28-03-04



11-M / EL ESPAÑOL DETENIDO


EMILIO «EL DINAMITERO»

«MENOS mal que la Policía no ha encontrado el otro garaje, que si ve la dinamita que hay allí...», se le oyó decir a Suárez Trashorras en 2001 cuando le incautaron 16 cartuchos de Goma-2

ANA M. ORTIZ / PATRICIA DEL GALLO

Menos mal que la Policía no ha encontrado el otro garaje, que si ve la dinamita que hay allí, flipa». La frase se la otorgan a José Emilio Suárez Trashorras, de 27 años, ex minero, sus vecinos de Avilés. Y aunque lo dicho puede no ser más que la onda expansiva de la rumorología estallada en la ciudad tras la conmoción de saber que uno de los suyos estuvo implicado en lo del 11-M, lo cierto es que son varios los que aseguran que se lo oyeron decir.
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Lo relató el propio Suárez Trashorras, cuentan, con aires de pavoneo, en el verano de 2001, poco antes del otro 11, el «S», el de Nueva York. En Avilés la Policía acababa de forzar la cerradura de un garaje de la calle Eloy Fernández Caravera. Dentro no sólo había encontrado los estupefacientes que buscaba, también 16 cartuchos de Goma-2 y casi un centenar de detonadores. Los dueños del local, J. I. F. D. y A. T. C. (esté último es Antonio Toro Castro, 26 años, amigo, socio, cuñado e inseparable de Suárez Trashorras) fueron detenidos. Suárez Trashorras también. El cuñado, Antonio Toro, admitió ser el dueño de la droga pero se desvinculó totalmente de la propiedad de los explosivos y de los multiplicadores.

Unos meses antes de aquella operación en la que los agentes se toparon con la dinamita por casualidad, un vecino ya había avisado a la Guardia Civil de que sospechaba que en el garaje traficaban con explosivos. «Menos mal que la Policía no ha encontrado el otro garaje...». Las palabras de entonces han recobrado eco ahora que se sabe que Suárez Trashorras puso en manos de los terroristas al menos los detonadores de la masacre, que fueron pieza clave en los atentados que sacudieron Madrid. ¿Sería también aquella dinamita de la que hablaba la que ha sesgado al menos 190 vidas?

UN JUICIO PENDIENTE

Los tres del garaje -Suárez Trashorras, Toro y J.I.F.D- tenían que haber respondido ya ante la justicia por lo incautado. Pero el juicio no ha podido celebrarse porque uno de los imputados, J.I.F.D. se encuentra en paradero desconocido.

Suárez Trashorras se había metido a minero en septiembre de 1999, después de que no cuajara el intento de su padre para que se hiciera un hueco en la central lechera Lactavisa donde él trabajaba.El joven no se acomodó a los deseos paternos y abandonó. Cuando lo detuvieron por lo de la Goma-2 ya trabajaba en la mina. Su familia pensó que el tajo podría alejarlo de las malas compañías que venía frecuentando y que enderezaría su destino torcido.Así que el tío Emilio lo recomendó para el puesto de ayudante en una empresa de extracción de caolín -Caolines de Merillés- ubicada entre los concejos de Tineo, Salas y Belmonte, en el suroeste asturiano. Una empresa que utiliza Goma-2 pero de la que, aseguran sus responsables, no ha faltado un gramo.

En el examen médico al que Suárez Trashorras se sometió para entrar en la mina no hay anotación alguna que hable de una mente trastornada. Pero cuando salió de allí -31 de octubre de 2002, después de que la empresa no le renovara el contrato- fue precisamente su fragilidad mental lo que le permitió comenzar a cobrar una pensión de jubilación de entre 1.200 y 1.800 euros. Dinero suficiente para vivir sin apuros en una ciudad pequeña como Avilés pero no para llevar el tren de vida al que se había subido irremediablemente Suárez Trashorras: «Hoy un Audi y mañana un Mercedes».

El informe psiquiátrico que emitió para él una mutua privada dice así: «Personalidad esquizoide con cuadros de agorafobia y ansiedad». Es más: «Desde la adolescencia trastornos mentales y del comportamiento de tipo esquizoafectivo bipolar». Según el diagnóstico, la personalidad de Suárez Trashorras se desliza entre la euforia a la depresión. Y así de polarizado describen su carácter sus vecinos. Para unos es un chico formal, que no se hacía notar. Otros lo recuerdan nervioso, y tendente a la violencia. Y evocan el episodio que protagonizó en la calle Marqués de Suances, donde se fue a vivir cuando dejó la casa de los padres.Un día salió con una escopeta de caza y disparó al aire. Dicen que avisaba a alguien.

Aparte de lo del garaje, Suárez Trashorras se las ha visto con la Justicia en dos ocasiones. Tuvo un juicio por faltas en el que fue declarado inocente, y a principios de este mismo mes compareció en una vista penal para hacer frente a una acusación de delito de lesiones. Abandonó la sala con la absolución. La víctima, que supuestamente había recibido una brutal paliza, había remitido una carta al juez diciendo que no se acordaba de nada.

