El «caos» permitió que la Policía hiciese pasar por la 'mochila de Vallecas' otra que ellos compraron

07-03-07



Juicio por una masacre / Día 11


El «caos» permitió que la Policía hiciese pasar por la 'mochila de Vallecas' otra que ellos compraron

MANUEL MARRACO / JOAQUIN MANSO

La undécima jornada de la vista oral volvió a poner de manifiesto las condiciones en que los Cuerpos de Seguridad trabajaron tras la masacre. Hoy está previsto que testifique el agente al que el instructor encargó que analizase los vínculos de ETA con el atentado. Y tras otros tres testigos, sería el turno de 'Cartagena'...

MADRID.- Un mando policial a cargo de la investigación del 11-M reconoció ayer que los días posteriores al atentado fueron «un caos» en el que intentaban poner orden como podían. Ese «caos» permitió que una mochila comprada por la propia policía en Lavapiés acabase en el despacho del juez Juan del Olmo como si fuera la del artefacto desactivado en Vallecas. «No todo estaba perfectamente identificado», aclaró.

El tercer miembro de la UCIE en declarar como testigo en el juicio por la masacre explicó por qué se hicieron con aquella bolsa de nailon azul con asas. «Nos parecía calcada a las que habíamos visto en los medios que habían estallado en los trenes». Según dijo, pensaban remitirla a la Policía Científica para que cotejase las fibras con las de la mochila de Vallecas.

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A preguntas del letrado de la AVT Emilio Murcia, declaró que la compraron en una tienda de la calle de Caravaca que estaba enfrente del lugar de trabajo de tres sospechosos de la masacre. «Queríamos ver si podíamos ubicar la preparación del atentado en los lugares que teníamos identificados en Lavapiés. Y de ahí vino la confusión posterior...».

El testigo aseguró ayer que no sabía qué había sido de la mochila. Ni siquiera si la habían enviado a la Policía Científica. Inmediatamente, se justificó. «Cuando yo me hice cargo del grupo me encontré con toneladas de efectos. La bolsa andaba rondando por ahí y a mí me explicaron que su procedencia era ésa». «Dado el caos que sigue a los atentados, no siempre estaba todo perfectamente identificado», añadió.

La mochila acabó en la Audiencia Nacional bajo el rótulo mochila de Vallecas, cuando en realidad era el ex jefe de los Tedax Juan Jesús Sánchez Manzano quien custodiaba la original. Del Olmo no se percató del error hasta que un inspector jefe encargado de custodiar los efectos de El Pozo -entre los que, teóricamente, estaba la mochila de Vallecas-, le dijo que no era la que le mostraba. El juez puso el grito en el cielo y ordenó que le remitieran la mochila auténtica.

Sobre el mismo asunto, el inspector de la UCIE declaró ante el tribunal que desconocía si «se inventariaron in situ los efectos recuperados en los trenes», en referencia a que la mochila desactivada no fue localizada hasta la madrugada del día 12, pese a las diversas inspecciones policiales. Aún en el turno de las acusaciones, le preguntaron si «todo» lo recuperado en los trenes estaba «perfectamente custodiado». El inspector no pasó de un «eso intentábamos».

Antes de dar explicaciones sobre la mochila, durante el interrogatorio de la fiscal Olga Sánchez, el inspector ya había descrito las circunstancias en las que trabajaron tras el 11-M. «Recibíamos una avalancha continua de informaciones. En toda España se presentaban ciudadanos manifestando haber visto a alguna persona, poder saber algo. Incluso muchos presos hallaron una mina en tratar de conseguir beneficios si delataban a moritos a los que veían reuniéndose en el patio».

El inspector también hizo una leve y polémica incursión en Leganés. «Yo mismo no tengo nada claro lo que pasó ahí porque he oído varias versiones», soltó. En cuanto fue repreguntado por esas versiones contradictorias, dio marcha atrás alegando que no había sido testigo directo de los hechos.

