La mujer de 'El Chino' mintió al juez para ocultar sus últimos contactos

16-04-07



JUICIO POR UNA MASACRE / La investigación

La mujer de 'El Chino' mintió al juez para ocultar sus últimos contactos

La testigo R-22 no sólo habló con su marido en la tarde del 3 de abril de 2004, cuando saltó por los aires el piso de Leganés, sino que mantuvo continuas conversaciones con él desde que declaró ante la Policía el 26 de marzo

CASIMIRO GARCIA-ABADILLO

MADRID.- El pasado 7 de marzo, el diario El País publicó una entrevista con Rosa, la mujer de Jamal Ahmidan, El Chino, designada como testigo protegido R-22 en el sumario por el atentado del 11-M.


En la citada entrevista (nunca antes había accedido a conversar con un periodista), la testigo R-22 reveló que pudo hablar con su marido minutos antes de que el piso de Leganés saltara por los aires con siete islamistas dentro.
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Era, sin duda, un testimonio importante, por cuanto R-22 no había declarado antes, en sus respectivas comparecencias ante la Policía y el juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo, que hubiese contactado con Jamal Ahmidan durante la misma tarde del fatídico 3 de abril de 2004, poco antes de la explosión.

El titular de la entrevista en la portada del diario, a cuatro columnas, recoge precisamente una de las frases que presuntamente le dijo El Chino a su esposa minutos antes de la explosión: «Jamal me dijo desde Leganés que era mejor morirse, que no se iba a entregar».

Según reconoce en la misma conversación, R-22 habló no en una, sino en dos ocasiones con Jamal Ahmidan. En la segunda, ella le pidió a su marido que se entregase a la Policía, a lo que él se negó.

En la entrevista, R-22 también dice que, desde que fue detenida por la Policía, el 25 de marzo de 2004, no volvió a hablar con su marido hasta, precisamente, el día 3 de abril. Rosa explica que apagó su teléfono el día en que fue detenida por la Policía y que sólo lo encendió después de que su cuñada le avisara de que había una operación policial en un piso de Leganés para detener a presuntos terroristas islamistas.

Se trataba, en definitiva, de un testimonio novedoso, realizado justo unos días antes de que se produjera su declaración como testigo en el juicio oral.

En efecto, el pasado día 10 de abril, martes, la testigo R-22 compareció ante el tribunal. Su relato a los magistrados de la Sección Segunda coincidió básicamente con lo declarado previamente ante la Policía y ante el juez instructor, Juan del Olmo.

La fiscal Olga Sánchez esperó hasta el último momento de su interrogatorio para preguntarle a R-22 si, desde que estuvo en el Juzgado (el 26 de marzo) volvió a hablar con su marido en alguna ocasión. La testigo guardó silencio durante unos segundos, sin responder. Pero la fiscal ni siquiera insistió en conocer su respuesta: «No hay más preguntas. Muchas gracias», dijo.

Después, fue el abogado de Hamid Ahmidan quien le volvió a preguntar sobre el asunto: «Señora, ¿habló usted con su marido el 3 de abril de 2004?». Ella volvió a guardar silencio y luego contestó: «No».

Consciente de lo que acababa de declarar, y seguramente pensando en lo que dijo en la entrevista publicada por El País, el presidente del tribunal, Javier Gómez-Bermúdez, precisó a la testigo: «El día de la explosión de Leganés». Y ella, con rotundidad, volvió a contestar: «No».

Días después, el viernes 13 de abril, El País, queriéndose sacar la espina de lo que suponía, de hecho, una rectificación a su titular de portada por parte de la testigo, publicó una información en la que R-22 se reafirmaba en que el día 3 de abril de 2004 había hablado con su marido. Rosa justificaba su contradicción con lo mantenido ante el tribunal alegando que alguien, sin especificar quién, le «aconsejó que no lo dijera». La excusa era pueril: «Porque me pudiera poner peor de lo que estaba de ánimo».

¿Puede alguien creerse que una testigo clave que está bajo la protección de la Policía confiese públicamente que ha cometido perjurio por la simple razón de que alguien le aconsejara hacerlo para no sentirse anímicamente peor de lo que estaba?

La testigo protegida R-22 ha mentido. No a El País, sino al tribunal del 11-M. Y lo ha hecho porque tiene poderosas razones para hacerlo.

Lo que trata de ocultar la mujer de El Chino es que estuvo en contacto con su marido no sólo el 3 de abril, sino que habló con él por teléfono en bastantes ocasiones después de su detención.

Vayamos por partes. La mujer de Jamal Ahmidan declaró por primera vez ante la Policía el 26 de marzo de 2004. En dicha declaración informó de que su marido utilizaba dos teléfonos: el 665040605 (que no usaba desde los primeros días de marzo) y el 639847428.

La Policía ya sabía que ese último teléfono lo estaba utilizando El Chino porque encontró pistas sobre el mismo en el registro de la finca de Morata, donde supuestamente se montaron las mochilas bomba.

Ella, por su parte, dio a la Policía los dos únicos teléfonos que, en teoría, usaba: el fijo de la casa de la calle de Villalobos de Madrid (912560806) y un móvil: 618016906.

Dichos teléfonos, naturalmente, fueron intervenidos por las Fuerzas de Seguridad.

Ya de las transcripciones que aparecen en el sumario de sus conversaciones a través del citado móvil se deduce claramente que la mujer de El Chino mintió al tribunal.

