EL GOLPE MEDIATICO DEL 11-M

08-10-06



EL GOLPE MEDIATICO DEL 11-M

Es difícil contar hoy lo que sucedió en las 72 horas siguientes a la masacre del 11-M, eso que un implacable análisis de EL MUNDO definió como «los tres días de agit-prop de la SER». Hoy sabemos con toda seguridad que lo que nos contaron sobre los presuntos autores del 11-M era mentira. No sabemos qué fue exactamente lo que pasó, pero sí que la manipulación del «factor islámico» por el PSOE y Polanco, o viceversa, convirtió el mazazo psicológico sufrido por la izquierda en un auténtico golpe mediático infligido a la derecha. Pese a los intentos de amordazamiento de los pocos medios sin pelos en la lengua, a las mentiras en cascada y a la desvergonzada manipulación del sumario del 11-M por el Gobierno Zapatero, no hay muchas dudas sobre el carácter secundario de una «trama islamista» compuesta esencialmente por confidentes o por pequeños delincuentes «moritos» controlados prácticamente en su totalidad por la Policía, la Guardia Civil o el CNI. Y si los pseudoislamistas fueron la coreografía, el guión y ejecución sólo pudo corresponder a las dos fuerzas con capacidad para acometer esa masacre: la ETA o los servicios secretos españoles. O una combinación de ambos.
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Pero eso es lo que hoy sabemos, tras descubrir que todo lo que nos dijeron en los tres días más siniestros de la historia de España era falso, de cabo a rabo, de principio a fin, sin otro objetivo que conseguir una derrota electoral del PP que, según todas las encuestas, era imposible sólo tres días antes y acabó siendo estremecedoramente cierta apenas tres días después. Hoy deducimos, por el encadenamiento lógico de los hechos, que hubo en esos días quien supo guiar a la opinión pública, convirtiendo el miedo ingobernable de las masas en un argumento moral, político y electoral cuidadosamente gobernado, tanto que 11 millones de personas acabaron respaldando los supuestos argumentos de los presuntos asesinos contra el Gobierno legítimo de la nación, llegando al extremo de justificar a los verdugos por la sangre derramada de las víctimas. (...)

Para los medios de la derecha estaba claro que el PSOE se atrincheraba en la posibilidad de un atentado islamista para eludir las consecuencias electorales de la masacre etarra y para invertir el proceso de responsabilidades políticas, echándole a Aznar la culpa de la masacre por su respaldo político a Bush y Blair en la guerra de Irak. Para los izquierdistas, tras el susto terrible de una masacre etarra que los hubiera hundido electoralmente, se trataba de actuar a toda prisa, para darle la vuelta a la situación. Entonces, todo el mecanismo de propaganda y odio engrasado en los dos años anteriores se puso en marcha. En la gigantesca manifestación de la tarde-noche del viernes ya se insultaba a Aznar y al Gobierno, culpándoles de los asesinatos que, según la propia izquierda, habría perpetrado el terrorismo islamista combatido por Aznar. Eso, que, de ser cierto, suponía un argumento casi definitivo para apoyar al Gobierno del PP, se convertía a través de la lógica antioccidental de la progresía en una explicación del terrorismo que suponía su justificación y terminaba siendo una imputación contra los que lo combatían. De esa forma, la izquierda conjuraba materialmente el difuso terror de las masas identificándose con el bando de los verdugos, que aparentemente es la manera segura de evitar formar parte del bando de las víctimas. Y esa cobardía material se justificaba moralmente al proclamar culpables, en última instancia, del terrorismo islamista a los gobiernos occidentales que lo combatían.

Esa cobardía tan vilmente real ante el terrorismo y tan miserablemente justificada en lo moral por la ideología progre empezó a imponerse la noche del viernes y se mezcló con los acontecimientos del sábado, jornada de reflexión y probablemente de inflexión en la tendencia de los votantes. A primeras horas de la tarde, amén de vagas reivindicaciones y un vídeo reivindicativo hallado en una papelera cercana a la mezquita de la M-30, se produjeron las detenciones de supuestos islamistas a partir de una mochila supuestamente sin explotar que, supuestamente investigada por la policía, la había conducido a un locutorio de marroquíes en Lavapiés, que sería algo así como el belén del islamismo terrorista. Identificados aparentemente los islamistas asesinos, el PSOE y PRISA se centraron en rematar la operación de propaganda imputando al Gobierno la voluntad de mentir sobre la autoría de la masacre, cuando, en realidad, el ministro del Interior, Angel Acebes, se pasaba las horas dando ruedas de prensa por televisión. Y lo hicieron convocando a los izquierdistas más aguerridos a cercar las sedes del PP ya al caer la noche.

«De la noche a la mañana», de Federico Jiménez Losantos (Ed. La Esfera de los Libros), a la venta el 10 de octubre

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