En el edificio de Marqués de Suances tampoco gozó de popularidad.Algún vecino denunció el ruido nocturno de la casa, provocado por el frecuente entrar y salir de quienes venían no se sabe a qué. Muchos rostros y muchos coches lujosos que fueron recibidos sin discreción. A la familia denunciante alguien le desmontó el Mercedes y le selló la puerta de la casa con silicona. La Policía ha interrogado uno por uno a todos los vecinos, que se excusan ante la prensa. Dicen que por miedo. «¿Pero sabe usted de lo que estamos hablando?».

RECIÉN CASADO

El cartel que identificaba a los inquilinos del 4B ha sido arrancado del buzón. Suárez vivió en él con su novia, Carmen María Toro, de 23 años, auxiliar de seguridad en El Corte Inglés de Avilés, hasta que el 14 de febrero pasado, día de los enamorados, se casaron y se trasladaron a otra zona de la ciudad. Tras la detención, la recién casada no ha vuelto a dejarse ver. Está de baja por enfermedad, dicen en la empresa. Está destrozada, ha comentado algún compañero. Desde prisión Suárez Trashorras ha pedido protección para ella. Teme que los integristas la busquen si él colabora con la investigación. También ha pedido que se vele por su seguridad en la cárcel de Alcalá Meco, donde está preso. Carmen María es hermana pequeña de Antonio Toro, compañero de batallas de Suárez Trashorras, y otra pieza llamada a esclarecer cómo los integristas de Madrid llegaron hasta la dinamita asesina.Al cierre de esta edición la Policía aún no había podido dar con Toro, en paradero desconocido. Éste y Suárez regentaron hasta hace un año un negocio de compraventa de coches usados en Piedras Blancas, una localidad vecina de Avilés. La empresa despertó recelos entre los vecinos porque abría sus puertas «más por la noche que por el día».

Antonio Toro ingresó en la cárcel de Villabona en julio de 2001 tras el episodio de la droga y la dinamita incautada en el garaje.Durante los seis meses que estuvo en prisión preventiva coincidió con Mohamed Bensakhría, líder operativo de Al Qaeda, y se le solía ver acompañado de magrebíes. En su segunda estancia en Villabona (16 de junio-9 de julio de 2003), también en preventiva, también por narcotráfico, estuvo en el módulo 8. El mismo donde cumplía condena Mohamed Rafat, primo de Zougam y Chaoui, los hermanastros, primeros detenidos tras el 11-M. ¿Les habló Antonio Toro de cómo conseguir explosivos? ¿Se gestó en la prisión de Villabona la consecución de la dinamita?

En recuerdo de la matanza de Madrid las ventanas de una de las clases del colegio Enrique Alonso, donde Suárez Trashorras estudió, están empapeladas con lazos negros. En la fachada opuesta los niños han confeccionado con papel la leyenda «no al terrorismo».«Era un alumno normal», es el tópico que sale tras los muros del centro escolar.

INGRESAR EN EL EJÉRCITO

A esa misma normalidad se agarran en el Instituto Carreño Miranda, donde Emily, como lo llamaban en clase, estudió hasta COU, ciencias puras. En el último curso, acudía a clase en moto, con cazadora a juego, siempre armado con alguna gracieta y enfrentándose a los profesores con la gallardía del repetidor. Ya entonces pregonaba sus planes de ingresar en el Ejército. Y lo intentó, pero fracasó.

A Suárez Trashorras vino a detenerlo a Avilés un equipo de la Brigada Antiterrorista de Madrid el pasado jueves 18, el día antes de su santo. Los agentes lo sacaron de la cama entre las 08.00 y las 08.30 de la mañana. Cuentan que cuando lo supieron Conchita y José Manuel se debatieron entre el nerviosismo, el llanto y la incredulidad. Era imposible que su hijo hubiera facilitado la dinamita que hizo posible la carnicería que habían llorado en el televisor. El mismo escepticismo que verbalizó la tía Carmen: «Tuvo que ser engañado por los terroristas marroquíes».

La familia Suárez Trashorras es muy conocida en Avilés porque siempre han trabajado de cara al público. El abuelo tuvo un bar, la madre, Conchita, regentó una mercería y una tía también se dedica a la hostelería. Los vecinos más cercanos describen a unos padres responsables siempre ocupados en mostrarle al hijo el camino bueno. A Suárez Trashorras se lo recuerda subido a su moto de cuatro ruedas o a cualquier otro vehículo de su variado parque automovilístico. O comprando una revista de coches.O jugando a la Play Station. Su única hermana Merche Suárez Trashorras, de 29 años, se casó y se marchó a Gijón.

Tras la detención y traslado a Madrid, el juez de la Audiencia Nacional, Juan del Olmo, decretó que José Emilio Suárez Trashorra ingresara en prisión. Enseguida le facilitaron el mono blanco que se le da a quienes se encuentran aislados e incomunicados.Así que los padres no han podido escuchar de su propia voz una explicación sobre lo sucedido.