Así, el día 6 de abril de 2004 a las 13.58 horas, la testigo llamó a un hombre sin identificar. Ella, por su parte, se identificó como «R-22» y le contó a su interlocutor «lo que habló con Jamal por teléfono antes de inmolarse, con ella y la familia, y le pregunta que si ha venido la familia a llevarse los restos».

Evidentemente, su interlocutor (ante quien se identifica como R-22) es un policía.

Posteriormente, el día 7 de abril de 2004, a las 10.39 horas, una mujer sin identificar se puso en contacto con Rosa y ésta le contó que Jamal Ahmidan «la llamó un ratito antes. También a su madre, en Marruecos».

Ahora bien, si la Policía le tenía intervenidos a Rosa los dos teléfonos que les proporcionó, ¿por qué no están en el sumario las conversaciones entre El Chino y su esposa?

Hay una primera explicación. Sencillamente, Rosa utilizó otro teléfono para hablar con su esposo: el 654022605.

Como se comprueba en el sumario, en un documento remitido al juez Del Olmo por el director de Seguridad de Amena, José Domingo Río, junto al citado número de teléfono aparece un apunte manuscrito: «Rosa».

Dicho teléfono se puso en contacto con el 639847428 (empleado por Jamal Ahmidan) en numerosas ocasiones desde el 17 de marzo al 3 de abril.

El 639847428 fue encontrado entre los escombros del piso de Leganés tras la explosión.

En algunas ocasiones, El Chino también llamó a su esposa al teléfono intervenido por la Policía (el 618016006), pero ella tenía puesto un desvío de llamada (como puede verse en uno de los documentos reproducidos). Por este motivo, la duración de los contactos entre ambos apenas es de dos segundos.

El Chino, a su vez, utilizaba el 639847428 como teléfono de seguridad con un curioso sistema por el cual las llamadas pasaban a través de una centralita internacional que los factura con un número de 15 dígitos (aparece como 346099939847428). Ese teléfono sólo lo conocían personas de su máxima confianza, como los hermanos Oulad, su primo Hamid y, por supuesto, su esposa.

Ahora bien, como ya se ha apuntado, la Policía sabía que El Chino utilizaba ese teléfono desde el 26 de marzo. Entonces, ¿por qué no lo intervino? O bien no pudo hacerlo porque el sistema de desvío a través de la centralita internacional lo blindó o bien sus conversaciones están efectivamente grabadas pero no figuran en el sumario.

Lo que está claro es que R-22 ha mentido al tribunal y que la fiscal no ha tenido mucho interés en averiguar por qué. Si, como es de suponer, la fiscal Olga Sánchez se ha leído el sumario, sabrá que R-22 utilizó durante meses un teléfono (el 654022605) del que no dio cuenta a la Policía y desde el que habló con su marido al menos en 16 ocasiones desde el 25 al 31 de marzo.

Es evidente que lo que habló Jamal Ahmidan -presunto jefe operativo del comando que cometió el atentado- con su esposa en los días justamente anteriores a su muerte en el piso de Leganés puede ser sustancial para la investigación.

Sin embargo, por increíble que parezca, en todo el sumario no hay ninguna transcripción de las conversaciones que ambos mantuvieron.

¿Es que acaso la Policía fue incapaz de captarlas a pesar de tener el número de teléfono? Y si, en efecto, pudo hacerlo, ¿qué hay en ellas para que no hayan salido a la luz? ¿Por qué la fiscal no puso a la testigo -como no ha dudado en hacerlo en otras ocasiones con otros testigos protegidos- ante la contradicción de lo que estaba manteniendo ante el tribunal y lo dicho en un medio de comunicación? ¿Por qué se trata a R-22 con guante de seda cuando claramente ha cometido perjurio? ¿Donde están las grabaciones de El Chino y su esposa?

LA POLICIA Y LA FISCAL SABIAN QUE R-22 MENTIA.

Las dos páginas reproducidas corresponden a la transcripción de las conversaciones grabadas a R-22 por la Policía y realizadas desde el teléfono móvil 618016906. En una de ellas, realizada el 6 de abril a las 13.58 horas, Rosa se identifica a su interlocutor (un policía) como R-22 y le informa de que habló con su marido «antes de inmolarse». En otra conversación que tuvo lugar el día 10 de abril, Rosa le comenta a la mujer con la que habla que Jamal la llamó y «habló con el un ratito».


NUMEROSOS CONTACTOS QUE DESMIENTEN A LA TESTIGO.

Los documentos ponen de relieve los numerosos contactos que Rosa mantuvo con su marido después de su detención, lo que demuestra que mintió al tribunal cuando dijo que dejó de hablar con él tras declarar ante la Policía. Rosa no sólo usaba un teléfono que pretendió ocultar a los agentes, sino que activó el desvío de llamadas del que estaba intervenido para que El Chino pudiese conectar con ella sin que, al menos en teoría, la Policía pudiera grabar sus conversaciones.


UNA DECLARACION MUY REVELADORA.

El documento reproducido en la parte superior se corresponde con la primera hoja de la declaración de R-22 ante la Policía, que tuvo lugar el 26 de marzo de 2004. En dicha hoja, la testigo le proporciona a los agentes los dos números de teléfono que El Chino estaba utilizando en esos momentos.


EL OTRO MOVIL QUE R-22 USO PARA HABLAR CON 'EL CHINO'.

La testigo protegido R-22 utilizó durante meses un móvil que pretendió ocultar a la Policía. Como puede verse en el documento que se reproduce, aparece escrito a mano, en un documento remitido por el jefe de Seguridad de Amena al juez, que dicho teléfono pertenece a Rosa.

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