La cara oculta de la paz

25-06-06



PREGUERIAS

La cara oculta de la paz


El presidente está obligado a despejar mil veces las dudas del país ante amenazas de sujetos como éste. Es inaceptable que Zapatero despache la inquietud ciudadana limitándose a pedir paciencia y sosiego. Se está intentando falsear la realidad a base de palabras vacías que sólo sirven a la fe de los feligreses

VICTORIA PREGO

Ésta es la cara. Esta cara es la realidad que los españoles han visto en los últimos días en lo que a ETA se refiere. No hace falta interpretar ni los ojos del hombre, ni la posición de su cabeza, ni la tensión de su cuello ni el arqueo de sus labios. Con mirar esa cara basta y ya no hay más que decir sobre ella. Sólo añadir que no hay ciudadano que tenga dos dedos de frente y un mínimo de información que no se sobresalte ante la posibilidad de que a sujetos como el de la fotografía los demócratas pudiéramos ponerles el país, la Historia y otras cosas ya repetidas a su disposición para así lograr que, por fin, dejen para siempre de asesinarnos.

Y esa duda elemental, simple y espeluznante, tan básica como lógica, tan obligada como lacerante; la duda de qué vamos a ofrecer y cómo nos vamos a enfrentar a gentes como la de la fotografía, es la duda y la zozobra que el presidente del Gobierno tiene la obligación de despejar una y otra vez, todas las veces que hagan falta, para que los españoles puedan confiar en él y apoyarle con valentía e inmensas dosis de generosidad en el difícil cometido que ha afrontado. Y que, si tiene que repetir lo mismo mil veces, que lo repita. En todos los tonos, con todas las formulaciones, siempre que se le requiera.
(.../...)Después de varios meses de oír a los expertos gubernamentales repetir hasta el tedio que las proclamas de ETA como conjunto, o de Otegi et alter, son «para consumo interno» y, por tanto, no deben ser tenidas en cuenta; después de saber que se sigue cobrando el dinero procedente de la extorsión terrorista; después de leer que el portavoz del Grupo Parlamentario Socialista vasco anuncia ya que, «si todo va bien», el Gobierno empezará el acercamiento de presos a las cárceles del País Vasco; después de todo eso, los ciudadanos que aguantan, escuchan y votan tienen derecho, aunque sólo sea en su calidad de objeto de consumo, a reclamar una explicación eficaz de su presidente. Lo mismo, o un poco más, ¿no?, que los proetarras la obtienen de los matarifes que les dirigen. Es el momento de recordar la pancarta de unos vecinos a quienes una carretera partió por la mitad su urbanización: «Pedimos el mismo trato que los ciervos».

Por eso no es aceptable que, tras el comunicado de ETA y la declaración del asesino de Miguel Angel Blanco -el de la foto- de que no van a «parar en la lucha por la libertad del País Vasco», el señor Rodríguez Zapatero haya pretendido despachar toda la inquietud ciudadana limitándose a pedir por enésima vez paciencia y sosiego, como si estuviera tratando con niños insolentes.

Eso de la paciencia y el sosiego es palabrería hueca. Eso es no decir absolutamente nada. Eso es quitarse a la opinión pública de encima de un manotazo despectivo. Y, puesto que tantos esfuerzos se están haciendo para saber a qué dar importancia y a qué no darla en todo este tenebroso mundo de las declaraciones de los terroristas, alguno de sus asesores debería explicar a nuestro presidente que a la tranquilidad de los ciudadanos españoles sobre los que gobierna debería darle por lo menos tanta importancia como la que da a los mensajes que recibe de la banda.

Eso incluye proporcionar información exhaustiva al líder de la oposición, entre otras muchas razones porque, si el presidente del PP estuviera verdadera y plenamente informado de que, como ha dicho el portavoz socialista José Antonio Pastor, «todo va bien», no tendría que verse cada dos días en la patética obligación de tener que preguntar en público qué es lo que de verdad está pasando. Y porque, si el presidente del Gobierno hubiera tenido a bien explicarle qué está pasando realmente por debajo de todos estos escenarios publicados tan inquietantes y tan ofensivos para cualquier demócrata, a lo mejor el líder de la oposición incluso ayudaba al presidente a algo tan esencial como es dar confianza a la opinión pública. Una tarea que, si hicieran entre los dos, facilitaría probablemente los difíciles tránsitos que están por venir, porque habrían generado entre ambos la serenidad que ahora mismo no existe ni de lejos.

Lo que no puede hacer el señor Zapatero es decir ante el Comité Federal del PSOE, como hizo ayer, cosas como que «trabajaré sin descanso para lograr la comprensión y ayuda del PP» cuando ni se ha molestado en estos días cruciales en telefonear a Rajoy. ¿A qué llama Zapatero «trabajar sin descanso por lograr la comprensión» cuando practica un ninguneo manifiesto al líder de la oposición descrito, eso sí, como un esfuerzo apasionado por el acuerdo?

Y aquí entramos en la segunda cuestión, que es la muy desagradable sensación, diría certeza sino fuera porque preferiría con mucho equivocarme, de que el señor presidente está vocacionalmente dedicado a disfrazar la realidad con palabras falsas que, una vez dichas, dejan vacíos irrellenables en cualquiera que las escuche sin estar alentado por la fe del feligrés.

Eso ocurre cuando lo anormal y grave pasa a ser descrito como normal y comprensible. Es el caso de ese claro acto terrorista que supone el cobro de dinero procedente de la extorsión. Ocurre cuando el delito se pretende presentar como no-delito, como algo lícito ¡porque la carta del chantaje fue escrita antes del anuncio de alto el fuego! No merece la pena discutir planteamientos tan infames. Pero es obligatorio denunciar el fraude moral que semejante formulación lleva embozado.

Eso ocurre también cuando a lo que es un claro fracaso aritmético y político se le denomina éxito. Es el caso del referéndum en Cataluña. Después de haber considerado irrenunciable -lo dijo así el presidente, y así es- un apoyo al nuevo Estatuto que no estuviera por debajo del obtenido en 1979 (59,7%), la desnuda evidencia de que sólo el 48,8% de los catalanes se haya tomado la molestia de acudir a la urna el pasado 18 es literalmente ignorada por Zapatero, que pasa sin el menor rubor a calificar lo sucedido de éxito clamoroso. De este modo, un desprecio de semejante magnitud por parte de la ciudadanía al nuevo Estatuto, es impunemente borrado del mapa de la realidad por el presidente del Gobierno de un plumazo. Son sólo dos ejemplos, pero hay muchos más.

El resultado final es que todo observador que no sea «de los nuestros» puede pensar que se está volviendo loco y que lo que ve no existe, o que le quieren volver loco, por no decir directamente que le quieren engañar. Despejar cuanto antes y con la mayor eficacia una duda tan grave es responsabilidad directa del presidente del Gobierno. Al final, todo podría resumirse en una pregunta básica: la cara de la foto ¿es o no es la cara oculta de la paz?

victoria.prego@elmundo.es

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