Lo poco que saben lo ha leído en la prensa. Como declaraciones en las que su hijo habría hablado de la facilidad para acceder a la dinamita. «Cualquiera puede coger dinamita en la mina en la que trabajaba. Está tirada en el patio y las medidas de seguridad son prácticamente nulas. Incluso sé de gente que se ha llevado cartuchos para participar en la descarga de Narceas», se ha escrito en los periódicos locales. Se refería Suárez Trashorras a las fiestas celebradas en honor de la Virgen del Carmen, donde los mineros saludan el paso de la imagen con explosiones en las montañas y laderas. Aseguran los dinamiteros de la zona que los estallidos no son logrados con dinamita, sino con pólvora. En su declaración, Suárez Trashorras ha reconocido que tuvo tratos con cuatro ciudadanos magrebíes. Ante la Policía y el Juez habría dicho que les facilitó una partida de detonadores e información sobre cómo conseguir Goma-2 a cambio de droga y dinero. Y que creía que los explosivos iban a utilizarse controladamente en minas en Marruecos. Ignoraba, ha declarado, que su destino final fueran los trenes de la muerte o que tuvieran cualquier otra finalidad terrorista. Por su colaboración se habría embolsado 7.000 euros en efectivo y 25 kilos de hachís que en el mercado podrían alcanzar los 36.000 euros.

EL ENCUENTRO

Ante las revelaciones, la rumorología ha puesto fecha y lugar al supuesto encuentro. Dicen en Avilés que se celebró el 29 de febrero pasado, sábado, justo dos semanas después de la boda de Suárez Trashorras y 11 días antes de los atentados. El asturiano habría compartido mesa con los cuatro marroquíes en un bar de Avilés, no muy lejano a su nueva casa.

Para transportar la mercancía, ha trascendido, los terroristas podrían haber utilizado la misma furgoneta que apareció abandonada pocas horas después de los atentados en Alcalá de Henares. Una Renault Kangoo en la que se encontraron restos de explosivos y una cinta con versos del corán. Es el vehículo en el que los terroristas se habrían trasladado al Norte en busca de la Goma-2 y los detonadores. Y el minero Emilio, el que habría preñado esa furgoneta de muerte.

¿RESULTA FACIL ROBAR GOMA-2 EN ESPAÑA?

Es tan fácil en España sustraer la cantidad de explosivos necesaria para perpetrar una matanza como la del 11-M? Manuel es un veterano interventor de armas y explosivos de la Guardia Civil. Prefiere mantenerse en el anonimato. Pero considera imposible un robo a gran escala en nuestro país. «Nosotros conocemos cada entrada y salida de cada uno de los depósitos de explosivos que hay en canteras, minas, túneles o cualquier otra obra. Por eso no tengo nada claro que esa cantidad de explosivos haya podido ser sacada en una sola noche. Se necesitan meses para ir sacando la Goma-2 en pequeñas cantidades». La Goma-2 se comercializa en cartuchos de 20 centímetros de largo con un peso de entre 800 gramos y 2,5 kilos. Sin detonador, es inofensiva. Y de naturaleza blanda. A pesar del control, es posible que uno de los artilleros de la mina corte con un simple cuchillo trozos de los cartuchos asignados a cualquier perforación y se los lleve a casa.

El guardia civil considera que esto es prácticamente inevitable.Pero echa de menos más restricciones legales de uso de explosivos para determinada gente: «Es posible el engaño. Sobre todo porque quien manipula los explosivos en cualquier obra puede estar relacionado con determinados ambientes. Por ejemplo, no hay nada legislado que prohíba a nadie con antecedentes penales pedir Goma-2 y usarla».Un solo cartucho es suficiente para hacer saltar un coche por los aires.

J.J. fue durante años responsable de explosivos en minas y canteras asturianas. «El control es exhaustivo», dice. «Hay un recuento diario de las existencias en el polvorín general y en los Minipol [depósitos más pequeños de planta]. El polvorín tiene una alarma directamente conectada al cuartel de la Guardia Civil más cercano, y los Minipol tienen cerraduras de seguridad». Él tenía personalmente todas las llaves de acceso a los explosivos. Y acompañaba a los artilleros cada vez que éstos solicitaban una cantidad. Cada mes, los libros de entrada y salida de explosivos de todos los depósitos de España se entregan a la Guardia Civil para ser revisados.

J.J. conoce, además, la mina de Caolines de Merillés, donde trabajó el detenido José Emilio Suárez Trashorras. «Es una mina pequeña de caolín, de ésas que nosotros llamamos chamizos. Allí no utilizan los 110 kilos de Goma-2 robados ni en tres años». Según las estimaciones del interventor de explosivos de la Guardia Civil consultado, en España se mueven anualmente unos cuatro millones de kilos de Goma-2. Aunque asegura que es difícil precisarlo.Por eso cree más probable, insistiendo en que se trata de una simple especulación, que la dinamita usada haya sido sustraída durante meses en distintos puntos de España.

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