JOSÉ LUIS RODRIGUEZ ZAPATERO / Presidente del Gobierno «No pediremos entrar en el G8, hay que mirar más allá

16-10-06



JOSÉ LUIS RODRIGUEZ ZAPATERO / Presidente del Gobierno

«No pediremos entrar en el G8, hay que mirar más allá»


MINO VIGNOLO. Corriere della Sera

EL PESO DE ESPAÑA. Hoy recibirá en Madrid a su colega de Italia, Romano Prodi, con quien hablará de la inmigración y de la cooperación económica entre los dos países. Antes, en una entrevista al diario Corriere della Sera, el mandatario español afirma que España no va a pedir el ingreso en el G8, el club los países más poderosos del mundo, a pesar de que ya ha superado a Canadá y es la octava economía mundial. Esta afirmación contrasta con la postura de los ex presidentes Felipe González y José María Aznar, que en junio pasado dijeron que van a presionar para que entre en ése y en otros organismos internacionales. El vicepresidente Pedro Solbes también ha pedido que España tenga más peso en el Fondo Monetario Internacional.

PREGUNTA.- Hace pocos días dijo que España superará a Italia en renta per capita y que, al ritmo actual, gracias a la tasa de crecimiento española, el doble de la italiana, la superación se producirá dentro de cuatro años. Esto ha disgustado a los italianos que, sin embargo, sienten gran simpatía por España. ¿Cuáles son los secretos de un crecimiento sostenido sin interrupción desde hace 11 años?

RESPUESTA.- Estamos orgullosos de alcanzar la renta per cápita de un gran país como Italia en 2010. Era nuestro objetivo cuando entramos en la Unión Europea. Tuvimos 40 años de dictadura y llegamos más tarde a la libertad y más tarde a la Unión Europea (UE). Durante estos últimos 30 años hemos estado corriendo para recuperar el tiempo perdido. Hay dos aspectos positivos que explican el crecimiento: un sector público saneado, con unas cuentas públicas con superávit, y unos sindicatos que colaboran. Éstas son las claves del éxito.
(.../...)

P.- ¿Pedirán entrar en el G8 [los ocho países más poderosos del mundo] al haber superado a Canadá?

R.- No lo pediremos. Estamos tranquilos donde estamos. Quizá hoy el mundo necesite mirar más allá del G8 para afrontar los grandes problemas, como las enormes desigualdades y las consecuencias del cambio climático. Ocho países son pocos.

P.- La inmigración clandestina será uno de los temas principales de su encuentro con Romano Prodi. Es la principal preocupación de los españoles: el 76% cree que su Gobierno «está improvisando» sobre el tema. Usted y Prodi, junto a Chirac y los demás líderes del sur de Europa, han pedido a la UE una movilización colectiva de todos los Estados miembros. Europa, que parece hacer oídos sordos a su petición, ¿adoptará una política común y medidas concretas sobre el tema?

R.- Es lógico que nuestros ciudadanos miren con inquietud a este fenómeno, tras meses difíciles marcados por la llegada de muchos clandestinos a nuestras costas. Creo que Europa dará una respuesta común a este fenómeno. La UE afrontará, lenta pero segura, los grandes problemas, y la inmigración es uno de nuestros retos. No se trata sólo del control de fronteras. Hay que canalizar una inmigración ordenada y ayudar a los países de origen. Europa es un continente rico y viejo. Para mantener su riqueza y su sistema de jubilaciones necesita a los inmigrantes, pero hay que dirigir positivamente esta necesidad. Si alguien piensa que el problema es sobre todo español o italiano, se equivoca. Me pregunto si llegan más inmigrantes en barcas a nuestras costas o por tierra a Alemania. No se sabe. Se habla de llegadas en barcas porque tienen más impacto mediático.

P.- La regularización de 580.000 clandestinos el año pasado fue muy criticada por algunos socios europeos, que hablan de efecto llamada. Ahora, el PSOE habla de expulsar a la mayoría de los clandestinos, porque el mercado laboral está saturado. ¿La realidad se impuso a la ideología?

R.- El mercado laboral no está saturado. Todavía necesita trabajadores, pero legales, porque un país democrático no puede permitir la presencia de cientos de miles de clandestinos sin derechos y sin deberes. Los que nos criticaron por la regularización deben hacerse preguntas sobre el modelo de sociedad que quieren. El problema central es cómo canalizar ordenadamente la oferta y la demanda de trabajo.

