Interior graba, 'El País' difunde y manipula

05-06-07



JUICIO POR UNA MASACRE / Respuesta a una adulteración

Interior graba, 'El País' difunde y manipula


El periódico del grupo Prisa, por cuarta vez desde que se iniciaron las investigaciones por el 11-M, vuelve a tergiversar grabaciones intervenidas por la Policía para desprestigiar las exclusivas de EL MUNDO

EL MUNDO

MADRID.- El diario gubernamental El País volvió a prestarse ayer a servir de vehículo informativo para tratar de desprestigiar a EL MUNDO mediante la difusión de grabaciones del Ministerio del Interior, aunque este Departamento rechazó ser responsable de la filtración y mantuvo que el contenido de las transcripciones fue enviado a la Audiencia Nacional. En su estrategia de ir un paso por detrás de las exclusivas de este periódico sobre el 11-M, es la cuarta vez desde que se produjo la matanza que el medio de Prisa manipula conversaciones intervenidas por la Policía para intentar desacreditar las noticias que debilitan las tesis oficiales y atacar personalmente a sus autores.

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Apenas un día despúes de que la fábrica de explosivos acabase de desmentir las últimas teorías de la Fiscalía sobre el origen de la dinamita que estalló en los trenes, los periodistas Ernesto Ekaizer (adjunto a la dirección de El País) y José Manuel Romero (redactor jefe de Nacional) firmaban una pieza en la que difunden las conversaciones intervenidas en prisión a los presuntos autores materiales Basel Ghalyoun y Jamal Zougam.

Entre otras cosas, las transcripciones pretenden demostrar que la entrevista que EL MUNDO publicó con el primero de ellos en octubre de 2005 era «mentira» y obtenida a través de su abogado, José Luis Abascal. La falsedad tendría por objeto, según El País, «salpicar a la Policía, insinuando que los agentes tenían bajo control las actividades de El Tunecino». La afirmación revela un verdadero desconocimiento del desarrollo del juicio: quien el 11-M era inspector jefe del Grupo de Terrorismo Internacional de la Brigada Central de Información reconoció el pasado 21 de marzo ante el tribunal que seguían al islamista hasta pocos días antes de la matanza.

El resto del artículo se centra en las grabaciones a Jamal Zougam. Además de sugerir sin pruebas que EL MUNDO habría pagado al letrado José Luis Abascal para que patrocinara las defensas de los dos acusados, El País acusa a un redactor de este periódico (en referencia a su subdirector Antonio Rubio) de mantener una relación constante con el abogado con el fin de obtener una entrevista con el presunto autor material.

Entre otras imprecisiones, señalan que, «en las comunicaciones de la cárcel, Zougam expresó su preocupación en torno a los dos testigos de los trenes que aseguraron haberle visto en los trenes». Antes y después del juicio, han sido cuatro los testimonios que sitúan al presunto islamista en el lugar del crimen.

Ya en otras tres ocasiones, El País se ha aprovechado de filtraciones interesadas o de grabaciones policiales para procurar presentar a EL MUNDO urdiendo supuestas «teorías» o «bulos conspirativos», como de forma pretendidamente ingeniosa se refieren a las informaciones de este diario que cuestionan las tesis oficiales.

Los «descerebrados».

En octubre de 2004, poco después de que Nayo acusase a Antonio Toro y Trashorras de haber vendido explosivos a ETA, de que Fernando Múgica entrevistase al propio Toro y de que apareciese en poder del islamista Abdelkrim Bensmail una nota con la dirección del etarra Henri Parot, el periódico de Prisa daba pábulo a las palabras grabadas en la cárcel de Villabona a presos de la banda, que califican a los dos asturianos de «descerebrados» a los que dicen no conocer.

La acusación y la rectificación.

En septiembre de 2006, a partir de un diálogo que Trashorras mantuvo con sus padres en prisión, El País acusó a EL MUNDO de pagar al ex minero por la entrevista con él que este periódico había publicado unos días antes. El propio Ekaizer tuvo que admitir en el programa El ruedo ibérico, de Antena 3, en presencia de Pedro J. Ramírez, que no existía ningún indicio que fundamentara esa acusación.

En la conversación, en realidad, Trashorras trataba de convencer a sus padres de que Nayo le había acusado en este periódico a cambio de dinero. Ekaizer utilizó una frase («Mientras EL MUNDO pague, les cuento la Guerra Civil») para sacarla de contexto e insinuar con ella lo que un editorial de El País afirmó sin ambagues: que este diario paga a sus fuentes. Después, tuvo que rectificar en vivo y en directo.

El compañerismo.

Por último, en diciembre de 2006, los periodistas de El País se prestaron a dar la máxima difusión a una maniobra de Interior para difamar al colega de EL MUNDO Fernando Lázaro, responsable de revelar el chivatazo policial a la red de extorsión de ETA.

En una actuación que fue censurada por el Sindicato de Periodistas, el diario de Polanco publicó en dos entregas, con grandes caracteres tipográficos, las conversaciones de este profesional con una supuesta fuente que aparecían en varias resoluciones del juez Del Olmo sobre una trama policial de tráfico de explosivos. Con el apoyo decidido de ABC y de las intencionadamente confusas iniciativas del magistrado, El País intentó presentar a dos agentes acusados de filtrar información a EL MUNDO como miembros de esa mafia, con la que no tenían ninguna relación, y acusó abiertamente al periodista de «haber comprado» la exclusiva. No aportó ninguna evidencia.

Tampoco de la literalidad de las comunicaciones entre el informador y el policía imputado por ser su fuente se deduce ninguna conducta contraria a la ética periodística ni, mucho menos, delictiva. Una vez más, se trataba sólo de un periodista haciendo su trabajo. Buscando información.

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