Otros momentos del interrogatorio se centraron en algunos de los suicidas y las investigaciones en marcha antes del 11-M. «La gran faena es que siempre fuimos un paso por detrás», dijo el inspector.

Respecto a El Tunecino, lo describió como «un islamista de nivel» que entre sus propios acólitos había llegado a causar miedo. «En la unidad nos constaba perfectamente que personas como el procesado Basel Ghlayoun habían sido directamente insultados por El Tunecino, habían sido llamados cobardes por no estar dispuestos a secundarle en su cruzada suicida y asesina».

También habló de otro suicida, El Chino. Recordó un encuentro relatado por sus hermanos días después del 11-M, cuando le buscaba la policía. Su hermano mayor le reprochó que hubiera atentado en la ciudad que les acogía. «El Chino no pudo aguantar su mirada, pero respondió que también en Palestina mueren 200 personas y nadie hace caso».

Por la tarde, comenzó declarando otro inspector de la UCIE que se encargó de las gestiones tendentes a averiguar dónde se habían adquirido los teléfonos móviles que, supuestamente, se utilizaron para accionar las bombas. Según relató ayer, su trabajo se inició con el hallazgo de la mochila de Vallecas, en cuya «cadena de custodia» aseguró que no había participado, sin que nadie le hubiese preguntado por ello.

El rastreo del IMEI [código de identificación] del celular que se encontró en la bolsa le llevó cinco días después de los atentados a un establecimiento de Pinto, propiedad de la empresa Bazar Top, cuyo titular es un ciudadano indio. De manera confusa, el agente narró cómo el 3 de marzo se presentaron dos individuos que adquirieron tres unidades del modelo Trium 110, el mismo que apareció en la mochila, pidieron que fuesen liberados y manifestaron su voluntad de adquirir otros seis al día siguiente, ya aptos para ser utilizados con cualquier tarjeta telefónica.

El libro de registro de la tienda que liberó los móviles mostraba, según el testigo, que 12 móviles Trium 110 habían sido enviados ese día desde Bazar Top, pero que sólo nueve IMEI coincidían con los que habrían adquirido esos desconocidos. El agente explicó la diferencia en que Bazar Top deseaba disponer de un remanente de terminales de ese modelo ya liberados.

El inspector de la UCIE contó que el indio que les atendió escuchó, cuando al día siguiente las mismas «personas no identificadas» acudieron a recoger su pedido, que «hablaban un idioma raro. '¿Qué habláis?', les preguntó. Y ellos respondieron: 'Bulgaria, Bulgaria'».

Cuatro días después, aseguró el testigo, volvieron para comprar otro Trium 110, un reloj Casio digital y una cinta de vídeo para cámara DV.

LA DECLARACION DEL AGENTE 84.128

«Nos parecía [la mochila que la Policía compró en Lavapiés] calcada a las que habíamos visto en los medios que habían estallado en los trenes».

«Queríamos ver si podíamos ubicar la preparación del atentado en los lugares que teníamos identificados en Lavapiés. Y de ahí vino la confusión posterior...».

«Cuando me hice cargo del grupo me encuentro con toneladas de efectos. La bolsa andaba por ahí y a mí me explicaron que su procedencia era ésa. Pero dado el caos que sigue a los atentados, no siempre todo estaba perfectamente identificado».

«No tengo nada claro lo que pasó ahí [en el piso de Leganés], porque he oído varias versiones».

«'El Chino' no pudo aguantar su mirada [la de su hermano], pero respondió que en Palestina mueren 200 personas y que nadie hace caso».

«La gran faena es que siempre fuimos por detrás [de los presuntos autores del atentado]».

«En la unidad nos constaba que personas como Basel Ghalyoun habían sido directamente insultados por 'El Tunecino' y que habían sido llamados cobardes por no estar dispuestos a secundarle en su cruzada suicida y asesina».

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