ZOUHIER SABE MAS DEL 11-M QUE AZNAR Y ZAPATERO JUNTOS

07-09-04


EDITORIAL

ZOUHIER SABE MAS DEL 11-M QUE AZNAR Y ZAPATERO JUNTOS


Al contemplar cómo el PSOE y sus aliados bloqueaban una y otra vez la comparecencia de la persona dispuesta a hablar que más puede aportar para esclarecer el 11-M, el tenaz portavoz del PP Jaime Ignacio del Burgo tuvo la oportuna iniciativa de remitir al confidente Rafá Zouhier un minucioso cuestionario sobre su relación con la trama que desembocó en la masacre. El resultado es extraordinariamente enriquecedor. Mucho más de lo que han sido los testimonios ya escuchados por la Comisión y también de lo que pueden ser los de Zapatero y Aznar. Basta con leer las detalladas respuestas de Zouhier, que este periódico reproduce casi íntegramente, para constatar que, si bien tiene lagunas, el relato del confidente es coherente y encaja con lo ya afirmado por él en sus cartas. Más importante aún, sitúa el centro de atención en el papel de la UCO en la trama del 11-M.

En efecto, lo primero que destaca del relato de Zouhier es el detalle y la insistencia con las que avisaba a sus controladores de la trama de los explosivos y la falta de interés con el que éstos recibían sus valiosas informaciones. Una falta de interés sólo aparente. Según se desprende de las respuestas de Zouhier, al tiempo que los agentes le daban a entender que sus averiguaciones carecían de importancia, estaban siguiendo de cerca a Toro y a su cuñado Trashorras. Cuando Zouhier advierte a su contacto de que Toro -de cuya implicación en la venta de explosivos a islamistas y etarras ya le había avisado- había viajado a Madrid para comprar hachís a unos «moros», éste le responde: «Está todo controlado ahí arriba. Tranquilo, que Trashorras trabaja como minero». Dato que el propio Zouhier desconocía. Del mismo modo, cuando unos meses después el confidente informa de que Toro tiene 150 kilos de dinamita para canjear por droga, la reacción fue «más tranquila todavía». A la UCO tampoco pareció inquietarle nada ni que El Chino se hubiese refugiado en España tras asesinar a un hombre en Marruecos -«eso es cosa de la policía marroquí»-, ni que un ex agente de la Guardia Civil le hubiera vendido armas a uno de sus socios.

Es posible que la pasmosa serenidad de la UCO se deba a la vieja y arriesgada estrategia de dar hilo a la cometa. Pero el mero hecho de que el responsable de dicha unidad sea el coronel Félix Hernando, cuya relación con Rafael Vera es de sobra conocida, es un motivo de peso para no descartar otras hipótesis. En este sentido, resulta particularmente significativo uno de los muchos datos que aporta Zouhier. Asegura que el 12-M se reunió con su contacto Víctor y con el superior de éste, Paco, quien al verle le dijo: «La que habéis liado», transmitiendo al marroquí el convencimiento de que la UCO ya sabía, o al menos tenía fuertes sospechas, de la implicación de los «moritos» en el atentado.

Para esclarecer este punto clave es necesario que Zouhier comparezca ante la Comisión y explique de qué habló con sus controladores en las ocho conversaciones que mantuvo con ellos los días previos a la masacre. También urge aclarar por qué no fue hasta el 18 de marzo cuando el subdirector de la Guardia Civil, el general Varela, trasladó sus sospechas a la célula de crisis creada por el Gobierno y sólo le informó de que Zouhier era confidente suyo cuando el comisario De la Morena mencionó que iban a detenerle.¿O es que el coronel Hernando no le había informado antes de ninguno de estos extremos? Sólo para aclarar esta cuestión merecería que Varela y Hernando declarasen otra vez ante la Comisión. Porque todo indica que no estamos ante la «elite» de cuya «traición» se queja amargamente Zouhier, sino ante un auténtico reino de taifas dentro de la Guardia Civil, cuya actuación estuvo motivada en todo momento por intereses personales y políticos propios.

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