Torrente 3: misión en Avilés

28-03-07



A SANGRE FRIA

Torrente 3: misión en Avilés


David Gistau

Emilio Suárez Trashorras solía acogerse a sagrado en la delación. No en vano, y mientras se tratara de los pecados ínfimos del hachís, por los que 'Manolón' reconoció que a la Policía hasta le daba pereza levantarse de la silla, estaba acostumbrado a que se le aceptara el trueque de información por impunidad.


Por eso no huyó cuando en la mañana del 11-M descubrió para qué querían los «moritos de Madrid» los explosivos de Mina Conchita, sino que acudió a su controlador para negociar en los términos habituales, los que le funcionaban para salvar el culo cuando el delito no era de los que trascienden a las portadas y a los registros históricos de la infamia. Tan emperrado estaba en identificar a los asesinos, que 'Manolón' le puso en contacto el 17 de marzo con el equipo policial que llegó a Asturias siguiendo un rastro de la Kangoo y en el que estaba integrado el comisario de la UCII y experto en la lucha antietarra que declaró ayer: «Le atendimos porque no perdíamos nada. Pero yo estaba escéptico».

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El hampón quedó estupefacto -«Se enfadó un poquito»- cuando los mismos funcionarios de los que acaso esperaba que le nombraran empleado del mes por la información acabaron ciñéndole los grilletes y enfrentándole a una petición de condena que ronda los 40.000 años. Pero antes de eso, tuvo lugar un interrogatorio largo y surrealista, sin presencia de abogados, pero con algunos ingredientes castizos por los que cabe sospechar que algunas escenas de la adaptación cinematográfica de nuestra tragedia y sus misterios subterráneos estarían más cercanas en tono a la saga de Torrente que a JFK o 24 horas. Cómo no imaginar a Santiago Segura con un palillo en la comisura de los labios interpretando a un comisario que agarra a un sospechoso de atentado terrorista y se lo lleva a cenar a una tasca -«Chinita, pan»- o le desatiende a pesar del calibre que van adquiriendo sus declaraciones porque en la tele dan fútbol. Lo que podría hacer un guionista con esa velada cañí a la que sólo le faltó acabar en el club Horóscopo. Sólo entonces, por otra parte, empezó la Policía a contemplar a 'El Chino' desde una perspectiva diferente. El suicida de Leganés que se despidió de Trashorras con un «Nos veremos en el cielo» ya no era un traficante de baja estofa, sino un terrorista por el que ojalá a nadie le hubiera dado pereza levantarse de la silla, ni aunque dieran fútbol en la tele.

El miembro de la UCII, que se reunió con los responsables de Caolines de Merillés para reunir un listado de «mineros sin pedigrí» que se volvió inútil cuando Trashorras se puso en suerte reconociendo que había llevado a los moritos a la mina, dejó algunos otros datos relevantes. Que no creía en ninguna conexión entre ETA y el terrorismo islámico, entre organizaciones «herméticas» y desconfiadas por definición. Pero que tampoco, durante la urgencia de las investigaciones, recibió orden alguna por parte del ministerio de priorizar la pista vasca sobre ninguna otra. Una vez más, y como cuando al principio de la fase testimonial otro funcionario reconoció que sólo el 3 de abril, en Leganés, acabó la confusión y se confirmó sin dudas la teoría islámica, conviene ahora reparar la figura de Acebes, tan maltratada por la agit-prop que con tal de ganar las elecciones lo mismo le llamó mentiroso que se inventó la noticia de los cadáveres de suicidas hallados en los trenes.

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