la que Urrusolo Sistiaga escribe el 11-M. Se trata de Carmen Guisasola, alias Lourdes, que fue responsable de los comandos legales de ETA a finales de 1990, poco antes de su detención.
Las dos cartas prueban, por tanto, que uno de los máximos dirigentes de ETA estaba en contacto con elementos del terrorismo islamista al menos desde 1997, y que esa misma persona asumió el 11-M que la banda etarra estaba de alguna manera detrás de los atentados en los trenes.
Son dos misivas que forman parte de una serie de documentos que los servicios de información de las Fuerzas de Seguridad facilitaron al Gobierno el viernes 12 de marzo, y que avalaban una tesis que varios expertos antiterroristas habían barajado: la de la colaboración entre ETA y grupos radicales islamistas.
Echar a correr
Entre estos documentos figuraba la reproducción de una conversación mantenida en febrero de 1998 entre el antiguo miembro del comando Madrid de ETA Juan Ignacio de Juana Chaos y una amiga, cuando el primero se encontraba preso en la cárcel de Melilla. En ella, el etarra dice: «Si los integristas quisieran, los españoles echaban a correr de aquí a una semana, igual que echaron a correr del Sáhara».
De Juana Chaos también pedía a su amiga que buscara a alguien para que le tradujera una carta al árabe, «ya que los musulmanes que hay por aquí apenas si saben escribir», y que le remitiera direcciones de periódicos marroquíes y argelinos.
Otro papel que estuvo en manos del Gobierno el 12 de marzo fue la reproducción de otra conversación, en esta ocasión la que tuvo lugar en la cárcel de Villabona a finales de septiembre de 2001 entre el dirigente de Jarrai Juan Luis Camarero López y el colaborador de ETA Joseba Iñaki Bereciartúa. Los dos miembros de la izquierda abertzale hablaron sobre el argelino Abdelkrim Beresmail, detenido en 1997 por pertenencia al Grupo Islámico Armado, y que se había hecho muy amigo de Camarero en Villabona.
A toda esta documentación hay que sumar una nota informativa que el CNI remitió al Ejecutivo el 16 de marzo, cinco días después de los atentados y cuando el PP ya había perdido las elecciones, en la que los servicios secretos informan al Gobierno de que se seguían «investigando varias líneas de trabajo» para determinar la identidad de los autores. Además, en el papel se señala que las Fuerzas de Seguridad estaban siguiendo con detenimiento los contactos que en el interior de las cárceles se habían detectado entre «miembros de ETA y radicales islámicos».
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