«Exportador de terrorismo»

29-09-04



11-M LA INVESTIGACION

«Exportador de terrorismo»


Un informe del Instituto Elcano une los atentados de Casablanca a la «radicalización» de Marruecos y descalifica a Mohamed VI

CARLOS SEGOVIA

MADRID.- «Marruecos se ha convertido en un país claramente exportador de terrorismo internacional y es de prever que no deje de serlo en un futuro inmediato», sostiene un duro informe del Real Instituto Elcano, organismo creado en 2001 por impulso del Ministerio de Asuntos Exteriores como centro de análisis internacional.

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El documento descalifica la política de Mohamed VI en sus cinco años de reinado y contradice la política oficial del Gobierno español de confiar en la voluntad democratizadora del monarca alauí.

En opinión del autor, Haizam Amirah Fernández -investigador principal del Real Instituto en el Area de Mediterráneo y Mundo Arabe-, los atentados de Casablanca «confirmaron la creciente radicalización social en el país. La excepción marroquí por la que el país parecía estar a salvo del integrismo y la violencia terrorista se convertía en cosa del pasado».

El análisis culpa de este fenómeno, que ha provocado en su opinión la «exportación de terroristas», a «la extraordinaria lentitud de las reformas, o su simple ausencia» prometidas por el Rey cuando sucedió a Hassan II en 1999.

«Tras su llegada al trono, Mohamed VI confió en que su impulso democratizador sería fortalecido encomendando los puestos de responsabilidad a sus antiguos compañeros de colegio. Lo que se esperaba que fuera la generación reformista no ha cumplido con las expectativas y sus intereses parecen centrarse más en los negocios que en la farragosa tarea de gobernar el país».

Los atentados de Casablanca no han hecho sino frenar aún más las reformas, según el autor. «Los defensores del statu quo dentro de las estructuras administrativas y burocráticas que temen perder sus privilegios han encontrado la excusa ideal en los atentados para evitar hacer cambios de fondo en el sistema, empezando por el papel de la Monarquía».

Además, «durante los últimos meses se ha extendido la impresión de que Mohamed VI está recurriendo a la vieja guardia de la época de su padre para recuperar un mayor control sobre los asuntos de Estado, sobre todo la seguridad interior».

Frente a la confianza manifestada por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en la voluntad democratizadora de Mohamed VI, el análisis del Real Instituto Elcano resalta que «cualquier crítica a la institución monárquica, desviación del discurso oficial sobre la marroquinidad del Sáhara, posible ofensa a la religión o supuesta amenaza a la seguridad del Estado conlleva necesariamente penas de cárcel y/o sanciones económicas».

Estas son algunas de las frases que destila el documento: «Oficialmente, Marruecos es una monarquía constitucional. La realidad es que el sistema, consolidado a lo largo de décadas, se encarga de mantener al monarca en la cima de la pirámide del poder».

«A pesar de las declaraciones prometedoras y de las campañas de imagen desde la llegada al trono de Mohamed VI, no se acaba de perfilar un modelo de monarquía que sea compatible con un auténtico Estado de Derecho. Las constantes interferencias de los centros de poder ligados al monarca en el normal funcionamiento de las instituciones del Estado, y especialmente el Gobierno, frenan el desarrollo económico y humano del país, al tiempo que generan mayor descontento social». «La decepción con Mohamed VI se extiende por todo el país, aunque el mazjen [el régimen] lo quiera ocultar». «Las interferencias y manipulaciones de Palacio en el funcionamiento de los partidos políticos los hace incapaces de cumplir con su función».

Según el especialista en el área de la fundación que preside el ex ministro Eduardo Serra, «la corrupción en Marruecos sigue siendo un mal endémico y está extendida por todo el sistema.[...] La bendición de Palacio es necesaria para abrir las puertas a cualquier inversión medianamente importante».

El informe de Elcano alerta contra la política oficial española y de buena parte de Occidente «acrítica» con Marruecos con el fin de apoyar al régimen para que frene el islamismo. «El apoyo que Marruecos debe recibir en su lucha particular contra el terrorismo no puede convertirse en un cheque en blanco para que se cometan abusos y se paralicen las reformas».

«Esperar a que la amenaza de la radicalización integrista se disipe sin abordar las causas de fondo -con el apoyo de los socios internacionales, incluida España-, además de ingenuo, tendrá necesariamente efectos desestabilizadores para el propio sistema».

El autor cree además que España puede jugar un papel importante para resolver el conflicto del Sáhara, pero advierte: «En caso de que España opte por una parcialidad activa con una de las partes, sin que cambie la mentalidad bloqueadora y autocomplaciente con nuestro vecino del sur, el riesgo que se corre de pérdida de credibilidad y capacidad de influencia es elevado».

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