P.- En cuanto a la cooperación económica, creo que discutirán ustedes sobre el proyecto de fusión Abertis-Autostrade. ¿Está de acuerdo con sus compatriotas, que hablan de obstruccionismo por parte del Gobierno italiano? ¿Las reticencias italianas no son las mismas que las de su Gobierno con la OPA alemana de E.ON sobre Endesa?

R.- Queremos campeones europeos, pero campeones con fair play. Algo que no se tuvo en cuenta en la OPA de E.ON. En este caso hubo una OPA por sorpresa y eso creó tensiones. Por el contrario, con Italia existe el fair play. España es uno de los países de Europa más abiertos a las inversiones extranjeras. Estamos, junto a Gran Bretaña, por delante de todos los demás en este capítulo. Pero, cuando se trata de sectores sensibles, es bueno que exista un comportamiento amistoso y leal, como debe ser entre países hermanos. Manteniendo que la primera y la última palabra son de las empresas, los Gobiernos pueden ayudar y mejorar el marco de las relaciones. La voluntad del Gobierno es que haya más inversiones españolas en Italia y más inversiones italianas en España. La reunión con Prodi la afrontaré con este espíritu.

P.- Las relaciones con la Iglesia Católica, que atravesaron momentos tempestuosos con la aprobación del matrimonio gay, parecen mejorar. Se alcanzó un acuerdo sobre financiación y fuentes bien informadas dicen que usted y su entorno no ahorran elogios al Papa. ¿Se pasa de la frialdad a la convivencia?

R.- Tengo respeto por la figura del Papa. Un país aconfesional como España, con una sociedad laica, debe ser un ejemplo de convivencia. Una parte de la jerarquía católica movilizó a los ciudadanos que no están de acuerdo con la política del Gobierno. Está en su derecho de hacerlo, pero la fe no se legisla, pertenece a la esfera individual

P.- Usted está considerado un icono de la izquierda laica europea. En Italia, una parte de la izquierda es pródiga en elogios hacia su persona y otra parte dice que su Gobierno es burgués desde el punto de vista de las políticas sociales y laborales. Un Gobierno burgués iluminado en el campo de los derechos civiles. ¿Puede trazar un breve autorretrato político suyo?

R.- Nuestro proyecto es de extensión de los derechos ciudadanos. Hemos extendido los derechos individuales, como el matrimonio homosexual o la ley de igualdad entre los sexos, y estamos extendiendo los derechos sociales. Acabamos de aprobar la Ley de Dependencia para los portadores de alguna minusvalía y para los ancianos no autónomos. Todos los que dependan de otros para su supervivencia tendrán derecho a la atención pública. Después de la escuela gratuita hasta los 16 años, de la sanidad y de las pensiones para todos, éste es el cuarto pilar de nuestro Estado social y nos coloca a la cabeza del bienestar en la UE. Si la izquierda tuvo problemas serios en las últimas décadas, se debe a que no puso suficiente énfasis en lo que representa la democracia, en los derechos de los ciudadanos, en las formas.

P.- Un sondeo del Financial Times lo coloca en el primer puesto entre los líderes del mundo, gracias sobre todo a la elevada puntuación que logra en Italia y España. ¿Sabía que es muy popular en Italia?

R.- Sí, lo sabía. Me di cuenta en las vacaciones, al participar en un mitin, en el que había más italianos que españoles. Y participaban con una pasión y un afecto enormes.

P.- ¿Cuál es la explicación?

R.- Italia vive desde hace tiempo en busca de una izquierda coherente y fuerte. Esperemos que Prodi pueda satisfacer esa exigencia. Yo creo que si un líder es de izquierdas, debe hacer una política de izquierdas. Moderna. Una izquierda moderna significa cuentas públicas saneadas, apertura de la economía a las inversiones extranjeras y no proteccionismo. Significa democracia social. Primero vienen los valores, los principios democráticos, los derechos de la persona, la igualdad, el respeto de la diversidad. Después, lo social. Cuando hay una sociedad consciente de los principios democráticos, se le puede explicar a la gente el valor del Estado del bienestar, que cuesta mucho dinero. La gente lo entiende y acepta los costes.


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