Sin noticias del comando en el barrio de la Estación

24-07-04


11-M LA INVESTIGACION / LOS NUEVOS DATOS

Sin noticias del comando en el barrio de la Estación

Los vecinos de Alcalá de Henares ignoran que los terroristas pudieron ultimar los atentados en la localidad

ROBERTO BENITO

MADRID.- Nadie sabe nada en el barrio de la Estación de Alcalá de Henares. Los terroristas que asesinaron a 191 personas el pasado 11 de marzo durmieron allí, en algún piso de la zona, y es posible que tuvieran cierta infraestructura montada en la zona, pero, como decían ayer los vecinos, «hay demasiados inmigrantes como para que alguno llame la atención».
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En efecto, el barrio que rodea a la estación de ferrocarril de Alcalá de Henares es uno de los más populares de la localidad, y en él se mezclan desde hace varios años los vecinos de toda la vida con centenares de inmigrantes provenientes de cualquier lugar más allá del Estrecho, principalmente del Magreb.

Sin duda, era un lugar perfecto para el comando del 11-M, tanto por su cercanía de la estación como por tratarse de un barrio en el que los terroristas iban a pasar desapercibidos.

Más raro parece, en cambio, que durante tres meses nadie se percatara de que en la calle del Infantado, la más cercana a la estación y donde el 11 de marzo la policía localizó la furgoneta Renault Kangoo de los terroristas, había un coche abandonado: un Ford que ahora se ha sabido que también fue utilizado por el comando islamista.

La calle del Infantado

La calle del Infantado no mide más de 100 metros, es muy estrecha y se circula con dificultad. Los vecinos cuentan que nunca se puede aparcar, porque «mucha gente utiliza las pocas plazas de aparcamiento como si fuera el parking de la estación».

De hecho, fue una vecina de la calle la que avisó a la policía de que había un coche que llevaba mucho tiempo sin moverse del aparcamiento, no porque sospechara que podía estar relacionado con los atentados del 11-M, sino porque estaba harta de que su marido no pudiera aparcar cuando volvía del trabajo por las noches.

Pasaron tres meses desde que los terroristas abandonaron el vehículo y esta mujer se dio cuenta de que el Ford aparcado enfrente de su casa no se movía nunca. En la calle en la que apareció la furgoneta Renault Kangoo y en el barrio en el que la policía sospecha que el comando islamista del 11 de Marzo pudo tener cierta infraestructura, nadie se percató en todo ese tiempo del vehículo abandonado.

Es más, el vecindario no ha oído hablar nunca del coche de la marca Ford. Las amas de casa y los trabajadores que ayer circulaban por las calles del barrio sólo acertaban a describir lo que vieron el 11 de marzo y a hablar de la furgoneta y del portero Luis Garrudo, que se ha convertido en la estrella del barrio de la Estación.

María, visitante diaria de un gimnasio situado al lado del número 5 de la calle, justo enfrente del lugar en el que apareció la furgoneta, cuenta cómo el 11 de marzo la policía entró en el local y desalojó corriendo a todos los que estaban allí. «Nos dijeron que había un vehículo que podía contener explosivos y que abandonásemos inmediatamente la calle», recuerda.

Alarmas, precauciones y desalojos que, sin embargo, no se adoptaron cuando los agentes se llevaron el coche de la marca Ford que, al igual que la furgoneta, fue abandonado por los terroristas en la calle.

Sobre los posibles apoyos que el comando pudo recibir en el barrio de la Estación no se sabe nada. En la calle del Infantado, donde seguramente durmieron los miembros del comando, hay tres portales de viviendas -en uno de ellos trabaja Luis Garrudo, el portero que en la mañana del 11-M alertó a la policía sobre una sospechosa furgoneta blanca que estaba aparcada enfrente de su portal-, varias cafeterías, un estanco, una panadería, un locutorio y el citado gimnasio.

Una de las cafeterías se llama Al Andalus, y en estos momentos está totalmente desmontada por unas obras que comenzaron hace un par de semanas. Por lo que se pueda pensar debido al caprichoso nombre del establecimiento, el dueño (o alguien que decía serlo) avisaba ayer que «a ver lo que se publica, que algunos, por el nombre del bar, ya les ha dado por decir que estamos metidos en los atentados».

A su lado, tras cruzar una pequeña panadería, hay un locutorio de ésos que en los últimos años se han multiplicado por los barrios en los que abunda la población extranjera. Lo regenta Richie, inmigrante subsahariano de pocas palabras, y por allí se pasan a diario decenas de magrebíes, aunque en la asfixiante mañana de ayer apenas media docena de inmigrantes se acercaron por allí para hacer sus llamadas.

Frente a estos dos negocios estuvo tres meses aparcado el coche de la marca Ford abandonado por el comando islamista, pero a sus dueños, como al resto de los vecinos del barrio, nunca les llamó la atención.

La policía está investigando varios establecimientos de la zona por si pudieran tener algún tipo de relación con los atentados, pero hasta el momento todo sigue igual en la calle del Infantado, donde nadie ni puede ni quiere imaginarse que los terroristas ultimaron la matanza del 11-M en alguna casa del barrio.

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